TRAGEDIA DE LA GRAN SEMÍRAMIS

Cristóbal de Virués

Texto basado en varias ediciones tempranas de esta comedia siendo testigos las varias otras ediciones consultadas en la preparación del texto aquí presentado. Fue preparado por Vern Williamsen y luego pasado a su forma electrónica en 1998.


Personas que hablan en ella:

PRÓLOGO


                  Como el sabio pintor en varias formas
               con los colores y pinceles muestra
               de fuertes y prudentes capitanes,
               de poderosos príncipes y reyes,
               las célebres vitorias y altos triunfos
               dignos de eterna y memorable historia
               para dechado de las almas nobles
               que al punto excelso de virtud aspiran,
               así el poeta con divino ingenio,
               y con una invención cómica alegre
               ya con un caso trágico admirable
               nos hace ver en el teatro y escena
               las miserias que traen nuestros pechos,
               como el agua del mar los bravos vientos
               y todo para ejemplo con que el alma
               se despierte el sueño torpe y vano
               en que la tienen los sentidos flacos,
               y mire y siga la virtud divina;
               con este fin, con este justo intento
               hoy en su traje trágico se ofrece
               la vida y muerte de la gran Semíramis,
               tirana reina de la grande Asiria.
               Y solamente, porque importa, advierto
               que esta tragedia, con estilo nuevo
               que ella introduce, viene en tres jornadas
               que suceden en tiempos diferentes:
               en el sitio de Batra la pirmera,
               en Níneve famosa la segunda,
               la tercera y final en Babilonia.
               Formando en cada cual una tragedia
               con que podrá toda la de hoy tenerse
               por tres tragedias, no sin arte escritas.
               Ni es menor novedad que la que dije
               de ser primera en ser de tres jornadas,
               y de esto al fin y lo demás se advierta
               con su alto ingenio cada cual, y admita
               lo que más la virtud en sí despierte,
               que es el fin justo a que aspirar se debe.
 

JORNADA PRIMERA


 
MENÓN, SEMÍRAMIS, en hábito de hombre, ZOPIRO
MENÓN: El fiero son del temeroso asalto, que enciende y hiela los humanos pechos, subía por el aire a lo más alto de los eternos estrellados techos, cuando, con amoroso sobresalto, en medio de la armas y pertrechos me dieron, mi dulcísima querida, nueva de vuestra súbita venida. Arremetía ya el abierto muro, puestos los ojos en la gloria y fama; pero sabiendo que llegastes, juro que me trajo volando a vos mi llama y, aunque el honor viniendo me aventura, verá quien me juzgare, si me infama, que importa más gozar de vos, mi cielo, que cuanta gloria puede darme el suelo. Semíramis querida, ¿es cierto, es cierto que llegastes a ver al que os adora; al que es sin vos un cuerpo casi muerto que eternamente gime, pena y llora? SEMÍRAMIS: Amado esposo, alegre y dulce puerto de mis deseos, si llegara ahorad a ser universal reina del mundo, al bien de veros fuera bien segundo. MENÓN: Era tal el dolor de verme ausente de vos, que sois mi bien, mi gozo i gloria; acrecentava tanto el fuego ardiente de mis dulces deseos la memoria, que tuviera sin duda la inclemente muerte ya de mi vida la vitoria, si no esperara verme en esos ojos, que convierten en glorias mis enojos. No los peligros de la guerra airada ni sus trances crüeles y furiosos, no el ver la frágil vida aventurada en los bravos rencuentros temerosos, no el ver de la Fortuna la enojada cara, con mil desdenes rigurosos, mellaran de mi pecho los azeros, sino solo dejar, mi bien, de veros. Y no vitorias que la guerra ofrezca, ni prósperos sucesos y grandezas; ni ver que mi, apellido y nombre crezca con hazañas notables y proezas; ni ver que la Fortuna me enriquezca con sus mayores bienes y riquezas, darán contento a esta alma que os adora, sino sólo gozar de vos, señora. SEMÍRAMIS: Según eso podéis estar contento, Menón, querido esposo, pues os pago con otro tal vuestro amoroso intento, y con mi fe la vuestra satisfago; y si es verdad que lo que digo siento bien lo podéis juzgar por lo que hago, en haber emprendido este vïaje con éste al mío diferente traje. Pero dejemos cosas tan sabidas, como son las conformes voluntades que tienen abrazadas nuestras vidas para firmes y eternas amistades, decidme las cosas sucedidas en la gran rebelión de estas ciudades, y el punto de la guerra, y algún hecho de vuestro valeroso brazo y pecho. MENÓN: De mí no hay que decir más de que atiendo por segunda persona del gran Nino a mi gobierno y cargo, prosiguiendo de la alta gloria el áspero camino, a los graves peligros ofreciendo, con el favor de mi fatal destino, esta vida, que sólo por ser vuestra la Fortuna le da la amiga diestra. La guerra siempre ha sido y es tan brava, tan crüel, tan sangrienta y rigurosa, que al cielo parecía que admiraba, y a la tierra tenía temerosa; el Sol con tristes rayos lo mostraba y con la faz sangrienta y tenebrosa, y de la triste tierra mil temblores, mostraban sus espantos y temores. Pero ¿cuál cielo o tierra o elemento, cuál animal, cuál piedra o cuál acero dejará de mostrar gran sentimiento habiendo visto aquel conflito fiero en que murieron un millón y un cuento de hombres de las dos partes, y el primero el sabio Zoroastes, rey famoso de este pueblo soberbio y belicoso? Retiróse después de esta batalla el príncipe Alejandro con la gente, dentro de esta fortísima muralla adonde se defiende osadamente; ningún ardid, ninguna fuerza halla aunque mil cada día Nino intente, para poder entrar la fuerte tierra en diez meses que dura el cerco y guerra. Hoy con todo el ejército arremete a la fuerte ciudad por cinco partes, y son, sin el asalto de hoy, ya siete sin mellar sus soberbios baluartes. SEMÍRAMIS: ¿Y cómo por aquí no se acomete? MENÓN: En vano son las fuerzas y las artes para sitio tan áspero y tan fuerte. SEMÍRAMIS: Antes, señor, es flaco y llano. Advierte: En estos altos riscos confïados tienen, según lo veo, sin defensa todas estas almenas los cercados, seguros de tener por aquí ofensa, y assí mientras que de esto descuidados acuden todos a la furia inmensa de la gente de Nino, fácilmente subir por aquí puede alguna gente. MENÓN: No digáis más, señora, que ya al cabo estoy de vuestro heroico pensamiento; el consejo discreto y sabio alabo y en obra le pondré luego al momento. Zopiro, vuela y llámame a Zelabo y di que, con presteza de ave o viento y con sus valerosas camaradas, hasta aquí siga en vuelo tus pisadas. ZOPIRO: Yo voy volando. MENÓN: Ve en un punto y vuelve. I vos, dulce Semíramis, querida, al corazón que en fuego se resuelve y en él, cual Fénix, halla nueva vida, mientras vuestro valor y ser revuelve dadle en vuestra alma albergue y acogida, para que entienda de ella las grandezas y goze sus tesoros y riquezas. De ese divino espíritu que anima, esa belleza única en el mundo, de ese divino aviso que es la prima, y de ese rico ingenio sin segundo, de ese valor que pone espanto y grima, y de ese entendimiento tan profundo, tan acertado aviso estaba cierto. SEMÍRAMIS: Tengo vuestra alma en mí y por esso acierto.
Salen ZOPIRO, ZELABO, TIGRIS, GIÓN, y TELEUCRO
ZELABO: Capitán valeroso y señor mío, ¿qué se ofrece en que emplee mi persona y las de de Tigris, Gión y Teleucro? MENÓN: Seas, Zelabo amigo, bien llegado. Sabiendo tu valor, esfuerzo y honra y la de tus valientes camaradas, os envié a llamar, para que un caso emprendáis, digno del heroico pecho que cada cual en otros ha mostrado; por esta parte veo sin defensa al enemigo, por la confïanza que en estas peñas enriscadas tiene. Pienso, sin duda, amigos míos fieles, que, si arrimáis escalas, fácilmente podéis veros los cuatro sobre el muro, y en él subidos, en lo demás callo, pues sé lo que sabéis en tales trances y lo que pueden vuestras manos fuertes. ZELABO: Tigris, trae volando aquí una escala; y tú, famoso general, advierte que primero verás hechos pedazos los cuerpos de estas fuertes camaradas y el de Zelabo, tu mayor amigo, que vernos retirar un pie si acaso; para poner los nuestros sobre el muro la Fortuna nos da la amiga mano. TIGRIS: Ya la escala y el ánimo están prestos. ZELABO: Pues arrímala luego al fuerte muro, y con vuestra licencia yo el primero subo por ella al trono de la gloria, donde la eternidad ponga mi nombre en boca de la Fama pregonera de heroicos hechos como el que emprendemos. TIGRIS: Yo te sigo con deseo ardiente de ser segundo en tus famosas obras. GIÓN: Yo, a tales dos, procuro ser tercero, para que llegue el nombre de mi espada donde llegan mis altos pensamientos. TELEUCRO: Y si entre tales tres yo fuere cuatro, gloria será que podré ser con ella famoso eternamente en todo el mundo. MENÓN: Ea, valientes y animosos hombres, que éste es el día que os ofrece el cielo, pues demás del honor, que es primer prenda, el segundo que yo ofreceros puedo debaxo de mi fe y palabra, ofrezco que será cual merecen vuestros pechos. ZOPIRO: I yo con tu licencia también subo. MENÓN: No esperaba yo menos de tu espíritu. ZELABO: ¡Mueran, mueran; victoria, Asiria, Nino! PUEBLO: ¡Libertad, Batra, al arma, al arma, al arma!
Vanse. Después de gran batalla dentro, salen NINO, MENÓN, SEMÍRAMIS, ZELABO, TIGRISs, GIÓN, TELEUCRO,y ZOPIRO
NINO: Soldados valerosos y prudentes, del suelo y cetro Asirio honor y gloria para todos los siglos y las gentes a vosotros se debe la vitoria y el alto triunfo de este alegre día, de quien tendrá la eternidad memoria. Vuestra prudencia y vuestra valentía han dado honroso fin a mi jornada, cuando la suerte en duda le tenía; y assí vuestra alta empresa y señalada, demás del premio eterno que grangea, por mí será también gratificada. Haré yo, buen Zelabo, que se vea por el premio que os diere cuál fué hecho y que en él mire quien valer dessea. ZELABO: El premio es agradarte, y satisfecho cada cual de nosotros queda, habiendo en tu servicio este servicio hecho, del cual sólo Menón la causa siendo a él sólo, señor, todo se debe cuanto yo pude obrar obedeciendo. MENÓN: No es bien, Zelabo, que el oído cebe en esas tus corteses alabanzas sin que con cortesía las reprueve; tú el premio, tú el honor, Zelabo, alcanzas con tus fuertes y honrados compañeros. NINO: Cesen los cumplimientos y crïanzas. Todos sois valerosos cavalleros; todos mostráis prudencia y fortaleza, dos cosas contra quien no hay ofendederos, y sepa yo quién fué de esta proeza el inventor. ZELABO: Menón. MENÓN: Señor, no ha sido sino esta sierva tuya. SEMÍRAMIS: Vuestra Alteza me dé la mano. NINO: Levantaos; yo os pido que el caso me contéis extensamente, y quién es el que es hombre en el vestido y vos le dais el nombre diferente. MENÓN: Cuando tuve el gobierno de la Siria poderoso monarca, y Rey del mundo, tus haciendas y tierras visitando al lago de Ascalón llegué, do estaba Sima, el gran mayoral de tus ganados, en cuya casa como me alojase a Semírarnis vi, su hija única, de la cual me pagué tanto, que luego la pedí por mujer al viejo padre, que me la dió con gran contento y gusto; y yo la recibí con gozo y gloria; de allí vine a servirte en esta guerra, y a mi mujer de allí la embié a Nínive donde ha estado, aunque sola, acompañada de mis padres, mis deudos y mi alma. No la quise traer comigo entonces así por excusarle los trabajos del militar desasosiego, como por pensar que la guerra fuera breve; pero viendo alargarse la jornada y crecer la pasión en mi de ausencia, pedíle que viniese a verme, y ella, en este traje puesta, vino, a causa de venir más segura y desenvuelta. Hoy llegó, y en llegando, como supo de mí el asalto que se daba a Batra y viese este lugar, ella dió el orden que Zelabo y los suyos han tenido para hazer la varonil hazaña, y éste es extensa y brevemente el caso. NINO: Hame puesto, por cierto, maravilla; pero, Menón, antes que sea más tarde, id a poner en orden el ejército, haciendo que la gente se retire a sus alojamientos y que quede la ciudad con la guardia que conviene; Zelabo y los demás que están presentes vayan con vos, y en tanto, en este puesto puede quedar Semíramis conmigo. MENÓN: Haráse todo lo que mandas luego.
Vase MENÓN
NINO: Que de Nínive llegáis ¿es posible? ¿Creerélo? Por cierto en lo que mostráis antes creo que del cielo, hermosa dama, bajáis. Y está muy claro de ver que esa belleza y aviso dan cierto indicio de ser un Ángel del Paraíso, no, como fingís, mujer; pero si sois verdadera mujer, y yo devaneo, pienso que sois lo que fuera un Ángel, a lo que creo, si un Ángel cuerpo tuviera. Casi más que naturales mil cosas en vos se ven con que dais claras señales de las que por fe se creen de espíritus celestiales. Hasta aquí en las más hermosas lo más que visto se ha es una mezcla de cosas que son tenidas acá por más lindas y preciosas; Y éstas con tanta belleza, con tal orden y artificio puestas por Naturaleza que den admirable indicio de su poder y grandeza. Mas es sobrenatural cuanto en vos miro y contemplo, y así creo viéndoos tal, que sois verdadero ejemplo del divino original; que en vos la descompostura cuanto más queráis usarla vencerá a la compostura donde más perficionarla naturaleza procura, y vuestra sombra será luz más eficaz y clara que la luz que ella dará a la más hermosa y rara imagen que pintará. ¡Oh, cuán bienaventurado! ¡Oh, cuán de veras dichoso es, señora, el que ha llegado a ser vuestro amado esposo, a ser vuestro esposo amado! Y quizá, si a mano viene, no lo sabrá conocer, que ordinariamente aviene no saber hombre entender la dicha cuando la tiene. No fuera Nino Menón, aunque Menón fuera Nino. (Mas ¡qué poco corazón! Aparte Si a serlo me determino, ¿quién hará contradicción? Mas ¿Haréle fuerza yo? Sí, pues me la hace a mí el amor que me rindió. ¡Qué presto que he dicho sí! ¡Qué cierto agüero de un no! Mas no es tiempo ya de estar suspenso ni embelesado; quiéreme aquí remediar, pues la Fortuna me ha dado ocasión, tiempo, y lugar.) Bella Semíramis, veo... SEMÍRAMIS: Señor, no me digas más; ya adivino tu deseo. NINO: Con adivinar harás que crea más lo que creo, que es de potencias divinas el adivinar; mas di, señora, lo que adivinas. SEMÍRAMIS: Adivino lo que oí Y entiendo lo que imaginas. Creo que quieres hacer contra toda ley y fuero aquesta triste mujer de mujer de un cavallero esclava de tu querer. NINO: No sufriré tal; agora digo que adivinas mal, por mi esposa y mi señora te quiero, y hacerte igual con esta alma que te adora. SEMÍRAMIS: Príncipe y señor, pues miras a la obligación que tienes y de la pasión retiras la razón con que te avienes en las obras con que admiras, y pues a tus pensamientos tu generoso valor dió siempre fines contentos haciéndote vencedor contra mil fieros intentos, ese valor tan profundo no te falte agora aquí si le quieres sin segundo, pues es más vencerse a sí que vencer a todo el mundo. Y más que será notado en un rey tan poderoso, ya que así lo hayas pensado, hacerse por fuerza esposo de esposa de su crïado. NINO: No curéis de adelgazar tanto lo que hace un rey, pues es de considerar que su voluntad es ley y cual ley se ha de guardar; y más viendo que le fuerza al rey otro rey mayor y en su pretensión se esfuerza, que es el poderoso Amor, contra quien ni hay ley ni fuerza. Así que dejando aparte livianos inconvenientes faltos de razón y de arte, tomad los casos presentes como el Amor los reparte; y no os duela de Menón que le daré por mujer en vuestra satisfación quien no lo pudiera ser sino por vuestra ocasión. A mi hija le prometo, y aunque pierde más en vos y él es valiente y discreto, no fueran pares los dos sino por vuestro respeto; así que él y vos y yo ganamos, y siendo así, pues el Amor lo ordenó justo es que me deis el sí, y sería injusto el no. Dándome este sí, señora de mis estados seréis y de esta alma que os adora, y estado al igual tendréis del ánimo que en vos mora. Así vuestro ser tendrá el grado que le conviene sin quien sin razón está; mas Menón veo que viene y él por mí os lo rogará.
Sale MENÓN
MENÓN: Queda, señor, como mandaste en orden la gente del ejército y del pueblo; la una por cuarteles dividida y la otra rendida ya y sujeta. Hay un cuerpo de guardia en cada plaza de aquel cuartel que cada nación tiene, y en el Alcázar alojé tu guardia y allí Creonte, su Capitán, queda repartiendo las guardas y las postas, allí también, porque en estremo es grande el Alcázar real y fuerte y rico, la gente de tu casa y corte alojan; al fin todos están bien repartidos y todo está en el orden que conviene. Yo llegué a tiempo cuando fui al Alcázar que pude entrar con la primera gente que al saco de él entraba codiciosa, y subiendo el primero, en una cuadra, después de unos hermosos corredores y de dos grandes salas, entré, y hallo en ella una visión horrenda y brava, un horrendo espetáculo espantoso, al príncipe Alejandro, desarmado, vi tinto en sangre desde el pie a la frente sin espada ni daga, sino sola esta soga crüel, con que ahorcado estaba de las verjas de una reja, que a aquella cuadra sale de un retrete. Al tiempo que yo entré, aún vi las piernas y los brazos moverse, y sentí un grito ronco, triste, espantoso y mal formado. Corrí volando, y con la espada al punto corté la soga para darle vida, pero por presto que lo hice, tarde fué para el desdichado de Alejandro, que sin alma cayó ante mí, poniendo terrible horror y lástima y espanto a los que vimos el doliente caso. Ésta es la soga que quité al cuitado, que la traje conmigo para ejemplo de los crüeles casos de Fortuna. NIN0: También quiso mostrarnos Alexandro su furor diabólico en la muerte, como en la vida justa paga tiene de sus soberbios y arrogantes hechos; pero dejemos estas cosas, y oye, Menón querido, una en que mi gusto, mi contento y mi gloria se atraviesan. MENÓN: No es otro mi deseo y mi cuidado sino que tú, señor, de cualquier suerte de gloria y de contento y gusto goces. NINO: Ya sabes el aviso y la belleza de Susana, mi hija tan amada; ya de su estado y sangre la grandez está, Menón, bien claro averiguada, y que de mis tesoros la riqueza por dote para ella está guardada, a ella, pues, con cuanto la enriquezco en trueco de Semíramis te ofrezco. Quiero decir, Menón, que a tu querida Semíramis me des por mujer mía y tomes tú a Susana, enriquecida de toda mi riqueza y monarquía; y es justo de ti ser agradecida esta mi petición y cortesía, pues siendo yo tu rey te pido aquello que de potencia puedo yo tenello. Las gracias de Semíramis me han hecho tan suyo ¡oh, mi Menón! que te prometo que consumiera mi encendido pecho si te tuviera mi desseo secreto. Haz por tu Rey este amoroso hecho con voluntad, pues eres tan discreto; dame un sí por respuesta, pues en pago mi yerno y mi gobierno y Rey te hago. MENÓN: Aunque suspenso, atónito y pasmado me tiene tu demanda, señor mío, y si es o no de veras lo tratado no sepa ni distinga mi albedrío, y aunque en confusas dudas engolfado de acertar a salvarme desconfío, en vez del sí, que pides por tal gusto, a darte un "no" me fuerza el amor justo. Y digo que aunque el cielo me atormente con sus mayores fuerzas y tormentos y tú, señor, airado e inclemente pruebes en mí mil fieros pensamientos, y aunque me abrase el fuego eterno ardiente y un caos hagan de mí los elementos, y aunque vuelva a no ser, que es mayor mengua, no podrá dar tal sí jamás mi lengua. NINO: ¡Oh, villano, grosero, mal nacido, torpe, bárbaro, vil, desventurado! ¿Tal respuesta me das? Al fin ha sido respuesta de villano vil rogado; mas pues tan locamente has respondido quedarás de tu loco osar pagado con llevarme a Semíramis, sin darte de ella, de mí, ni de mi hija parte. MENÓN: Rey y señor, escucha, atiende, espera. NINO: No me repliques, quédate; y advierte que ha de ser esta vez la vez postrera que he de hablarte, que he de oírte o verte. Juro por Dios de darte la más fiera, la más crüel, la más amarga muerte que pueda dar un rey, si con destierro no pagas tú la culpa de este yerro. SEMÍRAMIS: Rey, mira que es injusto lo que hazes. NINO: Ven tú conmigo. SEMÍRAMIS: ¿Dónde, sin mi esposo? NINO: Donde tenga tu ser lo que merece. SEMÍRAMIS: ¡Oh, injusto apartamiento! NINO: Basta, vamos. MENÓN: ¡Oh, bárbaro inhumano, ingrato a mis servicios, crüel, tirano, inicuo, injusto y fiero! Con rigurosa mano en medio de tus vicios mostrándose el gran Júpiter severo te ponga en este miserable trago y me dé con tu muerte justo pago. Cansada y triste vida, vida cansada y triste, que como nave de contrarios vientos acá y allá traída nunca jamás pudiste llegar a puerto con tus pensamientos, sino por un inmenso mar de penas corriendo has ido con las velas llenas. No hagas resistencia, no me impidas mi intento, no me persigas más, no me atormentes, huye de mi presencia, deja ya tu aposento a la remediadora de las gentes, a la muerte dulcísima, que es sola quien en mi bien las armas enarbola. Alma desventurada, si de la cárcel fuerte en que estás con tan ásperas prisiones prendida y amarrada libre deseas verte, no aguardes, si estas pierdes, ocasiones; ésta donde la muerte el dardo vibra y de tu muerte y tu pasión te libra. Sin vos, cabello de oro; sin vos, venerada frente; sin los arcos del cielo, sin los soles, que al inmenso tesoro vencen del rico oriente, y a las luces del cielo y arreboles, y sin vos, boca que ganáis la raya en olores a Arabia y a Pancaya; sin vos, pecho de armiño, adonde albergan junto Mercurio, Marte, Júpiter, Diana, y el poderoso Niño, teniendo ahí en su punto cuanto bien da naturaleza humana, y sin las manos que en las blancas palmas tienen mil corazones y mil almas; Y, al fin, sin ti, señora, que eres mi alma y vida, no puedo yo vivir, no, no es posible; llegue, pues, ya la hora de la muerte querida en que yo salga de este mal terrible. Y tú, dulce Semíramis, si tienes acuerdo aún de mis pasados bienes, si de aquella dulzura, si de aquel gozo y gloria, y si de aquella firme confïanza que en esta desventura hacen tan triste historia y entonces eran bienaventuranza, y, al fin, si te acordares del constante y rico amor de tu primer amante, con lágrimas siquiera celebra mi martirio, y al alma que tu cielo sólo quiere no le seas austera cuando en el suelo asirio sin ella el cuerpo de Menón cayere, sino con tu piadoso pecho dale albergue tal que con su fe se iguale. Vos, lazo, que sacastes de estas miserias tristes al discreto Alejandro, en vos fïado, el bien que le causastes, la vida que le distes, dadla también a aqueste desdichado, pues, sin duda, el traeros fué que el cielo quiere que vos me deis este consuelo. Vos, lazo, que instrumento sois para mi remedio, no os conjuréis con mi contraria suerte, sino cumplid mi intento, sedme propicio medio para que salga de esta triste muerte, de esta muerte que llama vida el mundo con ceguedad y con error profundo. Soldados valerosos, que cada passo y punto ponéis la vida en manos de la muerte, y en mil hechos famosos el alma y vuestro punto entregáis al rigor de vuestra suerte siguiendo los furores y los gustos de estos crueles príncipes injustos; discretos cortesanos, que con honrado intento y con el alma de esperanzas llena seguís estos tiranos, sírvaos a todos mi rabiosa pena, pues harto bien hará mi mala suerte si a otro causa vida y a mí muerte. Recibe, amada esposa, mi alma con la tuya, y tú, lazo, recibe esta garganta con vuelta presurosa, para que en breve huya el alma de pasión y pena tanta, y vos, aire, no deis el cuerpo amigo a la tierra do reina mi enemigo. Semíramis querida, esposa mía amada, gloria mía, llegaos, llegad la mano, y en huyendo mi vida, esta alma dedicada a solo vuestro cielo soberano, téngala en él la mano poderosa que me distes, Semíramis, de esposa. Ya voy, ya parto, espera, señora, no te alejes. Semíramis, no huyas de tu esposo, y a la luciente esfera, sobre los altos ejes donde tienes tu trono suntüoso, pues con tan grande fe te llamo y sigo, llévame, mi Semíramis, contigo.
Vanse NINO y SEMÍRAMIS y por otra parte MENÓN. Salen ZOPIRO, ZELABO
ZOPIRO: Notables casos, admirables hechos, horrendos espetáculos se han visto, hoy en esta ciudad, Zelabo amigo. ZELABO: Estoy, Zopiro, atónito y pasmado, que con haber tantas batallas visto, tantos sacos y assaltos de ciudades, digo que cuanto he visto junto es menos de lo que hoy ha pasado de miseria en este miserable y triste pueblo. ZOPIRO: ¡Qué lástima era ver las damas bellas tratadas por mil bárbaros soldados tan rigurosa, tan violentamente! ¡Qué compasión el grito de los niños; qué terneza los llantos de los viejos; qué horror la muerte de los fuertes mozos; qué temor la braveza y furia airada de las crüeles armas vencedoras, de las gentes indómitas feroces; qué confusión el diligente saco; el bullicioso ardiente y fiero robo de la crüel y codiciosa gente; qué espanto, qué recelo el fuego airado que se prendía por los altos techos; qué terror, qué fiereza los rumores, las altas estampidas y estallidos que las casas y templos, muro y torres daban, viniendo con su peso abaxo! ¡Oh, soberano artífice del mundo, y en cuán inormes formas se ha mosrado la sangrienta crueldad en este día!... ZELABO: Zopiro, ya es razón que demos vuelta hacia palacio, que Menón no dudo sino que ya estará en su alojamiento gozando de Semíramis a solas. ZOPIRO: Según la deseaba y según la ama no hai duda en eso; vamos, como mandas. ZELABO: ¡Eterno Dios! ¿Es ilusión, es sueño, es fantasma, es demonio lo que veo? ZOPIRO: ¡Ay, Zelabo querido, no es fantasma, no es ilusión, no es sueño ni demonio, sino Menón! ¡Menón el sin ventura! ZELABO: ¿Quién le ha podido dar tan fiera muerte? ¿Quién a un hombre tan bueno así ha tratado? ZOPIRO: ¿Qué consejo tendremos en tal caso? ¿Qué debemos hacer, Zelabo amigo? ZELABO: Quitémosle de aquí, que es lo más justo, y al rey le presentemos, pues es cierto que según lo que el Rey le debe y ama hará pesquisa y ejemplar castigo de maldad tan enorme y tan horrenda. ZOPIRO: Dices muy bien. ZELABO: Desátale. ZOPIRO: Sostenle. ZELABO: Tenle tú de los pies. ZOPIRO: Ya tengo. ZELABO: Vamos.

FIN DE LA PRIMERA JORNADA

Tragedia de la gran Semíramis, Jornada II  


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 26 Jun 2002