JORNADA SEGUNDA


Salen NINO, SEMÍRAMIS en hábito de Reina, y DIARCO
SEMÍRAMIS: Rey y señor, pues ya la paz gozamos libres de los trabajos de la guerra y en tu famosa Nínive habitamos, suplícote, por cuanto el cielo encierra, que una merced que ya me has prometido tenga su efeto en esta amada tierra. Agora puedes ser, señor, servido de mandar que se junte tu consejo para que sea mi deseo cumplido; agora hay tiempo, espacio y aparejo; no lo dilates más, así los hados te dejen ver tu hijo, cual tú, viejo. NINO: Sean los consejeros convocados; di tú, Diarco, que los llamen luego si ya no están, como mandé, llamados.
Vase DIARCO
SEMÍRAMIS: Deseo mujeril, mujeril ruego te ha de parecer éste, no lo dudo, y como cosa de donaire y juego; pero verás, señor, a lo que acudo, y aunque por burla tengas esto agora, yo mostraré quizá mi ingenio agudo. Esta mujer, que como un Dios te adora, dará con esto fin a un pensamiento que para tu descanso le atesora. NINO: Bastará que te canse a ti contento para que a mí me dé descanso y gusto, no al descanso y el bien, pero al tormento. SEMÍRAMIS: Justa paga a mi amor, deseo justo a mi fe y afición, es el que muestras gustando de lo mismo que yo gusto; y aunque de esto me has dado siempre muestras dándome siempre a mí la mayor parte de tus fortunas prósperas y diestras, puedo, rey y señor, certificarte, según estimo la merced presente, que en ella has acabado de mostrarte. NINO: Siempre te amé con este amor ardiente; siempre mi voluntad, gozo y deseo fué tu contento y gozo solamente; tus ojos son la luz con que yo veo; tu alma, como a ti, me da a mi vida; tu gloria sola es la que yo deseo. Por ti, dulce Semíramis querida, a lo imposible intentaré camino sin que a mi voluntad el serlo impida. Jamás sino en tus gustos imagino, jamás sino en Semíramis reposa el pensamiento y ánimo de Nino. SEMÍRAMIS: Tu gran Belo, tu Juno poderosa, acrecienten tus años y tu nombre con edad y con fama milagrosa. A nuestro hijo Ninias veas tan hombre como tú eres, y por ti, en mil guerras el suyo aumente y tu real renombre. NINO: No haya vecinas ni remotas tierras que por él no te ofrezcan cuantos bienes producen sus campañas y sus sierras.
Sale DIARCO
DIARCO: Janto, Creón, Troilo y Oristenes han venido a consejo, i ahí aguardan lo que de tu servicio les ordenes. NINO: Entren luego; decidlo, que ya tardan.
Salen JANTO, TROILO, y ORISTENES
JANTO: El hacedor del universo mundo os haga largos siglos venturosos. CREÓN: El que gobierna y rige cielo y tierra rija y gobierne vuestras reales almas. TROILO: La luz del grande Dios os guíe y salve. ORISTENES: Dios poderoso guarde vuestras vidas. NINO: Sentaos como soléis en vuestros puestos, y tú, señora, siéntate a mi diestra; y vos traed mi cetro y mi corona. Bien sé que sabéis todos cuán de veras he querido a la Reina desde el día que se vieron en Batra mis banderas plantadas por su industria en honra mía, y entiendo que entendéis que las esferas con sus fuerzas y cursos y armonía no pueden en mí más de lo que puede la Reina, que conmigo a todo excede. Creo también que conocéis cuán justo es que la Reina pueda en mi de este arte, pues es en todo su querer y gusto lleno de discreción, de industria y arte; no hay caso, no hay sucesso justo o injusto que de su gusto y voluntad me aparte, y así en esta ocasión sólo es mi intento hacer su voluntad y su contento. Pídeme que le dé por cinco días el gobierno de todos mis estados, dejando yo todas las veces mías, toda mi potestad y mis cuidados; es su intención probar las monarquías y el gobierno mayor de sus estados. Sea por esto, o sea lo que fuere, que yo sólo reparo en que lo quiere, por ser este su gusto, es mi deseo, y por ser de los dos, debéis hacerle los cuatro, en vez del Reino que poseo, pues es sin duda para engrandecerle, y pues ningún inconveniente veo ni por la reina puede en esto haberle, antes es cierto de su ingenio grande que cosas admirables haga y mande; vuestra respuesta pido brevemente por el orden y estilo acostumbrado. JANTO: Es mi respuesta en esto, rey clemente, dar gusto a vuestro intento enamorado. CREÓN: En esse parecer Creón consiente. TROILO: Yo siempre vuestro gusto he deseado. ORISTENES: Ningún inconveniente en esto veo. NINO: Pues dése alegre fin a mi deseo. Sentaos, reina y señora, en este asiento que es dedicado a la real persona; tomá este cetro, y seaos ornamento de verdadera reina esta corona; con excesivo amor, gozo y contento de su mano el gran Nino aquí os corona, i os doy, como pedís, por cinco días, todo el govierno de las tierras mías. SEMÍRAMIS: Yo lo recibo con inmensa gloria, y pido al grande Belo, vuestro padre, de quien en simulacros la memoria tenéis, con la de Juno, vuestra madre, que alargue vuestra vida y fama y gloria tanto que con la suya frise y cuadre, y que a Zameis Niniaa, nuestro hijo, gozemos con eterno regocijo. NINO: Con esto queda vuestro gusto hecho. SEMÍRAMIS: Con esto estoy contenta y satisfecha. JANTO: Yo inclino ante mi reina el rostro y pecho. CREÓN: Yo ratifico la obediencia hecha. TROILO: Yo doy, con adoraros, fin al hecho. ORISTENES: Deso mismo Oristenes aprovecha. SEMÍRAMIS: Yo con eso soy reina ya y señora, y os doy licencia que os partáis agora y assimismo, también, señor, os pido que os vais agora vos a recrearos, que pues habéis mi voluntad cumplido yo quiero comenzar a descansaros. NINO: Yo os obedezco, pues os he ofrecido el alma para siempre contentaros. SEMÍRAMIS: Y tú, Dïarco, escucha; yo te ruego que a Zelabo y Zopiro llames luego. (El descanso y el bien que te procuro, Aparte Nino infelice, es el que da la muerte, y por el alma de Menón, te juro que ha de ser, si yo puedo, de esta suerte; y aunque me veo en un abismo oscuro yo buscaré como a salir acierte, placando el alma que suspira y llora y siendo yo, como deseo, señora.
Vanse, quedado SEMÍRAMIS sola. Sale ZELABO
ZELABO: Reina y señora mía. SEMÍRAMIS: ¡Oh, mi Zelabo! ZELABO: Aquí estoy pronto. SEMÍRAMIS: Deja de eso, y vuela a poner por la obra. ZELABO: Estoy al cabo. SEMÍRAMIS: Mira. ZELABO: ¿Qué? ¿De mi esfuerzo se recela? SEMIRAMIS: Bien sé tu esfuerzo, y tu valor alabo, y entiende que esta reina se desvela en darle a su medida el ser y estado. ZELABO: Sólo con agradarte estoy pagado. SEMÍRAMIS: Con todo eso, desde aquí tú eres capitán de mi guardia, y a ti quiero, Zopiro amigo, pues mi gusto quieres, hacerte mi privado camarero. A los que agora son, vida y haberes les tengo que quitar; pero primero ve a echar, Zelabo, a todo el fundamento conforme a nuestro ya tratado intento. ZELABO: Yo voy volando, y ten por hecho el hecho. SEMÍRAMIS: Así de tu valor espero y fío.
Vase ZELABO. Sale ZOPIRO
Zopiro, tú, con discreción y pecho, harás también otro consejo mío. A Ninias ve por este oculto estrecho y entra diciendo como yo te embío y esta carta le da, la cual leída, de tres mi voluntad será entendida. ZOPIRO: Puedes tener, señora, por muy cierto que es lo que mandas hecho. SEMÍRAMIS: Así lo creo, y no te pesará, porque te advierto que has de ser tú, Zopiro, mi recreo, y no te muestro agora más abierto mi corazón, mi intento y mi deseo; presto confío que lugar tendremos para que más despacio lo tratemos. ZOPIRO: En todo estoy, señora, a ti sujeto. SEMÍRAMIS: Ve luego, mi Zopiro. ZOPIRO: Voy volando.
Vase ZOPIRO
SEMÍRAMIS: ¡Qué gracioso, qué lindo, qué discreto, qué airoso, qué galán, qué dulce y blando! Pues de disimillado y de secreto mil muestras de él he visto, y voy notando que nadie en nada puede aventajarle, resuelta estoy, y tengo de gozarle. Pero, mis pensamientos amorosos, dejadme agora en paz, mientras la guerra de mis altos deseos valerosos hace temblar y estremecer la tierra; los filos azerados, rigurosos, que en la vaina mil años ha que encierra mi corazón, dejad que agora corten, que tiempo habrá después que se reporten. Tiempo después habrá para gozarme, no con un Nino torpe y asqueroso; tiempo tendré después para emplearme en un Zopiro dulce y amoroso; tiempo tendré para desencerrarme de un cautiverio infame y afrentoso, que ha ya diez y seis años que en mí reina con título de reina sin ser reina. Agora lo seré, no hai duda en ello, aunque la tierra se revuelva y hunda; agora sacaré del yugo el cuello, aunque Amón con sus rayos me confunda, agora a mis deseos pondré el sello. De estas trazas mi gozo y bien redunda, de aquí sucederá y si no sucede, cosa no habrá que no intentada quede.
Sale ZELABO
ZELABO: ¡Oh, reina dichosíssima y sublime! SEMÍRAMIS: ¿Qué es, mi Zelabo? ¿Cómo negociaste? ZELABO: Muy bien. SEMÍRAMIS: Cuéntalo, pues, puntüalmente. ZELABO: Llegué al retrete donde el Rey estava habiendo antes ya visto con cuidado la antecámara sola y otra pieza, y entré dento con rostro alegre y libre. Preguntóme, "¿Qué buscas? ¿A qué entraste? Yo, sin le responder palabra alguna, cierro tras mí la puerta, y con él luego, y arrojéle de pechos en su cama, y entonces saco este puñal en alto y con osado corazón le digo, "Hasta sacarte el alma, al cielo juro te meteré este hierro por el cuerpo si no me estás humilde y obediente a cuanto aquí de tu persona vieres que dispone mi mano, gobernada de absoluto poder y justo intento." Con lastimosa voz entonces quiso hablarme no sé qué. Yo dixe, "Basta; no me hables, no ruegues, ni reclames." Calló pasmado, atónito y temblando, cubierto todo de un sudor helado, en amarillo y cárdeno teñido el viejo rostro y las caducas manos, las cuales, vueltas para atrás, con fuertes lazos le até, y de esta suerte luego por la escala secreta de la torre al centro de ella le he bajado, adonde en una gran cadena queda puesto. Con su llave maestra abrí las puertas y con ella después cerré al salirme. Sin decirnos palabra el uno al otro y sin que nadie me haya visto vengo. SEMÍRAMIS: Tu discreción, fuerte Zelabo, admiro, pues tan de veras has mi gusto hecho. Agora sólo, resta que Zopiro haga con esa discreción su hecho, y con ojos al fuerte mozo miro que no le faltará valor y pecho, pues es discreto como tú y osado, y a los que tales son ayuda el hado. Y cuanto más, que no es dificultoso sino fácil el caso a que le embío, haráse, y luego al alto y generoso intento, mostraré como confío con lo cual en el mundo el más famoso ha de ser mi valor y el nombre mío de cuantos en su heroica y alta historia haga la eternidad viva memoria. Zopiro y tú me ayudaréis en todo, y como amigos fieles verdaderos míos y de Menón, haréis de modo que muestren ya sus filos mis aceros; servid mientras mis cosas acomodo, que después yo sabré satisfaceros. ZELABO: Satisfechos, seiíora, quedaremos cuando con los servicios te agrademos.
Sale ZOPIRO
ZOPIRO: Hízose de la suerte que mandaste, serenísima Reina, tu contento. SEMÍRAMIS: Oh, mi Zopiro, gustaré en extremo que me des cuenta sin que falte cosa de todo lo que en eso ha sucedido, porque conforme a ello, trace y haga lo que más conviniera a mi propósito. ZOPIRO: Hallé, señora, al príncipe en su sala con dos pajes holgándose y jugando; lleguéme a él y díjele que iba a darle de tu parte aquel recado, que mandase salir aquellos pajes, que era secreto, y él mandólo luego; leyó la breve carta con presteza, miró la firma, reconoció el sello, y luego, algo alterado, "No se," dijo, "qué pretende mi madre en este caso; pero por fuerza habré de obedecerla, pues con tanto rigor me niega y veda que sin darle respuesta, luego, luego, haga lo que me manda. Vamos, vamos." Esto diciendo, pártese furioso por la tribuna al templo, donde, siendo de la sacerdotisa conocidos, y diciéndole el príncipe que a ella queríamos hablar sola, metiónos dentro de su aposento; en él cerrados, dióle Ninias la carta; ella leyóla, y, admirada del caso y obediente, al momento sacó de un arca suya un su vestido, el cual se puso Ninias, desnudándosse de este que aquí traigo. Al fin él queda hecho una donzella entre las otras vírgenes vestales, y en el rostro, que es ese mismo tuyo, juzgarán todos que eres tú, sin duda. SEMÍRAMIS: Y aun por tener el rostro tan de veras mi hijo como el mío, entiendo cierto que no me saldrán vanas mis quimeras y las notables cosas que concierto. ZOPIRO: Digo, Zelabo, que si a Ninias vieras... ZELABO: Es encarecer eso desconcierto, pues es milagro de Naturaleza sus tan conformes rostros y belleza. ZOPIRO: Y más agora, de mujer vestido; digo que estuve yo casi confuso, con saber el negocio tan sabido, después que de mujer Ninias se puso. SEMÍRAMIS: Pues a mí me veréis con su vestido el ardid astutísimo que uso. Él la madre será; yo seré el hijo, con grande gozo nuestro y regocijo. Agora, mientras entro yo a mudarme y a tomar cierta carta conveniente, al consejo llamad, y entrá a llamarme, cuando aquí esté, vosotros solamente. Para que mi intención se entable y arme y se dé fin a mi deseo ardiente, diligencia conviene con cordura, que es madre de la próspera ventura. Ésta da fin gustoso al pensamiento y las dificultades rinde y doma; hazed los dos con esta mi contento, pues el de todos felizmente asoma; yo me entro a lo que digo a mi aposento dame, Zopiro, ese vestido. ZOPIRO: Toma. SEMÍRAMIS: Y, amigos, no haya falta ni descuido, pues de lo que os encargo me descuido. ZELABO: Haráse todo lo que mandas luego. ZOPIRO: Puedes de ello, señora, descuidarte. SEMÍRAMIS: Así, fieles amigos, os lo ruego, pues os ha de caber la mayor parte.
Vase SEMÍRAMIS
ZOPIRO: ¿Hay pecho igual, Zelabo? Un vivo fuego prenden en él naturaleza y arte. Mejor haremos de su pecho examen, deja que mande que al consejo llamen.
Vase ZELABO
ZOPIRO: ¡Oh, Fortuna! ¿Hay cosa igual en ligerezá a tu rueda? ¿Hay corriente a que no exceda tu corriente perenal? Ayer fue Nino un Monarca y alcanzó a serlo en el mundo tras el monarca segundo que se reservó en el arca, y es hoy un triste cautivo, presas las manos y pies, aunque no sé si lo es, porque dudo que esté vivo. Consuelo nace de aquí para mí de una esperanza, que pues en todo hay mudanza, también podrá haberla en mí. Mas ¿cómo que podrá haberla? Sin duda que devaneo, pues la mudanza que veo en, mí dejava de verla. ¿Yo no soy el que era ayer del Rey un pobre escudero, y hoy no soy ya camarero de la Reina, su mujer? Camarero, y escogido tan a su contento soy, que en ella conocí hoy el pecho por mí encendido; que aquel mirar tiernamente a aquel grande ofrecimiento, dan muestras de sentimiento por algún deseo ardiente. Mas débome de engañar, que su altivo corazón ni tiene amor ni afición sino a ser reina y mandar. Éste sólo es su ejercicio, este sólo es su desseo, aunque tras esto bien creo que seguirá cualquier vicio. Bien se le echará de ver, y a fe que yo me despierte, que es esa passión de suerte que no se puede esconder. ¡Graciosa cosa sería que sucediese yo a Nino! Mas ¿qué cosas imagino? ¡Qué liviana fantasía! Como subo las escalas de la privanza y favor, ya la ambición, ya el amor, me levantan con sus alas. Pues debría de mirar cuán presto puedo caer, y acordarme que vi ayer al grande Nino reinar, y hoy creo que está amarrado en una triste prisión, y acordarme de Menón, su tan querido y privado. Mas ya de todo me acuerdo, y en la buena o mala suerte me servirá de que acierte a tener algún acuerdo.
Sale ZELABO
ZELABO: Ya el portero fue volando a convocar el consejo. ZOPIRO: Dime. Zelabo, ¿y el viejo, vive? ZELABO: ¿Quién? ¿Nino? Penando en una mazmorra oscura está el triste sepultado. ZOPIRO: ¿Para rey tan señalado miserable sepultura? ZELABO: ¿Eso te da pena alguna? Llore quien llorare y gima como yo me vea encima de la rueda de Fortuna. Harto ha gozado del mundo él y sus privados todos; agora, por varios modos, dennos el lugar segundo. Deje el reino Nino y sea Semíramis reina agora, y si a los dos nos mejora, cien mil años le posea. Aunque la casa se arda no niegues que es ser mejor tú camarero mayor, yo capitán de la guarda; y lo menos que tendremos es esta merced primera; Zopiro, de esta manera son del mundo los extremos. Suben y baxan los hombres en el mundo, porque es rueda que siempre sin cesar rueda, y así de esto no te asombres, que es fuerza que si al rodar la rueda en ruedo ha de ir, el de abaxo ha de subir, y el de arriba ha de bajar. ZOPIRO: Bien veo que desa suerte por entre varios extremos vamos desde que nacemos hasta llegar a la muerte, la cual, si es buena, no importa que a la veloz rueda asida vaya en rodeo la vida por carrera larga o corta.
Sale DIARCO
DIARCO: Ya está el consejo aquí; ¿qué es de la Reina? ZELAB0: Agora iremos a llamarla; entre. DIARCO: Ya entra, veísle allí, avisadla luego. ZELABO: Zopiro, vamos. ZOPIRO: Vamos luego, anda.
Vanse ZOPIRO y ZELABO. Salen JANTO, CREÓN, TROILO, y ORISTENES
JANTO: Digo Creón, que es cosa graciosísima el mandarnos llamar tan presto a todos. CREÓN: Alguna grande novedad sospecho. TROILO: Tras la que hoy ha hecho el Rey, por cierta cualquiera novedad puede tenerse. ORISTENES: Y más siendo mujer la que lo ordena.
Salen SEMÍRAMIS en hábito de sú hijo
SEMÍRAMIS: Oh, consejeros de mi padre amados y de mi amada madre tan queridos, sentaos, como soléis, en los estrados y abrid a mis razones los oídos, sean mis tristes casos escuchados y sean mis cuidados socorridos; leed, Janto, esta carta; pero quiero que el sello y firma y letra veáis primero. JANTO: De la reina es la letra y firma y sello. CREÓN: Suyo es el sello y suya es firma y letra. TROILO: Bien conocida es letra y firma y sello. ORISTENES: No hay que dudar en sello o firma o letra. SEMÍRAMIS: Pues conocéis la letra y firma y sello, dejad el sello y firma. Oíd la letra. Leed y oíd la letra de esa carta, de esa importante cuanto triste carta.
Lee
JANTO: "Semíramis tristísima, infelice más que cuantos nacieron en el mundo, con la pena mayor, con el más fuerte y más bravo dolor que sentir puede un corazón humano, enternecido de amor conyugal divino y santo, esta carta os escrive, oh, consejeros del monarca sublime de la Asiria, y primeras cabezas de sus reinos, porque hagáis lo que dispone el cielo, lo que el eterno Dios manda y ordena, con voluntad de vuestro rey amado, de mi querido, de mi dulce Nino, y también de sus padres Belo y Juno, los cuales en un carro de oro puro de lucientes estrellas tachonado, y con la luz del sol y de la luna y los colores de la aurora e iris en mil varias pinturas compartido, de seis cisnes blanquísimos tirado, descendieron del cielo, y en la pieza adonde nos dejastes del consejo con majestad y gloria inmensa entraron, y en mi presencia, ¡oh caso estraño y grande!, el gran Belo arrojó a su amado hijo, a mi querido esposo, rey y padre, un fuego vivo con que en viva llama todo le convirtió del pie a la frente. Luego, tras esto, su querida Juno, sacando un vaso transparente y rico le roció con un cristal potable, o fuese agua o fuese ambrosía o néctar, con que apagó la llama y volvió Nino en su forma primera; mas trocado el hábito y vestido que traía en un manto real rico y pomposo blanco y resplandeciente como el día. Entonces le tomaron de las manos sus padres, y en aquel triunfante carro a los pies le sentaron en un solio de cristal liso relumbrante y puro sembrado de claveles y alhelíes, de rosas, de jazmines y azucenas. Tras esto, en voz de majestad afable, el grande padre Belo, brevemente me dijo a mí, nombrándome Semíramis, 'La voluntad del grande Dios y mía, de mi Juno y tu Nino, es que gobierne, que sea universal rey y monarca el mozo Zameis Ninias, tu buen hijo, en vez de su buen padre, que al eterno trono de gloria con Amón llevamos, y tú luego recógete en el templo con las divinas vírgenes vestales.' Y alzando más la voz y despidiendo de los ojos y faz vivas centellas diciendo prosiguió, 'Mira, Semíramis, que intentar lo contrario no presumas si no quieres pasar la mayor pena, el castigo mayor, más bravo y fuerte que puede dar el gran Amón glorioso.' Y apenas estas últimas palabras el gran Belo dijo, cuando abriendo las blancas alas y las negras bocas los cisnes hermosísimos, partieron cantando con dulcísima armonía y por el aire con süave curso el rico carro al cielo conducieron. Yo, pues, oh fieles consejeros nuestros, Yo, Semiramis pía y religiosa, que al grande Dios obedecer procuro y que sus justas amenazas temo, encerrándome luego en este templo de las vestales vírgenes sagradas, con esta carta a mi querido Ninias os envío y entrego, y ruego y pido que sea como Dios ordena y manda sucessor de los reinos de su padre, haciendo que mañana le coronen los sacerdotes en el templo grande, públicamente junto todo el pueblo, ante el altar de Amón y las imágenes de sus abuelos, el gran Belo y Juno, y de mí no se acuerde nadie nunca, No haya memoria de sta desdichada y triste viuda, que fue reina un hora. Hoi, del templo de Vesta. Yo, Semíramis." CREÓN: ¿Hay más extraño caso y más divino? JANTO: Divino caso, sí, pero no extraño, sino muy propio, al merecer de Nino. TROILO: No recibís, seiíor, en eso engaño, sino muy en lo cierto estáis, pues esto es del valor de Nino el desengaño. ORISTENES: Gran confusión y admiración me ha puesto un suceso tan nuevo y, prodigioso, tan admirable, repentino y presto. SEMÍRAMIS: Yo estoy suspenso, atónito y medroso, oh mis amigos fieles y queridos, y en lo que he de hacer estoy dudoso. JANTO: No turbes, fuerte joven, tus sentidos. Cuanto tu madre escribe aquí haremos los cuatro, como somos, advertidos. CREÓN: Mañana por la obra lo pondremos. TROILO: Mañana te daremos la corona. ORISTENES: Mañana como Re¡ te adoraremos. SEMÍRAMIS: A los cuatro encomiendo mi persona, encargo que se cumpla el mandamiento de quien a los rebeldes no perdona. JANTO: Todo será a tu gusto y tu contento, y pues esto así queda concertado, alegra el corazón y el pensamiento. Nosotros llevaremos el cuidado, y con esto podemos irnos luego, y tú queda contento y consolado. SFMÍRAMIS: Al poderoso Dios eterno ruego que os guíe de tal suerte en este hecho, que de Él resulte amor, paz y sosiego.
Vanse TROILO, CREÓN, JANTO, y ORISTENES
¿Qué os parece a vosotros de lo hecho? ZELA0: Que es celestial tu espíriu y prudencia. ZOPIRO: Que es divino el valor de tu gran pecho. SEMÍRAMIS: Zelabo, agora tú, con diligencia, saca de la prisión con sus prisiones a Nino, y traile luego a mi presencia.
Vase ZELABO
Ya mayor libertad y ya ocasiones me ofrece el cielo y da, Zopiro amigo, para tratar con vos otras razones. Ya que puedo tratar más claro, digo que vos, Zopiro, solamente quiero que seáis el que pueda más conmigo. Por ser mi amor, seréis mi camarero; por ser yo vuestra, quiero yo escogeros por mi regalo y gusto verdadero. ZOPIRO: Yo por serviros y satisfaceros a ofreceros la vida estoy dispuesto, y quisiera mil vidas ofreceros. SEMÍRAMIS: ¡Ay, que me divertía! Amigo, presto toma esta llave y vuela a mi aposento y trae el vaso que en la mesa he puesto. ZOPIRO: Dame la llave. SEMÍRAMIS: Toma, mi contento.
Vase ZOPIRO
Todo sucede bien; en popa acude de felicidad el largo viento. No hay cosa en que repare ya ni dude; mañana seré rey y reina junto, y solo lo sabrá quien me desnude, el cual será Zopiro, y si barrunto que por él o Zelabo ha de saberse, morirán por mi mano, que en su punto de hoy más mi voluntad ha de ponerse.
Salen NINO, ZELABO, y ZOPIRO
NINO: Sacrílego, malvado, inclemente verdugo riguroso, pues dices que has pensado darme fin tan crüel, tan lastimoso, dámele presto. Tu crueldad no llegue a tanto que este bien solo me niegue. ZELABO: He aquí, te traigo a Nino, como mandaste, puesto en sus prisiones. NINO: ¡Oh, eterno Dios divino!, ¿qué es lo que de mi hijo y mí dispones? ¿I qué, señor piadoso, permitiste de la mujer querida que me diste? Hijo mío querido, mi verdadero amor y mi esperanza, ¿qué furia te ha regido? ¿Quién causa en ti tan áspera mudanza? ¿Qué quieres, di, de tu amoroso padre? Y di, ¿qué has hecho de tu dulce madre? Si mis reinos deseas, sin que por tales medios los alcances haré que los poseas; no pasen, hijo, tan crüeles trances por este padre tuyo que te adora y ante ti tan injustamente llora. Mas si según sospecho con la misma crueldad tu madre has muerto rompe luego mi pecho; sea este triste corazón abierto, donde ella vive como en reino suyo, y de donde procede el propio tuyo. Dime luego, no tardes, hijo, si vive tu querida madre. SFMÍRAMIS: Digo que no la aguardes. NINO: Pues mata luego, pérfido, a tu padre; mata, hijo crüel, al padre luego con veneno, con soga, o hierro, o fuego. No quiero ya la vida. SEMÍRAMIS: Ni aquí ninguno te la da tampoco. NINO: ¡Oh, traidor parricida; al grande Dios, a Belo y Juno invoco para que con eterno fuego horrible castiguen tu delito atroz, terrible! Dadme ya con que muera, verdugos inhumanos y sangrientos. Ninias, mira que espera tu madre en los eternos aposentos que a mí me des, como le diste, muerte, porque corramos una misma suerte. Semíramis querida, que por tan impía muerte y tan enorme haces de mí partida, yo con tu fin haré mi fin conforme, que yo me daré muerte con mi mano si dar no me la quiere este tirano. SEMÍRAMIS: Sí quiero darla, y luego; Zopiro, dale el vaso que la tiene, y en un inmenso fuego luego le echad, y no temáis que pene. Yo me entro, que a un metal a un duro canto puede mover aquel amor y llanto.
Vase SEMÍRAMIS
NINO: Dame, dame el veneno que es mi vida, mi gloria y mi consuelo, pues entrando en el seno saldrá mi alma para ir al cielo donde está mi Semíramis querida, que es mi consuelo, que es mi gloria y vida. ZOPIRO: Todo se lo ha bevido. ¡Oh fuerte corazón, oh amor extraño cuánto en esto has podido! NINO: Ya me parece cada punto un año de los que tardo a ver mi esposa amada, sobre el cielo y estrellas asentada. ZELABO: Quiero desengañarte, no mueras, triste rey, tan engañado. La que de aquí se parte es tu mujer, que de tu hijo amado el parecer del rostro y el vestido tiene, con que tú la has desconocido. NINO: ¿Qué dizes, enemigo? ¿Que es possible, crüel? ¿Qué es eso cierto? ZELABO: Verdad pura te digo. NINO: ¡Oh bravo desatino y desconcierto! ¡Ay, desdichada vida; a, triste muerte! ¡Oh crüel, oh inhumana, oh fiera suerte! Amigos, socorredme, duélaos dolor tan bravo y espantoso. Traed luego, traedme algún licor y antídoto precioso que venza y rinda esta ponzoña fiera; no consintáis que con tal pena muera. ¡Mirad que soy yo Nino, el rey que como hijos os amaba, el que como divino cada cual de vosotros adoraba; aquel rey natural que padre os era no consistáis que con tal pena muera. Si en los ásperos riscos del Cáucaso entre fieras no nacistes, si entre los basiliscos crïado para tanto mal no fuistes, si no son vuestras almas piedra dura, doleos de mi terrible desventura. Mas ya el remedio es tarde, oh fiera rigurosa, horrible y brava, tal castigo te guarde la mano justiciera; a quien te amaba, a quien te amaba más que a sí, oh traidora, oh pérfida Semíramis. ZELABO: Llegó la hora. ZOPIRO: No me digas palabra sino tenle de ahí, Zelabo, luego, pues sin que boca se abra se entiende todo. ZELABO: Vamos, y en un fuego como mandó la reina le pondremos. ZOPIRO: Tenle de ahí. ZELABO: Sostenle tú. ZOPIRO. Aguijemos.

FIN DE LA SEGUNDA JORNADA

Tragedia de la gran Semíramis, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 26 Jun 2002