Sale doña INÉS, vestida de hombre, con espada
INÉS: ¿Qué provincia o qué nación, qué montes inaccesibles, qué peligros, qué imposibles, qué marañas, qué invención, qué empresa nunca intentada, qué guerra de más poder no emprenderá una mujer cuando está determinada? Conmigo probarlo puedo pues con aqueste vestido, siendo mujer, he venido desde Galicia a Toledo. Desde aquí ponen a dos leguas; hoy podré llegar allá, y ya mi inquietud podrá dar a mis trabajos treguas.
Salen don LUIS y CARRASCO, de peregrinos
LUIS: Contra mi estrella porfío. Salió mi camino en vano. CARRASCO: Ganó la muerte de mano y acogóse con tu tío. LUIS: ¿Qué quieres? Al fin es muerte. CARRASCO: ¡Buen lance habemos echado! LUIS: Carrasco, al que es desdichado se le vuelve azar la suerte. Como murió ab intestato y el papa fue su heredero tiró con todo el dinero, plata, hacienda, y aparato. CARRASCO: ¡Bueno por servirte quedo! ¿Dónde habemos de ir así? LUIS: Deudos he de hallar aquí de los nobles de Toledo. Castros y Sotomayores hay aquí muy caballeros y muy ricos. CARRASCO: Los dineros son los parientes mejores. Nunca en parientes me fundo; por negarte, negarán que no desciendan de Adán. No hay tal pariente en el mundo como el dinero en la mano. Éste es pariente de veras; que lo demás es quimeras. Él es padre, primo, hermano. LUIS: Carrasco, lo propio pienso que se usa el cualquier lugar. CARRASCO: Hay parientes al quitar que son de casta de censo. Pero, dejado esto, di, ¿es cierto que en esta aldea te quiés quedar, porque vea el amor que vive en ti la aldeana a quien libraste? LUIS: Será, Carrasco, tan cierto que si no quedo, soy muerto, CARRASCO: ¡De presto te enamoraste! Vamos, señor, a la corte; que allí se abrevian mil mundos y viven los vagamundos. Darás a tu vida un corte. LUIS: Muerto estoy. CARRASCO: Tu flema es buena. Vivo estás. LUIS: Mi cuerpo en calma es purgatorio del alma. CARRASCO: Luego serás alma en pena. LUIS: Sin duda. CARRASCO: El diablo te envidie de aquesa suerte tu amor. Un responso va, señor. LUIS: ¿Qué? CARRASCO: Peccatem me quotidie. INÉS: (¡Válgame Dios! Si el deseo Aparte no me causa estos antojos, ¿no es mi hermano el que a mis ojos con Carrasco hablando veo? Quiero hablarle.) LUIS: Cosa es llana que he de encubrirme grosero. INÉS: (Mi hermano es. Hablarle quiero. Aparte Pero no; que soy su hermana y al verme aquí de esta suerte que se disguste no hay duda. Murió mi tío; es sin duda; su pena dice su muerte. Sin darle parte de nada le seguiré de este modo para no le ser en todo mujer y carga pesada. Quiero escucharlos que oí no sé qué de amor. CARRASCO: Es sueño, siendo el lugar tan pequeño, quererte quedar aquí. LUIS: Calla y vamos. CARRASCO: Poco a poco, te voy, señor, comparando... LUIS: ¿A quién, animal? CARRASCO: A Orlando, por otra Angélica loco.
Vanse don LUIS y CARRASCO
INÉS: Yo vine a buena ocasión. Aquí me importa quedar para que pueda estorbar, si no es buena, esta afición. No haga algún desatino, que Amor, como ciego y loco, puede mucho y sabe poco.
Salen don PEDRO y LINARDO, sin ver a INÉS
PEDRO: Sin duda que el peregrino debió de bajar del cielo para castigar la injuria que mi enamorada furia hizo a un ángel en el suelo. LINARDO: ¡Extrañas fuerzas! PEDRO: ¡Notables! LINARDO: Diamantes eran sus brazos. PEDRO: Piedras hicieron pedazos sus golpes incomportables. LINARDO: A no hüír de ellos y de él yo te aseguro, señor, que él acaba con tu amor. PEDRO: La ocasión perdí por él de la mujer más hermosa que toda España ha tenido y, porque estaba ofendido el padre honrado, fue cosa digna de mi noble casa restaurar mi fama así. Agora se la perdí en su casa por mujer y, entrando en cuerdo consejo consigo, a poca distancia reparando en la ganancia --propia condición de viejo-- y la mucha calidad con que sus nietos honraba, pues con su hacienda juntaba mis armas y calidad; con palabra y juramento, me prometió que sería Angélica esposa mía. No es igual el casamiento; pero tampoco seré el primer noble que esposa llame a una aldeana hermosa. Ni mi sangre afrentaré que, al fin, es cristiana vieja de todos cuatro costados y, sus deudos agraviados del robo, no tendrán queja viendo que repara el daño con tomarla por mujer. LINARDO: El casamiento ha de ser murmurado, como extraño, pero a tal resolución aconsejarte no quiero. INÉS: (Basta, que este caballero Aparte también aquí tiene afición. No es posible que en lugar donde tantos se enamoran, sino que villanas moran de hermosura singular. Aficionándome voy al lugar, pues que tal hombre quiere en él bien.)
Reparando en doña INÉS
PEDRO: Gentilhombre, ¿sois de Toledo? INÉS: No soy, sino gallego. LINARDO: ¿Gallego?
A don PEDRO
Para envïar un recado, será muy lindo crïado que volverá con él luego. PEDRO: ¿Y qué buscáis aquí? INÉS: A un señor que quiera ser mi amo.
A LINARDO
PEDRO: Buen parecer tiene el rapaz.
A doña INÉS
Pues, vení; que yo os quiero por mi paje. INÉS: Dame los pies, o la mano, por lo que en servirte gano. LINARDO: ¡Muy gentil matalotaje llevamos! ¡Mozo gallego! ¿Sabes cuán chancero es que sirve un año y después toma las de Villadiego? INÉS: Oye, señor gentilhombre, trate a los gallegos bien; que no los conoce. PEDRO: Ven, que es un loco. Di tu nombre. INÉS: Guzmán me llamo, señor. LINARDO: ¿Y no quieres que le tache? INÉS: Pues no es el de Alfarache. LINARDO: El talle tenéis peor. INÉS: (¿Qué más puedo desear Aparte si se me ha cumplido todo? Que sirviendo de este modo y acudiendo a este lugar --pues que ha de venir es llano quien en él busca mujer-- cada instante podré ver los intentos de mi hermano.) PEDRO: ¿Sabrás llevar un billete? INÉS: Y volver con el recado porque, aunque gallego, andado tengo ya de Alcalá a Huete. PEDRO: Vamos, que te he de querer. INÉS: Yo y todo te voy queriendo poco a poco. PEDRO: No te entiendo. INÉS: Ni yo me doy a entender.
Vanse todos. Salen FULGENCIO y ANGÉLICA
FULGENCIO: Don Pedro al fin me ha pedido que le aceptes por esposo; es noble y en generoso y digno de ser tenido por yerno de un titulado. Ya sabes, hija, que vino a extremo su desatino, que te hubiera deshonrado si un peregrino del cielo no remediara tu ulraje; que pienso que en aquel traje San Roque bajó hasta el suelo. Ya ves que te quiere mucho. Ama a este caballero que amor, nobleza y dinero alcanzan y pueden mucho. Honrar tu casa desea; pues con los nobles te igualas, trueca en cortesanas galas las toscas de aquesta aldea. Un comendador te ama. Desde hoy no tienes de ser, hija, aldeana mujer sino cortesana dama. Ea, toma mi consejo y haz lo que te mando yo; que aunque caballero no, soy, hija, cristiano viejo. Entre la sangre española la mía, aunque labrador, tiene limpieza y valor. Tú eres mi heredera sola y así en mis años postreros honroso fin me darás si casándose me das, hija, nietos caballeros. ¿Qué me respondes? ANGÉLICA: Que soy labradora y, pues soy tal, solamente con mi igual resuelta en casarme estoy. Harta honra el cielo me dio; que no pretendo yo aquí esposo que honre a mí sino esposo que honre yo. Labradores verdaderos somos y en serlo me fundo. Labradores tuvo el mundo primero que caballeros. Las galas de corte deja. aunque adornarme presumas; que no con ajenas plumas fue más noble la corneja. Y aunque la honra y provecho te prometan mucho medro por ver tan rico a don Pedro y con una cruz al pecho, despréciale en testimonio de que es flaca la mujer, y no hará poco en traer la cruz de su matrimonio; que el deseo que produces le malograrás después, si dar en tierra me ves por no poder con dos cruces. De su nobleza el decoro con escudos de armas medra; mas con escudos de piedra, y tú los tienes de oro, y no por sus nobles armas mi peligro has de querer; que temerá la mujer marido con tantas armas. FULGENCIO: Harás tú lo que yo mandare, o verá el cielo presente que a hija desobediente hay padre que la repare. Mi rigor hará que tuerza su brazo a tu libertad haráslo de voluntad o, si no, lo harás por fuerza. Esas quimeras reporta y necias bachillerías; de plazo te doy tres días. Mira en ellos lo que importa mientras la vida o el sí me das. ANGÉLICA: Siendo de esa suerte, el sí daré de mi muerte. FULGENCIO: Yo sé que lo harás por mí.
Vase FULGENCIO
ANGÉLICA: ¿Cómo podrá admitir el alma dueño que ablande su dureza, si es de encina? Ni, ¿qué provecho hará la medicina a quien la muerte sepultó en su sueño? Fuego pide a la nieve, lengua al leño mi padre, que mi alma es peregrina pues, siendo Amor bordón, mi fe esclavina, por ver un peregrino la despeño. ¡Válgame Dios! Si fue san Roque divino, ¿quién me dio libertad y dejó loca? Que después que le adoro, desatino. Mas no, que amor humano me provoca y, cuando Roque sea el peregrino, en no amar a don Pedro seré roca.
Salen don LUIS y CARRASCO, de villano, sin ver a ANGÉLICA
CARRASCO: No ha sido malo el vïaje. Más loco eres que un poeta. En mudando la veleta, hemos de mudar de traje. LUIS: Quiero hallar mi bien así. CARRASCO: ¿Quién es tu bien? LUIS: Mi ángel es. CARRASCO: Patudo, pues tiene pies. LUIS: Calla, necio, que está aquí. ANGÉLICA: ¿Qué es esto? ¿Qué gente es ésta? ¡Hola! ¿Cómo aquí os entráis sin llamar? ¿A quién buscáis?
CARRASCO habla aparte a su amo
CARRASCO: Tú puedes dar la respuesta. Llégate que, vive Dios, que diga que eres don Luis. ANGÉLICA: Decid a lo que venís. LUIS: Hemos sabido los dos que ha menester su mercé un mozo. CARRASCO: Aunque fera hechizo, no lo hallara más rollizo que es el bueno de Tomé. ANGÉLICA: Venís muy mal informado; que no es menester en casa crïados. LUIS: Pues si eso pasa, un romero me ha engañado. ANGÉLICA: ¿Cómo? ¿Romero? Escuchad, ¿qué romero? LUIS: Un peregrino topé anoche en el camino y dijo, "Al pueblo llegad y en casa de una aldeana Angélica en rostro y nombre, que es hija del más rico hombre que hay en esta Sagra llana, decid que en casa os admita por crïado, en galardón de librarla de un ladrón que la robó de una ermita." ANGÉLICA: Pues de casa sabe tanto, el peregrino que ayuda me dio, es san Roque, sin duda.
A don LUIS
CARRASCO: Ya te tienen por un santo. ANGÉLICA: ¿Y acaso conocéis vos al peregrino? Decí. LUIS: Conózcole como a mí. ANGÉLICA: ¿Conocéisle? LUIS: Sí, por Dios. ANGÉLICA: ¿De dónde sois? LUIS: Soy gallego. CARRASCO: Y yo, hablando con perdón. ANGÉLICA: Por cierto, buena nación. LUIS: Jamás yo mi padre niego. Galicia es mi natural. ANGÉLICA: Pues no es poca maravilla; que el gallego acá en Castilla dice que es de Portugal. ¿En qué oficio nos sabréis servir? LUIS: En cuanto queráis. ANGÉLICA: Mirad a qué os obligáis. ¿Cumplís como prometéis? LUIS: Y aun mejor. ANGÉLICA: Hay muchas leguas del cumplir al prometer. ¿Qué oficio sabréis hacer mejor? LUIS: Sabré guardar yeguas. ANGÉLICA: ¿Criareislas bien? LUIS: Sí, por Dios. El verlas pone codicia. CARRASCO: Tuvo una yegua en Galicia casi casi como vos. ANGÉLICA: ¡Qué buena comparación! CARRASCO: Es mozo que sirve a prueba. LUIS: Y cuando hurtada se lleva alguna yegua el ladrón, sé yo salirle al camino y después de zamarrearle, la yegua vengo a quitarle. ANGÉLICA: Así lo hizo el peregrino. Mi padre vendrá y haré que en casa sirváis de mozo. LUIS: El cielo la dé un buen gozo. ANGÉLICA: (¡Qué buen talle de Tomé!) Aparte
Sale doña INÉS, de paje
INÉS: El señor Fulgencio, ¿vive en esta casa? ANGÉLICA: Sí, amigo. INÉS: ¿Está en ella? ANGÉLICA: No. INÉS: (Ya digo Aparte que no me espanto que prive de libertad a mi hermnao y a don Pedro la belleza que entre la basta corteza de aqueste traje aldeano abrasa los mismos hielos. No sé si hablarle podré; que después que la miré se abrasa el alma de celos.)
Doña INÉS habla bajo a ANGÉLICA
ANGÉLICA: ¿Qué es lo que don Pedro quiere a mi padre? INÉS: Una respuesta me ha de dar. ANGÉLICA: Será molesta si la que yo le di, diere. Decid, aunque amor le fuerza que quiera con igualdad, que no tengo voluntad a quien me quiso hacer fuerza. LUIS: ¿Luego es quien del peregrino huyó anoche, y otros tres se le fueron por los pies? ANGÉLICA: Lo mismo. CARRASCO: ¡Gentil pollino! LUIS: ¡Qué mal le salió el partido! A fe que se quedó feo. CARRASCO: Más vale por correo que para vuestro marido hombre que más de una legua sabe correr sin parar. LUIS: A pie se puede quedar quien guardó tan mal la yegua. INÉS: ¿Quién le mete al muy villano en hacer aquese ultraje a un hidalgo? CARRASCO: ¡Paje, paje! INÉS: (Ni Carrasco ni mi hermano Aparte han conocido el disfraz con que su hermana está aquí.) LUIS: Hermano paje, decí a vuestro amo que si en paz quiere vivir, que no toque a este umbral, pues fue cobarde; que en él, para que le guarde dejó su mastín san Roque; que aquí su pretensión es querer majar hierro en vano y que no pida la mano quien sabe tanto de pies. ANGÉLICA: (¡Oh, qué discreto Tomé! Aparte Gracia extraña manifiesta.) Solamente esta respuesta es bien que a don Pedro dé. INÉS: ¿Que quieres en crueldad y en belleza aventajarte? ANGÉLICA: Decidle esto. LUIS: Oiga aquí aparte.
Don LUIS habla aparte con ANGÉLICA, y CARRASCO con doña INÉS
Quiero hablarla en puridad; que tengo que hacer un poco y quiero darle un recado que el peregrino me ha dado a quien en mi ayuda invoco. Mandóme, pues, el que fue anoche su defensor contra el necio pretensor esto, y me dijo, "Tomé, tomad aqueste papel y dádsele al aldeana que os recibirá mañana; que mucho sabrá por él. Si le quiere, no se escapa de ser dichosa." Hele aquí. ANGÉLICA: ¿Papel os dio para mí? LUIS: Mas pensé que para el papa. ANGÉLICA: (Mil pensamientos me dan. Aparte No sé lo que pueda ser.) No le tengo de leer. LUIS: ¡Ea, acabe! CARRASCO: En fin, galán, ¿que andaluz dice que es? INÉS: Andaluz soy. CARRASCO: ¡Buena pieza! (Parece que la cabeza Aparte le han cortado a doña Inés.) Puesto que el alma respete su trato y su dibujo, diga, amigo, ¿quién le trujo a que sirva de alcahuete? Honre bien a su nación. INÉS: Y al páparo, ¿quién le mete en si yo soy alcahuete o no? CARRASCO: Parece capón en el tiple. Gentilhombre, ¿es medio entre hembra y macho? INÉS: Soy más hombre que él, borracho. CARRASCO: ¡Por Dios, que probó ser hombre! INÉS: Hombre soy que un rostro cruza si me enojo... ANGÉLICA: No he de verle. LUIS: ¿Hay son volver a meterle dentro de la caperuza? ANGÉLICA: Ahora bien. Mostradle acá; que no quiero que en la calle se os pierda y alguno le halle. Quemaréle. LUIS: A mí podrá; mas, ¿por qué lo heis de quemar? ¿Es herejo o es judío? ANGÉLICA: Es hechizo, es desvarío que me hace desvarïar. LUIS: Es de un santo. ANGÉLICA: Y aun por eso; que, porque cosas del cielo no es bien por el suelo, suelen quemarse y con beso.
Besa don LUIS el papel y lo da a ANGÉLICA
LUIS: Con beso, pues. ANGÉLICA: Cortesano sois. LUIS: Mi madre me enseñó que cuando diera algo yo besase también la mano.
Bésasela
ANGÉLICA: Ahora bien. Andad con Dios, que yo haré porque os reciba mi padre en casa. CARRASCO: Así viva, que nos reciba a los dos; que sin Tomé no me hallo. ANGÉLICA: Pues yo lo procuraré porque sirváis con Tomé. CARRASCO: Sé almohazar un caballo.
Vanse don LUIS y CARRASCO
ANGÉLICA: ¿Aún os estáis vos aquí? INÉS: No sin ocasión espero. Escucha lo que te quiero decir, Angélica. ANGÉLICA: Di INÉS: No me trajo aquí don Pedro, sol hermoso de la Sagra, ni pienses que solicito que te abrases en sus llamas. Mis desdichas me han traído, mis amores, mis desgracias que del traje en que me ves han sido la triste causa. Sabrás, aldeana hermosa, que debajo de estas galas se disfraza una mujer, aunque noble, desdichada. En Valladolid la rica nací, y en brazos del ama mamé desdichas por leche. ¿Qué mucho tenga desgracias? Faltóme el padre y la madre en mi niñez, y esta falta fue ocasión de muchas sobras de mi juventud liviana. Mudóse la corte insigne desde Madrid a mi patria, famosa y rica si ilustre que sus grandezas le bastan. Allí conocí a don Pedro, ése que quema en tus aras su corazón por aromas y en tu belleza idolatra. Vióme una vez en San Pedro --¡Ay, Dios, si entonces cegara!-- y según entonces dijo con mal de ojo volvió a casa. Sirvió, rondó. y paseó, lloró, suspiró, dio trazas y perserveró; que en fin vence la perseverancia. Admití una oscura noche, con que escurecí mi fama, una escala en mi balcón. ¡Ay, de quien su honor escala! Palabra me dio de esposo; mas olvidó la palabra; que de palabras y plumas es yerro hacer confïanza. Pues como lo que le estima después de adquirida, enfada, enfadóse poco a poco y apagáronse sus llamas. Salió con una encomienda, que es señal de no haber mancha en su sangre noble y limpia, aunque la sacó en su fama. Volvióse a Madrid la corte; supe que en Toledo estaba mi desdeñosa don Pedro en negocios de importancia. Seguíle en aqueste traje encubierta y desfrazada, como alguacil al ladrón que lleva la joya hurtada. Entré, sin que conociese ser yo aquella doña Juana que engañó en Valladolid, por paje humilde en su casa. He sabido que te adora y con mil yedras enlazan el muro de tu firmeza los lazos de su esperanza. ¡Guárdate, Angélica bella, del lobo que ovejas mansas, en cordero disfrazado, con mil engaños halaga! Ya sé que robarte quiso. ¡Dichosa tú que tal guarda te dio el cielo! ¡Triste yo pues me hizo entonces falta! No le quieras y, si acaso te han ablandado mis ansias, si mi remedio procuras, si quieres honrar mi infamia, finge quererle hasta tanto que el cielo las puertas abra de mi ventura, que están tantos años ha cerradas; que si ve que le aborreces y sabe que es por mi causa, temo que no me castigue con su ausencia, y si me vaya. Con él pretende casarte tu padre, y juntar tu casa con su nobleza y valor. Ve alargando su esperanza; que yo trazaré de suerte si el casamiento dilatas, que presto estemos las dos: tú contenta y yo pagada. ANGÉLICA: Tu desgraciado suceso, noble y bella doña Juana, me ha causado compasión. Disponlo tú. Ordena y traza. Aunque fingir voluntad a don Pedro, que fue causa de tus suspiros injustos, me habrá de llegar al alma; porque siento tu desdicha por ella haré lo que me mandas, entreteniendo a mi padre. INÉS: Dame esas manos. ANGÉLICA: Levanta. INÉS: (Buena mentirosa soy. Aparte Con mi fingida maraña aseguro que a don Pedro menosprecie el aldeana y, porque el cielo que adoro de Toledo no se vaya, solicito que fingida algunos favores le haga. Y, pues a mi hermano veo cada día, es buena traza que el casamiento entretenga.)
Sale FELICIANO al paño
FELICIANO: (¿Así remedia la infamia Aparte don Pedro de su vil robo?)
Repara en las dos
INÉS: Hasme cautivado el alma. Dame esos brazos. FELICIANO: (¿Qué es esto? Aparte ¡Cautivo el paje se llama y a mi prima da los brazos! ¡Ah, vil paje! ¡Ah, mujer falsa! Escondido quiero ver de aquesta amistad la causa.) ANGÉLICA: Don Pedro será tu esposo; que no es razón, doña Juana, que siendo tú hermosa y noble y, al fin, dama cortesana te deje don Pedro, loco, por una tosca villana; mas tiene estragado el gusto. INÉS: Merece tu hermosa cara rendir... ANGÉLICA: Bueno está, señora. FELICIANO: (¡Por Dios, que es el paje dama! Aparte ¿Quién puede ser que es hermosa? Ya se me ha entrado en el alma por las puertas de los ojos, nunca para amor cerradas. ANGÉLICA: Adiós, y mira que queda nuestra amistad entablada.
Tómale un guante
INÉS: Aqueste guante me llevo para un pobre que demanda limosna de algún favor. ANGÉLICA: No le hay para él en mi casa. Dile que Dios le provea y que tú le darás harta. INÉS: Adiós, que me parto a verle. FELICIANO: (Yo tras ti, que Amor me manda Aparte siga el norte de tus ojos tras el cristal de tus plantas.)
Vanse doña INÉS y FELICIANO
ANGÉLICA: El papel quiero leer porque el dueño manifieste. El primer santo es éste que haya escrito a una mujer.
Lee
"No me atreviera, Angélica hermosa, menos con este industria, a manifestar el fuego que me abrasa el alma desde la noche que resistí que abrasase la ermita de san Roque. ¡Dichoso yo, pues en ella merecí, perdiendo mi libertad, dáartela a costa del atrevido robador de tu hermosura, tan indigno de ella! Por serlo yo también y porque me importa no darme a conocer por ahora, para conservar la vida que tengo dedicada a tu servicio, determino enviarte al disfrazado Tomé, criado mío y secretario de mi pecho, para que con él me envíes la sentencia de mi muerte o la esperanza de mi gloria. Noble me hizo el cielo aunque no rico si no es de pensamientos; si estos y mi voluntad admites, con el encubierto Tomé me podrás enviar la certeza de mi vida o muerte; que tanto estimaré esto por no ofenderte como lo otro para servirte. Guarde el cielo la tuya mil años.---don Luis de Castro"
Sale FULGENCIO
(Mi padre es éste; yo haré, Aparte encubriendo lo que pasa, que reciba Tomé en casa por ser de quien es Tomé.) FULGENCIO: Hija, la palabra he dado a don Pedro que serás su esposa; no gustarás que la quiebre un hombre honrado. Procura que se celebre tu boda; porque primero verás de cera el acero que mi palabra se quiebre. Él tiene de ser tu esposo de fuerza o de voluntad. ANGÉLICA: A tanta riguridad obedecer es forzoso. Darte gusto determino y ser ingrata no quiero al valor de un caballero que es en amor peregrino pero, pues con amor tierno mis venturas acomodas, haz y suspende las bodas. FULGENCIO: Voyle a decir a mi yerno que ya mis consejos sabios rindieron tu natural. Imprímase en tu coral el acero de mis labios. Báculo eres de mis gozos. ANGÉLICA: En pago del que te doy quisiera que en casa hoy se recibieran dos mozos. Dicen que en cualquier oficio del campo son diligentes y, porque la hacienda aumentes que como propia codicio, gustara que aquesto hicieres. FULGENCIO: Aquesto, Angélica, es justo; que, pues que cumples mi gusto, cumpliré cuanto tú quisieres. Un mozo despedí, malo para servir, pues apenas me guardaba las colmenas que son todo mi regalo. Si ellos las saben guardar, para reparar su daño, recíbeles por un año. ANGÉLICA: El uno en particular es para todo; que en él hay discreción. FULGENCIO: Bien está. ANGÉLICA: Gallegos son; diz que allá hay abundancia de miel. Bien lo harán. FULGENCIO: Pues tú codicias que vengan, contento soy. A don Pedreo alegre voy a pedirle las albricias.
Vase FULGENCIO
ANGÉLICA: ¡Qué mal tu gusto acomodas! Dile que vista de luto su amor torpe y resoluto en vez de galas de bodas; que de un peregrino extraño el sayal grosero adoro porque el peregrino es oro que viene envuelto en el paño.
Vase ANGÉLICA. Salen doña INÉS y FELICIANO
INÉS: Decidme en resolución en lo que serviros puedo, y adiós. FELICIANO: Yo tengo en Toledo a cierta dama afición a quien don Pedro ha querido no poco. INÉS: ¡Cómo! ¿Otra dama tiene don Pedro? FELICIANO: Y se llama doña Juana. INÉS: (Aquéste ha oído Aparte cuanto a su prima conté. Picadillo viene un poco.) FELICIANO: Estoy, como digo, loco por ella. Yo, Guzmán, sé que está cada día con vos. ¿Queréisla decir que muero por ella? INÉS: (¡Buen majadero Aparte nos ha venido!) FELICIANO: Por Dios, si hacéis que mi mal entienda y a don Pedro--pues ha sido a su amor desconocido-- olvide, que os dé mi hacienda. INÉS: Yo iré a hablarla en vuestro nombre; mas ya yo sé la respuesta que os ha de dar. FELICIANO: ¿Y es? INÉS: Aquésta. Ella ha de decir; que es hombre como muestras de ella dan en Toledo más de algunas que están meciendo en las cunas muñequitos de Guzmán. Y que si con vuestra prima habló y os hizo creer, como a ella, que es mujer no entendistes bien la enima. Que sirvió en Valladolid a doña Juana de paje; la cual, viendo que en su ultraje don Pedro volvió a Madrid y ahora estaba en Toledo, le envió para saber si tenía otra mujer. En fin que fingió este enredo por estorbar de este modo que no le diese la mano Angélica a su tirano. Esto resulta de todo y es la respuesta que envía la dama a quien pretendéis. Ved si el fuego que tenéis con esta verdad se enfría. FELICIANO: ¡Que no sois mujer, por Dios! INÉS: ¿Aqueso habéis de dudar? Si lo fuera, ¿había de andar de esta suerte? Como vos soy hombre y aun... FULGENCIO: Amor ciego, ¿por qué con tales quimeras haces burlas y son veras, perturbador del sosiego? Pero en aquesta ocasión nadie cual yo es desdichado pues me tiene enamorado mi propia imaginación. Peligro corre mi vida. El quitármela es mejor; que es verdadero mi amor siendo mi dama fingida.
Vase a dar FULGENCIO con la daga, y tiénele doña INÉS
INÉS: Paso, señor Feliciano, ¿no veis que os desesperáis? Muestras evidentes dais de loco o del mal cristiano. Don Pedro viene; ese daño se os sanará poco a poco. FELICIANO: Adiós, Guzmán, que voy loco.
Vase FELICIANO
INÉS: No ha estado mal en engaño.
Se retira doña INÉS. Salen don PEDRO y FULGENCIO
PEDRO: Dejad, pondré los pies en esas plantas. ligeras en los pasos de mi vida FULGENCIO: Levántate, don Pedro, que me espantas. A tu amor está Angélica rendida. PEDRO: ¡Oh, viejo venerable! ¡Oh, canas santas! Jamás la muerte vuestra plata impida; que dorará el Perú de mi riqueza el blanco Potosí de tu cabeza. No adornarán roeles más mi escudo ni en mis armas verán castillos rojos, ni menos los leones con que pudo ganar mi antecesor tantos despojos. Mis armas han de ser Amor desnudo, un Argos con los cien abiertos ojos, y la letra que diga, "En siglos largos no bastan para esto cien mil Argos." FULGENCIO: Deja encarecimientos a una parte, don Pedro ilustre, pues mi sangre honrada para ilustrarse quiere acompañarte porque en tu sucesión quede ilustrada; y mira cómo y cuándo has de casarte y, si agradar a Angélica te agrada, mientras tus cosas miras y acomodas, dilátense algún tiempo aquestas bodas. PEDRO: Aunque con esa dilacián me aflijo, haré en todo tu gusto, mi Fulgencio. Obedecerte quiero como hijo pues como tal tus canas reverencio. FULGENCIO: Tan nobles nietos me has de dar, colijo, que, a pesar de la envidia y del silencio, pongan echando de esa fama el sello, la cruz de grana al pecho, de oro al cuello. Yo me voy a saber en qué día quiere daros de esposa la dichosa mano mi hija; el esperar no os desespere; que yo procuraré que sea temprano.
Vase FULGENCIO
PEDRO: Si el amante que espera vive y muere, que moriré esperando será llano pues será cada instante un siglo junto hasta que llegue de mi dicha el punto.
Reparando en doña INÉS que se le acerca
Guzmán. INÉS: Aquel angelote que te aborreció primero, ya es de cera, no de acero; Ginebra es de Lanzarote. Dame albricias, y verás el favorazo. PEDRO: ¿Favor? INÉS: Favor de estima y valor. PEDRO: Guzmán, burlándote estás. Toma este anillo. INÉS: Este guante te envía. PEDRO: ¡Oh, crïado fiel! La vida me traes en él; ya soy venturoso amante. ¡Oh, prenda de mi ventura! ¡Oh, cubierta de aquel cielo! ¡Oh, favor de mi consuelo! ¡Oh, gloria de aquella altura! ¡Oh, erario de aquel tesoro que hace rico mi caudal! ¡Oh, funda de aquel cristal! ¡Oh, crisol para aquel oro! ¡Oh, cortina de aquel alba! ¡Oh, caja de aquel farol! ¡Oh, nube para aquel sol a quien hago alegre salva! ¡Oh, dádiva venturosa a quien mi gusto acomodo y para decirlo todo, guante de Angélica hermosa! ¡Mi regalo, mi socorro! Besaréte. INÉS: ¡Lindo amante! Quita de la boca el guante; que, vive dios, que me corro. PEDRO: ¿Por qué causa, majadero? INÉS: Porque con este despacho te quiero llamar borracho quien te dio favor de cuero. PEDRO: Necio, disparates deja. INÉS: Por darte gusto lo dejo; pero favor de pellejo y no de carne, es de vieja. Mas sé por cosa muy cierta que te amnda que esta tarde hagas de tu dicha alarde hablándola por la huerta. PEDRO: ¿Qué dices? ¿Aqueso es cierto? INÉS: Tan cierto como soy hombre. PEDRO: De Acates fiel te doy nombre, resucitado has un muerto.
Vanse don PEDRO y doña INÉS. Salen ANGÉLICA y don LUIS
LUIS: (............... [ -ena]. Aparte ¡Buen principio es éste, cielo! El medio y el fin recelo.) ANGÉLICA: ¿Pues, cómo venís? LUIS: Con pena. ANGÉLICA: ¿De qué? LUIS: De verme tan pobre. ANGÉLICA: ¿Pobre estáis? LUIS: Sí, en buena fe. ANGÉLICA: ¿Pues, por qué causa? LUIS: Jugué. ANGÉLICA: Yo haré que dinero os sobre. ¿Y qué jugastes? LUIS: Primera. ANGÉLICA: ¿Qué perdistes? LUIS: Hacienda harta. ANGÉLICA: ¿Por qué? LUIS: Por dar una carta. ANGÉLICA: ¿A quién? LUIS: A cierta fullera. ANGÉLICA: ¿Cuándo? LUIS: A primera mano. ANGÉLICA: ¿Qué perdistes? LUIS: El temor. ANGÉLICA: ¿Y no ganastes? LUIS: Favor. ANGÉLICA: ¿Favor ganastes? LUIS: Sí, gano. ANGÉLICA: Jugad más. LUIS: A eso me aplico. ANGÉLICA: ¿Y hay caudal? LUIS: De oro, no cobre. ANGÉLICA: ¿Ya estás rico? LUIS: No, estoy pobre. ANGÉLICA: ¿Cómo? LUIS: Soy un pobre rico. ANGÉLICA: ¿Rico de qué? LUIS: De ventura. ANGÉLICA: ¿Y pobre? LUIS: De merecer. ANGÉLICA: ¿Qué teméis? LUIS: Temo perder. ANGÉLICA: ¿Perder qué? LUIS: La coyuntura. ANGÉLICA: Pues, ganarla. LUIS: El cómo aguardo. ANGÉLICA: Asidla. LUIS: ¿Con qué cadena?
ANGÉLICA la da una
ANGÉLICA: Con ésta. LUIS: ¡Ganancia buena! ANGÉLICA: Guardadla allá. LUIS: Ya la guardo. Y aunque con bien tan notorio, ¿dónde la tendré segura, señora, si no procura ser el alma su escritorio? ANGÉLICA: Mucho sabéis. LUIS: Antes poco. ANGÉLICA: ¿Quién os da lición? LUIS: Un ciego. ANGÉLICA: ¿Y aprendéis? LUIS: Aprendo luego. ANGÉLICA: ¿A qué aprendéis? LUIS: A ser loco. ANGÉLICA: ¿Qué os tiene loco? LUIS: Mi gloria. ANGÉLICA: ¿Y qué cuerdo? LUIS: El escoger. ANGÉLICA: ¿Qué escogéis? LUIS: Mi menester. ANGÉLICA: ¿Qué habéis menester? LUIS: Memoria. ANGÉLICA: ¿Para qué? LUIS: Para estimar. ANGÉLICA: ¿Estimar qué? LUIS: Este favor. ANGÉLICA: ¿Y a quién? LUIS: A vos y al Amor. ANGÉLICA: ¿Pues sabéis amar? LUIS: Sé amar. ANGÉLICA: ¿Qué es amor? LUIS: Fuego en que ardo. ANGÉLICA: ¿Ardéis? LUIS: Soy un alma en pena. ANGÉLICA: ¿Preso? LUIS: Con esta cadena. ANGÉLICA: Guardadla allá. LUIS: Ya la guardo. ANGÉLICA: Tomé fingido y discreto, bien habláis y bien fingís. Justamente don Lüís fió de vos su secreto. Yo he visto el papel, y en él después de leer su amor, leí que vuestro señor halla en vos un siervo fiel. Si el sayal grosero y tosco mi brocado viene a ser, grande es de Amor el poder pues amo a quien no conozco. LUIS: ¡Cielos! ¿Tanto bien escucho? ¿Es cierto tanto favor? ANGÉLICA: Mucho amáis vuestro señor. LUIS: Si él es otro yo, ¿qué mucho? ANGÉLICA: ¿Por qué con traje grosero se encubre de aquesta suerte? LUIS: Porque dio en su patria muerte, señora, a otro caballero. Hanse informado en Galicia que en Toledo hay de él memoria; salió una requisitoria y búscale la justicia y, por no ser descubierto, anda a sombre de tejado. ANGÉLICA: Mi alma será su sagrado adonde viva encubierto. ¿Es galán? LUIS: Vuestra hermosura gentileza vendrá a dalle. Será de mi propio talle, rostro, miembros y figura. Es celoso y no importuno y, en fin, como yo; que Dios quiso dividir en dos un hombre que en dos es uno. ANGÉLICA: Como le imitáis, decís que sois uno. LUIS: Eso diré. ANGÉLICA: De aquesa suerte, Tomé, en vos veré a don Lüís. LUIS: Casi, casi el mismo soy. ANGÉLICA: Pues, Tomé, si aqueso pasa, yo he negociado que en casa os podáis quedar desde hoy. Un colmenar daros quiero. Vos, ¿no lo sabréis labrar? LUIS: Ninguno hay que sepa amar sin saber ser colmenero; que aunque amor suele ser hiel, por darle celos su acíbar, su posesión es almíbar que puso Amor en la miel. Vos veréis lo que aprovecho en este oficio. ANGÉLICA: Alto, pues. De casa sois. LUIS: A esos pies quiero humillar boca y pecho.
Arrodíllase
ANGÉLICA: Tomé, ¿Quién tanto os humilla? Alzad. Levantad del suelo. LUIS: Si sois un ángel del cielo, ¿qué mucho hinque la rodilla?
Hace don LUIS que le besa los pies, en cuya actitud le halla CARRASCO
CARRASCO: (¡Valga el diablo este Tomé! Aparte ¡Oigan, oigan! El retablo es de San Miguel y el diablo.) Tomé, levantaos en pie. Perro sois de muchas bodas. Ya entiendo vuestras haranas; que,como las aldeanas huelen a tomillo todas y vos me sois golosillo porque el tomillo recrea y os venisteis al aldea, querréis, Tomé, su tomillo. LUIS: Ya, Llorente, soy crïado de casa. CARRASCO: ¿Qué? LUIS: Colmenero. CARRASCO: ¡Bueno, bueno! (Reírme quiero.) Aparte Oficio dulce os han dado. ¿Colmenas, Tomé, guardáis? ¿Por miel virgen andáis vos? Ya la tenéis. Plega a Dios que después no la escupáis. ¿Y a mí? ¿Que me papen duelos?
A ANGÉLICA
Alquíleme a mí con él; que Tomé pondrá la miel y yo podré los buñuelos. ANGÉLICA: También que estéis determino, por amor de Tomé, en casa. CARRASCO: Aquésa es merced sin tasa. ANGÉLICA: ¿Qué oficio tenéis? CARRASCO: De vino. Sabré guardar la bodega como el santero la ermita, poner y quitar la espita, catar si sabe a la pega, librar del maldito usagre el licor sabroso de uvas --quiero decir que a la cubas no se las pegue el vinagre-- y como puertas adentro de la bodega mandéis, mi diligencia veréis porque al fin ella es mi centro. ANGÉLICA: Norabuena; yo os admito a ese oficio. CARRASCO: Es singular que soy amigo de andar en vino como el mosquito. Desde hoy me alegro y me ensancho. ANGÉLICA: Vamos, Tomé, al colmenar. CARRASCO: Más ancho tengo de estar que con Zamora don Sancho. Desde hoy, colmenero hermano, si quiere que sea su amigo, la vez que hablare conmigo la caperuza en la mano. LUIS: ¿Por qué causa, majadero? CARRASCO: Porque pues me ve en privanza, me llegue a hablar con crïanza; que soy archibodeguero.
La villana de la Sagra, Jornada 3
Texto electrónico por Vern G. Williamsen
y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
Actualización más reciente: 28 Dec 2002