Sale don LUIS, solo, con mascarilla de castrar colmenas
LUIS: Amor, hoy como astuto me aconsejas que a pesar de tus celos y favores cogiendo de tus gustos verdes flores, labre la miel que en mi esperanza dejas. Ya sé que los amantes son abejas que, en el jardín que ostentan sus amores, labran pañales dulces, si temores no mezclan el acíbar de sus quejas. Abeja soy, Amor. Dame palabra de darme miel sobrosa de consuelos; que la esperanza entre sus flores abra. No sequen mi ventura tus desvelos; que, si es abeja Amor y el pañal labra, los zánganos le comen que son celos.
Sale ANGÉLICA
ANGÉLICA: Pues, mi nuevo colmenero, ¿cómo os va con el oficio? LUIS: Ganancia con él espero; labrar buena miel codicio porque ha de ser de romero. Un romero a nacer vino en el jardín y imagino que su flor morada crece. viendo que por vos merece ser romero y peregrino. Plantóle vuestro favor rególe su confianza y creció con tal humor el verde de su esperanza y el morado de su amor. La huerta de flores llena es vuestro favor que ordena esta fábrica abundante; mi lealtad y fe constante dentro el alma es la colmena, la miel el regalo expreso de vuestro amoroso trato que da libertad a un preso. cera el alma en que el retrato vuestro está, señora, impreso. Ladrones son los desvelos que a hurtarme el caudal se aplican, pues no hay con temor consuelos y los zánganos que pican y comen la miel son celos. Los susurros son las quejas, siempre nuevas aunque viejas, que el celoso pecho fragua; y los ojos dan el agua con que labran las abejas. ¿Qué os parece? ANGÉLICA: De importancia. Es miel que tanto aprovecha para mi gusto y ganancia. LUIS: Ya deseo la cosecha por gozar de su abundancia. ANGÉLICA: No temáis el desatino del zángano, pues que vino hoy a nuestro colmenar guarda que la hará soltar lo que hurtare en el camino. LUIS: Dadme a besar el cristal de esa mano celestial.
Bésasela
ANGÉLICA: Mucha licencia os tomáis, Tomé. Sospechas me dais de que no sois muy leal. Parece que para vos mayor favor adquirís. LUIS: Que os adoro sabe Dios. ANGÉLICA: ¿Servís así a don Lüís? LUIS: Somos una alma los dos. ANGÉLICA: La amistad no viene a ser tan grande, a mi parecer, que, aunque entre dos esté unida, no la deshaga y divida el gusto de una mujer. ¿Cuándo publicó la fama, como agora lo hacéis vos, que junten tanto su llama dos amigos, que los dos amen a una misma dama? No lo sufren los desvelos de un amante que a los cielos favor y firmeza pide. Cualquiera amistad divide el cuchillo de los celos. Tomé, esa opinión es nueva; mal vuestro señor contrasta lealtad que tal fruto lleva. No os tengo de hablar más. LUIS: Basta; que mujer sois, ¡y de prueba! Prueba ha sido; y vos sois fiel a don Luis. ¡Dichoso él, pues es el primer amante que halla una mujer constante; que, en tan hermoso papel donde su dicha firmó, firme la letra quedó como en el bronce; que alcanza cuanto pide su esperanza que inmobles los viento vio; que seguro el bajel lleva por mar incógnita y nueva; que a un vidrio un golpe le dio sin quebrarse! Que esto halló quien halló mujer a prueba. ANGÉLICA: ¿Pues mi amor probáis? LUIS: Soy hombre que gusto probar la fe de una mujer. No os asombre. ANGÉLICA: Incrédulo sois, Tomé. LUIS: Tengo de incrédulo el nombre. Pero dejando esto aparte, esta noche quiere darte cuenta don Luis de sus quejas, si a tu tribunal las dejas donde sueles asomarte. Dime si gustas que a verte esta noche llegue aquí. ANGÉLICA: ¿Cómo podrá responderte de no un alma que dio un sí contra el olvido y la muerte? Haré mis ojos farol que a mi Leandro español luz como en Abido dé y, como Tisbe, estaré llorando hasta ver mi sol.
Sale doña INÉS
INÉS: (¿Qué enredos, Amor tirano, Aparte materia a mi llanto dan? Si acaso salen en vano... Mas, ¿qué es esto? Hablando están aquí Angélica y mi hermano. Quiero escuchar lo que dicen.) ANGÉLICA: Seré en la firmeza bronce aunque más me matiricen Dile que venga a las once. LUIS: Tus favores solenicen cuantos Amor tras su carro lleva con triunfo bizarro. ¡Oh, venturoso Tomé! De aquéstas Indias seré otro segundo Pizarro. Don Luis vendrá, señora, de Toledo a aquesa hora y, hurtando al Fénix las alas, hará de sus plumas galas. INÉS: (Buena ocasión tengo agora. Aparte Si don Luis ha de ir a ver su dama esta noche, Amor, una burla en mi favor, con tu ayuda le he de hacer. De traje quiero mudar. Daré fuerzas a mi enredo; que adoro a don Pedro y puedo, de esta manera, engañar mi propia imaginación. Aquí me quiero quedar; que Angélica ha de ayudar a mi amorosa invención.)
Vase doña INÉS. Sale LINARDO
LINARDO: Don Pedro te viene a hablar.
Vase LINARDO. ANGÉLICA y don LUIS hablan aparte
LUIS: ¡Siempre es de mi encuentro azar! ANGÉLICA: Perderá, si juega el dado, pues don Luis se le ha quitado. Labrad, Tomé, el colmenar, y sospechas temerosas no os causen melancolía. LUIS: Beso tus manos hermosas.
Pónese a labrar las colmenas. Sale don PEDRO
PEDRO: Jurara yo, prenda mía, que estáis aquí, pues las rosas que pisáis, por excelencia tienen matices mejores viviendo en vuestra presencia; hoy resucitan las flores que marchitó vuestra ausencia. ¡Venturoso el colmenar donde, hecho abeja el Amor, puede, contento, tomar de vuestras mejillas flor y de vuestro aliento azahar! ¿Qué hacéis, prenda de mi vida? ANGÉLICA: La memoria entretenida daba a la imaginación por dueño del alma un don que con otro me convida. PEDRO: ¡Don! ¿De quién? ANGÉLICA: De un caballero digno de regir el coche de Febo claro y ligero que me enamoró la noche de san Roque. PEDRO: Esos pies quiero besar, señora. Es así que yo aquella noche fui quien vuestro pecho ablandó. LUIS: (Calla, necio, que fui yo Aparte el que tanto merecí.) PEDRO: Pierdo de contento el seso. Ya con gusto soberano mi amor canta este suceso. LUIS: (Yo, pues que besé su mano Aparte tengo de cantar el beso.)
Don LUIS canta entre las colmenas
"Que beséla en el colmenaruelo y yo confieso que a la miel me supo el beso." PEDRO: Lición me da el labrador de lo que tiene de hacer en el colmenar mi amor; mas no os quisiera ofender, Angélica, mi temor.
Canta
LUIS: "Y yo confieso que a la miel me supo el beso." PEDRO: No prive más un villano que yo con amor tirano; dejad que la nieve hermosa bese mi boca dichosa de vuestra angélica mano. LUIS: (Este zángano crüel Aparte me pica y su muerte ordena.) PEDRO: Pagad mi amor firme y fiel. LUIS: (Abejón de mi colmena, Aparte ¡mucho os llegáis a la miel!) ANGÉLICA: No seáis cansado agora. PEDRO: Cánsame mi amor molesto. Dadme esa mano que adora mi alma. Haced, ángel, esto.
Quiere tomarle la mano, y métese don LUIS en medio
LUIS: Apartáos allá, señora; que hay zánganos por aquí y temo os piquen. ANGÉLICA: ¿A mí? Aqueso no os dé cuidado. LUIS: ¿No? Pues estoy yo picado con andar cubierto así. ANGÉLICA: ¿Quién os picó? LUIS: Un avechucho que anda aquí junto a los dos. ANGÉLICA: ¿Y haos picado mucho? LUIS: Mucho. Caballero, andad con Dios. No os detengáis aquí mucho; que habéis dado muestra clara a quien os mira a la cara que también picado estáis y, si a picaros llegáis, temo que os salga a la cara.
A ANGÉLICA
PEDRO: Picóme vuestra afició. Tiene el villano razón.
A don LUIS
Digo que habéis acertado en decir que estoy picado. LUIS: Estáis hecho un salpicón. PEDRO: Pues, idos enhorabuena; que ya picáis de curioso. LUIS: Vos picáis la miel ajena y yo sé picar al oso que se lleva la colmena y picará a vuestra costa. PEDRO: Ya me pico en que no os vais ................... [ -osta]. LUIS: No me espanto; que picáis de noche más que una posta. Picado debéis de estar y así no os quiero dejar. ¿Qué, el no irme os perjudica?
A ANGÉLICA
Para si el zángano os pica, esta red os quiero dar. Tomas esa red sin miedo y en la cara os la poned; que yo defenderme pueso y no es mala aquesta red para quien sabe el enredo. ANGÉLICA: Yo me sabré defender. Tomé, amigo, andad con Dios. LUIS: ¿No se la quiere poner? Pues, señor, ponédsela vos. PEDRO: Tomé, no la he menester. Dejadnos; ya os podéis ir. LUIS: Con ella os podéis cubrir; pero si a picaros van poca mella en vos harán que pies tenéis para hüír. PEDRO: ¡Oh, qué pesado villano! LUIS: Al fin soy hombre de peso. Vos debéis de ser liviano que corréis muy bien. (El beso Aparte vuelvo a cantar de la mano.)
Canta
"Que beséla en el colmenaruelo y yo confieso que a la miel me supo el beso." PEDRO: Dadme aquesa mano un poco, pues sabéis mi ardiente amor; que, si con los labios toco la nieve de su candor, volveráme el gusto loco. ANGÉLICA: Pues por tan poca ocasión no es bien que el seso perdáis, que será gran compasión. LUIS: (¿Otra vez os me pegáis Aparte a la colmena, abejón?) PEDRO: Aquellas bárbaras quejas ofenden ya mis orejas; que, porque la mano os quiero tomar, lo dice el grosero. ANGÉLICA: Allá lo ha con sus abejas Vuestro pensamiento es vano. PEDRO: Bella Angélica, acabad. Dadme este bien soberano; una mano me otorgad.
Toma don PEDRO la mano a ANGÉLICA, y métese don LUIS en medio y dale a don PEDRO con la caperuza
LUIS: Picóme, por Dios, la mano; mas yo me sabré vengar aunque vos sepáis volar. Por aquí el abejón cruza pero con la caperuza le tengo de desvïar. No os llegaréis más así. Yo le haré que aquí no aguarde. PEDRO: Villano, ¿en qué te ofendí? LUIS: Tras de un abejón cobarde ando, no más, por aquí. PEDRO: Grosero, zafio, indiscreto, ¿no miras que aquí los dos estamos? Tened respeto. LUIS: ¿Qué habéis? ¿Helo yo con vos? Sólo en mi oficio me meto. PEDRO: ¿Pues tengo yo de pagallo? ANGÉLICA: ¿No os agrada su simpleza? LUIS: ¿Qué importa, si yo le hallo sobre vos; que en la cabeza os sacuda por matallo? PEDRO: ¿Hay bárbaro semejante? ANGÉLICA: Porque desde aquí adelante no os piquen más, Tomé hermano, los zánganos en la mano, poneos en ella este guante.
Le da uno
LUIS: Besarla la suya quiero. PEDRO: Aparta, zafio grosero. Lo que no merezco yo ¿has de alcanzar tú? LUIS: Pues, ¿no? ANGÉLICA: Dejad a mi colmenero. LUIS: ¡Oh, venturoso Tomé! PEDRO: ¡Y yo, dedichado amante! Aqueste anillo os daré porque me deja ese guante. LUIS: ¿Anillo, yo? ¿Para qué? PEDRO: Porque es mayor galardón LUIS: Es un asno, con perdón, aunque no me maravillo... ¿Defenderáme su anillo si me pica el abejón? Luego, traerle es en vano. Con el guante alegre quedo. ¿No ve, señor cortesano, que el anillo adorna un dedo y el guante toda la mano? PEDRO: ¿Que no me la quieres dar? LUIS: Daréla al diablo primero. Aquí le quiero guardar. PEDRO: ¡Venturoso colmenero! ANGÉLICA: Mi padre hoy al colmenar ha de venir y a los dos no quiero nos halle aquí. Gustará de hablar con vos, mas temo... Tomé, ven; que os he menester. Adiós.
Vanse ANGÉLICA y don LUIS
PEDRO: No en balde, niño Amor, te pintan ciego, pues tus efectos son de ciego vano; un guante diste a un bárbaro villano y a mí me dejas abrasado en fuego. A tener ojos, conocieras luego que soy digno de un bien tan soberano dejándome besar aquella mano que un labrador ganó. ¡Costoso juego! La falta de tu vista me lastima. Amor, pues eres ciego, ponte antojos. Verás mi mal, mi desdichado clima. Diérasme tú aquel guante por despojos; que el labrador le tiene en poca estima. Guardárale en las niñas de mis ojos.
Sale doña INÉS
INÉS: ¡Oh, mi señor! PEDRO: ¡Oh, Guzmán! INÉS: ¿Sólo? PEDRO: Púsose mi Apolo y quedé de noche y solo. INÉS: Tus amores, ¿cómo van? Hablaste a Angélica? PEDRO: Sí. INÉS: ¿Y dio ferias a tu amor? ¿Has ganado algún favor? PEDRO: Gané, Guzmán, y perdí. Ni es de acero, ni es de cera, y de suerte su amor toco; que ni el favor me trae loco ni el desdén me desespera.
Sale FELICIANO, al paño
FELICIANO: (Bien puede ser que Guzmán Aparte sea hombre y no mujer; pero no lo he de creer si los ojos fe no dan. Yo sabré si es doña Juana que anda de paje encubierta.) INÉS: Ésta es, señor, cosa cierta. Adórate el aldeana. A mí me dijo--así goce lo que me obliga a perder-- "Dile que me venga a ver aquesta noche a las doce; que aguardándolo a una reja en centinela estaré, y con su vista daré satisfación a su queja." PEDRO: Dame esos pies. INÉS: Quedo, quedo; que no estás en ti, señor. (Basta, que en enredador Aparte he dado. ¡Gentil enredo pienso hacer aquesta noche!) PEDRO: Fénix soy en dicha solo. Acaba, fogoso Apolo apresura más tu coche. ¡Oh, más que dichoso amante! Los cielos favor me dan. Ven y darásme, Guzmán, casco, coleto y montante.
Vanse don PEDRO y doña INÉS
FELICIANO: Basta, que ya muestra amor a este don Pedro, mi prima. Este concierto me anima a que pruebe su valor. No es mujer Guzmán. Ya quiero creerle; que si lo fuera y a don Pedro amor tuviera, no fuera así su tercero. Esta noche he de salir y la calle he de guardar; que quiero experimentar si sabe don Pedro hüír.
Vase FELICIANO. Salen don LUIS y CARRASCO
LUIS: Esta noche me prevén el vestido que has guardado; que ya mi amor, bien pagado, corre próspero. CARRASCO: Está bien. Y yo, vuelto a ser lacayo, ¿he de acompañarte? LUIS: Sí. CARRASCO: Para asegurarte a ti yo basto; que soy un rayo. Aunque andar rondando rejas por estos pueblos es yerro, pues suele salir un perro, aguzadas las orejas y a traición un hombre espera que sin saber dónde está, antes que diga "¿Quién va?", le lleva una pierna entera. Pero, porque no me ofenda botas de vaca prevengo, muerda de ellas; que no tengo otras piernas en la tienda. Como una san Jorge me pinto porque se ha de armar Carrasco de un embudo en vez de casco con un pellejo de tinto con cuyas armas iré más valiente que va un rufo, pues con arrojar un tufo muerte de puño daré. LUIS: Plega a Dios no huyas después. CARRASCO: ¿Hüír? ¿Cómo he de poder si, acabando de beber, traigo grillos en los pies? LUIS: Ven, loco, que es noche ya y verás, aunque es oscura, salir del sol la luz pura que luz a mis ojos da. CARRASCO: ¡Ay, Dios! ¡Y qué ventolera traes debajo del sombrero! LUIS: Calla, cuero. CARRASCO: Si soy cuero, sírvame el cuero de cuera.
Vanse don LUIS y CARRASCO. Sale ANGÉLICA a su ventana
ANGÉLICA: Movido de mis ruegos, Febo, el paso alargó de su carro rubicundo, espantado de verle todo el mundo tan presto madrugando de su ocaso. Vino la noche, y con el negro raso de sus ropas, causó sueño profundo, muerte que da a la vida ser segundo si no es a mí que velo y me abraso. Amor me manda que velando aguarde a quien, sin haber visto, me enamora. ¡Extraño fuerza! ¡Grave desatino! Temor me hiela porque me acobarde; mas llega tarde ya, que en mi alma mora por quien pienso seguir este camino.
Salen don LUIS, de galán, y CARRASCO, de lacayo
LUIS: Con una china encamina la seña de mi favor. CARRASCO: Busca otra seña mejor; que está muy lejos la China. LUIS: Di, mentecato, animal, ¿no tiene el suelo lleno de chinas? CARRASCO: ¿Chinicas? ¡Bueno! La China que Portugal descubrió pensé decías. Esta china va; que es boba.
Toma una piedra muy grande
Más pesa de media arroba. LUIS: Ciertas son las dichas mías. ANGÉLICA: ¿Es don Luis? CARRASCO: ¿Ves tu simpleza? Si yo esta china tirara, claro está que le quebrara a tu dama la cabeza. LUIS: No soy sino vos, señora, que si el alma es la que da el ser, y la vuestra está mi cuerpo animando agora pues la mía recibís, a mí la vuestra pasó. Angélica seré yo y vos seréis don Luis.
A don LUIS
CARRASCO: Conforme a aqueste despacho, Angélica viene a ser juntamente hombre y mujer y tú, señor, marimacho. ANGÉLICA: ¿Ésta es vuestra compañía Tomé? LUIS: Conmigo se halla. ANGÉLICA: No me habla. ¿Cómo calla? LUIS: Es mudo en presencia mía. Concierto entre los dos fue, señora, ya que lo oís; que hablando con vos don Luis mudo estuviese Tomé. Y agora, ya que yo acudo y con vos mi amor entablo, es razón, pues que yo hablo, que Tomé se quede mudo. ANGÉLICA: Debéisle mucha amistad. No tiene Tomé segundo. No hay otro Tomé en el mundo que tenga tanta lealtad. LUIS: Si importa que me acredite y no es la alabanza impropia cuando se hace en cosa propia aunque poco se permite, sabed que tengo valor como puede dar noticia la nobleza que en Galicia me dejó mi antecesor. Aunque la alabanza ultraja, porque al fin con ella medro, creed que igualo a don Pedro si no le llevo ventaja; porque en fuerzas la ocasión prueba suficiente es del temor con que los tres huyeron de mi bordón. En obligación es llano que me la tenéis a mí pues que la libertad os di cuando os la robó el tirano. En amor eslo forzoso; pues los dos hemos mostrado que el mío es casto y honrado y el suyo torpe y vicioso. En nobleza, mi nobleza es oro, aunque por ser pobre la truecan muchos por cobre; y así, si por la riqueza que tiene don Pedro os cobra, cualquier desdicha me asalta que sin vos, todo me falta y con vos todo me sobra. ¿Qué he de hacer, pues, si Fulgencio os quiere con él casar? ANGÉLICA: Antes se agotará el mar y el infierno con silencio, y la mañana sin tarde, que el sol se divide en dos verá don Pedro, que a vos os deje por un cobarde. Pues vuestro amor no resisto y os quise sin conoceros, creedme que he de quereros ya que os conozco y he visto. Sola seré de don Luis, y en fe de que aquesto es llano dadme de esposo la mano. LUIS: Alma, ¿qué escucháis, qué oís?
Hablan bajo don LUIS y CARRASCO
Carrasco, Carrasco amigo, ponte aquí debajo, ponte, y servirásme de monte siendo de mi bien testigo para que desde tu altura pueda seguro llegar la mejor mano a besar que dio mano a mi ventura. Ea, sé conmigo franco. Ponte. CARRASCO: ¿No fuera razón, como llevan al sermón la silla, trujera un banco para subir o una cuba, y fuera menos trabajo que no ponerme debajo? LUIS: Ponte, ponte porque suba.
Don LUIS sube sobre las espaldas de CARRASCO
Dadme esa mano divina, en quien mi gloria imagino. ANGÉLICA: Tomas, bello peregrino; que soy vuestra peregrina. LUIS: ¡Oh mano de quien asida mi esperanza se regala! ¡Mano hermosa que señala hoy las horas de mi vida! ¡Mano que da a mi ventura la ganancia en quien espero! CARRASCO: (¡Oh mano de algún mortero Aparte de papel o de grosura!)
Habla CARRASCO bajo a don LUIS
Acortemos de lisonjas que aquésas son tretas viejas. Deja manos de entre rejas que son favores de monjas y mira que eres de plomo. LUIS: ¡Dulce mano! CARRASCO: (Volvió al tema. Aparte ¡Cuerpo de Dios con la flema!)
Hablan bajo don LUIS y CARRASCO
¡Ah, don Luis, que me desplomo! ¡Que pesas como el acero! Acaba. Baja, señor. LUIS: ¿No ves que es fuego el amor? Luego yo seré ligero.
A ANGÉLICA
Mi bien, que os he de dejar. ANGÉLICA: Mi bien, ¿que no os he de ver? CARRASCO: (Amante de Lucifer, Aparte ¿que no te quieres bajar?) LUIS: Sin vos mi muerte se alarga; sin vos mi muerte publico. CARRASCO: (Yo, señores, soy borrico Aparte y me he de echar con la carga.)
Deja caer a don LUIS
LUIS: Necio, fin de mi sosiego, mentecato, impertinente... ANGÉLICA: Parece que suena gente. Adiós. LUIS: Adiós. ANGÉLICA: Volved luego.
Vanse ANGÉLICA, don LUIS y CARRASCO. Sale FELICIANO, de noche
FELICIANO: Este amante que a mi prima suele rondar, he de ver con qué valor y poder contra mi espada se anima.
Sale doña INÉS, vestida de mujer, a una ventana
INÉS: (Gente suena. Don Pedro es. Aparte Yo le engaño de esta forma; que si el ángel se transforma Angélica es doña Inés.) ¡Ce! ¿Es don Pedro? FELICIANO: (Ésta es mi prima. Aparte Yo quiero llegar a hablarla y he de fingir, por burlarla, que soy don Pedro.)
Llegándose
Ya estima mi alma aqueste favor, .............. [ -ojos], bello dueño de mis ojos, regalo de mi dolor. Viéndoos piensa mi alegría que el sol paró aquí su coche, pues, dice el cielo que es noche y esa reja que es de día. Ya nuesro oriente español gozará por favor nuevo de día la luz de Febo, de noche a vos, que sois sol. INÉS: Muy lisonero venís. FELICIANO: Digo lo que en vos conozco. INÉS: (Aquesta voz desconozco.) Aparte Si queréis como fingís, Angélica que os estima con razón su amor entabla. FELICIANO: (No es ésta la voz ni habla Aparte de Angélica. No es mi prima. Maraña hay aquí, por Dios. Quiero ver en lo que para.) Será mi ventura clara favoreciéndome vos; y así, pues mi ardiente queja a tal favor os obliga, dejad que mi pena os diga asido a esa dura reja y estimaré esa merced por ventura soberana. INÉS: No es muy alta la ventana. ¿Podréis subir? FELICIANO: Si hay pared,
Trepa
¿por qué no? Dadme esa mano. si la merezco besar. INÉS: Ya nada os puedo negar. FELICIANO: (¡Oh dichoso Feliciano!) Aparte INÉS: Es tanta la oscuridad que no os puede ver así. FELICIANO: (¿Éste, no es el paje? Sí. Ya me anima esta verdad. Sí, que en tales aventuras del amante que bien ama, como el alma todo es llama, suele ver el alma a escuras.) INÉS: ¿No me habláis? ¿Quién dificulta tanto favor? FELICIANO: En consejo entró el alma, cuyo espejo sois vos. INÉS: Y de él, ¿qué resulta? FELICIANO: Que os pida el alma una mano de esposa. ¿Qué respondéis? INÉS: Que estimo que me la deis. FELICIANO: Mil glorias con eseo gano. INÉS: Veis aquí la mía en muestra de que el corazón os doy. FELICIANO: Seré vuestro desde hoy. INÉS: Yo desde hoy esposa vuestra. FELICIANO: Ya mi amor está premiado. INÉS: Yo soy sola la que gana. FELICIANO: (Yo he burlado a doña Juana.) Aparte INÉS: (Don Pedro queda burlado.) Aparte FELICIANO: Gente suena. INÉS: Pues forzosa será, señor, mi partida. Adiós, dueño de mi vida. FELICIANO: Adiós, bellísima esposa.
Vase doña INÉS. Sale don PEDRO, en traje de noche
PEDRO: Basta, que se me ha perdido Guzmanillo, y no sé adónde aquesta noche se esconde, pues, que me dejó y se ha ido de aquesta suerte.
Salen don LUIS y CARRASCO, hablando bajo los dos en toda la escena
LUIS: Detente, que hay rondantes en la calle. CARRASCO: ¿Hay más que llegar y dalle? LUIS: Calla. Arrímate aquí enfrente. CARRASCO: ¿Quién diablos tiene aquí amores? ¿Si es don Pedro? LUIS: Dices bien. CARRASCO: Mas no será; que también hay amantes labradores. LUIS: Calla, y mira si se van. CARRASCO: De aquesta pared soy yedra. PEDRO: Quiero tirar una piedra. CARRASCO: Por Dios, que hay otro galán. PEDRO: Aun la mano no se ve. ¿No hay una piedra en la calle? CARRASCO: Si acá llega, ¿no he de dalle? PEDRO: ¡Vive Dios, que me enlodé!
Don PEDRO llega a limpiarse en la pared y toca en la cara a CARRASCO
CARRASCO: ¡Puf! ¡Cuerpo de Jesucristo con el sucio! LUIS: Calla, diablo. CARRASCO: A ser mis barbas establo pasara. LUIS: Calla. ¿Qué has visto? ¿Qué tienes, necio? ¿Qué escarbas? CARRASCO: Uno escarba y otro hurga, pues, sin ser día de purga, se purga sobre mis barbas. LUIS: Calla. PEDRO: No sé en qué limpié la mano, que estaba blando. Gente parece que hablando está en la calle. ¿Qué haré? FELICIANO: (Ahora bien. Yo determino Aparte ver si don Pedro es valiente.) ¡Ah, caballero! ¿Qué gente? PEDRO: Gente de paz. ¿Hay camino? FELICIANO: Si dice primero el nombre, podrá ser. PEDRO: ¿Importa acaso? FELICIANO: Sí, porque guardo este paso. PEDRO: Pues, yo soy... FELICIANO: ¿Quién es? PEDRO: Un hombre. FELICIANO: Quizá no sois sino bestia. PEDRO: Dígalo agora mi espada.
Meten mano y éntranse acuchillando
LUIS: Ésa es pendencia excusada. CARRASCO: No haya riña ni molestia. No han querido. LUIS: Pues, ¿qué haces? Sígueme, Carrasco. Ven; que yo los sigo también. CARRASCO: Yo basto para estas paces.
Vanse don LUIS y CARRASCO. Salen FULGENCIO y ANGÉLICA
FULGENCIO: Mañana has de casarte. No repliques. ANGÉLICA: Aun es temprano agora. Deja, padre, prevenirme de galas y vestidos. FULGENCIO: Los desposorios han de ser secretos. Ya las tienes para ellos suficientes y tu esposo traerá para las bodas vestidos ricos y costosas joyas. A prevenirme voy. Haz lo que mando.
Vase FULGENCIO
ANGÉLICA: Primero prevendré mi triste muerte, pues antes que don Pedro, se previno para mi esposo el bello peregrino.
Salen don LUIS, de labrador, y doña INÉS, de paje, sin reparar en ANGÉLICA
INÉS: Tomé, en vano os encubrís. Ya yo sé que caballero soi, aunque por colmenero aquese traje os vestís. ANGÉLICA: (Tomé y doña Juana están Aparte hablando; quiero apartarme y de lo que es informarme.) LUIS: Engañado estás, Guzmán. INÉS: ¡Don Lüís! ANGÉLICA: (El colmenero Aparte es don Luis según el paje dice, y su trato y lenguaje es propio de caballero. Ya cesaron mis enojos.) INÉS: ¿No me conocéis? Ea, pues. LUIS: (¡Es mi hermana!) Aparte ¡Doña Inés! ¡Luz clara de aquestos ojos! ANGÉLICA: (¿Luz de sus ojos? ¡Ay, cielos! Luz para él y no soy yo. Ya vuestra rabia llegó al alma, bastardos celos.) LUIS: Dame esos brazos, que aquí... INÉS: Por ti hice este vïaje disfrazándome de paje. ANGÉLICA: (¿Qué oigo, cielos? ¡Ay de mí! Aparte ¡Los brazos a otra mujer! ¡Y "de sus ojos", traidor, a otra mujer! ¡Ay, Amor! ¡Ay de mí! ¿Qué hemos de hacer, alma, en desdicha tan llana? Ya dio mi vida al través. Engañóme doña Inés con nombre de doña Juana.) INÉS: Los dos hemos de casarnos. ANGÉLICA: (¡No mientras viviere yo; Aparte que la venganza me dio manos!) LUIS: Ya no hay apartarnos. INÉS: Ya el cielo me dio marido. ANGÉLICA: (¡Traidora, aun no te le dio; Aparte que sabré matarte yo.) LUIS: Extraño enredo va urdido. ANGÉLICA: (¡Y cómo si ha sido extraño; Aparte pues con extraño rigor has estragado tu amor; mas todo saldrá en tu daño! LUIS: Dispón, doña Inés, y ordena; que darte contento es justo. INÉS: Voy, pues, a tratar tu gusto.
Vase doña INÉS
ANGÉLICA: (Irás a tratar mi pena.) Aparte ¡Falso, mudable, tirano! ¡Humo, sombra, arena, espuma! Que venís a ser en suma flor marchita y viento vano, quimera de solo el nombre, sol en agua, nieve en fuego y, en fin, palabras de griego --que todo aquesto es el hombre-- goza ya a tu doña Inés pues por ti encubierta vino; que a don Pedro determino querer, pues más justo es; que para ti mujer basta que de serlo no haga cuenta y, con disfrazar su afrenta, pretendió afrentar tu casta. Vuelve a tu primero traje y no me engañes jamás; que en tu doña Inés tendrás mujer juntamente y paje. Y a aquesta casa no acudas, villano y falso Tomé; que al fin mudaste la fe como los vestidos mudas. Doña Inés, traidor, te aguarda. Ya no hagas caso de mí que a don Pedro el alma di. LUIS: ¡Oye, espera, escucha, aguarda! ¿Qué engaño es éste, Fortuna? Mi gusto, mi ser, mi gloria, mi regalo, mi memoria, mi cielo, mi sol, mi luna... ANGÉLICA: ¡Tu mal, tu guerra y nublado, tu disgusto y tu tormento, tu pena y tu descontento, tu luna y sol eclipsado! Que ya don Pedro ha de ser mi dueño. Aquesto es forzoso porque no ha de ser mi esposo quien quiso tan vil mujer.
Vase ANGÉLICA
LUIS: ¡Oye! ¡Partióse! ¡Ay de mí! Voy; que irá a determinarse y la mujer, por vengarse, suele hacerse mal a sí.
Vase don LUIS. Salen FULGENCIO y FELICIANO
FULGENCIO: No sé qué bodas he oído de su padre y así quiero que se despose primero. FELICIANO: Muy bien lo habéis advertido.
Salen don PEDRO, ANGÉLICA, y don LUIS, tras ella
ANGÉLICA: Si he resistido hasta agora vuestro gusto, ya el mío es de serviros. PEDRO: Esos pies me dad a besar, señora. FULGENCIO: Siempre con esa esperanza de tu obediencia viví. ANGÉLICA: (¿Qué he de hacer, triste de mí? Aparte ¡Oh, cuánto puedes, venganza!)
Delirante
LUIS: ¡Tal vez mis confusos ojos! ¡Tal mis oídos oyeron! ¡Cielos! ¿Cuyo extraña clima mis desdichas influyeron? Si al cielo mi amor subistes, ¿por qué le abatís tan presto? Sol, que de este sol hermoso me entregaste el carro bello, ¿por qué como a Faetón me has precipitado al suelo? Luna, con muchas mudanzas muda mis glorias al tiempo, si creciste en mis favores, ¿cómo menguaste tan presto? Estrellas, que todas juntas fuistes en mi nacimiento en principios venturosas y en fINÉS de mal inmenso, si me habíades de dar fin tan mísero y funesto, ¿para qué fuistes propicias en mis principios modestos? Mar, que vivís en mis ojos aire en suspiros envuelto que forman nubes de llanto, si forman rayos ardiendo; animales, que a las cuevas os vais huyendo de miedo; aves, que ya no voláis porque os abrasan mis celos; peces mudos, y dichosos mucho más que yo por serlo, pues que palabras sencillas en este estado me han puesto; montes altos, eminentes, ya habitaré en vuestros cerros por no vivir con los hombres donde vive quien me ha muerto; cielos, sol, estrellas, luna agua, tierra, fuego y viento, animales, peces, aves, montes altos, valles, cerros, celos me han vuelto loco porque celos acabarán mi vida con el seso. Hoy Toledo verá um loco que, escogiendo aquí su entierro como Sansón desdeñado, gusta de matar muriendo.
Quítale la espada a don PEDRO y va tras todos
PEDRO: ¡El colmenero está loco! La furia incita su pecho; que quien con todos se toma no puede llamarse cuerdo. FELICIANO: ¡Huye, pues, que despedaza hasta los árboles recios! FULGENCIO: ¡Hija, guárdate del loco! PEDRO: ¡Hüíd del loco, Fulgencio!
Huyen todos, dejando a don LUIS solo
LUIS: Yo soy Orlando el furioso; que en aqueste sitio mesmo le dio Angélica fe y mano a Medoro. El seso pierdo. Loco estoy. Pero ¿qué mucho, si me enloquece el veneno de un falso y fingido amor, que pierda prudencia y seso? ¿Estoy vivo? Pero no; que a manos de un desdén muero. Pues, si muerto, ¿cómo hablo? Si no vivo, ¿cómo siento? Mas no soy yo; que yo fui un hombre alegre y contento. ¿Luego soy mi propia sombra? Sombra no, que tengo cuerpo. Quizá sueño mis desdichas; mas yo, ¿soy liebre que duermo en medio de mis cuidados con los dos ojos abiertos? Colmenas, ¿no sois vosotras testigos, aunque groseros, que Angélica juró aquí menospreciar a don Pedro? Dejad, abejas, la miel; labrad por ella veneno; que Amor, para que me amargue, acíbar su miel ha vuelto. Pero si vive en vosotras el zángano que me ha muerto, ¿cómo mi paciencia sufre que no os abrase mi fuego? Soy loco, muero, estoy vivo; sombra soy y alma en cuerpo, duermo, velo, paro, corro, ciego estoy, topo parezco; y, siendo así, plantas, flores, jazmINÉS, prados, almendros, abejas, colmenas, corchos, cera, acíbar, miel, veneno, sentid de mis locuras el exceso; pues falta Astolfo que me traiga el seso.
Derribe y rompe las colmenas. Sale CARRASCO
CARRASCO: Mirad si lo dije yo. Loco don Lüís se ha vuelto. ¡Ay de mí! Su pobre juicio tomó las de Villadiego. ¿Qué es lo que tienes, señor? LUIS: ¡Oh mi ángel! ¡Oh mi cielo! Gocen mis ojos tus ojos, mis brazos enlace tu cuello, bella Angélica del alma. CARRASCO: ¡Bueno está, por Dios, el cuento! ¿Yo Angélica, con más barbas que en albañil o arriero? LUIS: ¿No eres Angélica? CARRASCO: No. LUIS: ¿Pues quién? CARRASCO: Soy el bodeguero, Carrasco, lacayo tuyo. LUIS: ¡Ah, sí, conocerte quiero! Oye, escucha; ven acá; que quiero rasgarte el pecho porque a mi Angélica dicen la tienes guardada dentro, pues que huyendo de mi furia con Medoro o con don Pedro, como a Jonás la ballena, te la tragaste. CARRASCO: ¡Oh, qué bueno! LUIS: Desabróchate. CARRASCO: ¿Qué dices? LUIS: Desabrocha, acaba, perro. CARRASCO: ¡Ay, Dios, que a coces me mata! Ya me desabrocho; quedo. Vesme aquí desabrochado. LUIS: ¡Oh, cándido y blanco pecho de aquella Angélica ingrata! Tengo de darte mil besos. CARRASCO: ¡Ay, que me muerde, señores! LUIS: Poco mal le haré se muerdo. Si es de hierro el pecho tuyo, ¿qué importa que muerda en hierro? CARRASCO: ¡Cuerpo de Cristo contigo! ¿Soy yo de turrón o queso para comerme a bocados? LUIS: Aquí mi Angélica siento. CARRASCO: ¿Dónde? LUIS: Dentro de tus entrañas. CARRASCO: ¿Dentro en mis entrañas? LUIS: Dentro. CARRASCO: Preñado debo de estar. LUIS: Preñado estás, yo lo veo. CARRASCO: Pues ve a llamar la comadre. LUIS: No, no, que revientes quiero; porque es víbora que nace. Angélica, el pecho abriendo con esta daga, he de abrirte para que paras el cuerpo. Ponte a punto. CARRASCO: Ya me pongo, pero aguarda, que ya vuelvo.
Vase CARRASCO
LUIS: ¿Huyes, villano? Ya te voy siguiendo; que con las alas de mis celos vuelo.
Vase don LUIS. Salen ANGÉLICA, FULGENCIO, don PEDRO, FELICIANO, y doña INÉS, vestida de dama
INÉS: Pongo por testigo al cielo. Don Pedro me dio la mano. PEDRO: ¿Yo la mano? INÉS: Aquesto es llano. Yo soy Guzmán; que el desvelo de un hermano que perdí así me trujo, señor, y a fuerza de un casto amor como paje te serví, hasta que ya he conocido que es el fingido Tomé, por donde el bien que anhelé de ser tuya he conseguido; que cuando anoche pensaste que a tu Angélica las quejas de amor dabas en sus rejas, conmigo te desposaste. PEDRO: ¡Yo anoche te hablé ni vi! ¿Qué dices? INÉS: No es bien que intentes negarlo. ¿Ya te arrepientes? FELICIANO: Todo eso me toca a mí; que a mí me distes la mano si os merezco de mardio.
Sale un ESCRIBANO
ESCRIBANO: Yo este casamiento impido como público escribano. Vuestro padre don Fernando por vos en la corte dio la mano a otra dama, y yo soy testigo. ANGÉLICA: (Albricias mando Aparte al corazón.) PEDRO: ¿Qué decís? ESCRIBANO: Que luego a Madrid partáis donde ya casado estáis. ANGÉLICA: (Mi esposo será don Luis.) Aparte
Salen don LUIS, conducido por CARRASCO y otro
CARRASCO: Nuestros recelosos fuegos en esto habían de parar; desde hoy os han de llamar señora Mata-gallegos. Mirad el daño que fragua un carto de hos de enojos. ANGÉLICA: ¡Ay, don Lüís de mis ojos! Fuentes los vuelve Amor de agua. LUIS: ¡Ay, Dios! CARRASCO: ¿Cesó la molestia del disparate en que diste?
A ANGÉLICA
Para su desmayo fuiste la uña de la gran bestia. ANGÉLICA: Esposo, dueño y señor... LUIS: ¿Por qué ese nombre me das, crüel, si casada estás? ANGÉLICA: ...ya es premiado vuestro amor.
A FULGENCIO
PEDRO: Esta nueva me ha forzado y pido me perdonéis y que a Angélica caséis, porque me tiene casado ya mi padre. ESCRIBANO: Es cosa llana. ANGÉLICA: Pues, sabed que el colmenero es, señor, el caballero que de la furia villana de don Pedro, me libró. FELICIANO: El señor fue el peregrino que sabéis salió al camino de que soy testigo yo. Yo os suplico le caséis con mi prima, pues es justo que su valor os dé gusto. LUIS: Los pies pide que me deis. FULGENCIO: No, sino abrazos de padre. ANGÉLICA: Y yo la mano de esposa. LUIS: Dichoso soy. ANGÉLICA: Yo dichosa. CARRASCO: ¿Acabóse el mal de madre? ¡Bueno has andado conmigo, deshaciéndome a bocados?
A don LUIS
PEDRO: Cesen enojos pasados. Dadme los brazos de amigo. LUIS: La ganancia e interés es mía. Yo soy quien gano. FELICIANO: Y yo, porque doy la mano de marido a doña Inés. Mi engaño aquí se deshaga, dándome perdón, señora. INÉS: Mi dueño sois desde agora. FELICIANO: Si don Lüís mi amor paga, venturoso soy. LUIS: Mi hermana escogió noble marido. CARRASCO: Yo, por lo que te he servido quiero ser desde mañana bodeguero de por vida, no bodeguero al quitar. FULGENCIO: Ese oficio os quiero dar. CARRASCO: Pues no tiene el rey tal vida. FELICIANO: Vos quedáis bien empleado. CARRASCO: Si es así, fenezca agora la discreta labradora mas no el servir tal senado.
Texto electrónico por Vern G. Williamsen
y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
Actualización más reciente: 28 Dec 2002