Tirso de Molina (Gabriel Téllez)
Este texto electrónico fue preparado por Vern Williamsen en 1998. Se basa en el texto de PARTE TERCERA DE LAS COMEDIAS DEL MAESTRO TIRSO DE MOLINA, (Tortosa: Francisco Martorell, 1634) que ha sido cotejado con la edición de Juan Eugenio Hartzenbusch(COMEDIAS DE TIRSO DE MOLINA, BAE 5, 1858). Esta obra fue transcrita al formato HTML para ser presentada en esta colección. Este texto está presentado solamente para usos académicos. Para cualquier otro empleo, póngase en contacto con el encargado de la lista.
Personas que hablan en ella:
ACTO PRIMERO
Salen CARRASCO y CACHOPO
CARRASCO: Pues juegan nuestros señores, saca naipes y dinero. CACHOPO: Si el padre es tamborilero, los hijos son bailadores; y así, yo tahur te llamo, Carrasco, en esta ocasión; que siempre la inclinación sigue quien sirve de su amo. Jugando allá dentro están con una y otra traviesa. CARRASCO: Sirva este poyo de mesa y de sala, este zaguán; aquestas capas de sillas o en pie juguemos. CACHOPO: Razón tienes, que a tal devoción no es mucho estar de rodillas. CARRASCO: Saca aquesa cifra llena de caballos, reyes, sotas, que con ella me alborotas. ¡Ay, hermosa cuarentena en quien sin duda ninguna hallo penitencia tanta que, sin ser Semana Santa, más de un pródigo te ayuna! ¡Qué de de hidalgos principales, observantes en tus leyes, por sólo verse con reyes vienen a verse sin reales! ¡Qué de ellos por ser andantes de noche en tus estaciones, por hacer los dos ladrones se hicieron disciplinantes! ¡Qué de ellos llevan la cruz en ti de su pobre trato! ¡Qué de ellos, por el barato, son tus cófrades de luz! CACHOPO: ¿Qué hemos de jugar? CARRASCO: Un poco de parar, que es lo mejor. CACHOPO: Yo soy de tu propio humor. CARRASCO: Pues tendrás humor de loco. CACHOPO: Barajo. CARRASCO: Yo alzo de mano una sota, que me brinda con la copa. CACHOPO: Si una guinda está hecho, de fue en vano. ¡Muy largas faldas con éstas! El rey de bastos no es malo. CARRASCO: Será el rey Sardanapalo., pues que lleva un palo a cuestas. El naipe es suyo. Alzo y paro un real y otro. CACHOPO: ¡Bien, por Dios!, digo. CARRASCO: Un caballo. CACHOPO: Y aun dos. Sácolo fuera. CARRASCO: ¡Qué avaro que es! Ande. CACHOPO: Y andarla quiero. CARRASCO: Ande, que el caballo he visto. CACHOPO: Y el dos antes. CARRASCO: ¡Vive Cristo! CACHOPO: Y pinta. Tiro el dinero. CARRASCO: ¡Qué presto que se alborota! Baraje, y torne a parar un real, y dos al pintar. CACHOPO: Digo. CARRASCO: Cúpome una sota. ¿Qué me quieres, desollada? CACHOPO: El as de oros reverendo es mío, y otro voy viendo. CARRASCO: Ande. CACHOPO: Vaya a la trocada. CARRASCO: No quiero, que la veo ya; que es sota y muestra los pies. CACHOPO: Es verdad. La sota es, pero encima el as está. CARRASCO: Quiero quitar este encuentro que tira, que no paré sino un real. CACHOPO: ¡Buen cuento, a fe! CARRASCO: No nos oigan allá dentro. CACHOPO: Presa y pinta dijo. CARRASCO: Miente. CACHOPO: ¡Miente a mí! Pues, vil lacayo, sal aquí. CARRASCO: Quedo, sor vayo que también riñe la gente de allá dentro.
Hablan dentro
JUAN: Don Lüís ha arrojado un basto...un as. LUIS: Vos lo tuvistes de más, ¡vive Dios, don Juan! JUAN: Mentís. LUIS: Tomad.
Dan un bofetón dentro
JUAN: ¡Cielos! ¡Bofetón! ¡Y en mi rostro! LUIS: De esta suerte se paga un mentís. JUAN: Tu muerte me dará satisfacción.
Salen don JUAN y don LUIS, desnudas las espadas. Los criados [CARRASCO y CACHOPO] desenvainan las suyas
LUIS: Si el bofetón te deshonra, no te vayas retirando; que si he perdido jugando el dinero, no la honra. El valor que tanto ensalzas he de borrar con tu muerte.
Entran riñendo don JUAN y don LUIS
CARRASCO: Más tajadas he de hacerte, lacayo, que hay en tus calzas.
Estánse acuchillando CARRASCO y CACHOPO, y dicen dentro
JUAN: ¡Ay, que me has muerto traidor! LUIS: Pues, así se restituye mi fama.
Sale huyendo don LUIS
Carrasco, huye. CARRASCO: Echa a la Merced, señor. ¿Matástele? LUIS: Creo que sí. CARRASCO: ¿Creo, dices? Pues mi contrario hecho queda letüario. LUIS: Vamos. CARRASCO: Echa por aquí.
Vanse. Salen doña INÉS, don DIEGO, y CAMILA
INÉS: ¿Qué es esto, señor don Diego? ¿A medianoche en mi casa? Ya de los límites pasa de razón vuestro amor ciego. A abriros mandé la puerta, creyendo que a ella llamaba mi hermano, a quien agradaba, de este atrevimiento incierta. Decid, señor, qué intentáis de noche, pues ni aun de día es bien, sin licencia mía, que en ella los pies pongáis. Si acaso es la pretensión con que vuestro amor molesto en lenguas del vulgo ha puesto mi fama y resputación, y vuestra esperanza vana piensa con tanta porfía que si honrada soy de día de noche he de ser liviana, idos con Dios que ha gran rato que don Luis de aquí ha salido y si viene y ha perdido podrá ser que de barato os haga, cuando aquí os halle, salir con corrida incierta aunque estrasteis por la puerta, por la ventana, a la calle. DIEGO: Doña Inés, poco temor me hará tu hermano que cobre, aunque parezca por pobre, su casa de esgrimidor. Sólo tu rigor me espanta y que entre en tu casa ordena de noche como alma en pena; que a fe, doña Inés, que es tanta que a no tener por notorio que no harás mi mal eterno, fuera fuego del infierno éste de mi purgatorio. De noche te asombro y canso, que soy alma en pena a oscuras y diré, si me conjuras, que busco requiem, descanso. Dime, doña Inés, hermosa ¿cómo haces tan poca cuenta de mi amor, pues sólo intenta que, siendo mi dulce esposa, hagas dueño a tu nobleza de mi mayorazgo rico, que alegre a tus pies aplico, supuesto que la pobreza que te hace don Luis pasar a tan grande extremo llega, que si ya tu honra no juega, no tiene más que jugar? Pues si tal ventura tienes que el dote de tu nobleza me hace olvidar tu pobreza y te recibo sin bienes, ¿quieres que tu hermana llegue a querer que te profane y que tu infame le gane dineros para que juegue? ¿Remediaráte su juego? Sí, que te habrá prometido de barato algún marido. INÉS: ¿Qué es esto? Paso, don Diego, que si mi hermano ha jugado su hacienda, tiene una pieza de oro, que es la nobleza, y ésa nunca la ha empeñado, Id con Dios; que no es ultraje la pobreza cuando es noble; antes resplandece al doble. DIEGO: Noble y limpio es mi linaje si la envidia no le mancha, y agradeced que resisto mi cólera. Nadie ha visto en mi sangre raya o mancha aunque injuriarla procuras. INÉS: Debistes de pretender que no lo echase a ver pues venís a hablarme a oscuras. DIEGO: Eres mujer y no afrentas. No es bien que venganza cobre; que siempre el sobrerbio pobre dice al rico estas afrentas. ¿Qué mancha mi honor traspasa? INÉS: No sé, a fe. Diz que pasó por los puertos de Aspa y dio sus armas a vuestra casa. DIEGO: ¡Vive el cielo! ¡Me provoca --trocando mi amor en furia-- que forzarte aquesta injuria de tu deslenguada boca! ¡Y ojalá que viniera luego tu pobre hermano y supiera que es don Diego quien le espera aquí! INÉS: ¡Qué lindo don Diego! Pero mal quien soy conoces. Llega, infame. CAMILA: Ya esto pasa de raya. Salíos de casa don Diego; que daré voces y haré que la vecindad se alborote y venga aquí.
Sale FABRICIO
FABRICIO: ¿Qué haces, señor, así sin vengar tan gran maldad? Muerto han a don Juan tu hermano. Su venganza determina. DIEGO: ¡Jesús! FABRICIO: Yo estaba a esa esquina y receléme, no en vano, de ver un grande tropel de gente que le llevaban en brazos; ya que pasaban llegué y conocí ser él. Seguíle y vide que en casa de un cirujano le entraron, y una estocada le hallaron que todo el cuerpo le pasa. Un hora le dan de vida. DIEGO: ¿Y quién es el matador? FABRICIO: Dicen que es don Luis, señor. INÉS: ¡Ay de mí! DIEGO: ¡Oh, vil homicida! ¿Prendiéronle? FABRICIO: Señor, no; porque en habiéndole herido huyó. INÉS: ¡Ay de mí! DIEGO: Si se ha ido, seguirle he, Fabricio, yo.
Vanse don DIEGO y FABRICIO
INÉS: Cielos, ¿qué furiosa ira vuestra me persigue tanto? ¿Hay más males? CAMILA: Deja el llano; que debe de ser mentira. INÉS: ¡Ay, que nunca sale incierta la mala nueva! CAMILA: Sí, hará. Éntrate, señora, acá. INÉS: Ven, Camila, que estoy muerta.
Vanse doña INÉS y CAMILA. Salen don LUIS y CARRASCO, visitiéndose de peregrinos
CARRASCO: El sayal por el damasco trueca, que es lo que importa y de lamentarte acorta. LUIS: De aquesta suerte, Carrasco, haremos nuestro camino más seguros. CARRASCO: ¡Plega a Dios! En fin, ¡que somos los dos peregrinos! ¡Peregrino caso! Pero de tu hermana, mi señora doña Inés, ¿no te despides? LUIS: ¿No ves que ésa es diligencia vana? Es don Juan rico en extremo, y yo en extremo soy pobre. CARRASCO: El juego te ha vuelto en cobre. LUIS: Perdí mi hacienda, y ya temo que me habrá cogido el paso la justicia por consejo de su hermano y padre viejo; que no hay honor que sea escaso cuando vengarse codicia; que es pródiga la pasión, y el dinero es aguijón con que corre la justicia. Mi hermana me da cuidado, que es pobre y es principal, y mi locura fue tal que hasta su dote he jugado; temo que me la persiga la guerra del no tener, que pobreza en la mujer a mil desmanes la obliga. Esto siento; pero vella, ¿cómo ha de ser si estará por mí la justicia allá? ¡Ah, desdichada doncella la que convierte su gozo en llanto, do no hay consejo, y muerto su padre viejo, le rige un hermano mozo! CARRASCO: O lloras o desvarías. No hagas eso, que dirán siendo en las armas Roldán, que en llanto eres Jeremías. LUIS: ¿Siempre has de estar de un humor? CARRASCO: ¿Pues, qué? ¿Quieres que lloremos? Ya que al otro muerto habemos, ¿consoloarnos no es mejor? ¿Dónde hemos de ir y, a pie quedo, mudar de vida y estado? LUIS: Un tío el cielo me ha dado canónigo de Toledo, rico y viejo, que desea tenerme en su compañía y en cuantas cartas me envía me escribe que antes que vea la muerte, que ya no puede tardar, me ponga en camino; pues no tiene otro sobrino que su mucha hacienda herede. En esta ocasión quiero valerme de su favor. CARRASCO: ¿Apuestas que soy, señor, o canónigo o perrero? ¡Cuerpo de Dios! Ya te aplico por hombre de mucha cuenta. LUIS: Tiene cinco mil de renta. CARRASCO: ¡Y aun con dos mil fuera rico! Que guarda más que una urraca un canónigo ya viejo. Dominga, yo ya te dejo; quédate para bellaca. LUIS: ¿Siempre has de hablar desatinos? CARRASCO: Así se pasa el trabajo. LUIS: Verás el célebre Tajo, padre de ingenios divino, espejo de rostro bellos en cuya comparación todos los del mundo son feos, mirados con ellos. Allí verás la riqueza, letras, armas, bizarría, discreción, sabiduría, trato apacible y nobleza. CARRASCO: Allí sus riberas llenas de berenjenas zocates. LUIS: (Él ha de hablar disparates.) Aparte CARRASCO: Como muy bien berenjenas, endrinas dulces, membrillos y, en todo alrededor, el soberano licor de Esquivias, Borox, Burguillos, y otros muchos; que noticia tengo en cuantas partes baña con buenos vinos España sus hijos--aunque Galicia de nuestra amistad se agravia-- en esta ausencia dispense conmigo el tinto de Orense y el fondón de Ribadavia. LUIS: Verás en Toledo, en fin, cuanto el deleita desea porque allí vertió Amaltea la copa de su jardín. Llamóle bien un judío la tierra de promisión. CARRASCO: Di, señor, en conclusión, que allí veremos tu tío porque la pena reporte que tengo en salir de aquí. LUIS: Y doce leguas de allí a Madrid, famosa corte, que el mapa del mundo es y, si a mi tío ver puedo, enviaré desde Toledo por mi hermana doña Inés; que a la sombra de tal tío muy bien cabremos los dos. CARRASCO: ¡Vámonos, cuerpo de Dios! No nos prendan, señor mío, que si la justicia llega, querrá hacer de ti justicia. LUIS: Despedirme de Galicia quiero. CARRASCO: Yo de mi gallega. LUIS: Reino famoso, adiós; que alegre hago ausencia de tu célebre montaña, pues que siendo mi patra, como extraña diste a mi juventud siempre mal pago. Adiós, ciudad, sepulcro de Santiago, que das pastor y das nobleza a España, adiós fin de la tierra, que el mar baña, reino famoso, del inglés estrago. Adiós. hermana, que en tus brazos dejo tu belleza, tu fama, tu hermosura; porque eres de mujeres claro espejo. Adiós juegos, amores, travesura; que aunque mozo, desde hoy he de ser viejo si me ayudan y tiempo y la ventura. CARRASCO: Adiós, ciudad gallega, noble y sabia, asombro del alarbe y estorlinga, estación del flamenco y del mandinga, del escita y del que vive en Arabia. Adiós, fregona, cuyo amor me agravia, gallega molletuda; adiós, Dominga, que aunque lo graso de tu amor me pringa, siento más el dejar a Ribadavia. Adiós, fondón, traspuesto en tantos cabos, y conocido de los mismos niños, que aquí te dejo el alma con mil clavos. Adiós, barajas, de mi amor brinquiños, adiós, redondos y tajados nabos, adiós, pescados, berzas, bacoriños.
Vanse don LUIS y CARRASCO. Salen LINARDO y HORACIO
LINARDO: Perdonen por hoy las damas de Toledo, amigo Horacio; que tiempo habrá en que de espacio puedan abrasar sus llamas. Los ojos se han de ocupar hoy en diversos sujetos, que dicen que es de discretos diferenciar el manjar. La comarca de Toledo hace alarde hoy de aldeanas, que a las damas toledanas, Horacio, comparar puedo, que como el Agosto vino lleno de cosecha tanta, en él esta iglesia santa hace hoy su agosto divino. Viene hoy con intento vario toda la comarca entera a adorar la virgen, fuera de su célebre sagrario. Labradoras han venido que son por extremo bellas. HORACIO: ¿Qué importa, dime, si en ellas no hay donaire ni vestido para el apetito? Dalas, amigo Linardo, a Judas, que son imágenes mudas que pinta el tiempo sin galas. Nunca de ellas me enamoro, porque su hermosura es tal, como ropa de sayal, con las guarniciones de oro. LINARDO: Engañado estás. Aguarda, que de aquella tienda sale una aldeana que vale más que cuantas damas guarda en sus palacios Toledo, y por cuyo tierno amor da don Pedro mi señor su hacienda y su vida. HORACIO: Quedo, que ya sale de la tienda la que dices. LINARDO: Su hermosura en aquesta coyuntura mi cierta opinión defienda.
Salen don PEDRO, con un hábito en el pecho, ANGÉLICA, con un sombrero de plumas, y una ALDEANA
PEDRO: ¿No tomáredes siquiera, pagándolo yo, unos guantes, pues joyas más importantes rehusáis de esa manera? ¿Unas tocas? ANGÉLICA: Es en vano el cansaros. Nada quiero; que se corre mi dinero de volverse entero y sano. PEDRO: Dejas que compre algo, pues, a la compañera. ANGÉLICA: Tengo para las dos; que no vengo con amigas de interés. PEDRO: Siguiera por cortesía. ANGÉLICA: Aqueso a las toledanas; que las dos somos villanas. PEDRO: Cerca está la platería. Escoged alguna joya, sortija, cruz o cadena.
A HORACIO
LINARDO: Si como ésta fuera Helena, nunca se perdiera Troya. PEDRO: Recibid algo. ANGÉLICA: Yo basto a pagar. Eso os prohibo; que siempre tras el recibo dicen que se asienta el gasto. Por no venir a gastar, del recibo es bien me prive; que la mujer que recibe es forzoso que ha de dar. PEDRO: ¡Ay, Angélica divina! Sin duda que en tu aldehuela la discreción puso escuela. Tu hermosura peregrina junta con tu discreción me tienen perdido y loco. ANGÉLICA: Señor don Pedro, esto pco basta de conversación; que os miran mil medios ojos hechos ventanas los mantos, y algunos habrá entre tantos a quien podáis dar enojos. Idos, no engendréis recelos porque será afrenta llana que os pida una toledana por una aldeana celos. PEDRO: Bien sabéis vos cuántos días ha que por vuestra beldad menosprecio en la ciudad toledanas bizarrías y que, como el alma os vea sin que su afición reporte, juzga sólo por la corte, Angélica, vuestra aldea. ¡Por Dios, que me dan disgusto cuantas damas hay aquí! ¿Quedáis satisfecha así? ANGÉLICA: Tendréis estragado el gusto y, pues os vais al aldea por damas de aquese modo, será por comer de todo; que la variedad recrea. Estaréis empalagado de tanto soplillo y seda como por Toledo rueda y habráos la grana agradado del aldeano rebozo, la chinela y el sombrero; porque, aunque sois caballero, tenéis el gusto de mozo. Mas, pues que habemos llegado a la santa iglesia ya y aquí aguardándome está mi padre, deja el cuidado, don Pedro, y la pretensión con que vuestro amor extraño ha que persigue un año. Buscad esposa con don; que yo Angélica y sin él, vos mayorazgo y señor, yo hija de un labrador, dirán mal seda y buriel. Vos con aquesa encomienda rico y noble, yo heredera de un labrador que, aunque quiera dejarme con mucha hacienda todo lo deshace el tiempo faltando los temporales, y renegad de caudales que anda a gusto del tiempo. Para más, ya sabéis vos que será cosa excusada y para no alcanzar nada no os canséis, don Pedro. Adiós.
Vanse ANGÉLICA, la ALDEANA, y HORACIO
PEDRO: Oye. ¿Así, crüel, me dejas? Áspid bello, no hagas tanto. Mas pensarás que es encanto y así tapas las orejas. ¿Qué haré, Linardo? Que inquieta mi alma, a su amor sujeta, esta hermosa Circe airada. LINARDO: Respondióte como honrada. señor, y como discreta. Es Angélica heredera de Fulgencio, a quien venera toda esta fértil comarca por ser suyo cuanto abarca lo más de aquesta ribera. Sabe el mayorazgo y renta con que Castilla te estima y que tu fama acrecienta la sangre que te sublimaa de tanto valor y cuenta. Es humilde aquesta moza y así el estado que goza quiere humilde conservar sin consentir desmandar el tuyo, que es de Mendoza. Mas si tanto te avasalla tu amor y no has de ablandalla con ruegos, usa el rigor; que una traza hallo, señor, para que puedas gozalla. Ya sabes la devoción que tiene al santo francées la castellana nación y que hoy la víspera es de Roque, nuestro patrón. Esta nocha va con grita y fiestas a aquella ermita cuya pared Tajo baña, de toda aquesta campaña a vela gente infinita. Yo pienso, y aun claro está que allá la aldeana irá que te trata con desdén. PEDRO: Todo eso es así. Pues, bien, ¿Qué hemos de hacer? LISARDO: Que si va y tú tomas mi consejo, podrás seguro gozarla. PEDRO: Mi vida en tus manos dejo. Pero, ¿cómo? LISARDO: Con robarla, pues hay tan buen aparejo. PEDRO: Eso no. Soy caballero y ofender al sol no quiero que alumbra las penas mías. LISARDO: Amantes con cortesías morirán de hambre primero. El cómo y el cuándo ordena y aqueso no te dé pena. PEDRO: Amor, dame tu favor. Seré Paris robador de otra más hermosa Helena.
Vanse don PEDRO y LISARDO. Salen doña INÉS y CAMILA
CAMILA: Todos afirman por cierto que después que le mató, huyó por camino incierto. INÉS: Más muerta he quedado yo sin él, Camila, que el muerto. Don Diego, Camila, es del muerto don Juan hermano quien quiere dar al través con mi honor como tirano a fuerza de su interés y, porque no vea mi honor el muro de mi valor batir con infame guerra, es mejor dejar mi tierra que no vivir con temor. Él partió a Toledo agora, Camila, porque mi tío, el canónigo, le adora. CAMILA: Tú harás algún desvarío. Míralo más bien, señora. INÉS: Mi casa dejo. Procura guardarla tú y no la ultraje don Diego. Tenla segura porque yo, mudando el traje pienso mudar la ventura.
Vanse doña INÉS y CAMILA. Salen don LUIS y CARRASCO
CARRASCO: Dos leguas ponen de aquí hasta Toledo, no más. Mañana, señor, verás al canónigo; mas di, ¿qué te parece la fiesta que al peregrino del cielo ha hecho esta pueblezuelo? PEDRO: Su devoción manifiesta. CARRASCO: ¡Qué buena farsa! ¡Qué ensayo de toros! ¡Qué bravo encierro! Más quisiera ser el perro de Roque que tu lacayo. LUIS: Calla, loco. CARRASCO: Éste es mi voto. Si yo perro suyo fuera, cada perro me tuviera por su abogado y devoto y, haciéndome fiesta a ratos perros vestidos de moros, en vez de correrme toros pudieran correrme gatos. LUIS: ¡Estás borracho! CARRASCO: No agravia el estarlo un peregrino, ni se vende aquí mal vino; que a falta de Ribadavia, Alaejos, Coca y Pinto de Yepes y Ciudad Real, San Martín y Madrigal, hay buen blanco y mejor tinto. ¡Ay, venturosas las uvas que lloran tan dulces caños! ¡Castilla ilustre, mil años se empreñan de ellas tus cubas! ¡Nunca la peste las dé del vinagre, ni las toque! Toledo, en vez de San Roque, haz mil fiestas a Noé, pues que cifró tu ventura en tus cestos y capachos; que en tal tierra el ser borrachos es calidad, no es locura. LUIS: Óyete, loco. CARRASCO: Aquí dan en esta ermita del santo que celebra España tanto caridad de queso y pan y, de aquella agua bendita þ¿Agua dije? ¡Afrenta fue!þ de aquel licor de Noé que tantos dolores quita, mis tripas han de ser coche de una azumbre. LUIS: ¿Has de callar? CARRASCO: Dicen que todo el lugar se junta aquí aquesta noche en sus fiestas y alegrías, bailes, meriendas, placeres, hombres, niños y mujeres, hasta las fregonas mías. Ya es de noche. ¡Vive Dios que hemos de ver este rumbo, y de cuando en cuando un tumbo! Calabaza os daré a vos; que, ¡a fe que hay lindo despacho de la vinática tinta con la mejor presa y pinta que has visto! LUIS: ¿Soy yo borracho como tú, que eres....? CARRASCO: Soy mona; pues si piensas que me infamas cuando borracho me lamas, me pones una corona.
Cantan dentro
VOCES: "¡Cómo alegra los campos la dulce noche con la fiesta divina de nuestro Roque!" CARRASCO: ¡Bueno, bueno! ¡Vive Dios! la música me desvela. Ya vienen los de la vela.
Salen varios ALDEANOS
LUIS: Dichosos fuimos los dos en llegar a tal sazón. ¿No ves la grita que dan? ALDEANO 1: ¡Bellacos, cola Magán! ALDEANO 2: ¡Cola los de Mocejón! ALDEANO 3: ¡Viva Olías! ALDEANO 3: ¿En qué peca Vargas? ALDEANO 1: Varguillas, mamola. ¡Viva Villaluenga sola! ALDEANO 2: ¡Villaluengo y Villaseca!
Salen ALDEANAS, cantando
ALDEANA 1: "Los azules bellos tachonados de oro muestran el tesoro que adorna los cielos. Su turquí de celos a la vista alegra, y la noche negra, otras veces triste, su pabellón viste de mil resplandores." TODAS: "¡Cómo alegra los campos la dulce noche con la fiesta divina de nuestro Roque!" ALDEANO 1: Siéntense, señores míos. ALDEANA 1: Borden las flores mis sayas. ALDEANO 2: ¡Vive Dioes, que ha de haber vayas de donosos desvaríos! ¡Qué buena noche! ALDEANA 1: ¡Extremada! ALDEANA 2: Aquí me siento. ALDEANO 1: Yo y todo, fácilmente me acomodo. Aquí el asiento me agrada. CARRASCO: Por Dios, que habemos llegado a coyuntura bizarra.
Sale un EMBOZADO, paseándose
EMBOZADO: Oyen, los de la guitarra, ¿de qué basura han sacado esa mujer que a cantar viene? ¡Qué gentil despacho! ALDEANA 1: Tus barbas, sucio borracho, son basura y muladar. EMBOZADO: Anda, que eres de Cabañas, donde todos son mesones, o en buen romance, ladrones. ALDEANA 1: Ésas será tus hazañas; que eres de Olías, borracho, y te dieron cien tocinos por vender por palominos grajos cocidos. EMBOZADO: Un macho . en adobo hasta la cola una vez diste a comer y te lo echaron de ver. TODOS: ¡Bueno! Mamola, mamola. LUIS: No quisiera haber perdido en ningún caso este rato. CARRASCO: Ésta es tierra, pese a mi hato. Galicia, ya yo te olvido, aunque el sueño me da enojos, porque ya el vinillo empieza a alborotar la cabeza y hacer candiles los ojos.
Salen otro grupo de ALDEANOS con un TAMBORILERO
ALDEANO 1: Burguillos viene. ALDEANA 1: ¡Gentil matalotaje! ALDEANO 2: Es valiente. TAMBORILERO: Dios guarde la buena gente. EMBOZADO: No toques el tamboril, pandero. TAMBORILERO: Calla, pazguato, que es de cuero; mas no quiero callar, porque eres un cuero. ALDEANO 1: Cola Burguillos. CARRASCO: ¡Qué rato! ALDEANO 1: Yo apostaré que a la vela traen con danzas y corrillos la arandela de Yunclilllos. ALDEANO 2: ¿Yunclillos tiene arandela? ALDEANO 1: No hay novia en la Sagra toda que no la lleve alquilada, ni piense quedar casada si va sin ella a la boda. ALDEANO 2: ¿Eso ignoras, y eres viejo? Pues cuando van a alquilarla, se han de juntar para darla los alcaldes y el concejo. TAMBORILERO: Ésa es mentira y cautela, y si allá voy... ALDEANO 2: No te corras. TAMBORILERO: Mienten, y son unas zorras. TODOS: Calla, y daca la arandela.
Salen ANGÉLICA, FULGENCIO, y FELICIANO
ANGÉLICA: Todo lo merece el santo y tiene mucha razón de honrar Castilla patrón que merece y puede tanto. ALDEANO 2: ¡Brava viene, vive Dios! ALDEANA 1: Es la que manda el lugar. ALDEANO 1: Melisa, sal a bailar mientras cantamos los dos.
Cantan los ALDEANOS y baila una ALDEANA
ALDEANO 1: "Trébole. ¡Ay, Jesús cómo huele! Trébole. ¡Ay, Jesús qué olor! Tus plantas divinas, Angélica hermosa, en trébol y rosa vuelven las espinas, rosas, clavellinas, y lirios crïaron cuando se estamparon tus pies entre flor." LOS DOS: "Trébole. ¡Ay, Jesús cómo huele! Trébole. ¡Ay, Jesús qué olor!" CARRASCO: Brava la danza ha de ser, digna de tales despojos. LUIS: ¡Carrasco, qué bellos ojos! CARRASCO: ¿Pues, cómo los puedes ver? LUIS: Con la luz que nos envía la luna que, hermosa, para a ver el sol de su cara. CARRASCO: ¿Ya hablamos filosofía? LUIS: ¡Ay, qué divinos despojos! CARRASCO: A dormir un rato me echo.
Échase a dormir
LUIS: No sé qué siento en el pecho que se me entró por los ojos. FELICIANO: Vuestra es, Angélica bella, aquesta fiesta, pues todos celebrándoos de mil modos huelgan de veros en ella.
Hablan dentro don PEDRO y LINARDO
LINARDO: ¡Fuego, fuego! PEDRO: ¡Acudid luego que se nos quema la ermita! LINARDO: ¡Fuego! FELICIANO: ¿De qué es esta grita? PEDRO: ¡Agua traigan! LINARDO: ¡Fuego, fuego! FELICIANO: Quedaos, pues, señora mía; que todos vendremos luego.
Vanse todos, quédandose don LUIS, ANGÉLICA, y CARRASCO, dormido
LUIS: (Dentro en mi pecho está el fuego, Aparte que éste abrasa y ése enfría.)
Salen don PEDRO, LINARDO y dos CRIADOS de don Pedro, desnudas las espadas
PEDRO: Aunque son viles hazañas por procurar mi sosiego, son lícitas. No es el fuego sino dentro en mis entrañas. Habéisle encendido vos. Perdonan, aldeana bella, que así aplaca mi querella mi amor. ANGÉLICA: ¿Qué es aquesto? ¡Ay, Dios! PEDRO: Sólo con robaros medro, pues en vos mi salud hallo. LINARDO: Ponte, señor, a caballo. ANGÉLICA: ¡Ayuda! ¡Ay, traidor don Pedro! PEDRO: En balde ayuda pedís, pues no ayudastes mi amor.
Vanse don PEDRO, LISARDO, y los CRIADOS, llevándosela en brazos
LUIS: No será en balde, traidor, porque está vivo don Luis. ¡Carrasco! ¡Necio borracho...! Mas, ¿qué hago de esta suerte sin dar al traidor la muerte que hace tal robo?
Vase don LUIS
CARRASCO: ¿Qué macho? Ya le ensillo... ya le enfreno. Fuera, sube... corre... tente... mas, ¿qué es de toda la gente que estaba aquí agora? ¡Bueno! Yo apostaré que he dormido dos días; que suelo hacello. ¡Don Luis! ¿De qué me querello? Él se debe de haber ido. Nunca de dormirme acabo; mas con vinos excelentes, si son siete los durmientes, yo seré durmiente octavo.
Salen don LUIS, don PEDRO y LINARDO acuchillándose y ANGÉLICA detrás de don Luis, cuya espada es el bordón
LUIS: ¡Traidores! Dejad el robo de vuestra cobarde hazaña que soy un león de España que vengo a matar un lobo. PEDRO: ¡Cielos! ¡Qué en tal coyuntura este estorbo hubo de haber! LINARDO: No me puedo defender. ¡Ay, que me mata! Procura hüír. Vámonos, señor. Caro el hurto te ha salido. PEDRO: Hombre que me has perseguido, ¿quién eres? LUIS: Soy un rigor, que desde los altos cielos vengo a darte muerte fiera. PEDRO: ¿Rigor? LUIS: Rayo de la esfera.... (De mis encendidos celos.) Aparte PEDRO: Detente; que me destruyes. LUIS: No hay tener; que has de morir. PEDRO: Herido estoy. Quiero hüír.
Vanse don PEDRO y LINARDO
LUIS: No tienes amor, pues huyes. Triunfad de aquesta vitoria, señora, que os da la palma, y triunfad también de un alma que está en infierno y en gloria, que si agora es gloria veros donde la goza mi amor, es un infierno el temor de ausentarme y de perderos. Quisiera daros la vida de quien os ofendió agora. ANGÉLICA: Confieso que os soy deudora, pero ¿qué paga debida habrá que mi libertad pueda pagar, sin ser chica? LUIS: Bien podéis pagar, pues rica tenéis vuestra voluntad, si acaso no os la ha llevado el cobarde que huyó agora. ANGÉLICA: Voluntad, no; que hasta agora ninguno en el mundo ha entrado a robarme tal tesoro que está en defendida torre. LUIS: Pues Amor por torres corre. Júpiter hay que llueve oro. ANGÉLICA: Aunque esa historia no entienda ni mi caudal satisfaga a daros bastante paga, como la queréis de hacienda, yo haré que gran parte os cuadre de la que en mi casa dejo; que, aunque es mi padre ya viejo, no es avariento mi padre. Venid a que os vea, señor. LUIS: Iré para acompañaros y de traidores libraros; que no sufre mi valor que debajo de este traje se encubra algún interés menos que noble; que lo es, aunque extraño, mi linaje.
Sale CARRASCO
CARRASCO: ¡Ah, don Luis! ¡Ah, mi señor! ¿Adónde diablos estás?
Hablan aparte don LUIS y CARRASCO
LUIS: Oye, loco, ¿dónde vas? CARRASCO: Por Dios, que es lindo tu humor. ¿Qué has hecho? ¿No me llamaras cuando te fuiste? ¿Qué es esto? No me descontenta el gesto. Aventuras miro raras. ¿Ya como don Belianís hallas en el campo damas? ¿Y aun por eso no me llamas cuando duermo, don Lüís? LUIS: Calla, loco, no me nombres. CARRASCO: ¿No? Pues, perdona y sepamos con qué nombre nos llamamos cuando hemos de estar sin nombres.
Sale FELICIANO
FELICIANO: ¡Mi prima robada, cielos, sin descubrir al ladrón! Mas éstos sin duda son. ¡Ah, cobardes! Matarélos. Prima mía, la venganza veréis presto del villano. ANGÉLICA: Paso, primo Feliciano; culpad a vuestra tardanza que este peregrino fuerte de don Pedro me libró, que el fuego y grita inventó por robarme. FELICIANO: De esa suerte, dadme vos valiente brazos, libertador de mi prima. LUIS: Por tal mi pecho os estima, y me honran vuestros abrazos. FELICIANO: El teneros por amigo tendré por dicha sin tasa; mi hacienda, mi vida y casa es vuestra. Veníos conmigo. LUIS: No es posible. Por ahora me importa no acompañaros aunque me llega el dejaros al alma, bella señora. Perdonadme pues, segura te dejo y en tal poder, ya no será menester el poner en aventura mi vida. Aquesto me es fuerza. Adiós. FELICIANO: Eso me da pena; pero en pago esta cadena habéis de tomar por fuerza... Mal dije "en pago". ...en señal de que nos habéis de ver cuando podáis. ANGÉLICA: (Si ha de ser Aparte el irse, cierto es mi mal. Ya no hay fuerza que resista agora a tan gran pasión; que el alma y el corazón se van tras él por la vista.) LUIS: No me vence el interés. Perdonad, señor, y adiós; que presto estaré con vos.
Don LUIS habla aparte a CARRASCO
¡Hola! Vamos; que después que me haya visto mi tío --en traje de caballero, dejando el sayal grosero-- publicando el amor mío, volveré a ver sin enojos a esta aldeana belleza; porque galas y riqueza son redes para los ojos.
Vanse don LUIS y CARRASCO
FELICIANO: ¡Nada ha querido tomar! ANGÉLICA: (Fuése. ¡Cielos, ay de mí!) Aparte FELICIANO: En toda mi vida vi suceso más de admirar. A no ver que estoy despierto, creyera que sueño ha sido; mas, ¿qué ocasión habrá habido para haberse así encubierto? ANGÉLICA: No pienso que pueda ser otra sino el excusar la paga que habría de dar mi padre y el no querer que la alabanza le venza de un hecho tan esforzado; que siempre el valiente honrado, si le alaban, se avergüenza. ¡Si no es que ese peregrino es San Roque, y que en su ermita tales robos no permita! FELICIANO: ¿Pensáis que ése es desatino? ANGÉLICA: Si él nos cumple su promesa y nos ve, presto tendremos noticia de esto y sabremos quién es. (Aunque en esta empresa Aparte le quisiera más humano que divino.) FELICIANO: Del ladrón os dará satisfacción, pues que vive, Feliciano; que la nobleza es indina de él pues que la emplea así. ANGÉLICA: Peregrino, hoy va tras ti mi voluntad peregrina.
La villana de la Sagra, Jornada 2
Texto electrónico por Vern G. Williamsen
y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
Actualización más reciente: 28 Dec 2002