LA VILLANA DE LA SAGRA

Tirso de Molina (Gabriel Téllez)

Este texto electrónico fue preparado por Vern Williamsen en 1998. Se basa en el texto de PARTE TERCERA DE LAS COMEDIAS DEL MAESTRO TIRSO DE MOLINA, (Tortosa: Francisco Martorell, 1634) que ha sido cotejado con la edición de Juan Eugenio Hartzenbusch(COMEDIAS DE TIRSO DE MOLINA, BAE 5, 1858). Esta obra fue transcrita al formato HTML para ser presentada en esta colección. Este texto está presentado solamente para usos académicos. Para cualquier otro empleo, póngase en contacto con el encargado de la lista.


Personas que hablan en ella:


ACTO PRIMERO


Salen CARRASCO y CACHOPO
CARRASCO:         Pues juegan nuestros señores,
               saca naipes y dinero.
CACHOPO:       Si el padre es tamborilero,
               los hijos son bailadores;
                  y así, yo tahur te llamo,        
               Carrasco, en esta ocasión;
               que siempre la inclinación
               sigue quien sirve de su amo.
                  Jugando allá dentro están
               con una y otra traviesa.                  
CARRASCO:      Sirva este poyo de mesa
               y de sala, este zaguán;
                  aquestas capas de sillas
               o en pie juguemos.
CACHOPO:                          Razón
               tienes, que a tal devoción         
               no es mucho estar de rodillas.
CARRASCO:         Saca aquesa cifra llena
               de caballos, reyes, sotas,
               que con ella me alborotas.
               ¡Ay, hermosa cuarentena              
                  en quien sin duda ninguna
               hallo penitencia tanta
               que, sin ser Semana Santa,
               más de un pródigo te ayuna!
                  ¡Qué de de hidalgos principales,  
               observantes en tus leyes,
               por sólo verse con reyes
               vienen a verse sin reales!
                  ¡Qué de ellos por ser andantes
               de noche en tus estaciones,               
               por hacer los dos ladrones
               se hicieron disciplinantes!
                  ¡Qué de ellos llevan la cruz
               en ti de su pobre trato!
               ¡Qué de ellos, por el barato,  
               son tus cófrades de luz!
CACHOPO:          ¿Qué hemos de jugar?
CARRASCO:                              Un poco
               de parar, que es lo mejor.
CACHOPO:       Yo soy de tu propio humor.
CARRASCO:      Pues tendrás humor de loco.        
CACHOPO:          Barajo.
CARRASCO:                 Yo alzo de mano
               una sota, que me brinda
               con la copa.
CACHOPO:                   Si una guinda
               está hecho, de fue en vano.
                  ¡Muy largas faldas con éstas!  
               El rey de bastos no es malo.
CARRASCO:      Será el rey Sardanapalo.,
               pues que lleva un palo a cuestas.
                  El naipe es suyo.  Alzo y paro
               un real y otro.
CACHOPO:                      ¡Bien, por Dios!,     
               digo.
CARRASCO:            Un caballo.
CACHOPO:                        Y aun dos.
               Sácolo fuera.
CARRASCO:                   ¡Qué avaro
                  que es!  Ande.
CACHOPO:                         Y andarla quiero.
CARRASCO:      Ande, que el caballo he visto.
CACHOPO:       Y el dos antes.
CARRASCO:                      ¡Vive Cristo!        
CACHOPO:       Y pinta.  Tiro el dinero.
CARRASCO:         ¡Qué presto que se alborota!
               Baraje, y torne a parar
               un real, y dos al pintar.
CACHOPO:       Digo.
CARRASCO:            Cúpome una sota.             
                  ¿Qué me quieres, desollada?
CACHOPO:       El as de oros reverendo
               es mío, y otro voy viendo.
CARRASCO:      Ande.
CACHOPO:             Vaya a la trocada.
CARRASCO:         No quiero, que la veo ya;              
               que es sota y muestra los pies.
CACHOPO:       Es verdad.  La sota es,
               pero encima el as está.
CARRASCO:         Quiero quitar este encuentro
               que tira, que no paré              
               sino un real.
CACHOPO:                    ¡Buen cuento, a fe!
CARRASCO:      No nos oigan allá dentro.
CACHOPO:          Presa y pinta dijo.
CARRASCO:                             Miente.
CACHOPO:       ¡Miente a mí!  Pues, vil lacayo,
               sal aquí.
CARRASCO:               Quedo, sor vayo                  
               que también riñe la gente
                  de allá dentro.

Hablan dentro
JUAN:                              Don Lüís
               ha arrojado un basto...un as.
LUIS:          Vos lo tuvistes de más,
               ¡vive Dios, don Juan!
JUAN:                                Mentís.      
LUIS:             Tomad.

Dan un bofetón dentro
JUAN:                     ¡Cielos!  ¡Bofetón!
               ¡Y en mi rostro!
LUIS:                            De esta suerte
               se paga un mentís.
JUAN:                             Tu muerte
               me dará satisfacción.

Salen don JUAN y don LUIS, desnudas las espadas. 
Los criados [CARRASCO y CACHOPO] desenvainan las
suyas
LUIS:             Si el bofetón te deshonra,      
               no te vayas retirando;
               que si he perdido jugando
               el dinero, no la honra.
                  El valor que tanto ensalzas
               he de borrar con tu muerte.               

Entran riñendo don JUAN y don
LUIS
CARRASCO:      Más tajadas he de hacerte,
               lacayo, que hay en tus calzas.

Estánse acuchillando CARRASCO y CACHOPO, y
dicen dentro
JUAN:             ¡Ay, que me has muerto traidor!
LUIS:          Pues, así se restituye
               mi fama.

Sale huyendo don LUIS
Carrasco, huye.                
CARRASCO:      Echa a la Merced, señor.
                  ¿Matástele?
LUIS:                         Creo que sí.
CARRASCO:      ¿Creo, dices?  Pues mi contrario
               hecho queda letüario.
LUIS:          Vamos.
CARRASCO:             Echa por aquí.             

Vanse.  Salen doña INÉS, don DIEGO, y
CAMILA
INÉS:             ¿Qué es esto, señor don Diego?
               ¿A medianoche en mi casa?
               Ya de los límites pasa
               de razón vuestro amor ciego.
                  A abriros mandé la puerta,     
               creyendo que a ella llamaba
               mi hermano, a quien agradaba,
               de este atrevimiento incierta.
                  Decid, señor, qué intentáis
               de noche, pues ni aun de día      
               es bien, sin licencia mía,
               que en ella los pies pongáis.
                  Si acaso es la pretensión
               con que vuestro amor molesto
               en lenguas del vulgo ha puesto           
               mi fama y resputación,
                  y vuestra esperanza vana
               piensa con tanta porfía
               que si honrada soy de día
               de noche he de ser liviana,              
                  idos con Dios que ha gran rato
               que don Luis de aquí ha salido
               y si viene y ha perdido
               podrá ser que de barato
                  os haga, cuando aquí os halle, 
               salir con corrida incierta
               aunque estrasteis por la puerta,
               por la ventana, a la calle.
DIEGO:            Doña Inés, poco temor
               me hará tu hermano que cobre,     
               aunque parezca por pobre,
               su casa de esgrimidor.             
                  Sólo tu rigor me espanta
               y que entre en tu casa ordena
               de noche como alma en pena;              
               que a fe, doña Inés, que es tanta
                  que a no tener por notorio
               que no harás mi mal eterno,
               fuera fuego del infierno
               éste de mi purgatorio.            
                  De noche te asombro y canso,
               que soy alma en pena a oscuras
               y diré, si me conjuras,
               que busco requiem, descanso.
                  Dime, doña Inés, hermosa 
               ¿cómo haces tan poca cuenta
               de mi amor, pues sólo intenta
               que, siendo mi dulce esposa,
                  hagas dueño a tu nobleza
               de mi mayorazgo rico,                    
               que alegre a tus pies aplico,
               supuesto que la pobreza
                  que te hace don Luis pasar
               a tan grande extremo llega,
               que si ya tu honra no juega,             
               no tiene más que jugar?
                  Pues si tal ventura tienes
               que el dote de tu nobleza
               me hace olvidar tu pobreza
               y te recibo sin bienes,                  
                  ¿quieres que tu hermana llegue
               a querer que te profane
               y que tu infame le gane
               dineros para que juegue?
                  ¿Remediaráte su juego?    
               Sí, que te habrá prometido
               de barato algún marido.
INÉS:          ¿Qué es esto?  Paso, don Diego,
                  que si mi hermano ha jugado
               su hacienda, tiene una pieza             
               de oro, que es la nobleza,
               y ésa nunca la ha empeñado,
                  Id con Dios; que no es ultraje
               la pobreza cuando es noble;
               antes resplandece al doble.              
DIEGO:         Noble y limpio es mi linaje
                  si la envidia no le mancha,
               y agradeced que resisto
               mi cólera.  Nadie ha visto
               en mi sangre raya o mancha               
                  aunque injuriarla procuras.
INÉS:          Debistes de pretender
               que no lo echase a ver
               pues venís a hablarme a oscuras.
DIEGO:            Eres mujer y no afrentas.             
               No es bien que venganza cobre;
               que siempre el sobrerbio pobre
               dice al rico estas afrentas.
                  ¿Qué mancha mi honor traspasa?
INÉS:          No sé, a fe.  Diz que pasó 
               por los puertos de Aspa y dio
               sus armas a vuestra casa.
DIEGO:            ¡Vive el cielo!  ¡Me provoca
               --trocando mi amor en furia--
               que forzarte aquesta injuria             
               de tu deslenguada boca!
                  ¡Y ojalá que viniera luego
               tu pobre hermano y supiera
               que es don Diego quien le espera
               aquí!
INÉS:                ¡Qué lindo don Diego!  
                  Pero mal quien soy conoces.
               Llega, infame.
CAMILA:                       Ya esto pasa
               de raya.  Salíos de casa
               don Diego; que daré voces
                  y haré que la vecindad         
               se alborote y venga aquí.

Sale FABRICIO
FABRICIO:      ¿Qué haces, señor, así
               sin vengar tan gran maldad?
                  Muerto han a don Juan tu hermano.
               Su venganza determina.                   
DIEGO:         ¡Jesús!
FABRICIO:             Yo estaba a esa esquina
               y receléme,  no en vano,
                  de ver un grande tropel
               de gente que le llevaban
               en brazos; ya que pasaban                
               llegué y conocí ser él.
                  Seguíle y vide que en casa
               de un cirujano le entraron,
               y una estocada le hallaron
               que todo el cuerpo le pasa.              
                  Un hora le dan de vida.
DIEGO:         ¿Y quién es el matador?
FABRICIO:      Dicen que es don Luis, señor.
INÉS:          ¡Ay de mí!
DIEGO:                     ¡Oh, vil homicida!
                  ¿Prendiéronle?
FABRICIO:                        Señor, no;     
               porque en habiéndole herido
               huyó.
INÉS:                ¡Ay de mí!
DIEGO:                          Si se ha ido,
               seguirle he, Fabricio, yo.

Vanse don DIEGO y FABRICIO
INÉS:              Cielos,  ¿qué furiosa ira
               vuestra me persigue tanto?               
               ¿Hay más males?
CAMILA:                         Deja el llano;
               que debe de ser mentira.
INÉS:             ¡Ay, que nunca sale incierta
               la mala nueva!
CAMILA:                        Sí, hará.
               Éntrate, señora, acá. 
INÉS:          Ven, Camila, que estoy muerta.

Vanse doña INÉS y CAMILA.  Salen don
LUIS y CARRASCO, visitiéndose de
peregrinos
CARRASCO:         El sayal por el damasco
               trueca, que es lo que importa
               y de lamentarte acorta.
LUIS:          De aquesta suerte, Carrasco,             
                  haremos nuestro camino
               más seguros.
CARRASCO:                  ¡Plega a Dios!
               En fin, ¡que somos los dos
               peregrinos!  ¡Peregrino
                  caso!  Pero de tu hermana,            
               mi señora doña Inés,
               ¿no te despides?
LUIS:                           ¿No ves
               que ésa es diligencia vana?
                  Es don Juan rico en extremo,
               y yo en extremo soy pobre.               
CARRASCO:      El juego te ha vuelto en cobre.
LUIS:          Perdí mi hacienda, y ya temo
                  que me habrá cogido el paso
               la justicia por consejo
               de su hermano y padre viejo;             
               que no hay honor que sea escaso
                  cuando vengarse codicia;
               que es pródiga la pasión,
               y el dinero es aguijón
               con que corre la justicia.               
                  Mi hermana me da cuidado,
               que es pobre y es principal,
               y mi locura fue tal
               que hasta su dote he jugado;
                  temo que me la persiga                
               la guerra del no tener,
               que pobreza en la mujer
               a mil desmanes la obliga.
                  Esto siento; pero vella,
               ¿cómo ha de ser si estará 
               por mí la justicia allá?
               ¡Ah, desdichada doncella
                  la que convierte su gozo
               en llanto, do no hay consejo,
               y muerto su padre viejo,                 
               le rige un hermano mozo!
CARRASCO:         O lloras o desvarías.
               No hagas eso, que dirán
               siendo en las armas Roldán,
               que en llanto eres Jeremías.      
LUIS:             ¿Siempre has de estar de un humor?
CARRASCO:      ¿Pues, qué?  ¿Quieres que lloremos?
               Ya que al otro muerto habemos,
               ¿consoloarnos no es mejor?
                  ¿Dónde hemos de ir y, a pie quedo,
               mudar de vida y estado?
LUIS:          Un tío el cielo me ha dado
               canónigo de Toledo,
                  rico y viejo, que desea
               tenerme en su compañía     
               y en cuantas cartas me envía
               me escribe que antes que vea
                  la muerte, que ya no puede
               tardar, me ponga en camino;
               pues no tiene otro sobrino               
               que su mucha hacienda herede.
                  En esta ocasión quiero
               valerme de su favor.
CARRASCO:      ¿Apuestas que soy, señor,
               o canónigo o perrero?             
                  ¡Cuerpo de Dios! Ya te aplico
               por hombre de mucha cuenta.
LUIS:          Tiene cinco mil de renta.
CARRASCO:      ¡Y aun con dos mil fuera rico!
                  Que guarda más que una urraca 
               un canónigo ya viejo.
               Dominga, yo ya te dejo;
               quédate para bellaca.
LUIS:             ¿Siempre has de hablar desatinos?
CARRASCO:      Así se pasa el trabajo.           
LUIS:          Verás el célebre Tajo,
               padre de ingenios divino,
                  espejo de rostro bellos
               en cuya comparación
               todos los del mundo son                  
               feos, mirados con ellos.
                  Allí verás la riqueza,
               letras, armas, bizarría,
               discreción, sabiduría,
               trato apacible y nobleza.                
CARRASCO:         Allí sus riberas llenas
               de berenjenas zocates.
LUIS:          (Él ha de hablar disparates.)    Aparte
CARRASCO:      Como muy bien berenjenas,
                  endrinas dulces, membrillos           
               y,  en todo alrededor,
               el soberano licor
               de Esquivias, Borox, Burguillos,
                  y otros muchos; que noticia
               tengo en cuantas partes baña      
               con buenos vinos España
               sus hijos--aunque Galicia
                  de nuestra amistad se agravia--
               en esta ausencia dispense
               conmigo el tinto de Orense               
               y el fondón de Ribadavia.
LUIS:             Verás en Toledo, en fin,
               cuanto el deleita desea
               porque allí vertió Amaltea
               la copa de su jardín.             
                  Llamóle bien un judío
               la tierra de promisión.
CARRASCO:      Di, señor, en conclusión,
               que allí veremos tu tío
                  porque la pena reporte                
               que tengo en salir de aquí.
LUIS:          Y doce leguas de allí
               a Madrid, famosa corte,
                  que el mapa del mundo es
               y, si a mi tío ver puedo,         
               enviaré desde Toledo
               por mi hermana doña Inés;
                  que a la sombra de tal tío
               muy bien cabremos los dos.
CARRASCO:      ¡Vámonos, cuerpo de Dios!    
               No nos prendan, señor mío,
                  que si la justicia llega,
               querrá hacer de ti justicia.
LUIS:          Despedirme de Galicia
               quiero.
CARRASCO:             Yo de mi gallega.                 

LUIS:             Reino famoso, adiós; que alegre hago
               ausencia de tu célebre montaña,
               pues que siendo mi patra, como extraña
               diste a mi juventud siempre mal pago.
                  Adiós, ciudad, sepulcro de Santiago, 
               que das pastor y das nobleza a España,
               adiós fin de la tierra, que el mar baña,
               reino famoso, del inglés estrago.
                  Adiós. hermana, que en tus brazos dejo
               tu belleza, tu fama, tu hermosura;       
               porque eres de mujeres claro espejo.
                  Adiós juegos, amores, travesura;
               que aunque mozo, desde hoy he de ser viejo
               si me ayudan y tiempo y la ventura.
CARRASCO:         Adiós, ciudad gallega, noble y sabia, 
               asombro del alarbe y estorlinga,
               estación del flamenco y del mandinga,
               del escita y del que vive en Arabia.
                  Adiós, fregona, cuyo amor me agravia,
               gallega molletuda; adiós, Dominga, 
               que aunque lo graso de tu amor me pringa,
               siento más el dejar a Ribadavia.
                  Adiós, fondón, traspuesto en tantos cabos,
               y conocido de los mismos niños,
               que aquí te dejo el alma con mil clavos. 
                  Adiós, barajas, de mi amor brinquiños,
               adiós, redondos y tajados nabos,
               adiós, pescados, berzas, bacoriños.

Vanse don LUIS y CARRASCO.  Salen LINARDO y
HORACIO
LINARDO:          Perdonen por hoy las damas
               de Toledo, amigo Horacio;                
               que tiempo habrá en que de espacio
               puedan abrasar sus llamas.
                  Los ojos se han de ocupar
               hoy en diversos sujetos,
               que dicen que es de discretos            
               diferenciar el manjar.
                  La comarca de Toledo
               hace alarde hoy de aldeanas,
               que a las damas toledanas,
               Horacio, comparar puedo,                  
                  que como el Agosto vino
               lleno de cosecha tanta,
               en él esta iglesia santa
               hace hoy su agosto divino.
                  Viene hoy con intento vario           
               toda la comarca entera
               a adorar la virgen, fuera
               de su célebre sagrario.
                  Labradoras han venido
               que son por extremo bellas.              
HORACIO:       ¿Qué importa, dime, si en ellas
               no hay donaire ni vestido
                  para el apetito?  Dalas,
               amigo Linardo, a Judas,
               que son imágenes mudas            
               que pinta el tiempo sin galas.
                  Nunca de ellas me enamoro,
               porque su hermosura es tal,
               como ropa de sayal,
               con las guarniciones de oro.             
LINARDO:          Engañado estás.  Aguarda,
               que de aquella tienda sale
               una aldeana que vale
               más que cuantas damas guarda     
                  en sus palacios Toledo,               
               y por cuyo tierno amor
               da don Pedro mi señor
               su hacienda y su vida.
HORACIO:                             Quedo,
                  que ya sale de la tienda
               la que dices.
LINARDO:                    Su hermosura                
               en aquesta coyuntura
               mi cierta opinión defienda.

Salen don PEDRO, con un hábito en el pecho,
ANGÉLICA, con un sombrero de plumas, y una
ALDEANA
PEDRO:            ¿No tomáredes siquiera,
               pagándolo yo, unos guantes,
               pues joyas más importantes        
               rehusáis de esa manera?
                  ¿Unas tocas?
ANGÉLICA:                      Es en vano
               el cansaros.  Nada quiero;
               que se corre mi dinero
               de volverse entero y sano.               
PEDRO:            Dejas que compre algo, pues,
               a la compañera.
ANGÉLICA:                      Tengo
               para las dos; que no vengo         
               con amigas de interés.
PEDRO:            Siguiera por cortesía.         
ANGÉLICA:      Aqueso a las toledanas;
               que las dos somos villanas.
PEDRO:         Cerca está la platería.
                  Escoged alguna joya,
               sortija, cruz o cadena.                  

A HORACIO
LINARDO:       Si como ésta fuera Helena,
               nunca se perdiera Troya.
PEDRO:            Recibid algo.
ANGÉLICA:                       Yo basto
               a pagar.  Eso os prohibo;
               que siempre tras el recibo               
               dicen que se asienta el gasto.
                  Por no venir a gastar,
               del recibo es bien me prive;
               que la mujer que recibe
               es forzoso que ha de dar.                
PEDRO:            ¡Ay, Angélica divina!
               Sin duda que en tu aldehuela
               la discreción puso escuela.
               Tu hermosura peregrina
                  junta con tu discreción        
               me tienen perdido y loco.
ANGÉLICA:      Señor don Pedro, esto pco
               basta de conversación;
                  que os miran mil medios ojos
               hechos ventanas los mantos,              
               y algunos habrá entre tantos
               a quien podáis dar enojos.
                  Idos, no engendréis recelos
               porque será afrenta llana
               que os pida una toledana                 
               por una aldeana celos.
PEDRO:            Bien sabéis vos cuántos días
               ha que por vuestra beldad
               menosprecio en la ciudad
               toledanas bizarrías               
                  y que, como el alma os vea
               sin que su afición reporte,
               juzga sólo por la corte,
               Angélica, vuestra aldea.
                  ¡Por Dios, que me dan disgusto   
               cuantas damas hay aquí!
               ¿Quedáis satisfecha así?
ANGÉLICA:      Tendréis estragado el gusto
                  y, pues os vais al aldea
               por damas de aquese modo,                
               será por comer de todo;
               que la variedad recrea.
                  Estaréis empalagado
               de tanto soplillo y seda
               como por Toledo rueda                    
               y habráos la grana agradado
                  del aldeano rebozo,
               la chinela y el sombrero;
               porque, aunque sois caballero,
               tenéis el gusto de mozo.          
                  Mas, pues que habemos llegado
               a la santa iglesia ya
               y aquí aguardándome está
               mi padre, deja el cuidado,
                  don Pedro, y la pretensión     
               con que vuestro amor extraño
               ha que persigue un año.
               Buscad esposa con don;
                  que yo Angélica y sin él,
               vos mayorazgo y señor,            
               yo hija de un labrador,
               dirán mal seda y buriel.
                  Vos con aquesa encomienda
               rico y noble, yo heredera
               de un labrador que, aunque quiera        
               dejarme con mucha hacienda
                  todo lo deshace el tiempo
               faltando los temporales,
               y renegad de caudales
               que anda a gusto del tiempo.             
                  Para más, ya sabéis vos
               que será cosa excusada
               y para no alcanzar nada
               no os canséis, don Pedro. Adiós.

Vanse ANGÉLICA, la ALDEANA, y
HORACIO
PEDRO:            Oye.  ¿Así, crüel, me dejas?
               Áspid bello, no hagas tanto.
               Mas pensarás que es encanto
               y así tapas las orejas.

                  ¿Qué haré, Linardo?  Que inquieta
               mi alma, a su amor sujeta,               
               esta hermosa Circe airada.
LINARDO:       Respondióte como honrada.
               señor, y como discreta.
                  Es Angélica heredera
               de Fulgencio, a quien venera             
               toda esta fértil comarca
               por ser suyo cuanto abarca
               lo más de aquesta ribera.
                  Sabe el mayorazgo y renta
               con que Castilla te estima               
               y que tu fama acrecienta           
               la sangre que te sublimaa
               de tanto valor y cuenta.
                  Es humilde aquesta moza
               y así el estado que goza          
               quiere humilde conservar
               sin consentir desmandar
               el tuyo, que es de Mendoza.
                  Mas si tanto te avasalla
               tu amor y no has de ablandalla           
               con ruegos, usa el rigor;
               que una traza hallo, señor,
               para que puedas gozalla.
                  Ya sabes la devoción
               que tiene al santo francées       
               la castellana nación
               y que hoy la víspera es
               de Roque, nuestro patrón.
                  Esta nocha va con grita
               y fiestas a aquella ermita               
               cuya pared Tajo baña,
               de toda aquesta campaña
               a vela gente infinita.
                  Yo pienso, y aun claro está
               que allá la aldeana irá    
               que te trata con desdén.
PEDRO:         Todo eso es así.  Pues, bien,
               ¿Qué hemos de hacer?
LISARDO:                           Que si va
                  y tú tomas mi consejo,
               podrás seguro gozarla.            
PEDRO:         Mi vida en tus manos dejo.
               Pero, ¿cómo?
LISARDO:                    Con robarla,
               pues hay tan buen aparejo.
PEDRO:            Eso no.  Soy caballero
               y ofender al sol no quiero               
               que alumbra las penas mías.
LISARDO:       Amantes con cortesías
               morirán de hambre primero.
                  El cómo y el cuándo ordena
               y aqueso no te dé pena.           
PEDRO:         Amor, dame tu favor.
               Seré Paris robador
               de otra más hermosa Helena.

Vanse don PEDRO y LISARDO.  Salen doña
INÉS y CAMILA
CAMILA:           Todos afirman por cierto
               que después que le mató,   
               huyó por camino incierto.
INÉS:          Más muerta he quedado yo
               sin él, Camila, que el muerto.
                  Don Diego, Camila, es
               del muerto don Juan hermano              
               quien quiere dar al través
               con mi honor como tirano
               a fuerza de su interés
                  y, porque no vea mi honor
               el muro de mi valor                      
               batir con infame guerra,
               es mejor dejar mi tierra
               que no vivir con temor.
                  Él partió a Toledo agora,
               Camila, porque mi tío,            
               el canónigo, le adora.
CAMILA:        Tú harás algún desvarío.
               Míralo más bien, señora.
INÉS:             Mi casa dejo.  Procura
               guardarla tú y no la ultraje      
               don Diego. Tenla segura
               porque yo, mudando el traje
               pienso mudar la ventura.

Vanse doña INÉS y CAMILA.  Salen don
LUIS y CARRASCO
CARRASCO:         Dos leguas ponen de aquí
               hasta Toledo, no más.             
               Mañana, señor, verás
               al canónigo; mas di,
                  ¿qué te parece la fiesta
               que al peregrino del cielo
               ha hecho esta pueblezuelo?               
PEDRO:         Su devoción manifiesta.
CARRASCO:         ¡Qué buena farsa!  ¡Qué ensayo
               de toros!  ¡Qué bravo encierro!
               Más quisiera ser el perro
               de Roque que tu lacayo.                  
LUIS:             Calla, loco.
CARRASCO:                      Éste es mi voto.
               Si yo perro suyo fuera,
               cada perro me tuviera
               por su abogado y devoto
                  y, haciéndome fiesta a ratos   
               perros vestidos de moros,
               en vez de correrme toros
               pudieran correrme gatos.
LUIS:             ¡Estás borracho!
CARRASCO:                          No agravia
               el estarlo un peregrino,                 
               ni se vende aquí mal vino;
               que a falta de Ribadavia,
                  Alaejos, Coca y Pinto
               de Yepes y Ciudad Real,
               San Martín y Madrigal,            
               hay buen blanco y mejor tinto.
                  ¡Ay, venturosas las uvas
               que lloran tan dulces caños!
               ¡Castilla ilustre, mil años
               se empreñan de ellas tus cubas!   
                  ¡Nunca la peste las dé
               del vinagre, ni las toque!
               Toledo, en vez de San Roque,
               haz mil fiestas a Noé,
                  pues que cifró tu ventura      
               en tus cestos y capachos;
               que en tal tierra el ser borrachos
               es calidad, no es locura.
LUIS:             Óyete, loco.
CARRASCO:                       Aquí dan
               en esta ermita del santo                 
               que celebra España tanto
               caridad de queso y pan
                  y, de aquella agua bendita
               þ¿Agua dije?  ¡Afrenta fue!þ
               de aquel licor de Noé             
               que tantos dolores quita,
                  mis tripas han de ser coche
               de una azumbre.
LUIS:                          ¿Has de callar?
CARRASCO:      Dicen que todo el lugar
               se junta aquí aquesta noche       
                  en sus fiestas y alegrías,
               bailes, meriendas, placeres,
               hombres, niños y mujeres,
               hasta las fregonas mías.
                  Ya es de noche.  ¡Vive Dios      
               que hemos de ver este rumbo,
               y de cuando en cuando un tumbo!
               Calabaza os daré a vos;
                  que, ¡a fe que hay lindo despacho
               de la vinática tinta              
               con la mejor presa y pinta
               que has visto!
LUIS:                         ¿Soy yo borracho
                  como tú, que eres....?
CARRASCO:                                Soy mona;
               pues si piensas que me infamas
               cuando borracho me lamas,                
               me pones una corona.

Cantan dentro
VOCES:            "¡Cómo alegra los campos 
               la dulce noche
               con la fiesta divina 
               de nuestro Roque!"                   

CARRASCO:         ¡Bueno, bueno!  ¡Vive Dios!
               la música me desvela.
               Ya vienen los de la vela.

Salen varios ALDEANOS
LUIS:          Dichosos fuimos los dos            
                  en llegar a tal sazón.         
               ¿No ves la grita que dan?
ALDEANO 1:     ¡Bellacos, cola Magán!
ALDEANO 2:     ¡Cola los de Mocejón!
ALDEANO 3:        ¡Viva Olías!
ALDEANO 3:                     ¿En qué peca
               Vargas?
ALDEANO 1:              Varguillas, mamola.             
               ¡Viva Villaluenga sola!
ALDEANO 2:     ¡Villaluengo y Villaseca!

Salen ALDEANAS, cantando
ALDEANA 1:        "Los azules bellos
               tachonados de oro
               muestran el tesoro                       
               que adorna los cielos.
               Su turquí de celos
               a la vista alegra,
               y la noche negra,
               otras veces triste,                      
               su pabellón viste
               de mil resplandores."
TODAS:            "¡Cómo alegra los campos 
               la dulce noche
               con la fiesta divina                     
               de nuestro Roque!"

ALDEANO 1:        Siéntense, señores míos.
ALDEANA 1:     Borden las flores mis sayas.
ALDEANO 2:     ¡Vive Dioes, que ha de haber vayas
               de donosos desvaríos!             
                  ¡Qué buena noche!
ALDEANA 1:                          ¡Extremada!
ALDEANA 2:     Aquí me siento.
ALDEANO 1:                     Yo y todo,
               fácilmente me acomodo.
               Aquí el asiento me agrada.
CARRASCO:         Por Dios, que habemos llegado         
               a coyuntura bizarra.

Sale un EMBOZADO, paseándose
EMBOZADO:      Oyen, los de la guitarra,
               ¿de qué basura han sacado
                  esa mujer que a cantar
               viene?  ¡Qué gentil despacho! 
ALDEANA 1:     Tus barbas, sucio borracho,
               son basura y muladar.
EMBOZADO:         Anda, que eres de Cabañas,
               donde todos son mesones,
               o en buen romance, ladrones.             
ALDEANA 1:     Ésas será tus hazañas;
                  que eres de Olías, borracho,
               y te dieron cien tocinos
               por vender por palominos
               grajos cocidos.
EMBOZADO:                           Un macho            .
                  en adobo hasta la cola
               una vez diste a comer
               y te lo echaron de ver.
TODOS:         ¡Bueno!  Mamola, mamola.
LUIS:             No quisiera haber perdido             
               en ningún caso este rato.
CARRASCO:      Ésta es tierra, pese a mi hato.
               Galicia, ya yo te olvido,
                  aunque el sueño me da enojos,
               porque ya el vinillo empieza             
               a alborotar la cabeza
               y hacer candiles los ojos.

Salen otro grupo de ALDEANOS con un
TAMBORILERO
ALDEANO 1:        Burguillos viene.
ALDEANA 1:                         ¡Gentil
               matalotaje!
ALDEANO 2:                     Es valiente.
TAMBORILERO:   Dios guarde la buena gente.              
EMBOZADO:      No toques el tamboril,
                  pandero.
TAMBORILERO:              Calla, pazguato,
               que es de cuero; mas no quiero
               callar, porque eres un cuero.
ALDEANO 1:     Cola Burguillos.
CARRASCO:                            ¡Qué rato! 
ALDEANO 1:        Yo apostaré que a la vela
               traen con danzas y corrillos
               la arandela de Yunclilllos.
ALDEANO 2:     ¿Yunclillos tiene arandela?
ALDEANO 1:        No hay novia en la Sagra toda         
               que no la lleve alquilada,
               ni piense quedar casada
               si va sin ella a la boda.
ALDEANO 2:        ¿Eso ignoras, y eres viejo?
               Pues cuando van a alquilarla,            
               se han de juntar para darla
               los alcaldes y el concejo.
TAMBORILERO:      Ésa es mentira y cautela,
               y si allá voy...
ALDEANO 2:                      No te corras.
TAMBORILERO:   Mienten, y son unas zorras.              
TODOS:         Calla, y daca la arandela.

Salen ANGÉLICA, FULGENCIO, y 
FELICIANO
ANGÉLICA:         Todo lo merece el santo
               y tiene mucha razón
               de honrar Castilla patrón
               que merece y puede tanto.                
ALDEANO 2:        ¡Brava viene, vive Dios!
ALDEANA 1:     Es la que manda el lugar.
ALDEANO 1:     Melisa, sal a bailar
               mientras cantamos los dos.

Cantan los ALDEANOS y baila una
ALDEANA
ALDEANO 1:        "Trébole.  ¡Ay, Jesús cómo huele!                                      
               Trébole.  ¡Ay, Jesús qué olor!
               Tus plantas divinas,
               Angélica hermosa,
               en trébol y rosa
               vuelven las espinas,                     
               rosas, clavellinas,
               y lirios crïaron
               cuando se estamparon
               tus pies entre flor."
LOS DOS:       "Trébole.  ¡Ay, Jesús cómo huele!                                      
               Trébole.  ¡Ay, Jesús qué olor!"     

CARRASCO:         Brava la danza ha de ser,
               digna de tales despojos.
LUIS:          ¡Carrasco, qué bellos ojos!
CARRASCO:      ¿Pues, cómo los puedes ver?  
LUIS:             Con la luz que nos envía
               la luna que, hermosa, para
               a ver el sol de su cara.
CARRASCO:      ¿Ya hablamos filosofía?
LUIS:             ¡Ay, qué divinos despojos!
CARRASCO:      A dormir un rato me echo.

Échase a dormir
LUIS:          No sé qué siento en el pecho
               que se me entró por los ojos.
FELICIANO:        Vuestra es, Angélica bella,
               aquesta fiesta, pues todos               
               celebrándoos de mil modos
               huelgan de veros en ella.

Hablan dentro don PEDRO y LINARDO
LINARDO:          ¡Fuego, fuego!
PEDRO:                          ¡Acudid luego
               que se nos quema la ermita!
LINARDO:       ¡Fuego!
FELICIANO:              ¿De qué es esta grita? 
PEDRO:         ¡Agua traigan!
LINARDO:                     ¡Fuego, fuego!
FELICIANO:        Quedaos, pues, señora mía;
               que todos vendremos luego.

Vanse todos, quédandose don LUIS,
ANGÉLICA, y CARRASCO, dormido
LUIS:          (Dentro en mi pecho está el fuego,  Aparte
               que éste abrasa y ése enfría.)                                    

Salen don PEDRO, LINARDO y dos CRIADOS de don
Pedro, desnudas las espadas
PEDRO:            Aunque son viles hazañas
               por procurar mi sosiego,
               son lícitas.  No es el fuego
               sino dentro en mis entrañas.
                  Habéisle encendido vos.        
               Perdonan, aldeana bella,
               que así aplaca mi querella
               mi amor.
ANGÉLICA:               ¿Qué es aquesto?  ¡Ay, Dios!
PEDRO:            Sólo con robaros medro,
               pues en vos mi salud hallo.              
LINARDO:       Ponte, señor, a caballo.
ANGÉLICA:      ¡Ayuda!  ¡Ay, traidor don Pedro!
PEDRO:            En balde ayuda pedís,
               pues no ayudastes mi amor.

Vanse don PEDRO, LISARDO, y los CRIADOS,
llevándosela en brazos
LUIS:          No será en balde, traidor,        
               porque está vivo don Luis.
                  ¡Carrasco!  ¡Necio borracho...!
               Mas, ¿qué hago de esta suerte
               sin dar al traidor la muerte
               que hace tal robo?

Vase don LUIS
CARRASCO:                         ¿Qué macho? 
                  Ya le ensillo... ya le enfreno.
               Fuera, sube...  corre... tente...
               mas, ¿qué es de toda la gente
               que estaba aquí agora?  ¡Bueno!
                  Yo apostaré que he dormido     
               dos días; que suelo hacello.
               ¡Don Luis!  ¿De qué me querello?
               Él se debe de haber ido.
                  Nunca de dormirme acabo;
               mas con vinos excelentes,                
               si son siete los durmientes,
               yo seré durmiente octavo.

Salen don LUIS, don PEDRO y LINARDO
acuchillándose y ANGÉLICA detrás de don
Luis, cuya espada es el bordón
LUIS:             ¡Traidores!  Dejad el robo
               de vuestra cobarde hazaña
               que soy un león de España  
               que vengo a matar un lobo.
PEDRO:            ¡Cielos!  ¡Qué en tal coyuntura
               este estorbo hubo de haber!
LINARDO:       No me puedo defender.
               ¡Ay, que me mata!  Procura          
                  hüír.  Vámonos, señor.
               Caro el hurto te ha salido.
PEDRO:         Hombre que me has perseguido,
               ¿quién eres?
LUIS:                        Soy un rigor,
                  que desde los altos cielos            
               vengo a darte muerte fiera.
PEDRO:         ¿Rigor?
LUIS:                   Rayo de la esfera....
               (De mis encendidos celos.)         Aparte
PEDRO:            Detente; que me destruyes.
LUIS:          No hay tener; que has de morir.          
PEDRO:         Herido estoy.  Quiero hüír.

Vanse don PEDRO y LINARDO
LUIS:          No tienes amor, pues huyes.
                  Triunfad de aquesta vitoria,
               señora, que os da la palma,
               y triunfad también de un alma     
               que está en infierno y en gloria,
                  que si agora es gloria veros
               donde la goza mi amor,
               es un infierno el temor
               de ausentarme y de perderos.             
                  Quisiera daros la vida
               de quien os ofendió agora.
ANGÉLICA:      Confieso que os soy deudora,
               pero ¿qué paga debida
                  habrá que mi libertad          
               pueda pagar, sin ser chica?
LUIS:          Bien podéis pagar, pues rica
               tenéis vuestra voluntad,
                  si acaso no os la ha llevado
               el cobarde que huyó agora.        
ANGÉLICA:      Voluntad, no; que hasta agora
               ninguno en el mundo ha entrado
                  a robarme tal tesoro
               que está en defendida torre.
LUIS:          Pues Amor por torres corre.              
               Júpiter hay que llueve oro.
ANGÉLICA:         Aunque esa historia no entienda
               ni mi caudal satisfaga
               a daros bastante paga,
               como la queréis de hacienda,      
                  yo haré que gran parte os cuadre
               de la que en mi casa dejo;
               que, aunque es mi padre ya viejo,
               no es avariento mi padre.
                  Venid a que os vea, señor.     
LUIS:          Iré para acompañaros
               y de traidores libraros;
               que no sufre mi valor
                  que debajo de este traje
               se encubra algún interés   
               menos que noble; que lo es,
               aunque extraño, mi linaje.

Sale CARRASCO
CARRASCO:         ¡Ah, don Luis!  ¡Ah, mi señor!
               ¿Adónde diablos estás?

Hablan aparte don LUIS y CARRASCO
LUIS:          Oye, loco, ¿dónde vas?       
CARRASCO:      Por Dios, que es lindo tu humor.
                  ¿Qué has hecho?  ¿No me llamaras
               cuando te fuiste?  ¿Qué es esto?
               No me descontenta el gesto.
               Aventuras miro raras.                    
                  ¿Ya como don Belianís
               hallas en el campo damas?
               ¿Y aun por eso no me llamas
               cuando duermo, don Lüís?
LUIS:             Calla, loco, no me nombres.          
CARRASCO:      ¿No?  Pues, perdona y sepamos
               con qué nombre nos llamamos
               cuando hemos de estar sin nombres.

Sale FELICIANO
FELICIANO:        ¡Mi prima robada, cielos,
               sin descubrir al ladrón!          
               Mas éstos sin duda son.
               ¡Ah, cobardes!  Matarélos.
                  Prima mía, la venganza
               veréis presto del villano.
ANGÉLICA:      Paso, primo Feliciano;                
               culpad a vuestra tardanza
                  que este peregrino fuerte
               de don Pedro me libró,
               que el fuego y grita inventó
               por robarme.
FELICIANO:                 De esa suerte,               
                  dadme vos valiente brazos,
               libertador de mi prima.
LUIS:          Por tal mi pecho os estima,
               y me honran vuestros abrazos.
FELICIANO:        El teneros por amigo                  
               tendré por dicha sin tasa;
               mi hacienda, mi vida y casa
               es vuestra.  Veníos conmigo.
LUIS:             No es posible.  Por ahora
               me importa no acompañaros         
               aunque me llega el dejaros
               al alma, bella señora.
                  Perdonadme pues, segura
               te dejo y en tal poder,
               ya no será menester               
               el poner en aventura
                  mi vida.  Aquesto me es fuerza.
               Adiós.
FELICIANO:             Eso me da pena;
               pero en pago esta cadena
               habéis de tomar por fuerza...     
                  Mal dije "en pago". ...en señal
               de que nos habéis de ver
               cuando podáis.
ANGÉLICA:                       (Si ha de ser      Aparte
               el irse, cierto es mi mal.
                  Ya no hay fuerza que resista          
               agora a tan gran pasión;
               que el alma y el corazón
               se van tras él por la vista.)
LUIS:             No me vence el interés.
               Perdonad, señor, y adiós;  
               que presto estaré con vos.

Don LUIS habla aparte a CARRASCO
¡Hola!  Vamos; que después
                  que me haya visto mi tío
               --en traje de caballero,
               dejando el sayal grosero--
               publicando el amor mío,
                  volveré a ver sin enojos
               a esta aldeana belleza;
               porque galas y riqueza
               son redes para los ojos.                 

Vanse don LUIS y CARRASCO
FELICIANO:        ¡Nada ha querido tomar!
ANGÉLICA:      (Fuése.  ¡Cielos, ay de mí!)    Aparte
FELICIANO:     En toda mi vida vi
               suceso más de admirar.
                  A no ver que estoy despierto,         
               creyera que sueño ha sido;
               mas, ¿qué ocasión habrá habido
               para haberse así encubierto?
ANGÉLICA:          No pienso que pueda ser
               otra sino el excusar                     
               la paga que habría de dar
               mi padre y el no querer
                  que la alabanza le venza
               de un hecho tan esforzado;
               que siempre el valiente honrado,         
               si le alaban, se avergüenza.
                  ¡Si no es que ese peregrino
               es San Roque, y que en su ermita
               tales robos no permita!
FELICIANO:     ¿Pensáis que ése es desatino? 
ANGÉLICA:          Si él nos cumple su promesa
               y nos ve, presto tendremos
               noticia de esto y sabremos
               quién es.  (Aunque en esta empresa     Aparte
                  le quisiera más humano         
               que divino.)
FELICIANO:                    Del ladrón
               os dará satisfacción,
               pues que vive, Feliciano;
                  que la nobleza es indina
               de él pues que la emplea así.
ANGÉLICA:      Peregrino, hoy va tras ti
               mi voluntad peregrina.

FIN DEL ACTO PRIMERO

La villana de la Sagra, Jornada 2


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 28 Dec 2002