ACTO SEGUNDO


Sale la princesa doña JUANA, el REY de Portugal su suegro, y ella vestida de luto, y acompañamiento
JUANA: Nadie en acción tan rara, si no es agora me ha de ver la cara, fidalgos, mientras viva, que me pide mi esposo tan esquiva. REY: Hija, tantos enojos no ocasionen lágrimas a tus ojos, aunque el cetro embellecen. JUANA: Lágrimas son de esposo, y bien parecen para llegar con vida; dame licencia aquí que me despida de ti, señor, y de ellos, pues en mi vida he de volver a verlos. Rey, don Juan de Portugal, cuya majestad eterna haga el tiempo en tus metales y la fama de tus banderas, padre mío y señor mío, venerable competencia a los laureles de Roma y a las tierras de Grecia; fidalgos, a quien dos mundos por vuestras espadas tiemblan, al fin portugueses nobles, por quien las quinas sangrientas siendo en el África rosas son en el oriente estrellas, abono de lo que os amo, sean mis lágrimas tiernas testigos de mis palabras y efectos de mis ternezas. De los brazos de mi padre vine a ser vuestra princesa; jamás me vi tan honrada, jamás me vi tan contenta. Del príncipe mi señor don Juan fui dichosa prenda, desdichada en que me falte, miserable en que le pierda. Trece meses merecí su dulce tálamo apenas, cuando en tan felices lazos juzgaba edades eternas. Pero la muerte envidiosa quiso, arrogante y soberbia, darme e entender que ella sola no sabe ser lisonjera. Trasladóse a mayor día fióse a más alta esfera, pues en provincias de rayos es majestad de planetas. Pero aunque se fue, Dios quiso que en don Sebastián os diera su imagen, que en él malogro al padre no se parezca. A los diez y ocho días y resistiendo paciencia, su muerte en él de ese santo salió a renovar sus penas. Hijo de dolor ha sido, parto ha sido de tristeza, plega a Dios que él alegría de vuestros imperios sea. Prenda es del alma y del alma me le apartan, cuando fueran con él mis ansias más sabias y mis desdichas más cuerdas. Sin alma parto, fidalgos, que en el príncipe se queda, y pues en él os la doy; tened cuidado con ella. Veneradla por su padre, por mí estimadla y queredla; ved que es alma de dos almas, que quiere Dios que le pierdan. Precisas obligaciones me aparten de ella, y es fuerza que el cuerpo tenga en Castilla y el alma en Portugal tenga. A su gobierno me llama por estar ausente el César, mi padre, y porque mi hermano se casa en Ingalaterra. Mirad como gobernar podrá a Castilla quien deja en un alabastro el alma y en un ángel sus potencias. Y aunque esto siento, fidalgos, como es razón que lo sienta, disgustos son y pesar, que al dejaros no llegan. Favorecedme por sola, por viuda y extranjera, por pobre y por peregrina, y por mujer que se ausenta. Sin espíritu, sin alma, sin consuelo, sin paciencia de padre que era su amparo, de rey que era su defensa, de infante que era su gloria, de grandes que su bien eran, de fidalgos que eran su alma, de ricos que eran su hacienda, de pobres que eran su vida. Y al fin, portugueses de esta tierra, que para alabarla, pintarla y encarecerla ser Lusitania le basta, donde los milagros cesan, y es bien que al dejarla llora quien por Castilla la deja. REY: Vivas, madre de don Juan, vivas edades eternas. GARCIA: Ya las galeras aguardan; embárquese vuestra alteza. JUANA: Padre, fidalgos, adiós. GARCIA: ¡Qué hermosura! REY: ¡Que tristeza ha de quedar en el reino! JUANA: Señor, a mi cara prenda vuelvo a encargar otra vez. REY: Cuando mi nieto no fuera, por ser hijo de tal madre lo estimara y lo quisiera.
Vanse y salen el [duque de] GANDÍA y don JAIME
JAIME: ¿Ha de ser hoy la partida? GANDIA: Don Jaime, forzosamente tanta priesa al de Segorbe su esposo me da. JAIME: Gran trueque hace vuestra excelencia. GANDIA: Así queremos que se conserven parentescos y amistades. Su hermana el duque me ofrece, y yo la mía le doy, puesto que de dote tiene hoy trescientos mil ducados. JAIME: Dote es, que pudieran reyes estimarle, porque iguala con su hermosura excelente.
Sale doña ANA con un espejo, y debajo una muerte
GANDIA: ¿Y la duquesa mi hermana? ANDRES: En el jardín se entretiene cortando flores. GANDIA: Doña Ana, dile que ya salir puede, que la litera la aguarda dudosa de palafrenes. ANDRES: Ella es la que viene aquí.
Sale doña ISABEL
GANDIA: Haz, don Jaime, que se apreste la jornada, porque gusto de que los duques no esperen. Dios a vuestra excelencia guarde, que en mi vida me parece que tan hermosa la he visto. ISABEL: Siempre me [das] mil mercedes vuestra excelencia. GANDIA: Yo me voy, la partida será breve.
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ISABEL: No se depondrá por mí. ANA: Bizarra y hermosa vienes. ISABEL: Vengo, doña Ana, de boda. ANA: Sólo en los vestidos eres. ISABEL: Más hermosa antes de mucho, doña Ana, he de parecerte. ANA: No puedes estar más linda jamás. ISABEL: Tanto lo encareces, que verme quisiera. ANA: Aquí ........................[ -e-e] tienes el espejo. ISABEL: ¡Muestra! Rostro me hace diferente el cristal. ANA: ¡Qué maravilla si es el cristal una muerte! ISABEL: En este espejo, doña Ana, las bellezas han de verse, que los cristales engañan con las lisonjas que ofrecen. Esto soy y esto he de ser; a mi cuarto el cristal vuelve y si viniere mi hermana, le dirás que un ramillete cortando estoy en los cuadros, que halaga ese vidrio en sierpes.
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JAIME: ¡Notable virtud! ANA: Mirando la caja de sus afeites, la hallé llena de cilicios y de disciplinas. JAIME: Vence en todo a sus dos hermanos. ANA: No se han visto en años verdes tan ancianos desengaños ni acciones tan diferentes. JAIME: Con tan claros desengaños, ¿quién ciego se desvanece? ANA: Quien ve en aquese cristal todos los días la muerte. JAIME: Alma santa es para mí. Yo pienso que el duque viene.
Sale el duque [de GANDÍA]
GANDIA: ¿Y doña Isabel, doña Ana? ANA: Agora fue a su retrete, que ha de pasar al jardín para hacer un ramillete. GANDIA: Ve, y di que quedo aguardando.
Sale doña ISABEL de monja con un ramillete en las manos
¡Cielos! ¿Qué disfraz es éste? ¡Duquesa, hermana, señora, doña Isabel! ISABEL: Desnudéme de Adán y de Dios vestíme. GANDIA: ¿Adónde vas de esa suerte? ISABEL: Al tálamo de mi esposo. GANDIA: ¿Quién es tu esposo? ISABEL: El que puede, soberano y poderoso, crïar este ramillete. GANDIA: ¿Y el duque? ISABEL: Será mi esposo si crïare otro como éste. GANDIA: ¿Qué dices, doña Isabel de Borja? ISABEL: ¡No el nombre trueques! Soror Francisca me llamo de Jesús, nombre a quien tiemblen los cielos y los abismos. GANDIA: No sé lo que me sucede. ISABEL: Yo sí, y al duque decidle que Dios reina quiere hacerme, y así por un reino aquí es bien que un ducado deje. GANDIA: ¡Hermana, hermana, señora! ISABEL: En vano es el detenerme.
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JAIME: Al convento se pasó por el jardín. GANDIA: ¡Que concierte esto Gandía sin mí! Llegad, pedazos hacedle; pero deteneos, que Dios sin duda sus pasos mueve.
Vanse todos. Salen CAZALLA y el CONDESTABLE, dándole un memorial CAZALLA
CONDESTABLE: Bien lo merecéis no dudo, Cazalla, que la princesa dé a vuestra virtud el premio. CAZALLA: Yo sé, que si vuestra excelencia mi pretensión favorece, que saldrá con lo que intenta por ser amado de todos. CONDESTABLE: Cuando que alegar no hubiera más de lo que habéis sentido, pues fuisteis a Ingalaterra con aprobación de tantos y finalmente del césar, sois de un obispado digno. ....................[ - e-a] CAZALLA: (¡Y como si es justo, viven Aparte los cielos! Que es a mis letras pequeño premio vuestra mitra aunque de Toledo fuera. ¿Qué dijera el condestable si con presunción me viera de gran letrado y altiva satisfacción?) Vuestra excelencia tendrá ocupaciones grandes. CONDESTABLE: Como llegó la princesa de Portugal, tan dichosa Castilla, aunque con la ausencia del príncipe lastimada, porque el rey viéndola apenas salió de Valladolid aquella noche serena; si en negro luto vestida ella, como veis, gobierna tan cuerdamente estos reinos, que oscurecer de Cornelia no era la prudencia mucho de que se preciaba Grecia. ........................ CAZALLA: Parece que ya su alteza sale. CONDESTABLE: Voyla a recibir. CAZALLA: Acuérdese vuestra excelencia de la merced que me hace. CONDESTABLE: Será la consulta cierta.
Sale la princesa doña JUANA de luto con el manto echado hasta la cintura y una carta
JUANA: Quejas son de los grandes de Castilla. No queda nadie aquí. CONDESTABLE: Ya tanto luto y tristeza la corte maravilla, ......................... [ -uto] ......................... [ -illa] precio se quede atrás perdone Bruto. ............................... ...............................
Lee
JUANA: "Hija, quejas me dan vuestros vasallos de que no os ven el rostro eternamente, y es necesaria cosa contentallos, ............................ [ -ente] el rostro les mostrad para alegrallos. Salga el sol de ese ocaso al rubio oriente, esto mando que hagáis. Templad el llanto, el manto moderad, que es mucho manto. Nuevas: murió María. Ingalaterra apellida a Isabel, y en tal estado están las cosas, que a dejar la tierra a vuestro hermano el reino se ha obligado. Los tumultos de Francia en tanta guerra en edades de paz se han confirmado, siendo la oliva soberana y bella Isabel de la Paz que pudo hacella; con Felipe la casó, que quería en Castilla la corte ver de asiento, y en ella establecer la monarquía que en vuestro hermano renunciar intento. Y aunque Valladolid es patria mía, si la crïanza excede al nacimiento, viéndola en tantos montes retirada, no me parece cosa acomodada. Esta apacible villa en que nacisteis y en quien me hallé tan sano y tan robusto, consultad si es capaz, pues suya fuisteis, que el ser que le debéis pagar es justo; mas aunque de Madrid lo recibisteis, lo que al reino le importe excede al gusto que nuestro intento es dar a los vasallos corte y comodidad de descasallos." ¡Oh majestad, oh poder! Gloria de disgusto llena, los que te juzgan tan buena te habían de conocer. Vieran como tu decoro está de víboras lleno, y vieran que eres veneno metido en lisonjas de oro. ¡Qué presto mi sentimiento cuando esperé compasión, ha dado al reino ocasión de quejas sin fundamento! ¡Qué presto el manto han hallado riguroso y descortés! Pero es manto portugués y les parece cansado. Mas es desacierto igual que le hace el manto a Castilla, cuando muestra en su mancilla finezas de Portugal. A mi padre obedecer es fuerza, mas pues levanto por quejas del reino el manto, yo me daré a conocer. Yo haré que Castilla advierta que también me sé enojar, ya que llego a gobernar con la cara descubierta. ¡Hola!
Sale don GARCÍA
GARCIA: ¿Señora? JUANA: Enojada estoy y vencerme no puedo. Don García de Toledo, mi padre ver asentada la corte en Castilla quiere, excusando en sus mudanzas los gastos y las tardanzas que del despecho se infiere de los que la corte siguen. Para esto vuestro cuidado junte el consejo de estado donde su asiento litiguen, y yo he de ser la primera. ¿No escribisteis a Gandía que ver al duque quería? GARCIA: Ya en la antecámara espera. JUANA: ¿Y doña Isabel no viene? GANDIA: Solo, señora, ha llegado el duque. JUANA: Estimo el cuidado que de mis servicios tiene.
Sale el duque de GANDÍA
GANDIA: Déme los pies vuestra alteza. JUANA: Llegáis a buena ocasión, que para cierta elección juntar el consejo empieza. ¿Cuándo llega vuestra hermana, duque? GANDIA: A besarte los pies llegará presto. JUANA: Tarde es para quien con tanta gana de verla esperando vive. GANDIA: Muy bien merece ese amor pagarse con el favor que de tu alteza recibe. JUANA: Llegue la audiencia. GANDIA: No vi tal gracia en tal majestad. JUANA: Aquesa silla arrastrad.
Salen CAZALLA y el CONDESTABLE
CONDESTABLE: Llegad, Cazalla, hasta aquí. JUANA: Presto estaréis despachado; ¿vos sois Cazalla? CAZALLA: El menor esclavo tuyo. JUANA: Doctor, ya de vos me han informado, y aunque Córdoba y Plasencia no es bien que vacos estén, ..................... [ -én] que es grande la competencia; ninguno es de aquestos dos el que a titularos vengo como veréis, porque tengo noticia que para vos hay otro muy importante. CAZALLA: No sé que haya vaco alguno de nuevo. JUANA: Yo sé que hay uno, Cazalla, que su vacante sólo os pertenece a vos; y a Dios las gracias le he dado, que pienso que me ha alumbrado para su servicio Dios. No tardaré en despacharos. CAZALLA: Beso mil veces los pies a vuestra alteza. JUANA: Al fin es mi obligación el premiaros. GARCIA: La junta de estado aguarda. JUANA: Pues entre luego la junta, que satisfaré a sus quejas con la prevención que gustan.
Salgan los que hubiere
CONDESTABLE: Mayor favor no queremos. No esperemos más ventura. JUANA: ¿Veis bien que soy la princesa doña Juana?
Descúbrese
CONDESTABLE: Todos fundan en vuestro gusto su intento. GARCIA: Todos de serviros gustan. JUANA: Sentaos y oíd, pues mi padre me manda que me descubra. Ya pienso que os ha escrito mi padre en el cuidado que remito. Desea que Castilla firme establezca su dichosa silla, que entre los castellanos la corte ha sido hasta hoy silla de manos, sin que jamás se vea en estable lugar que corte sea. CONDESTABLE: Si de mi voto fuera, en Burgos su opulencia engrandeciera, que toda aspira a reyes ha sido voz de castellanas leyes; y no es menor grandeza hacerla a tantos reinos su cabeza. Tiene edificios bellos en tornos ricos y abundancia en ellos. JUANA: Está muy a trasmano lejos del catalán y el sevillano. GARCIA: Ávila me parece que en buenos templos y edificios crece. JUANA: Acomodada fuera si en clausuras de montes no estuviera, que ceñidos de nieve las cantimploras son donde el sol bebe. CONDESTABLE: Ese mismo defecto tendrá Segovia. JUANA: Andáis, conde, discreto, porque cuando reporte sus velos el alcázar, la hará corte. GANDIA: Madrid me ha parecido. JUANA: Yo no he de hablar de tierra en que he nacido. CONDESTABLE: Corte en ella han tenido los Enriques y Pedros. JUANA: Y le ha sido también del Quinto Carlos, y en cetro y majestad puede igualarlos. GANDIA: De mi largo cuidado hoy diré de Madrid lo que alcanzado. JUANA: Gustaré de saberlo. GANDIA: Éste es Madrid, y excuso encarecerlo. Madrid, que en su corta afila escuelas quiere decir de ciencias que enseñar puede al curioso Tamarit, fue dórica acción de Grecia, antes gloriosa años mil, que las águilas de Roma fueran del orbe neblís, siendo la corte primera que tuvo España Madrid aunque a Setúbal le pesa, señal de Tubalcaín. La riqueza de sus montes de España que en producir tesoros son escritorios en hermoso camarín. Dio asuntos a varias naciones para frecuentarla, a fin de empobrecerla, que en esto siempre fue España infeliz. Esta opinión desde Grecia entre otros hizo venir en babilonios de leños, del mal errante pensil. A uno hijo de Tiberio, rey de los latinos y de la celebrada Monta, por quien se vino a decir Mantus, nombre que mudaros los bárbaros en Madrid. Éste aficionado al sitio y a la origen con ardid, a lo puro de los aires y a su templanza turquí, hizo ciudad esta villa que el tiempo acabó infeliz, porque no hay cosa que dejen los tiempos de consumir. Y en tiempo de Constantino fue metrópoli matriz con su obispo que fue Sergio santo y de nación gentil. Pidió Antioquia una imagen que así la llamó jazmín, para su ermita, oratorio en que él vivía, que así la soledad los obispos acostumbraban vivir. Ésta que de Antocha llaman, corrupción de voz civil, ha mil quinientos y ochenta años que goza Madrid. Le envió a Sergio San Pedro, piedra, no de Sinaí sino la piedra en que estriba la soberana Judit. De pontífices y santos cría ha sido en Asiaín, pues de ella Dámaso el sabio la iglesia vino a regir. Con Melquisedec glorioso, mártir uno, otro sutil ingenio y tan gran poeta, que él sólo se excedió a sí. Madre es de reyes y reinas, pues se ennoblece por ti y por tu hermana María, soberana emperatriz. Es su horizonte tan claro, que estándose para hundir el mundo con gruesas nubes, sin pensar y sin sentir, los aires quedan más puros y los cielos más turquí. Su lisonja es Guadarrama, pues cuando el sol por cenit mayor la fuere, la tiempla la nieve del Balsaín tanto que a pesar del tiempo puede arrogante decir que en los rigores de julio tiene templanzas de abril. Un amago de cristal le besa el pie por servir en sus pechos de brinquiño y en sus plantas de tapiz. Sierpe de que no hace caso ceñida de su matiz, que soberbia entre agua y fuego quiere ser monstruo Madrid. No pule penachos bellos de árboles ni el jaraguí se corona con el Darro ni enrosca como el Genil. Mas en crespos mares de oro se ilustra dando gentil en cada grano de hanega, en cada arista un cahiz. Ceres y Baco la adornan, pues juzgando a Esquivias vil Ocaña es su eterno brindis y su copa San Martín. Sus montes son tan tratables que en sus cuevas sin mentir puede ser lágrima Londres y ser átomo París. Su contorno fertilizan dos ríos, que deslucir pueden soberbias del Po y vanidades del Rin. Al fin Burgos viuda y sola llora los tiempos del Cid, sirviéndole sus montañas de tocas de canequí. Toledo es, en un diamante, poco trono en real telliz, más monte para admirado que corte para asistir. Valladolid entre nieblas se suele echar a dormir, aunque el estío la engaña con su flamenco país. Segovia es, en nieve eterna, cisne de Villacastín; Ávila es corto edificio y montes se han de subir. Medina del Campo es poca, Salamanca es en el fin del mundo, Toro está lejos, Zamora no es para ti; y así para corte sola destinó el cielo a Madrid. JUANA: Yo con vuestro parecer al César quiero escribir, que en ella la corte asiente. Condestable, ¿qué decís? CONDESTABLE: Lo que el duque. JUANA: ¿Y los demás? OTRO: Que sea. CONDESTABLE: Todos aquí el primer lugar le damos. JUANA: Pues alto, corte es Madrid, porque quiero que me deba aquesta grandeza a mí. GARCIA: Ya al sol se quitó la nube. JUANA: Don García, a prevenir luego los inquisidores que importan. GARCIA: Harélo así.
Vanse y salen [el EMPERADOR] Carlos Quinto, FELIPE, ANDRÉS y los que pudieren
FELIPE: El parlamento ha sabido que llegó de Ingalaterra vuestra majestad, señor, y la noble y la plebeya apellida a don Carlos; toda la ciudad se altera, esta noche os quieren ver. EMPERADOR: Es justo que se obedezca mas con una condición, que me ha de tratar su alteza como a su mejor crïado. ANDRES: ¡Qué humildad! OTRO: ¡Y qué grandeza! EMPERADOR: Venga su alteza a su cuarto. FELIPE: Su majestad se detenga. EMPERADOR: Yo no he de pasar de aquí, que me importa. FELIPE: A tal respuesta obedecer es mejor. Enternecido me lleva.
Vanse y quedan el EMPERADOR y ANDRÉS
EMPERADOR: ¿Cerraste la puerta? ANDRES: Ya al marco la puerta eché. EMPERADOR: Gracias a Dios que llegué adonde el descanso está. Andrés, esa luz me da, pues que la tengo por ti. Mucho aparato hay aquí. Haráslo quitar mañana sin dilación, que ya es vana toda ostentación en mí. Ya con don Felipe estoy descansado. ANDRES: ¿Viste en él? EMPERADOR: Más vale, Andrés, tu fardel que cuantos reinos le doy. Hoy soy rey y césar soy, pues de mí mismo he triunfado; los despojos que he sacado del mundo son los que ves. ANDRES: ¡Gran rey! EMPERADOR: Aunque tarde, Andrés, bien habemos negociado. Éstos de la majestad redimo sabios despojos, que mudamente a los ojos significan la verdad. Todo es sin Dios vanidad, sin Dios todo es sombra avara. Todo su poder declara que el hombre de más poder, muriendo para en no ser, y Dios en sí mismo para.
Saca una caja
Ésta es una efigie rara del archiduque mi abuelo, espejo en quien me consuelo, cristal que templa mi cara, luna fue luciente clara de majestad guarnecida; y aunque la muerte atrevida la caja desguarneció, sano el cristal me dejó donde componga mi vida.
Saca un cilicio
Éste heredé de mi tía, santa como bella aurora, .................. [ -ora] reina en mayor monarquía. .................... [ -ía] Ésta en mis labios veo en su purpúreo deseo, que hasta hoy quinientos han sido los santos que Austria ha tenido desde el santo Clodobeo. De tantos desciendo, tantos hacen mi casa gloriosa, si en imperio poderosa, inmortal y eterna en santos, estos del infierno espantos, gloria de la iglesia han sido, que a Austria así ha enriquecido que valerosos han dado santos que la han ilustrado, reyes que la han defendido. Yo sólo soy el peor de todos, y aun hoy, Andrés, si aquel día no me ves, perseverara en mi error. Siempre fuera emperador y en mi encanto estuviera; mas Dios quiso que naciera en Cuacos voz semejante para que Carlos de Gante por ella cantar pudiera. ANDRES: A Dios, vuestra majestad, y a sus virtudes inmensas debe este triunfo. EMPERADOR: Cuidado, pues corre ya por mi cuenta con el fardellito, Andrés, un átomo no se pierda de tiempo, que tanto vale y que tan poco se precia. ANDRES: Corónica es que me toca; a que prevenga la cena voy a vuestra majestad. EMPERADOR: Excusa las opulencias; sólo bizcocho servida [tengo], que en barro servida venga. y el agua también en barro, que quiero que al alma advierta si se engañó en oro y plata, que la majestad es tierra. Retira esas prendas.
Dale la caja
ANDRES: Voy. EMPERADOR: Considera que esas prendas más que mis imperios valen. Andrés, cuidado con ellas.
Vase ANDRÉS y dice una voz dentro
VOZ: Carlos Quinto. EMPERADOR: ¿Quién me llama? VOZ: ¡César, César! EMPERADOR: Ya no es césar. Carlos de Austria es ya su nombre. VOZ: ¿Y eso no te desconsuela? ¿No estás tú señor del mundo dos horas ya? EMPERADOR: Sí, ya apenas para el imperio mayor tengo siete pies de tierra. VOZ: ¿Toda no era tuya? EMPERADOR: Sí. VOZ: Pues dime, ¿cómo la dejas? Cincuenta y cinco años tienes, muy bien puedes vivir treinta, ........................ Míralo bien. EMPERADOR: ¡Oh, qué necia prevención en prevenirme desconsuelos y tristezas! Éste es algún enemigo que de esta suerte se venga de mí. ¡Guillermo, Andrés, hola! ¡Andrés!
Sale ANDRÉS
ANDRES: Señor, espera. Aquí están bizcochos y agua.
Tocan atabales y va saliendo FELIPE, y hachas delante
EMPERADOR: Bien parece esta grandeza, pero aguarda. ANDRES: Con tal pompa honra al nuevo rey Bruselas. Hachas vienen. EMPERADOR: Pues, retira esto que traes, y prevengan con brevedad mi partida para España, que me espera mi hija en Valladolid y verla el alma desea. FELIPE: Ya las fiestas nos aguardan. EMPERADOR: ¡Jesús, señor! ¿Vuestra alteza se ha de humanar de esa suerte? Cubra, cubra la cabeza mire que soy su vasallo. ANDRES: ¿No se enternecen las piedras? FELIPE: Padre, señor. EMPERADOR: Hijo mío, vamos muy en hora buena. Dadme esa luz.
Toma una hacha y va delante
FELIPE: Gran señor, yo he de alumbrarle con ésta, y advierta que soy su hijo.
Toma FELIPE otra
EMPERADOR: ¡Que soy su crïado advierta! FELIPE: ¿Qué dirá el mundo de mí? EMPERADOR: Que es muy justa la obediencia. FELIPE: Así obedezco a mi padre. EMPERADOR: Y así mi rey se respeta.
Deja la hacha y cúbrese FELIPE y el EMPERADOR quitado el sombrero va alumbrando

FIN DEL SEGUNDO ACTO

La hija de Carlos Quinto, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 30 Jun 2002