JORNADA SEGUNDA


 
Suena un clarín y salen MARTÍN Peláez y BOTIJA
BOTIJA: Señor, ¿a qué toca el moro? MARTÍN: Dicen que toca a embestir. BOTIJA: Pues quiérome prevenir para esconderme. MARTÍN: Ya lloro entre las desdichas mías mi ya malogrado amor. BOTIJA: No hay sino mostrar valor, señor Martín. MARTÍN: Pues ¿no fías de mí que sabré mostrar ánimo y pecho gallardo? BOTIJA: Por eso digo: aquí aguardo, para tener que contar tus hazañas a la vuelta. MARTÍN: Ya las espadas previene el Cid; mostrar me conviene determinación resuelta de morir, antes que vea la infamia que engendra el miedo. Empeñado estoy, no puedo excusar la imagen fea de la guerra. Amigo, adiós, que ya suben a caballo. BOTIJA: ¿De veras podré esperallo?. MARTÍN: Si hemos de volver los dos cargados de mil trofeos para Sancha, claro está.
Vase
BOTIJA: Pues tráigase hacia acá un rey moro. Los deseos de mi amo buenos son; fuerzas y estómago tiene, corriendo un carro detiene de seis mulas. No hay Sansón como él si da una puñada; pero diz que no está en eso; ya temo algún mal suceso.
Sale SANCHA en hábito de hombre
SANCHA: ¿Cuándo un alma enamorada temió peligros de honor? Los imposibles mayores amor los convierte en flores, porque es lisonjero Amor. Buscando vengo a Martín disfrazada en el vestido, aunque amor, como advertido, mal puede encubrirse en fin; pues, por templar los enojos que causa mi ardiente fuego, pretende mostrarse luego en el agua de mis ojos. Y así en el disfraz mayor con que amor cubrirme quiere, verá quien mis ojos viere que vengo muerta de amor. Si, como es Martín gallardo, sustenta el alma animosa, no habrá mujer más dichosa; verle solamente aguardo que entre las escuadras lidie para darle mis deseos mil amorosos trofeos que nuestra montaña envidie. Éstos son los pabellones del pueblo cristiano, y pienso que quieren lidiar. BOTIJA: Suspenso por más de veinte razones me tiene el montañesillo que está en el valle parado. SANCHA: Hacia aquí viene un soldado; como él quiera, he de servillo para encubrirme mejor. BOTIJA: (¡Qué bien la vista repara! Aparte ¡Par Dios! Cortada la cara parece a Sancha.)
Sale ÁLVAR Fáñez
ÁLVAR: Al temor de la castellana furia que arrojan nuestros reales, recoge ya sus cristales en urnas de plata el Turia. Pone el moro sus riberas en banderas y pendones, el Cid pondrá a sus leones por alfombras sus banderas.
Tocan una caja
Aquella caja señala la sangrienta acometida; aquí es bien perder la vida, cuando en la fama se iguala un valeroso español al Macedón, cuya gente pisó del Ganges la frente, nevada cuna del sol. Bien ha menester las manos el fiero ejército vil, aunque trae noventa mil para ocho mil castellanos. SANCHA: Pienso que volverse quiere, que le dan las trompas voces; volarán mis pies veloces para decirle que espere. ¡Ah, señor! BOTIJA: ¿Adónde va el muchacho? ÁLVAR: ¿Quién me llama? SANCHA: Quien quisiera daros fama sobre el sol y os servirá de paje en la paz y aquí de llevaros si gustáis escudo y yelmo. ÁLVAR: ¿Buscáis a quién servir? SANCHA: Señor, sí, porque a la guerra me inclino, y así me perdone Dios que os sirva de balde, a vos. ÁLVAR: (¡El muchacho es pergrino!) Aparte SANCHA: Diga: ¿quiere ser mi amo? ÁLVAR: (Tiene gallarda presencia.) Aparte ¿El nombre? SANCHA: Con su licencia diré que Sancho me llamo. ÁLVAR: Pues, Sancho, no hay ocasión para que más me detenga; cuando de la guerra venga tomaré resolución en vuestra comodidad. SANCHA: ¿Cuándo volverá, señor? ÁLVAR: Si nos da el cielo favor, no llegará a la mitad el sol sin que vuelva aquí. SANCHA: Pues piense que ha vuelto ya y recíbame, y verá el favor que tiene en mí, que pienso rezar por él, aunque en guerreros estilos, a San Domingo de Silos. ÁLVAR: Ya fuera, Sancho, crüel a tan buena voluntad si no os recibiera. SANCHA: Digo que mil veces le bendigo, ÁLVAR: En ese monte esperad mi buena o mala fortuna.
Vase
SANCHA: Con victoria os vuelva el cielo. BOTIJA: (¿Qué le ha dicho este mozuelo, Aparte si el preguntar no importuna?) SANCHA: (Éste es Botija. ¡Ay de mi! Aparte que pierdo, si me conoce, mi pretensión.) BOTIJA: No se emboce, que no estoy por bestia aquí. (A Sancha me huele el mozo.) Aparte SANCHA: Pues ¿qué es lo que quiere? BOTIJA: Quiero preguntar a lo barbero, ¿por qué no le sale el bozo para que nos dé provecho, que aquese talle no es barro? Barba muy a lo guijarro no es de hombre de pelo en pecho ¿Tiene hoyo la barbilla? SANCHA: ¿Con esas preguntas viene? BOTIJA: Dígolo, porque no tiene de Adán más que la costilla. SANCHA: ¿Sueña? BOTIJA: Ayer soñaba yo. Vaya conmigo; esté atento, que en cierto despedimiento cierta mañana se halló su merced en cierto valle que con cierto montañés se abrazó. Lo cierto es que fue sueño, escuche y calle. Lloraron mucho, y llorado, venímonos, y venido sentimos mucho, y sentido hablamos al Cid, y hablado resultó que desperté diciendo, "Sancha divina, la invención es peregrina, no te encubras por la fe que debes a mi señor." SANCHA: ¿Cómo, si es Martín mi dueño? BOTIJA: Pues ¿no le digo que es sueño? ¡No ha estado linda la flor del señorito! Entre manos se me quiere hacer mujer. SANCHA: Soñé yo también por ver. BOTIJA: No hay que ver, que hay sueños vanos. Pero, dígame también, ¿qué dijo a aquel caballero? SANCHA: Dije que servirle quiero. BOTIJA: ¿Halo mirado muy bien? Porque llegar a servir al primero que topó, y más si acaso dejó buen amo, da que decir, y tanto, que juro a Cristo que estoy para hacer un hecho... SANCHA: Ya está él alma en más estrecho; ya sin fruto me resisto. No fue liviandad, Botija. BOTIJA: ¿Estás borracho, muchacho? Por no llamarme borracho me dió el nombre de vasija. ¿Qué dices? SANCHA: Que estoy soñando, y aun pienso que sueño ha sido, porque aún no me he conocido. BOTIJA: ¿Dónde has de estar esperando a tu señor? SANCHA: Que le aguarde, dijo, en este monte. BOTIJA: Sube. SANCHA: Alguna dichosa nube porque a sus ojos me guarde, me dió en el disfraz el cielo. BOTIJA: (Pardiez, que hoy ha de saber Aparte Martín quién es la mujer.) ¿Amores buscáis al vuelo?
Salen el CID y MARTÍN, cada uno de su parte
CID: Si premio hubiera faltado de honor, a un riesgo mortal, no tuviese un rey caudal para pagar a un soldado. Con agradecido amor es bien que lo satisfaga, y no perdiendo en la paga le dé ventajas de honor; que un soldado estropeado no siente el dolor crüel, si sabe que dicen de él que peleó como honrado. MARTÍN: (¡Que mi afrenta y mi temor, Aparte que con mi dolor compiten, me traigan donde repiten todos liciones de honor! ¡Qué he de hacér!) CID: Ea, capitanes, entrad. BOTIJA: Bien es si te esfuerzas, lo que perdiste en las fuerzas, que con la industria lo ganes. En tropa puedes sentarte, porque, viéndote a su lado, pensarán que has peleado. MARTÍN: Mil abrazos quiero darte por el buen consejo.
Sale ÁLVAR Fáñez
ÁLVAR: Vamos, antes que él moro vencido vuelva a ganar lo perdido. MARTÍN: Por eso a entender le damos siempre lo que pierde en ello.
Vanse ÁLVAR Fáñez y MARTÍN Peláez
CID: ¿Dónde Martín puede estar? Su afrenta me ha de acabar, tengo el alma de un cabello. SANCHA: (Sin duda el seso ha perdido; Aparte ansí su infamia previene, mas ¿quién tal ansí no tiene vergüenza de haber huido? A la mesá se ha sentado, no es el que buscaba yo; un mar de hielo cayó sobre mi pecho abrasado. ¡Si viéredes más, mis ojos, me despedace un león! BOTIJA: ¿Dónde vas? SANCHA: (¡Ay, corazón, Aparte muerto entre penas y enojos! Pero por venganza honrosa del que tan sin honra vi al que por amo escogí daré la mano de esposa, y a un villano, si faltare, que una mujer ofendida le dará el alma y la vida al primero que topare.)
Vase
BOTIJA: Mas ¿qué, se va de vergüenza de lo que mi amo ha hecho? Luego iré a templarle el pecho. CID: Con buenos hechos comienza Martín a honrar a su tío. Ya en la montaña estarán juzgándole capitán. ¿Qué diré en descargo mío que no multiplique enojos? Llamarále quien le vio infame, pues se atrevió a ser cobarde a mis ojos. Pero quiero divertir el ánimo triste un rato. No merece hacer el plato a los que osaron morir tantas veces. ¿Quién los ve comer con tanto sosiego que juzgue un rayo de fuego la estampa de cada pie? ¿Quién no tendrá a maravilla y a nuevo prodigio extraño que recoja aquel escaño la defensa de Castilla? Leones domesticados parecen en sus decoros, despedazando más moros que están comiendo bocados. Pero ¿quién es el que veo junto a Álvar Fáñez? ¿Sí es él? Mas no fuera tan crüel la Fortuna a mi deseo, que el premio de avergonzarlo nunca ha de osar admitillo quien tuvo ante su caudillo temor para conquistarlo. Mas como un cobarde está ciego en tan honrosas cuentas topa con honras y afrentas sin saber adónde va. ¡Vive Dios que no ha de estar más un momento en la mesa!
Vase
BOTIJA: A alguna afrentosa empresa va el Cid: ¿en qué ha deparar?
Vase. Sale el CID sacando del brazo a MARTÍN Peláez, con una servilleta, un panecillo y un cuchillo
CID: Sobrino, advertiros quiero que tiene mal proceder quien se convida a comer sin que le llamen primero. El convidaros comienza por acto de voluntad. Ir llamado, es amistad; sin llamaros, desvergüenza. Y esto, para entre los dos, que aunque son amigos caros, pues se fueron sin llamaros, quisieron comer sin vos. Demás que aquí se reparte la costa a los convidados, y de los que veis sentados puso cada uno su parte; que como ellos han cortado cabezas que África llora, lo que están comiendo agora por cabezas lo han echado; y así, no es razón que deis ocasión por tantos modos a decir que compran todos lo que sin pagar coméis.
Vase
MARTÍN: Vuestras razones notorias dicen del alma sentidas que aquí se dan las comidas a precio de las vitorias. Si son los triunfos y glorias con lo que se han de comprar, claro está de averiguar que en vuestra mesa ofendida me negastes la comida por que la salga a buscar; y aunque el pan me habéis dejado, Rodrigo, advertiros quiero que sin comprarle primero no he de comer ni un bocado. Laurel, tenedlo guardado como en depósito fiel y sed guarda tan crüel que aun a mí, si os lo pidiere no me lo deis, si no os diere una victoria por él. Ea, afrentas, acabad vuestro curso acelerado. Si en la cumbre habéis tocado con la cabeza, bajad; que tiene tal calidad el honor precioso y bello que aunque luchéis por vencello ha de quedar superior, porque es gran parte de honor la vergüenza de perdello.
Tocan al arma
Ea, que el moro tocó segunda vez á embestir; la ocasión puedo decir que el cielo me la vendió. De mí he de vengarme yo tanto, que los que miraron las afrentas que cargaron sobre mi ofendido honor, viendo ahora mi valor presuman que se engañaron.
Vase. Salen ÁLVAR Fáñez, NUÑO y el CID
CID: ¡Qué, no os dejaron comer! ÁLVAR: Antes se lo agradecemos, a les buscar, porque iremos más ligeros al vencer. CID: ¿Quién se ha querido ofrecer a la batalla primero? ¡Qué gallardo caballero! ÁLVAR: Martín es quien nos convida. CID: ¿Veis como no fue huidor sino astucia de guerrero? Socorramos a Martín, caballeros. NUÑO: Ya embistió; por las batallas se entró. ÁLVAR: Engañámonos al fin. NUÑO: Apenas oyó el clarín cuando acometió valiente.
Vanse todos, menos el CID
CID: Ya desbarata la gente, y cual segador, espigas de cabezas enemigas tiene una muralla enfrente. No vi más terrible osar; ya empieza el campo a temerle; con el contento de verle se me olvida el pelear; mas ¿qué espada ha de faltar, si el mundo en la suya estriba para que la fama escriba que la afrenta del huir la quiere agora cubrir con los cuerpos que derriba? En no ayudarle acrisolo el honor que restauró, que pues él solo huyó, gane la victoria solo. Ya le ofrece el mismo Apolo para que a la envidia asombre su laurel.
Salen peleando ABENÁMAR, LIDORO, MUZA y otros con MARTÍN
ABENÁMAR: ¿Quién eres, hombre? ¿Álvar Fáñez, Laín u Ordoño? MARTÍN: Soy un soldado bisoño del Cid, que aún no tengo nombre.
Éntralos a cuchilladas
CID: Ea, Martín, que fue el valor mientras lo encubristes, mas como el que da paso atrás para dar salto mayor. Ya puede llamarse honor su huida, que ofendellos, dando al cuchillo sus cuellos por no darles honra ha sido; que por haber él huído no quiere que huyan ellos. Su espada es la vencedora, Dios con vitoria la vuelva. Por una acerada selva de lanzas se arroja agora, espada y brazo mejora, y en su generoso aliento se mezcla el Marte sangriento con el rey. ¡Heroica empresa! Ya bien merece la mesa, que trae sobrado sustento. Pero en tanto que pelean quiero su campo apretar, que la ocasión y el lugar no lloran si se desean.
Tocan al arma, y sale ABENÁMAR, el rey moro, ÁLVAR Fáñez y MARTÍN Peláez
ÁLVAR: Así tus vitorias sean a las de Alejandro iguales. MARTÍN: ¿Qué pides? ÁLVAR: Que me señales sola esa batalla aquí. MARTÍN: Pues ¿fáltame esfuerzo a mí para batallas reales? ABENÁMAR: Antes te ha sobrado tanto, que quiero competidor no de tan alto valor. MARTÍN: Luego ¿doyte más espanto que Álvar áñez? ABENÁMAR: Yo sé cuánto, pues una vez le vencí. MARTÍN: Tuya es la batalla aquí; mas si él te vence, ¿qué esperas? ABENÁMAR: La muerte en sus manos fieras, pues a sus manos volví. ÁLVAR: Antes pagarte pretendo la libertad de aquel día. ABENÁMAR: Pues a tanta cortesía hago mal si me defiendo. Tu esclavo soy. MARTÍN: No pretendo que te adelantes jamás; para vencerle no más te concedí esta victoria, que yo he de ganar la gloria de la vida que le das. Rey, el poder escaparte del peligro a que has llegado es por habernos juntado dos hombres para matarte; sigue tu propicio Marte, mas confiésate rendido de Álvar Fáñez, que él ha sido el dueño de esta amistad. ABENÁMAR: ¿Y quién me da libertad? MARTÍN: El mismo que te ha vencido; que aunque parte de esta gloria llegué a tener merecida, entre los dos repartida viene a ser corta victoria; cifre tu famosa historia esta hazaña en mi presencia, mas huye, moro, a Valencia, que si te vuelvo a encontrar, ni te podrá perdonar ni yo le daré licencia. ABENÁMAR: Parto a obedecer vencido de vuestro heroico valor.
Vase. Sale SANCHA
SANCHA: Con vergüenza y con temor a su presencia he venido; ya los celos que he tenido los han de pagar mis ojos. ÁLVAR: No más triunfales despojos honran el templo de Marte; deja que llegue a abrazarte, Martín. MARTÍN: En perdiendo enojos que recelos me han causado podrás llegarme a abrazar. ÁLVAR: Nadie se llegó a enfadar conmigo. MARTÍN: Pues yo me enfado. ¿Qué tienes que responder? ÁLVAR: Que, más que valor, ha sido soberbia la que has tenido. Pero déjame entender la causa por que te enfadas y satisfación haré. MARTÍN: Yo también te la daré. ÁLVAR: ¡A mí! ¿Cómo? MARTÍN: A cuchilladas. ÁLVAR: ¿Por una vez que has mostrado valor, te quieres poner con el que supo vencer antes que fueras soldado? MARTÍN: Por eso hay más que escribir los blasones que he tenido, pues en valor te ha vencido el que una vez viste huir; que, si lo que viendo voy, baldón alguno me das, tan descomedido estás como yo sufrido estoy. Y advierte que fue el temor que estas glorias me previene lunar hermoso que tiene la imagen de mi valor; pero la alabanza mía dejo librada en mi espada, con más honra acreditada que da luz al mundo el día. ¿Hoy te ha llegado a servir un muchacho montañés? ÁLVAR: ¿Es aquél acaso? MARTÍN: Él es. ÁLVAR: Pues ¿qué me quieres decir? MARTÍN: Que en mi casa se ha criado y por yerro te ha servido; que me lo vuelvas te pido. SANCHA: (Ya está en el pecho turbado Aparte el corazón; no quisiera ser de su daño ocasión.) ÁLVAR: Aunque tuvieras razón y para darla estuviera, por el modo que has tenido te la dejara de dar, que al pedirme han de rogar. MARTÍN: Pues yo mando cuando pido, y en la distancia que ves que hay del pedir al tornar, te quise dejar lugar para que el paje me des; pero, pues que no conoces lo que en pedírtele ganas excusa ya voces vanas. ÁLVAR: Tú eres el que das las voces. MARTÍN: Pues en la fuente te espero del Cisne. ÁLVAR: Y verás allí si importa rogarme a mí. MARTÍN: (De rabia y de celos muero.) Aparte
Vanse los dos
SANCHA: ¡Que así hayan puesto los celos causados de mi venida en riesgo la mejor vida que han dado aliento los cielos! No me atrevo, estoy corrida, que yo a sus pies me arrojara para que grillos le echara a su atención atrevida.
Sale BOTIJA
BOTIJA: ¿Qué hay, mancebo? SANCHA: Avisa al Cid, amigo, que tu señor y Álvar Fáñez--¡ay, amor! para temerosa lid se desafían. BOTIJA: ¿Y va con ellos alguna gente? SANCHA: Solos van. BOTIJA: ¿Dónde? SANCHA: A la fuente del Cisne. BOTIJA: Pues no tendrá lugar su furioso intento.
Vase
SANCHA: ¡Que tanto los celos puedan que a toda amistad excedan! Iré en los hombros del viento, quizá les dará el Amor algún pacífico medio; que Amor suele hallar remedio en el veneno mayor.
Vase. Sale MARTÍN Peláez con rodela
MARTÍN: Dicen que abrasarse en celos es la causa no estimarse un hombre, porque presume que el competidor amante tiene más mérito que él; porque quien lo juzga sabe pues no conoce que el gusto de errados desvelos nace. Si hubiera elecciones justas, fuera amor carga süave, hubiera paces dichosas y casamientos süaves. Mas si del cuello de Adonis de la belleza una imagen, Venus mendigando gustos va con Vulcano a casarse, ¿por qué no ha de tener celos el mismo Fénix de su áspid, si las mujeres escogen lo más humilde por fácil? Celos, es razón que tenga, no digo yo de ÁLVAR Fáñez, que un esclavo, vive Dios, recelo que me aventaje. Si conoce que es mujer no hay sufrimiento que baste; la amistad y el parentesco los he de borrar con sangre.
Sale SANCHA
SANCHA: (Amor, ¿por qué me acobardas, Aparte si sabes que son bastantes las disculpas de mi fe? Mas si me atreví a dejarle y mi inconstancia conoce, razón es que me acobarde la vergüenza, aunque sin culpa.) MARTÍN: (Amor, ¿es causa bastante Aparte el ver a Sancha que el pecho entre volcanes se abrase de celos? ¡Viven los cielos, que viene por ÁLVAR Fáñez! Enamoróse de verle galán, entró por su paje y creció su amor, por vernos a él valiente, a mí cobarde. ¡Quién pudiera reducirla! Que, aunque es en belleza un ángel, es en las demás acciones mujer y podrá mudarse.)
Sale ÁLVAR Fáñez
ÁLVAR: (Cuando tan poco me importa Aparte volverle a Martín Peláez el paje, ¿he de ser tan rudo que olvide amistad y sangre? Que, aunque él procedió conmigo atrevido y arrogante, no hubo agravio entre nosotros para que el honor se manche. Mas ya me espera en el puesto, y con risueño semblante llega a hablar al pajecillo. Delito será quitarle su gusto. En hablando, pienso firmar nuestras amistades con lazo inmortal.) MARTÍN: Escucha, para que después me mates. SANCHA: ¿Qué me quieres? MARTÍN: Darte un alma que despreciada arrojaste del cielo de tu hermosura. ÁLVAR: (No se le dicen a un paje, Aparte Álvar, aquestas razones.) MARTÍN: Sancha, ¿tan presto quebraste la fe de tu amor primero? Aquellas finezas grandes, aquellas lágrimas tuyas que dejaron arrogantes, más que si fueran del alba las flores de nuestros valles, que luego las consumieron? Mira que no es bien te iguales a los que en la corte viven que sólo traiciones saben, y del valor que he podido entre moriscos alfanjes mostrar el valor del pecho otros podrán informarte. ÁLVAR: (Ésta es mujer, y cual suele Aparte el pajarillo ampararse del águila que le sigue por el imperio del aire, a mi amparo se ha venido, encubriendo de su amante el alma con los deseos y el cuerpo con los disfraces. Mas ya que se ha descubierto otra fugitiva Dafne, otra Europa entre las flores y otra suspensión de Paris. Deje las selvas de Chipre Amor, si ya de cobarde no se atemoriza en verme teñido de polvo y sangre. Ganaré la montañesa si para mi ofensa trae más escuadrones que el griego trajo en sus preñadas naves.) ¿He tardado mucho? SANCHA: No; que para tratár de paces entre parientes y amigos jamás se ha llegado tarde. En vuestra contienda injusta, pues que de mi causa nace, bien es que yo sea tercero. Mi señor Martín Peláez me echó de su casa un día, y yo, viniendo a buscarle; entré, en tanto que le hallaba, a serviros. MARTÍN: Dios te guarde al paso de mis venturas. ÁLVAR: Pues ya que conmigo entraste me has de servir--¡vive Dios-- porque no ha de ser bastante el miedo que ya le tienes. MARTÍN: Pues nos hace el campo iguales en la defensa y las armas, verás cuando aquí te mate el respeto que me debes. SANCHA: (¡Hay desdicha semejante!) Aparte Señores, ¡que siendo amigos y tan parientes se maten! Mas ya los cielos piadosos trujeron quien los aparte. Mirad al Cid, caballeros. ÁLVAR: ¡Cielos! ¿Quién pudo avisarle? MARTÍN: ¿Qué haremos?. ÁLVAR: Lo que yo hiciere.
Recuestánse en el suelo y sale el CID
CID: (¡Que mal [disimular saben! Aparte Porque en ocasión que el campo sigue el victorioso alcance para cercar a Valencia, no es bien que los Capitanes a descansar se retiren. Vendrán a desagraviarse de alguna afrenta, sin duda.) ÁLVAR: Tres veces envió a llamar[le] el rey. Alzóle el destierro. MARTÍN: Es en su corte importante nuestro tío. CID: ¡Qué bien fingen! ÁLVAR: Los casamientos que hace en orden a honrarle ha sido. MARTÍN: Son ricos y principales los condes de Carrión, aunque, si verdades valen, no partieron muy contentas nuestras primas. ÁLVAR: Ya se sabe que os amaba tiernamente doña Sol: MARTÍN: Amor constante os mostraba doña Elvira. CID: (¡Qué tiernos discursos hacen Aparte para encubrir sus agravios! Que será bueno dejarles reñir, que si agora estorbo las intenciones que traen serán con la paz fingida, en mi presencia cobardes, y después como ofendidos podrán volver a matarse. Más vale que en mi presencia riñendo se desagravien, que con las espadas fuera pienso que será bastante a concertarlos.) Sobrinos, ¿agora gozáis el aire cuando los demás trabajan? ÁLVAR: Como nos toca la parte del mayor trabajo, es bien que el espíritu descanse. CID: Hoy veré quién es Martín, veré quién es ÁLVAR Fáñez, porque mi rojo pendón quisiera verle colgarle sobre la torre más alta del muro; mas no ha de darse sino al mejor Capitán, al de valor más constante en el peligro, que fuera la desdicha más notable que le viniera a Rodrigo si el rojo pendón ganase el moro; y así querría, supuesto que os juzgo iguales, que miréis cuál de los dos puede al peligro arrojarse. ÁLVAR: Sólo yo llevarle puedo. MARTÍN: Yo sólo puedo llevarle. CID: Alto, pues, sólo el valor es bien que del alma saque la duda. MARTÍN: Dadnos licencia, veréis en pequeño instante quién vuestro pendón merece. CID: Como eso no más se aguarde, licencia y campo tenéis. SANCHA: (¡Buen modo de concertarles! Aparte Todo en la guerra es furor, todo es duelo, todo es sangre.) ÁLVAR: (¡Dichosa ocasión ha sido!) Aparte MARTÍN: (Agora podré vengarme.) Aparte CID: Mirad que la cortesía ni la amistad no os engañen, porque al que viere vencido lo he de juzgar por cobarde. MARTÍN: Primero veréis mi muerte que me dé atributos tales vuestra lengua. ÁLVAR: En sangre mía veréis el campo bañarse antes que el rojo pendón ajenas fuerzas le ganes.
Riñen
CID: Cese el enojo, sobrinos, que en valor y fuerza iguales podéis hacer competencia en su quinto cielo a Marte. Yo he de llevar el pendón, por que ninguno se agravie. Vuestro recebido enojo en el campo ha de quedarse, porque no ha de haber agravios donde el Cid hace las paces. Daos los brazos. SANCHA: Dete el cielo por dilatadas edades más que a Alejandro vitorias. ¡Que los he visto abrazarse!
MARTÍN Peláez y ÁLVAR Fáñez hablan aparte
MARTÍN: Álvar Fáñez, dame a Sancho. ÁLVAR: No quiero, Martín Peláez. MARTÍN: Pues yo os mataré en Valencia. ÁLVAR: Pues allá habrá quien os mate. CID: Si los deudos son amigos, ¿qué contrario ha de esperarles?

FIN DE LA SEGUNDA JORNADA

El cobarde más valiente, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 22 Jun 2002