Salen VITORIA y don PEDRO PEDRO: Ama el conde en competencia de Próspero y de Rugero, duque de Capua el primero y el segundo de Placencia; y aunque en Nápoles es Carlos gran mariscal, como Amor es cuerdo hijo del Temor, viendo al rey patronizarlos intercediendo por ellos con vuestra hermana, frecuenta papeles, por cuya cuenta corre su esperanza en vellos. Lo que os ama manifiesta el que os duda merecer. Uno vuestro llevé ayer, y ahora vuelvo la respuesta. Perdonad al mensajero que obedece a su señor. VITORIA: Sois vos solicitador eficaz, aunque extranjero y el conde habrá conocido el agrado con que leo las cifras de su deseo, que han por él intercedido. Yo os confieso que un papel bien escrito y estudiado, ni por oscuro afectado, ni por prolijo crüel, es eficaz diligencia para toda pretensión. PEDRO: Si escribió a satisfacción el conde de vuexcelencia, vuele ya su amor gigante, sin que temor le consuma. VITORIA: Es desempeño la pluma de la lengua en el amante. Hace poca estimación de su prenda quien presente se atreve a ser elocuente y no muestra turbación; pues en fe de cuán poco ama, si es todo amor frenesí, quien puede estar tanto en sí, mal podrá estar en su dama. Mas quien por palabras muda letras, ya por los poderes habla en ojos bachilleres y calla la lengua ruda. La ausencia puede mostrar por escrito, si es discreto, pues no habiéndola, en efeto, no está el alma en su lugar. PEDRO: Vuestra discreción alabe quien tenga lengua posible, pues discreta y apacible juntáis lo tierno a lo grave. Si el conde os envía dos mañana, ¿leeréislos? VITORIA: Sí, como él los escriba ansí, y como los traigáis vos.Vase don PEDRO. Salen la DUQUESA y PRÓSPERO, en el fondo. Quédase VITORlA, a un lado, leyendo un papel PRÓSPERO: Faltos están de favor mis cortos merecimientos y alienta mis pensamientos Fernando, el rey mi señor, que ésta escribe a vuexcelencia, y en ella sola confía mi pretensión. DUQUESA: Dicha es mía que para tal competencia me haya dado el cielo hermana, de tanto príncipe empleo. Si ella admite mi deseo y conoce lo que gana, señor duque, en estimaros, sin la recomendación que trae vuestra pretensión tendrá ventura en amaros, reconociéndoos por dueño, sin que Fernando lo mande; que es él protector muy grande para empleo tan pequéño. Yo, duque, la advertiré de lo que gana en serviros. PRÓSPERO: Ponderadla mis suspiros, exageradla mi fe, decid que el alma la adora, que en ella mi amor se emplea, y que Capua la desea por su duquesa y señora.Vase PRÓSPERO DUQUESA: (Si yo a Vitoria quisiera Aparte menos, ya pudiera ser que como hermana y mujer envidia a su amor tuviera. ¡Hay tal instancia de amantes!) VITORIA: (¡Qué buena ponderación! Aparte ¡Qué sazonado renglón!)Sale RUGERO RUGERO: Aunque haya llegado antes, duquesa y señora mía, Próspero recomendado del rey de quien es privado, no por eso desconfía mi pretensión, si es que alcanza, como es justo, a vuexcelencia; que la cordura y prudencia consisten en la tardanza. El gran duque de Milán ha tomado por su cuenta mi amor y ampararle intenta. ¿Quién duda que suplirán sus favores lo que en mí falta en méritos? En ésta mis deseos manifiesta.Le da una carta ¿Quién dudará que vencí? DUQUESA: Fío yo de la cordura de mi hermana, que sabrá conocer cuán bien le está el no perder tal ventura. Yo, duque, le advertiré lo que se me encarga aquí. RUGERO: Interceded vos por mí, como ofrecéis, y saldré del mar de tanto desvelo al puerto de mi quietud. DUQUESA: Veréis mi solicitud muy presto. Guárdeos el cielo.Vase RUGERO DUQUESA: (Basta, que no hay potentado Aparte en Italia, que no intente, de mi hermana pretendiente, juntar al nuestro su estado. No sé si afirme que tengo envidia.) VITORIA: (Extraña eficacia tiene un papel, si con gracia se escribe. Yo me entretengo en el presente de suerte, que a su dueño amo por él.) DUQUESA: ¡Vitoria! VITORIA: De este papel partícipe quiero hacerte, hermana y señora mía porque alabes la sazón de su autor. DUQUESA: En ocasión que por amor o porfía todos perdidos por ti buscan reyes valedores cuyas cartas y favores vienen a parar en mí, si con tanta inclinación su dicha el que ves concierta y han cerrado ya la puerta a tu determinación sus letras, no será justo alarde de estas hacer; porque, ¿quién se ha de oponer contra cohechos del gusto? VITORIA: El mío, como se rige por el tuyo a quien ha estado sujeto y subordinado, alaba, pero no elige; que no fuera eso pagar amor que obligarte puede a que yo tu estado herede, sino quererte enojar. No hagas de lo dicho caso; que si por esto te enojas, mi inclinación y estas hojas ansí se castigan.Va a romper la carta DUQUESA: Paso; que no lo digo por tanto, ni como piensas me quejo que cuando a Amalfi te dejo y doy a este reino espanto, no ha de ser con tal pensión que por voluntad ajena te desposes, si es que ordena otra cosa tu opinión. ¿Cuyo es el papel que miras? VITORIA: De cierto conde que ha estado hasta hoy desacreditado por envidiosas mentiras. DUQUESA: No ha menester quien le apoye si en ti juntamente ha hallado, Vitoria, juez y abogado. Vaya de discreción. VITORIA: Oye.Lee "Compiten, señora mía, la esperanza y el temor y entre ellos un ciego amor confïado, desconfía. Polos de su monarquía son el uno y otro extremo y yo, que esperando, temo efectos de desvaríos, amorosos calosfríos sufro, pues me hielo y quemo. La esperanza, que por dueño os adora, en rostro grave vislumbres ve de süave y anímase en lo risueño. Amor con mayor empeño, ni cobarde ni atrevido, duda de verse admitido, espera verse premiado, recela lo autorizado, y emprende lo apercebido." DUQUESA: ¿Esto es lo tan ponderado, sutil y bien entendido? VITORIA: ¿Luego no te ha parecido discreto y bien sazonado? DUQUESA: No, por cierto, mas allana los comunes pensamientos de tus encarnizamientos harto indignos. VITORIA: ¡Ay hermana! No digas tal por tu vida, que traes crítico el humor. DUQUESA: Poco debe al borrador pluma tan bien entendida. Lo que no se dificulta, ninguna estima merece. ¡Bajo estilo! VITORIA: Bien parece que tienes el alma culta. ¿Quisieras tú que empezara como otro que me escribió, "El cielo hiperbolizó amagos de su luz clara en vuestros, de mi amor, ojos, animado sol el uno, norte el otro a quien Neptuno zafireos rindió despojos?" Rasguélo en llegando aquí, viendo tan desatinados atributos estudiados y airada le respondí, "La metáfora que arroja causa a mis ojos querella, pues si uno es sol, otro estrella, yo, señor, seré bisoja." ¿Qué querrás decir en eso? ¿No está culto este papel? DUQUESA: Ajústale al arancel del estilo que profeso, y que no sale verás de lo común y trillado del vulgo desatinado. VITORIA: Mal contentadiza estás. ¿Es porque no ves, hermana, sustantivos y adjetivos, ni de atributos esquivos echa a perder una plana? ¿Porque no metaforiza propiedades indigestas con un Tito Livio a cuestas, que en romance latiniza? ¿Porque al gallo no promete el dulimán de escarlata, y en la perdiz, no retrata coturnos de tafilete? Anda, hermana, por tu vida; que en dando en desencajar vocablos de su lugar, parecerán carne huída. DUQUESA: Pongamos en esto tregua y nómbrame ese discreto; que, en lo escrito, te prometo que parece de la legua. VITORIA: Mientras de él hablares mal, decirte quién es, no es bien. DUQUESA: Acaba. VITORIA: Es el conde... DUQUESA: ¿Quién? VITORIA: Carlos, cl gran mariscal de Nápoles. DUQUESA: Anda, hermana, ¿Carlos habia de saber escribir esto? VITORIA: El querer dificultades allana. DUQUESA: ¿Carlos, contra la opinión de cuantos hablan con él, tan avisado papel? VITORIA: Suple a la conversación con la pluma; y cultivando concetos, por espaciosos, discretos cuanto estudiosos, su fama va restaurando, no discreto de repente, sino agudo por escrito; que dicen que va infinito dl hablador al prudente. Y aunque más contra él presumas que miras faltas y menguas si la fama es toda lenguas, también vuela y toda es plumas en prueba de que se iguala el hablar al escribir. DUQUESA: Pudiérasme persuadir a que en esto se señala a haber dado alguna muestra o vislumbres de avisado. Tantas veces conversado, ¿qué luz sus rayos no muestra tal vez por entre junturas de la prisión que la encierra? ¿Qué disfraz sutil destierra retiradas hermosuras, sin revelar el secreto de su rústica prisión? ¿O cuándo en conversación no dio señal un discreto? ¡Estálo ese papel mucho! No ha sido Carlos su autor. VITORIA: ¡Presto has mudado de humor! Ya rigurosa te escucho condenar su estilo bajo, su humilde modo de hablar, y ya te obliga a dudar si es de Carlos. DUQUESA: Le aventajo asombrada, te prometo, después que afirmas ser él el que escribió este papel porque en unos es discreto lo que en otros no es de estima. Un mecánico oficial, confesando natural, hizo comedias: que anima bajezas tal vez Apolo. No eran las comedias buenas pues, de disparates llenas, a otro las silbaran; sólo ver que un herrador osase, desde los pies del Pegaso, coronarse en el Parnaso, y que a sus musas clavase, causar pudo admiración; que aunque reído e importuno, lo que es vituperio en uno, en otro es estimación. Hámela Carlos causado que no lo creyera de él; pero déjame el papel que contigo le ha abonado. Repasaréle entre tanto que a ti admiración te dan ésta que es del de Milan, y estotra del rey; pues tanto...Le da las cartas potentado te apetece, que ya me cansa escucharlos. mas responderé--pues Carlos es sólo quien te merece-- que en tu gusto comprometo el mío; aunque has elegido, en canto llano, un marido, sólo para ti discreto. VITORIA: ¿Yo sin tu consentimiento elegir? ¡Aqueso no! Proponer sí. DUQUESA: Quiero yo, dándote esposo a contento, excusar las maldiciones, gajes que quien casa tira. Esos dos papeles mira, y responde a sus razones, mientras yo estotras pondero. VITORIA: Si grata atención les das, en cada una hallarás disculpas de que le quiero.Vase VITORIA DUQUESA: Teniale a Carlos yo por rico, por generoso, por galán y por curioso; pero por discreto no. Mas en el papel presente prueba que a satisfacción de su fallida opinión, bien escribe, quien bien siente. La llaneza del decir el alma de sus deseos, sin los intrusos rodeos que agora usan escribir, de suerte me aficionó, que si se le desdoré, sospecho que envidia fue, que satisfacerle no. ¡Que tan acertado escriba quien jamas halló razón cuerda en la conversación, adonde el crédito estriba! La experiencia le ha enseñado. Ella es gracia diferente no hay poeta de repente que escriba bien de pensado. No hubiera más que pedir si Carlos pudiera hallar borradores para hablar, como los hay de escribir.Sale ROMERO, sin ver a la DUQUESA ROMERO: No hay poder darle un alcance. Un hora ha que le perdí. DUQUESA: ¡Hola! ¿Qué buscáis aquí? ROMERO: (No me descontenta el lance.) Aparte ................... [ -aña] ...................... [ -ido]. Yo, señora, ando perdido, después que salí de España, por otro que lo está más, a quien a oriente y a ocaso le acompaño paso a paso, ya delante o ya detrás. Entró a dar cierto papel; esperéle en el zaguán. Las dos los relojes dan, sin dar mi dicha con él. Dejo boca abajo un potro, y sin podernos topar, venimos los dos a andar como un virote tras otro. DUQUESA: ¿Y era el papel para quién? ROMERO: Hay en Amalfi una dama, por cuyo amor anda en brama todo hombre que quiere bien. --Hablo a fuer de cazador-- Mira con rostro risueño la tal dama a nuestro dueño, y espera de este favor ganarles la palmatoria, porque afirma la doncella que en casándose con ella, le han de hacer de la Vitoria. DUQUESA: ¿Vitoria es la pretendida? Será el papel, según eso, del gran mariscal. ROMERO: Exceso es lo que de él es querida. DUQUESA: ¿Y vos le servís? ROMERO: Me ha dado cargo reduplicativo. Soy desde que con él vivo, crïado de su crïado. DUQUESA: No tenéis vos mal humor. ROMERO: Tengo una fuente, y así se va el malo por allí. DUQUESA: ¿Y quién es vuestro señor? ROMERO: Un don Pedro de Castilla, en la patria burgalés, en la cólera francés, y en las gracias maravilla de todos sus concurrentes. Con él a veces desmedro, puesto que del rey don Pedro proceden sus ascendientes. Mas ¿qué importa sangre real, si pobreza y travesuras de juegos y de hermosuras le humillan al mariscal? DUQUESA: Será el don Pedro discreto, pues le hizo su secretario. ROMERO: Más sabe que un boticario y es de suerte, la prometo a vuesa... ¿cómo se llama? ¿Excelencia o vusoría? DUQUESA: ¿Importa al caso? ROMERO: Querría saber con quien hablo. DUQUESA: Dama soy de la duquesa. ROMERO: Bien. Es mi dueño tan discreto, que la fïara un secreto, si fuera dama de bien. DUQUESA: (De este bachiller despacio Aparte me informaré, que estos dias son tapa-bellaquerías verdugados de palacio.) ROMERO: Mas venga acá. ¿Es de callar cierta especie de traición que obliga a restitución sin poderse remediar después de hecho es daño? DUQUESA: Fuera haceros culpado a vos. ROMERO: Hablemos--¡cuerpo de Dios!-- y salga la maula fuera. Si un novio engañar quisiera, fingiéndose caudaloso galán, sabio generoso, a una novia, y esto fuera todo al contrario, y llegase con las galas de alquiler a la inocente mujer, y en fe de esto le adorasr, y admitidas norabuenas para ser enhoramalas, restituyendo las galas estelionatas y ajenas, cayéndosele en el suelo un ojo, huésped de plata, advirtiese que desata el dicho sobre un pañuelo dos procesiones de dientes --digo dientes titulares-- que presos como alamares sustituyen los ausentes, al desnudar pantorrillas las hallase de algodón, y el peto con el jubón supiese igualar costillas y estevaciones del pecho, descubriendo el tal Macías un alma entre dos bacías, y a tortuga antes derecho, ¿no era forzoso que a engaño la tal dama se llamase, y que afligida llorase tan mal prevenido daño? ¿Con qué amor diera los brazos la pobreta, toda queja, a este marido corneja de maquilas y retazos? ¿Qué dice? DUQUESA: La explicación espero; que me habéis dado notable gusto. ¡Salado donaire! ROMERO: Soy un jamón. Mas si ejemplos de esta historia la agradan, oiga aplicarlos. Pretende importuno Carlos a la señora Vitoria... Mas dígame en qué opinión hasta agora le han tenido ? DUQUESA: De algo material. ROMERO: Ha sido su antípoda Salomón. Pues advierta que su dama, después acá que recibe los papeles que le escribe, Paulo Manucio le llama. Y es grande bellaquería que intente aliviar sus penas Carlos con gracias ajenas. DUQUESA: ¿Cómo? ROMERO: ¿Pues no es bobería que escribiéndola por él mi dueño --va de secreto-- se levante por discreto, y le autorice un papel? ¿No es terrible mentecato el que a un poeta se llega, y que le pinte le ruega en un soneto el retrato de su dama, si ella sabe que en su vida versos hizo? Ven acá, amante mestizo, ¿cómo quieres que te alabe y estime tu prenda ansí? El soneto, pecador, más es solicitador del poeta que de tí; pues siendo tú su tercero, claro está que ha de querer más al que lo sabe hacer, que al bobo del mensajero. En llegando aquí, señora, me despulso. DUQUESA: ¿Hay cosa igual? ¿Que no son del mariscal los papeles? ROMERO: ¿Eso ignora? Son suyos porque los paga, como el paño al mercader. DUQUESA: (Bien fácil es de creer. Aparte Mi hermana se satisfaga, que ya yo lo estoy. No en vano lo dificultaba yo.) ¿Que en fin se los escribió vuestro dueño? ROMERO: Es escribano, poeta, pintor, platero, y hasta albardas sabe hacer; sólo no alcanza a saber tener dicha, ni dinero. Mas éste es que viene aquí. Señora mía, chitón; que peligra la ración si sabe que me escurrí.Sale don PEDRO PEDRO: ¡Ah Romero, ah Romerillo! Quita, aparta, necio. ¿Sabes con quién hablas? ROMERO: Cosas graves Tratamos. Si has de reñillo todo aquí, no seas prolijo, que siempre estás de pendencia. PEDRO: No haga caso vuexcelencia... ROMERO: (¡Mal año! Excelencia dijo.) Aparte PEDRO: ...de este necio, que es un loco. ROMERO: Ha de andar proporcionado el señor con el crïado. Cada cual tiene su poco de barreno.A don PEDRO DUQUESA: ¿Servís vos al gran mariscal? PEDRO: Deseo saber servirle. ROMERO: ¡El rodeo! Con él estamos los dos, como dije a vuexcelencia, despues que nos recibió; él inmediato; mas yo a secunda consecuencia. ¿Qué miras? Ya me voy.Enojado PEDRO: ¡Ea! ROMERO: Todo lo sufre el gracejo.Aparte a su amo Baja presto; y pues te dejo en buen punto, brujulea.Vase ROMERO DUQUESA: ¿Qué cargo ocupáis con él? PEDRO: Soy su secretario. DUQUESA: ¡Ah! ¡Sí! ¿Vos sois...? No ha mucho que oí de Carlos cierto papel, que aunque en estilo algo llano, de bachiller presumía. PEDRO: Ésos de nadie los fía. Suya es la nota y la mano; que el cargo que yo ejercito nunca tanto mereció. DUQUESA: ¿Pues acaso os digo yo que sois vos el que lo ha escrito? PEDRO: Juzgo que lo suponéis de lo que ahora infería. DUQUESA: ¡No sois vos quien lo escribía; pero sois quien lo traéis! PEDRO: Quien sirve, señora mía, a todo se ha de aplicar. DUQUESA: España suele mandar a Nápoles, y sería culpa en vos el deslucir créditos de su valor, con traza para señor, mejor que para servir. Hombre que es tan bien nacido, mal su nobleza empleó. PEDRO: ¿Pues quién de mí cuenta os dio? DUQUESA: Quien os habrá conocido aunque os vende por discreto, dudo teneros por tal, crïado del mariscal, y del rey don Pedro nieto. PEDRO: Heredé con sus desgracias su envidia y persecución, que en el desdichado son deslucimientos las gracias. Mas dóyselas al que os dijo lo que ya no sé negar, puesto que pensé engañar al hado siempre prolijo, encubierto de esta suerte, y deslumbrar poderosos que me buscan, deseosos de su venganza y mi muerte. DUQUESA: Donde hay venganza hay agravio. ¡No fuérades vos travieso! PEDRO ¿Yo? DUQUESA: Vos. PEDRO: Que lo fui confieso; mas con amor ¿quién es sabio? DUQUESA: ¿Que amante y todo habéis sido? PEDRO: Pues yo ¿soy de bronce? DUQUESA: No. ¿Mas tengo obligación yo de saber que habéis querido? PEDRO: Quise en Castilla a una dama... DUQUESA: ¿Luego ya no la queréis? PEDRO: Adórola, aunque me veis desacreditar mi fama, sirviendo, por su ocasión, de mi patria desterrado. DUQUESA: ¿Ausente y enamorado? ¡Qué notable confusión! PEDRO: Tiene muchas su belleza, que atormentan mi memoria. DUQUESA: ¿Queréis contarme la historia que abona vuestra firmeza PEDRO: ¿Yo, señora? Pues ¿tan necio habia de ser y atrevido, que una vez que habéis querido hacer de mi dicha aprecio? ¿Dándome apacible audiencia, había de pretender alarde enfadoso hacer de mi amor a vuexcelencia? DUQUESA: Como me lo habéis propuesto, creílo. PEDRO: No soy tan loco; pero hablando poco a poco, nos hemos metido en esto. Dejémoslo, si os parece. DUQUESA: Por mí, dadlo por dejado. En fin, de Carlos crïado, ¿os manda y os obedece? PEDRO: ¿Me obedece a mí? DUQUESA: ¿Pues no? Quien señor de sus afetos os hizo, en sus secretos el mejor lugar os dio, más está a vuestro servicio, que al suyo vos, secretario. PEDRO: Fíame lo necesario perteneciente a mi oficio, porque para lo demás ha poco que estoy con él. DUQUESA: No estaba necio el papel, ni creyera yo jamás, a no leerle, que fuera el mariscal para tanto. PEDRO: Amor, prodigioso encanto, saca de un alma grosera sutilezas semejantes. Cuanto y más, que no sé yo por qué esa opinión cobró el mariscal. DUQUESA: Los amantes tenéis ingenios divinos; mas aunque volváis por él, yo sé que escribió el papel con ayuda de vecinos. PEDRO: Puede ser, pues vos, señora, lo afirmáis; mas yo no creo que declare su deseo, quien de veras se enamora, por mano ajena; ni Carlos ignorará el escribirlos, que es necesario sentirlos para saber explicarlos. A la letra me remito, que es suya, y él la escribió. DUQUESA: Pues acaso ¿os digo yo que sois vos el que le ha escrito? PEDRO: No lo decís; mas ¡por Dios! que más lo afirmáis ansí. DUQUESA: ¿Más? ¿Pues impórtame a mí que Carlos lo escriba, o vos? PEDRO: ¿Qué sé yo? DUQUESA: ¡Qué buenos ratos la ausente dama tendría con los vuestros cada día! PEDRO: Dábaselos tan baratos y frecuentes mi ignorancia, que en fin los desestimó. DUQUESA: Siempre los precios bajó de más valor la abundancia. Pues ¿qué? ¿Mudóse? PEDRO: No está nunca en mar la nave firme. DUQUESA: Vos os morís por decirme esa historia. Acabad ya. PEDRO: ¿Yo, señora? DUQUESA: Vos, que amantes y poetas se atormentan a versos, porque se cuentan sus desvelos por instantes. PEDRO: Pues yo no intento... DUQUESA: Acabad; decidme quién sois también. PEDRO: Importa encubrirme. DUQUESA: Bien. Aquí lo estáis. Comenzad. PEDRO: Por daros gusto... DUQUESA: Los dos le tendrémos: en saber yo, que soy al fin mujer, y por contármelo, vos. PEDRO: En Burgos, que es patria mía... DUQUESA: Ya lo sé. PEDRO: ¿Vos lo sabéis? DUQUESA: Ya lo sé; pues ¿qué queréis? PEDRO: ¿Quién os lo dijo? DUQUESA: Sería quien os conoce. Decid. PEDRO: ¿Vos tan curiosa en saber mis cosas? DUQUESA: Si soy mujer, ¿qué os admira? Proseguid. PEDRO: (¿Qué es aquesto?) En Burgos pues corte entonces de Castilla, gozaba Enrique la silla, el tercero, de quien es hijo don Juan el segundo, que agora empieza a reinar, cuando me engolfé en el mar de amor, inmenso y profundo. DUQUESA: ¡Válgame Dios! Y sería vuestro amor considerable, pues como caso notable, le señaláis año y día. PEDRO: Tienen principio de aquí mis desdichas, no os espante. DUQUESA: Vaya el suceso adelante. PEDRO: En resolución, serví una dama... DUQUESA: ¿Gran belleza? PEDRO: Réditos le paga el sol. DUQUESA: No sois cortés, español, ni luce en vos la nobleza. PEDRO: Pues ¿enojáisos, señora? DUQUESA: Quien delante de una dama, sin hacerle salva, llama a otra hermosa, o ignora las leyes de cortesano, o de agraviarla se precia. PEDRO: Mi inadvertencia fue necia. DUQUESA: No me espanto, que es en vano pretender que... Todo está, quien refiere enamorado sus naufragios, elevado en su dama... clara está. Yo os perdono; proseguid. PEDRO: (¿Qué mujer es ésta, cielos?) Aparte DUQUESA: Vaya de amor y de celos. PEDRO: Vino de Valladolid a la corte un caballero, del rey tan favorecido, que por él desvanecido, aunque mi amigo primero, y tanto, que en confïanza de sus prendas y valor, le di parte de mi amor, se valió de su privanza para conquistar con ella mi dama, que interesable, le favoreció mudable. DUQUESA: Todo el poder lo atropella. PEDRO: Disimulaban conmigo los dos amor y amistad, fingiendo ella voluntad como él finezas de amigo; y remitiendo al secreto el logro de sus amores, fueron tantos los favores, que celoso o indiscreto, vino a alcanzar que le diese cuantos papeles tenía míos. Encontréle un día leyendo, sin que me viese, uno, que fue, si me acuerdo, el segundo que admitió. DUQUESA: En ese jurara yo que entró el ingenio en acuerdo, y que ostentando finezas, hizo vistas el amor de todo el aparador de concetos y agudezas. PEDRO: No tiene muchos el mío; pero sé que fue estimado, admitido y ponderado. DUQUESA: Sí, sería; yo lo fío. ¿Haos quedado en la memoria alguna cláusula de él? PEDRO: No es, señora, este papel de novelas, que en la historia que uno cuenta los refiere, prosa o verso, sin perder, ya sea hombre o ya mujer, letra ni tilde. DUQUESA: Y si hiciere yo relación verdadera de ese papel, ¿qué diréis? PEDRO: ¡Vos! ¿De qué modo podéis? DUQUESA: ¡Válgame Dios! PEDRO: Es quimera. DUQUESA: Apostad que su tenor de aquesta suerte decía, "Compiten, señora mía, la esperanza y el temor..." PEDRO: Eso escribe el mariscal a vuestra hermana. DUQUESA: ¿Escribió? Decid que lo trasladó de extranjero original. PEDRO: Puede ser, pero no mío. DUQUESA: ¿Pues de dónde sabéis vos si no os entendéis los dos --el negarlo es desvarío-- que empezaba así el papel que vos a mi hermana disteis? ¿Veis como vos lo escribísteis? PEDRO: Diome Carlos parte de él, después de haberle notado; mas de eso no colijáis que yo le escribo. DUQUESA: Mostráis quilates de un fiel crïado; pero advertid que mi hermana ya que a Carlos favorece, no sepa esto; pues si crece su amor, será cosa llana que gozará, si es leal, el premio de su cuidado, no el dueño de este traslado, sino el del original.Vase la DUQUESA PEDRO: ¿Qué querrá decir en esto? Vive Dios, que esta mujer exámenes quiere hacer de mi amor. Hame propuesto tantas dudas, que dispuesto a imaginaciones nuevas, niño Amor, cuando te atrevas a cosas sin proporción, no tengo yo condición para sufrir muchas pruebas. "¡Que gozará, si es leal, el premio de su cuidado, no el dueño de este traslado sino el del original!" No me quiere a mí muy mal quien esperanzas esconde y en misterios me responde a la primer vista ansí. Que yo el papel escribí supo. ¿Pues de quién o dónde? Porque Vitoria no sabe quien soy, ni Carlos tampoco. Vive el cielo, que estoy loco. Mujer tan discreta grave, cuya libertad con llave jamás abrió puerta a amor, ¡Tan curiosa en mi favor! Despacio, prolijo encanto, que no es necesario tanto para un buen entendedor.Salen VITORIA, CARLOS y ROMERO CARLOS: Prométole a vuexcelenia que la quiero tanto, tanto... ROMERO: (¡Con la turbación que empieza!) Aparte CARLOS: ...díalo mi secretario. VITORIA: Guardad, señor mariscal, testigos tan abonados para incrédulas envidias que pretenden desdoraros; que para conmigo, os juro, que estáis tan acreditado, como dirán los papeles que tengo vuestros y paso por ellos cada momento los ojos y el gusto, hallando cada vez más que admirar que yo jamás hice caso de hipérboles habladores; que sin sentir los cuidados que encarecen, se acreditan. ROMERO: (Tiene amor sus papagayos.) Aparte VITORIA: Como es potencia del alma la voluntad, y ésta ha dado en el discreto sus veces al entendimiento, es claro que con sosegado estudio discurriendo y meditando habla del modo que piensa mejor cuanto más de espacio. Conversables elocuencias, tan copiosas de vocablos que parecen calepinos, sospecho yo, y no me engaño, que con la facilidad que se enamoran bablando, olvidan aborreciendo. Más vale amor asentado que no el que sálo en la lengua encarecen cortesanos. PEDRO: (¡Qué divino entendimiento!) Aparte VITORIA: Pensamientos estudiados en borradores escritos son de los que yo me pago. Dadme pensamientos vos, y no receléis contrarios. CARLOS: Ocupan vuestras memorias mis pensamientos turbados. Tanto, señora, os estimo, que anoche de ellos cercado, un sueño pudo matarme. Dígalo mi secretario.A don PEDRO ROMERO: Él no sabe hablar sin ti.A don PEDRO VITORIA: ¿Qué decís vos? PEDRO: Que no es falso lo que de su sueño fío, porque como os quiere tanto, y teme competidores, soñó anoche alborotado que os robaba el de Placencia; y por vengar vuestro agravio, tomó la espada desnuda, y a no atajarle los pasos yo, que en su cámara duermo, le sucediera algún daño. Con tanto extremo os adora. ¿No es mucho quereros tanto? VITORIA: Quien durmiendo tiene celos, despierto será un milagro de amor; que el sueño es pintura que solo copia retratos. Mucho debéis de querer. CARLOS: Los extremos que yo hago después que vi esa belleza... dígalo mi secretario. VITORIA: (¡Qué hable un hombre de esta suerte Aparte tan discreto y avisado en lo que escribe! No sé si lo crea. ¡Extraño caso! Su presencia me enamora; en Nápoles es su estado después del rey el primero; sus papeles, ajustamos a mi gusto, llevanmé la inclinación.) Ahora, Carlos, no sois el primero vos que acostumbráis a turbaros delante de otros respetos; que yo sé de un gran soldado y gran poeta, que siempre que hablaba al rey, olvidando lo que estudiado traía en orden a sus despachos, daba con sus desaciertos admiración á los sabios, descrédito a sus papeles, y qué reír al palacio. Mas diréos yo como el rey, que después de sosegaros, me consultéis por escrito. CARLOS: Dejáisme muy obligado. VITORIA: Pues para que más lo estéis, con aquesta pluma pago pensamientos de la vuestra.Quítase una pluma del tocado y se le ofrece CARLOS: Tomadla, hola, secretario. PEDRO: iJesús! Vuexcelencia llegue, y besándole la mano, encarezca este favor.Tomándolo CARLOS: Estoy de veras turbado, señora, con tanta luz, y... y... y... VITORIA: Conde, quedaos.Vase CARLOS: La he de sacar hoy... ROMERO: (¡Qué bestia!) Aparte CARLOS: ...sobre la crin de mi bayo. PEDRO: ¿Qué decís, señor? CARLOS: ¿Pues dónde? PEDRO: En la gorra. CARLOS: Bien pensado, pues pondréla luego. ROMERO: ¿A quién? CARLOS: Dígalo mi secretario.
Texto electrónico por Vern G. Williamsen
y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
Actualización más reciente: 22 Jun 2002