SANTA ROSA DEL PERÚ

Agustín Moreto y Pedro Lanini y Sagredo

Texto basado en el texto de SANTA ROSA DEL PERÚ aparecido en Parte treinta y seis [de] comedias escritas por los mejores ingenios de España (Madrid: Joseph Fernández de Buendía, 1676) con el apoyo de la edición de 1671. El texto fue preparado en forma electrónica en 1999 por Ricardo Castells, y luego fue pasado al HTML por Vern Williamsen en 2000. La edición de 1676 hace claro que la obra fue la útima escrita por Moreto, y dejado sin terminar por él. Parece que Lanini y Sagredo escribió la jornada final.


Personas que hablan en ella:

JORNADA PRIMERA



Salen cantando los MÚSICOS, detrás de ellos don JUAN, y don GONZALO, como de ronda
MÚSICOS: "Ser Reina de las Flores, la Rosa es la común, y de las Reinas, Reina la Rosa del Perú. Teniendo a Lima el cielo envidia de su luz, trocaron sus Estrellas el nácar al azul. Engrandézcase el Perú, si la plata le enriquece, que la Rosa le ennoblece con belleza y con virtud." JUAN: Celebrad su nombre, amigos, y de esta Rosa el aplauso nunca cese, pues por ella en Lima es perpetuo el Mayo. Celebrad a Rosa, que hace Cielos de Lima los Prados, pues su hermosura empobrece toda la luz de los Astros. GONZALO: Otra vez, don Juan, os doy la enhorabuena, y los brazos, pues soy quien en esta dicha por vuestro amigo más gano. JUAN: Siempre de nuestra amistad, soy yo el deudor, Don Gonzalo, pero hoy os debe mi amor todo el fin de mis cuidados: por vos de la bella Rosa espero lograr la mano, y por vos he merecido ser yo escogido entre tantos. GONZALO: No me recibáis, don Juan, la deuda por agasajo, que a mayor empeño estrecha de nuestra amistad el lazo. Y el agradecido, yo debo ser en este caso, que aunque vuestro amor ha hecho esta elección, que os alabo, y es vuestro el logro y la dicha, os debo el haber tomado con tanta fe los consejos que os dieron mis desengaños. Siempre yo, Don Juan, os di por consejo que al casaros escogieseis la mujer que tuviese estos tres grados, pobre, honesta, y bien nacida, y en la Rosa son tan altos, que dudo que haya en las Indias otra que pueda igualarlos. De su honestidad testigo, es la queja de lo avaro de luz, en que siempre os tiene de sus ojos el recato. Su pobreza tan piadosa, que de sus padres ancianos, la honrada vejez sustenta con la labor de sus manos. Lo bien nacido, no pasa de unos humildes hidalgos, que son su padre y su madre, pero tan limpios, y honrados, que en su pobreza mantienen tanto punto, y honor tanto, que no viven con más fueros los caballeros más claros. Pero siendo vos tan rico y noble, que habéis juntado los blasones de Toledo con las riquezas de Indiano, pudiera el uso del mundo, con vanidad inclinaros a una mujer rica, y noble, pues de esto hay en Lima tanto. Pero creedme, Don Juan, que se piensa con engaño que quien casa con riqueza va a vivir con más descanso. Quien casa con mujer rica, piensa que va acomodado, y piensa mal, porque muchos buscan mujer, y hallan amo. El gran dote en la mujer, quiere igualdad en el gasto, y al peso de lo que trujo, pide la pompa en el fausto. Por fuerza han de ser iguales porte, galas, y regalos, que el dote hace ejecutivo aqueste pleito ordinario. Buscar gran dote, es lo mismo que tomar dinero a daño, que cuanto más se recibe, son los réditos más largos. El que busca mujer rica, sin cuidar de otros ornatos que ha de tener, suele dar en vacío el primer paso. Y cuando lo reconoce, no es posible remediarlo, pues ve después de caído, que puso los pies en falso. Vos halláis una mujer, que es de la modestia aplauso, de toda virtud ejemplo, y de hermosura un milagro. Aunque era Isabel su nombre, por algún feliz presagio, su madre la vio en la cuna toda la cara hecha un Mayo. Púsole el nombre de Rosa, pero ella lo siente tanto, que en llamarla por su nombre cualquiera le hace un agravio. No sufre el llamarse Rosa, que ya le cuesta muy caro, porque le sale a la cara el nombre que oye a los labios. Su padre, Gaspar de Flores, os dio el sí, pero ha ocultado esta noticia a su hija, queriendo que vos bizarro y galán, se lo digáis con estilo cortesano, y de vuestro galanteo entienda vuestro cuidado. Y pues ya tener no puede indecencia el publicarlo, festejadla, y repetid gozos, músicas, y aplausos, que de mayores empeños es digno logro tan alto. JUAN: Don Gonzalo, en todo os debo dicha, consejo, y amparo, y en todo he de obedeceros, repita su nombre el canto.
Sale BODIGO
BODIGO: Ah, caballeros. JUAN: ¿Quién va? BODIGO: ¿Han visto ustedes acaso un novio recién nacido, que salió de aquí acabado de sacar del horno ahora? JUAN: ¿Qué decís? BODIGO: Voy avisando, que como es novio, y resuelto, el atarle es necesario. GONZALO: Éste es crïado de Rosa, y de humor extraordinario. JUAN: Bien se ve. Pues vos al novio, ¿qué queréis? BODIGO: Algo, y muy algo, que espero ser su enemigo. JUAN: ¿Su enemigo? BODIGO: Y no escusado, porque si yo sirvo a Rosa, es fuerza ser su crïado. JUAN: ¿Y cómo os llamáis? BODIGO: Bodigo. JUAN: Cierto, que el nombre es extraño. BODIGO: Soy descendiente de un cura, y nací por Todos Santos. JUAN: Bien está, ¿y de qué servís a Rosa? BODIGO: De Boticario. JUAN: ¿Boticario? Raro oficio. BODIGO: Por mi vale ella otro tanto: yo soy quien la hago mujer. JUAN: ¿De qué modo? BODIGO: ¿Pues no es claro, que si no es por la Botica, no vale la Rosa un cuarto? JUAN: ¿Pues qué hacéis vos? BODIGO: Mil remedios, agua, y vinagre rosado, jarabe, aceite, conserva, y lo mejor, un emplasto. JUAN: Vos tenéis muy buen humor. BODIGO: Con la Rosa purgo el malo. JUAN: Mucho estimo el conoceros. BODIGO: Y yo a vos para avisaros de algunos puntos que importan, porque seáis bien casados. JUAN: Eso estimaré yo mucho. BODIGO: Pues señor, si enamorado os queréis llevar de Rosa, todo el amor y el aplauso, lo primero habéis de ser, en la esfera de cristiano, muy camándulo fruncido, cabiztuerto, y mojigato. Gastar con medida el día, y tener siempre rezando, mucha atención con las Horas, y cuenta con el Rosario. El ayuno ha de ser mucho, y a pan y agua, y cascaros cien azotes cada día, repartidos en dos plazos. Con ella no hay que tratar de galas, que como al diablo con el traje la hace guerra, todo su anhelo es un saco. Su comida es toda yerbas, con que sacándola al campo, con dejarla ir a pacer la sustentaréis a pasto. Lo que bebe son historias de las vidas de los Santos, porque las tiene bebidas, y pasa su muerte a tragos. Y si vos con este aviso sabéis andar su paso, en quince días con Rosa purgaréis vuestros pecados. JUAN: Mucho estimo la advertencia, pero agora es mi cuidado el celebrarla, y quisiera que esta música que traigo, cantase donde la oyese. BODIGO: Pues eso, yo os daré paso: esa puerta es la del huerto, canten allí, que es su cuarto, y no se perderá gota, que ha que no se riega un año. GONZALO: Vamos, que yo haré la guía. JUAN: Cantad, pues. BODIGO: ¿Y en qué quedamos? JUAN: Muy amigos. BODIGO: No lo creo. JUAN: ¿Por qué? BODIGO: Porque este agasajo estuviera mejor dicho. JUAN: ¿Cómo? BODIGO: Hablando por la mano. JUAN: Dices bien, en ese bolso van cien pesos. BODIGO: ¿Ensayados? JUAN: Dándotelos yo, ¿qué dudas? BODIGO: No quisiera en este caso, como es usted Perulero, que me diera peso falso. JUAN: Cantad, y al nombre de Rosa tengan envidia los Astros.
Vanse [don JUAN y don GONZALO,] cantando los MÚSICOS
MÚSICOS: "Engrandézcase el Perú, si la plata le enriquece, que la Rosa le ennoblece con belleza y con virtud." BODIGO: ¿Cien pesos yo? ¡O bolso fiel, o novio de mi consuelo! Páguetelos en el cielo el peso de San Miguel. Con cien pesos, por amigos, hoy multiplico mi ser, que con ellos puedo hacer más de un millón de Bodigos. Cien pesos, o Rosa hermosa, por tu cara me los dio, ahora sé que diré yo, que tienes cara de Rosa. Hoy su antigua posesión pierde en mí el hambre fatal, que era Bodigo mental, puesto siempre en oración. Mas divertido me he entrado en casa, y según advierto
Suena música
ya están cantando en el huerto. A lindo tiempo ha llegado, que a Rosa haciendo labor la coge en su cuarto sola, y da el tono golpe en bola: no prevenirla es mejor. Y al viejo daré entre tanto este alegrón, que el oír cantar ella ha de sentir como darla con un canto.
Vase BODIGO. Descúbrese en medio del Teatro la Santa ROSA bordando en un bastidor, y en un altar casero una imagen de nuestra Señora, y cantan dentro
MÚSICOS: "De Rosa las Estrellas aprendan resplandor, que el Sol las escurece, y ella da luz al Sol." ROSA: ¡Que no baste mi humildad, ni el estar siempre encerrada, para vivir olvidada de esta loca vanidad! ¡Qué modo me librará de este aplauso que aborrezco? pero en fin se le agradezco, por la pena que me da. MÚSICOS: "Los ojos de la Rosa del Sol Oriente son, pues sólo de ellos nace su luz, y su calor: a la Rosa, a la Rosa zagales, que es la Reina de toda la flor." ROSA: Ya pasa de vanidad, aplauso tan desatento, tanto Sol, y tanto viento va a parar en tempestad. ¿Qué halla en mí la atención vana de la juventud ociosa? ¿Qué tengo yo más de Rosa, que esta palabra liviana? ¿Qué luces, ni rosicleres halla en mí? ¿Yo acaso estoy fuera de mí? ¿Yo no soy la más vil de las mujeres? ¿No lo dan bien a entender mis maldades y defectos? Ojalá fueran secretos, y no los pudieran ver. ¿Pues en qué me halla el primor llena de defectos tales? MÚSICOS: "A la Rosa, a la Rosa, zagales, que es la Reina de toda la flor." ROSA: No puedo oír tanta Rosa sin que el aplauso me asombre, la culpa tiene este nombre, que me finge más hermosa. Yo no quiero aplausos vanos de este siglo desigual, ni hermosura corporal para los ojos humanos. Mi deseo sólo va a aquella Rosa interior, que despide más olor, cuanto más oculta está. Sólo quisiera beldad, digna de aquel Dueño, a quien de cinco años, por mi bien votó mi virginidad. A éste quiero amante, y fiel, de él he de ser solamente, y no del mundo indecente, que busca a quien huye de él. Señor, ¿cómo he de librarme de aplauso tan peligroso? Líbrame tú, dulce Esposo, es es deuda el ampararme. María, a cuyo favor vinculó bien advertida la dirección de mi vida, y los logros de mi amor, si lágrimas en los ojos son imán de tu piedad, quítale tú a mi humildad de este nombre los enojos.
Cantan detrás de la Imagen
MÚSICOS: "Rosa has de ser, Rosa mía, que así a mi Hijo has de agradar, y desde hoy te has de llamar Rosa de Santa María." ROSA: Pues si de mi Esposo Eterno es gusto, ya temo poco aplausos del mundo loco.
Sale el DEMONIO por un escotillón
DEMONIO: Pues temerás al infierno, que para hacerte guerra todo se ha de juntar hoy en la tierra: espíritus nocivos infernales, que opuestos a las luces celestiales, habitáis las tinieblas del profundo, venid al Nuevo Mundo, que a todos os convoco, y aun todos al empeño somos poco, pues esta tierra, que era siempre mía, donde siempre reinó mi idolatrþa, no sólo se la quita a mi desvelo, sino que quiere Dios hacerla Cielo. Y es mi rencor, que cuando me destierra, sea una vil mujer quien me hace guerra, de Dios tan asistida, que mi astucia no halló en toda su vida un resquicio por donde hacer entrada, para ver esta torre derribada. Con ella quiere Dios en esta parte fijar de la virtud el Estandarte, porque ella es la primera que enarbola la cándida Bandera, y ha de ser aclamada donde mi falsedad se vio adorada, mas no le ha de salir de balde al cielo, pues el infierno todo y mi desvelo han de intentar batir esta muralla, de poder a poder es la batalla. Al arma, al arma, espíritus valientes, combatidla con vicios diferentes; ésta es de quien mi enojo se alimenta, que es cuanto ella más vil, mayor mi afrenta. ROSA: Yo no sé de qué orror tengo recelo, porque toda me va cubriendo un hielo. ¿Qué pasmo es éste? ¡Ay Dios, que me desmaya! DEMONIO: Pues no ha de hacer el cielo que me vaya sin que vengue mi enojo de algún modo, ya que no puedo en todo. Mujercilla, ¿conmigo tan valiente?
Dale el DEMONIO un empellón a ROSA
ROSA: ¡Válgame Dios! ¿Qué es esto?
Baja el ÁNGEL en aparición rápida a detener al DEMONIO
ÁNGEL: Monstruo, detente. DEMONIO: ¡Ah, pesar de mi furia! ¿Qué mucho que padezca yo esta injuria, si Dios me ata las manos? ÁNGEL: Aquí son todos tus intentos vanos. ROSA: Válgame tu favor, Custodio mío. DEMONIO: No podrá, que aceptado el desafío de mi rabia crüel no ha de dar paso, en que el ardor del fuego en que me abraso no la ponga centellas de traiciones. Yo he de vencer sus castas presunciones, que ya para este fin tengo abrasado el corazón de un hombre enamorado, que ha de ser el que logre mi deseo. ÁNGEL: Con esto harás más alto su trofeo. DEMONIO: Tú la verás rendida a mi malicia. ÁNGEL: No podrás, que la ampara la justicia. DEMONIO: Eso dirá el suceso. ÁNGEL: Yo lo fío. DEMONIO: Yo voy a hacer todo [este] Imperio mío. ÁNGEL: Tú verás cuán en vano es tu desvelo. DEMONIO: ¡Al arma, infierno, guerra contra el Cielo!
Vase el DEMONIO
ROSA: ¡O Divino Señor! ¿Tanto cuidado tienes con una humilde criatura? ¿Por un gusano vil tan despreciado como yo, se desvela tu hermosura? ¿Cómo te ha de pagar quien sólo tiene lo que a su mano de tu mano viene? ÁNGEL: ¡O bella Rosa! Esa humildad profunda es la que tiene a Dios tan obligado, que cuando en ella tu virtud se funda, el edificio hará más sublimado, y porque te adelante mi asistencia, te concede visible mi presencia. Confórtese tu pecho valeroso, y aliéntese tu amor a la pelea, que te previene este áspid ponzoñoso, que en aumentar tu ardor se lisonjea, que en un riesgo te ha puesto no pequeño, mas Dios ha de sacarte del empeño. Sabe que Dios te quiere por Esposa, y sólo has de ser suya eternamente, y María te da el nombre de Rosa, porque no le imagines indecente, y queda confïada en mi cuidado, que en todas partes estaré a tu lado.
Vase el ÁNGEL en apariencia
ROSA: ¡O Soberano Señor, cúmplase tu voluntad, pues más en mi cortedad resplandece tu favor. ¿Pero qué riesgo será el que avisa mis temores, que indigna de sus favores, cualquiera asombro me da?
Cantan los MÚSICOS dentro
MÚSICO: "Los rayos de la Rosa, amante un girasol siguiendo va, hasta verse bañado en su esplendor." ROSA: Éste es el riesgo violento que me arma aquel enemigo, porque el temor es testigo con que me aflige este acento. ¿Mas qué riesgo puede haber en que el afecto amoroso de algún caballero ocioso este alarde quiera hacer? ¿A quién puede dar temor empeño de afectos tales? MÚSICOS: "A la Rosa, a la Rosa, zagales, que es la Reina de toda la flor." ROSA: ¡Válgame el cielo! ¿Qué tiene este acento repetido que me perturba el sentido? Mas aquí mi padre viene.
Salen GASPAR de Flores, viejo, y BODIGO
BODIGO: Señor, pues aquí le tienes, quédese hoy en casa el yerno, que según te esté, es conciencia perder un día de suegro. GASPAR: ¿Hija Rosa? ROSA: ¿Padre mío? GASPAR: Ya Dios ha oído tu ruego, pues de aliviar mi pobreza te ha logrado los deseos: desde hoy por ti tendré alivio. ROSA: ¿Pues cómo ha de ser? BODIGO: Comiendo. GASPAR: Pues hija, ¿no te lo ha dicho el enamorado acento, con que galán te festeja el que espera ser tu dueño? ROSA: ¡Válgame el cielo! ¿Qué escucho? Toda me ha cubierto un hielo. GASPAR: Dios para esposo te ha dado el más galán caballero, más noble y rico de Lima. BODIGO: Y aquí hay cien testigos de ello. GASPAR: ¿Cómo con tanta tibieza oyes la dicha que el Cielo te previene, cuando yo vengo loco de contento? BODIGO: ¿No ves que quien calla otorga? Dice que sí: ya está hecho, entre el novio, y vamos de ésta. ROSA: No digo tal. BODIGO: Pues apelo. GASPAR: ¿Qué dices, Rosa? ROSA: Señor, que echo en tu cordura menos el no haberme prevenido a cosa de tanto empeño. ¿Tan poca parte soy yo, señor, en mi casamiento, que tratándole sin mí, me das la noticia de ello, cuando ya hecho me publica por suya ese caballero? ¿No fuera mejor pensado haber cuidado primero de inquerir mi voluntad, o avisarla por lo menos? BODIGO: En eso tiene razón. GASPAR: ¿Por qué, loco? BODIGO: Porque es yerro el querer hacer de Rosa conserva de casamiento sin echarla en infusión. GASPAR: Yo, Rosa, vivo tan cierto de tu obediencia a mi gusto, que ningún resquicio dejo a la duda, de que siempre obedezcas mis preceptos. Demás desto, sé que alcanzas, que el gusto mayor que tengo, es tu propia conveniencia, porque no tengo otro anhelo, sino verte bien lograda, que es el fin de mis deseos. La suerte nos trae a casa hoy a Don Juan de Toledo, que es de lo más noble de Lima, y más rico, con que a un tiempo mi pobreza y tu hermosura se ven con logro y remedio. Siendo tan grande esta dicha, no cupo en mi pensamiento duda de que tú al oírla, no le agradezcas al Cielo una fortuna, que iguala todos tus merecimientos. ROSA: ¿Pues qué fortuna, señor, es ésa de tanto precio? GASPAR: Un caballero, el más rico de Lima. ROSA: ¿Y qué privilegio nos adquiere su riqueza? GASPAR: ¿Eso dudas? El consuelo de tener con qué pasar la vida, sin el desprecio en que vive la pobreza. ROSA: ¿Y esa vida cuánto tiempo ha de durar? GASPAR: Eso sólo Dios es quien puede saberlo. ROSA: ¿Y quién puede asegurarla? GASPAR: Dios sólo, que de ella es dueño. ROSA: ¿Luego tú de Dios confías lo que has de vivir? GASPAR: Es cierto. ROSA: Pues si la vida es lo más, y lo menos el sustento, si fías de Dios la vida, fía también el remedio. Procuremos buscar, padre, el Reino de Dios primero, que estas cosas se vendrán como añadidas al premio. De Él esperemos socorro, que es un pecado muy necio, que quien fía de Él lo más, no fíe de Dios lo menos. GASPAR: Fïar de Dios, es forzoso, mas Él nos ofrece medios proporcionados a todos, para que nos sustentemos. Viendo estos medios, nos toca confïar y obrar con ellos, que dejarlos, y fïar de su piedad el sustento es tentar a Dios y dar en más peligroso extremo. ROSA: Quien todos los medios deja confïado en Dios, es cierto, mas aquél que por seguir un estado más perfecto, deja medios que le sacan del camino en que se ha puesto, éste bien fía de Dios, y es justo y santo el desprecio que hace del bien temporal para buscar el eterno. Yo en fin dedicar a Dios mi castidad he resuelto, y riquezas que me saquen de este estado no las quiero. GASPAR: ¿Pues no es el del matrimonio digno estado? BODIGO: Santo, y bueno. ROSA: Pero éste es santo, y mejor. BODIGO: Si los casados son buenos, más santos en este estado hay, que en esotro, y lo pruebo. ROSA: ¿De qué suerte? BODIGO: De esta suerte: Nunca es más de uno el soltero, los casados son dos santos, y dos son más que uno: luego más santos en este estado viene a haber. ROSA: Buen argumento. La castidad conjugal es virtud de menos precio que la virginal, que es siempre más consumada. BODIGO: Eso niego, que siempre es más consumada virtud, la del casamiento. GASPAR: En fin, Rosa, ¿no haces caso de la dicha que te ofrezco, ni de darme una vejez de tanto honor y provecho? ¿La incomodidad que paso no te duele, ni el anhelo con que tú pasas la vida de tu labor en el remo día y noche, por ganar lo que en la casa comemos? ¿Siempre habemos de vivir con el afán de lo incierto, que deja hoy para mañana el limitado sustento ROSA: Si Dios con su providencia de esa suerte lo ha dispuesto, ¿por qué no hemos de aceptar un trabajo tan ligero? ¿Hay cosa como vivir de su trabajo comiendo, lo que porque cuesta más, es el sabor de más precio? Mejor trata Dios al pobre que al rico, que el pobre a ruegos siempre está llamando a Dios, y Dios siempre a oírle atento. Y el rico en sus abundancias se olvida de Él, o a lo menos no pone en Dios esperanza, porque la tiene en los medios. Teniendo por padre un Dios tan benigno, y tan excelso, que sobre justos, e injustos nacer hace el Sol del Cielo. ¿Quién puede sentir con queja ser pobre, sino el soberbio, a quien Él tener tuviera lo suficiente contento? Mas quien con lo necesario se ajusta, vive en sosiego, porque eso ni aun al indigno jamás se lo niega el Cielo. ¿Cómo puede faltar Dios a lo necesario, siendo tan piadoso?, que por ver que a los pollos de los cuervos al nacer blancos, los padres desamparan como ajenos, los cría, y da su clemencia de su mano el alimento. Mira las aves del aire, que llevando el pico al viento, ni aran, ni siembran, ni siegan, ni encierran en sus graneros. Y Dios las sustenta a todas como providente Dueño, que no hay grano que no tenga libranza para su efecto. Mira los hijos del campo con la librea del cielo, sin hilar, ni trabajar, de olor y hermosura llenos. Salomón en triunfos tantos por la gloria de su Imperio, con su riqueza no pudo vestirse como uno de ellos. ¿Quién podrá de criaturas contar el número inmenso? ¿Qué esperan en Dios, que a todas da su comida su tiempo? La magnífica despensa tiene Dios del universo siempre abierta, y todos hallan en ella su despensero. Si a tan pequeñas criaturas no niega Dios el sustento, ¿cómo ha de faltar al hombre, que a su semejanza es hecho? Busquemos a Dios, señor, y en la forma que podemos lleguemos de nuestra parte a lo que alcanza el esfuerzo. Y no por vivir mejor dejemos lo más perfecto, que si Dios sustenta al malo, ¿cómo ha de faltar al bueno? Yo me he dedicado a Dios, en Él buen esposo tengo; no quieras, señor, quitarme de tan venturoso empleo. Que no es igual el partido que se aventura en el trueco, por pasar bien cuatro días, pasar mal siglos eternos. BODIGO: (Aquí paz, y después gloria: Aparte ¡gran sermón! Mas dirá el viejo, aquí guerra, y después boda.) GASPAR: Rosa, yo he estado atendiendo para poder escucharte. Aquel amor que te tengo, ¿te habrá dado confïanza de pensar que mis preceptos son fáciles de volver conformes a tus deseos? Y pensarás bien sin duda, por lo mucho que te quiero, si a poder mudar dictamen, diera lugar el empeño. Pero ya no puede ser, porque yo a tu bien atento, y fundado en tu obediencia, dirigida a mi consuelo, te he ofrecido por esposa a Don Juan, y él a sus deudos y amigos lo ha publicado. Yo esta noche los espero, a la primera visita, ya sabes el cumplimiento que requiere esta función. Mi honor está de por medio, no tengo más que decirte, que bien sabes que primero que cualquiera atención, es tu obediencia y mi respeto. Yo voy luego a recibirlos; no pueda, ni el pensamiento, presumir tu repugnancia, que esto no tiene remedio.
Vase don GASPAR
BODIGO: Señora, ¿aquí hay que dudar? ROSA: Mucho, y mucho que temer, mas Dios me ha de defender. BODIGO: Pues Don Juan se ha de casar, que ya ha elegido compadre, y yo de ello soy testigo. ROSA: No se casará conmigo. BODIGO: Pues casará con tu padre. ROSA: Dios mío, de tu favor espero el remedio ahora. BODIGO: ¿Qué es lo que dices, señora, que en esto dude tu amor? ¿Y que un novio no te encante, galán, rico, y caballero, liberal, y perulero, que es circunstancia agravante? ROSA: Yo tengo Esposo mejor, a quien el alma entregué, y le he de guardar la fe que le ha jurado mi amor. Ya es en vano la porfía, porque esa acción no está en mí, pues cuando a Dios me ofrecí, dejé luego de ser mía. Ya no hay para mí otro amor, que de Dios he de ser toda. BODIGO: ¿Pues qué haremos de esta boda, que está ya en el asador? Ver tanta gala sacada en vano, ¿no te da pena? ¿Y la comida y la cena, que la tengo ya tragada? ¿Y el novio ha de irse a la calle, que según tu amor le trata, si la boda se dilata, es menester encerralle? ROSA: Todo su afecto es en vano. BODIGO: ¿Pues qué habéis de hacer los dos? ROSA: Yo sólo estarme con Dios. BODIGO: ¿Y él con su boda en la mano, y yo qué le he de decir con cien pesos recibidos a cuenta de los corridos? ROSA: Volvérselos. BODIGO: ¿A pedir? Volver fuera infame nota: no haré tal. ROSA: ¿Pues qué has de hacer? BODIGO: Por no saber yo volver, nunca juego a la pelota. ROSA: ¿Pues también tú quieres ser causa de mis desconsuelos? BODIGO: Eso no, viven los cielos, contigo he de perecer. Yo de la boda verdugo he de ser siempre contigo, y ha de ser tuyo Bodigo, aunque me vuelva mendrugo. ROSA: Pues Dios me ha de defender, que de Él espero favor, que no es el riesgo mayor éste en que me ha de valer.
Suenan instrumentos dentro
BODIGO: Mas, señora, el enemigo. ROSA: El cielo me dé osadía. BODIGO: Válgate el Ave María, que ya la boda es contigo. Jesús, y qué bravos flascos vienen a ver lo que pasa. ROSA: ¿Qué dices? BODIGO: Que ya en tu casa toda Lima está hecha cascos, y música. ROSA: Mi cuidado se ha de lograr como espero. BODIGO: Como el novio es caballero, quiere venir entonado.
Sale GASPAR de Flores
GASPAR: Rosa, la hora ha llegado. Ya ves, hija, lo que pasa, todo el Perú está en tu casa, y yo de ti confïado, que has de [mirar] por mi honor, y la palabra que di, pues para mirar por ti, se ha adelantado mi amor: ya ves lo mucho que gana mi honor, y de aplausos tú. BODIGO: La boda es en el Perú, pero parará en La Habana. ROSA: (Hasta tener ocasión Aparte me importa disimular.) Yo señor siempre he de estar a lo que fuere razón. GASPAR: Siempre estaba yo esperando de tu juicio ese primor. BODIGO: Señor, manos a la labor, que ya va la boda entrando.
Salen todos los que pudieren de acompañamiento, y detrás don GONZALO y don JUAN, y cantan los MÚSICOS
MÚSICOS: "Al arma, al arma, Cupido, que del tiempo vencedora, de rayos de nieve armada corre la campaña Rosa." GASPAR: Llegad ya, señor don Juan, que os espera vuestra esposa. JUAN: Con el riesgo del que al Sol se acerca, llego, señora, a vuestras divinas luces, pero valdráme la sombra que les hace vuestro nombre, pues vuestras luces piadosas tienen esplendor de Sol con suavidades de Rosa. BODIGO: No la olerá él, si ella puede. GASPAR: ¿No respondes? ROSA: Dudo ahora lo que pueda responder, pues ni tengo acciones propias, ni palabras, porque soy de quien es mi Dueño, toda. JUAN: Al colmo llegó mi dicha. GASPAR: Es muy discreta mi Rosa. BODIGO: (Tan discreta, que da espinas, Aparte y parece que son hojas.) GONZALO: Yo, Rosa, en esta aventura soy el que más parte logra, por lo mucho que el aumento de vuestra casa me toca, y de Don Juan, por amigo, con que por una y por otra deuda, dos veces os doy la enhorabuena dichosa. GASPAR: Siempre, señor don Gonzalo, mi casa os debió estas honras. GONZALO: Nunca podrán igualar las virtudes de Rosa. BODIGO: (Luego lo verá en la purga.) Aparte GASPAR: Don Juan, porque a las señoras demos lugar, a esta sala nos retiremos ahora, mientras Rosa las recibe, para que en orden se ponga la escritura, porque hoy quede otorgada en toda forma. JUAN: Ya como hijo, solamente obedeceros me toca. GONZALO: Vamos pues, guiadnos vos. BODIGO: (¿En qué parará esta boda?) Aparte
Vanse todos menos la santa ROSA, don JUAN, y BODIGO
ROSA: Señor don Juan, dos palabras os he menester a solas. JUAN: A obedecer vuestra voz os espera el alma prompta. BODIGO: (Rosa, aquí saca su flor. Aparte ¿Qué hará este novio, si ahora, como el que halla pollo en huevo, le sale huera la novia?) ROSA: Bodigo, atiende a mi padre. BODIGO: A nadie temas, señora, que a tu lado está un Bodigo más valiente que una torta.
Vase BODIGO
ROSA: Señor don Juan, la fineza con que por gusto o lisonja, o aprehensión me habéis querido, os quiero pagar con otra. La mayor, que una mujer hace por quien la enamora, es ahorrar al desengaño la dilación y la costa. Vos lleno de los blasones, que vuestra sangre coronan, tenéis igual la riqueza al crédito que os adorna. Y con toda la opulencia, abatís vuestra persona, siendo yo tan desigual, a escogerme por esposa. Yo soy una mujer pobre, y humilde, y aunque notoria mi hidalga limpieza, oscura por ser mi fortuna corta. Con que no queda motivo para elección tan impropia, sino la vana opinión, que me da el vulgo de hermosa. No disputo si lo soy, que el serlo, o no, poco importa, pues la ley de la hermosura hay gustos que la derogan. Y aunque la hermosura es prenda con que los hierros se doran, que han hecho en el mundo muchos, es menester cuando es sola, que haya amor en la hermosura, que ella amante corresponda, porque si no es mucho el precio, y nada lo que se compra. Esto supuesto, Don Juan, siendo mi suerte tan corta, era menester suplirla con amor, y que mis joyas fuesen cariños y halagos. Yo me hallo en este estado ahora de no poderos querer, ni esperarlo, ni hallo forma de imaginarlo, ¿mirad si me queréis por esposa? JUAN: Para poder responderos, me dais licencia, señora, de preguntaros la causa de aversión tan rigurosa. ROSA: Como vos me deis palabra, con vuestra fe generosa de desistir del empeño, y hacer vuestra la victoria, sin que en ello de mi padre la noticia se interponga, yo os la diré llanamente. JUAN: Si es causa justa, es forzosa la aceptación de tu padre. ROSA: ¿Me la dais en esa forma? JUAN: No la puedo yo negar. ROSA: Pues mirad si causa sobra a un corazón, que amante tiene dueño a quien adora, y a quien ha dado palabra y mano de ser su esposa. Yo soy de este amor esclava, considerad vos agora, si os estará bien casaros con quien por su misma boca confiesa en vuestra presencia el amor de otra persona.
Sale el DEMONIO embozado
DEMONIO: (Logre la ocasión mi rabia: Aparte con el amor que blasona, la he de armar una traición, sin que ella aquí lo conozca, fingiéndome yo el galán, que está diciendo que adora.) JUAN: (¿Qué es lo que miro? Este empeño, Aparte ya es fuerza ser de más costa pues al decir Rosa que ama otro dueño, un hombre emboza la cara y sale a afirmarlo.) DEMONIO: Ya me ha visto: ahora importa irme y dejarle en la duda.
Vase el DEMONIO
JUAN: Esto ya otro color toma, pues salir a confirmar lo que está diciendo Rosa e irse, ya es desafïarme. ROSA: Don Juan, no se descomponga tanto vuestro sentimiento, que yo os he dicho. JUAN: Señora, no prosigáis. ROSA: ¿Pues por qué? JUAN: Porque no sois la persona a quien yo he de responder. ROSA: ¿Pues quién? JUAN: Quien vuestro amor logra, pero yo haré que le olvide. ROSA: ¿Cómo? JUAN: Con matarle agora. ROSA: ¿Dónde vais? JUAN: A darle muerte. ROSA: Mirad, que es empresa loca. JUAN: ¿Por qué? ROSA: Porque es muy valiente. JUAN: Eso lo verán las obras. ROSA: Mirad que no le hallaréis. JUAN: Aunque en el Cielo se esconda. ROSA: Mirad, que es. JUAN: Yo lo sabré cuando a mis plantas le ponga.
Vase don JUAN
ROSA: Pues yo lo dejo por Dios, Dios mirará por su esposa.

FIN DE LA PRIMERA JORNADA

Santa Rosa del Perú, Jornada II  


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 26 Jun 2002