LOA ENTREMESADA PARA LA COMPAÑÍA DEL PUPILO

Agustín Moreto

Texto basado en el de la Loa entremesada para la compañía del Pupilo tal como fue publicado en El teatro menor en la España del siglo XVII: La contribución de Agustín Moreto, University Press of the South, 1998, por Ruth Sánchez Imizcoz. Fue preparado en forma electrónica por ella y presentado a la presente colección en 1999. Este trabajo fue trasladado luego al formato de HTML por Vern G. Williamsen.

Personas que hablan en ella:
Salen el PUPILO y MANUELA Escamilla
MANUELA: ¡Deténgase, por Dios! PUPILO: Pierdo el sentido. ¿A quién esta desgracia ha sucedido? ¡Vive Dios! MANUELA: ¡Bueno está, por vida mía! PUPILO: ¡Qué cuando con mi pobre compañía, vengo a Madrid ufano, a recibir mil honras de su mano, me suceda este azar! MANUELA: Diga ¿qué ha sido? PUPILO: Loco estoy, ciego estoy, estoy corrido. MANUELA: Sepa la causa pues. PUPILO: No sé decilla. MANUELA: ¿Es por qué le ha faltado Malaguilla, que por estar el arpa algo achacosa, la primavera la purgó con Rosa? PUPILO: ¡Peor! MANUELA: Ya yo adivino su cuidado; es porque el buen Gaspar nos ha faltado, que siendo de los tonos el contraste, con mil letras de cambio ha dado al traste; que está ya que se arruga, en un tono que puso hizo esta fuga. PUPILO: ¡Mucho peor! MANUELA: Pues, diga ¿en qué topa? ¿Es porque le hace falta Pocarropa? Que aunque nos ha dejado ya la pena pago de su pecado, como es Melocotón, si bien lo advierte, por poco no te manda. PUPILO: ¿Quién? MANUELA: La muerte. PUPILO: Mayor mi pena es. MANUELA: Si no me engaño, de Francisca Verdugo el mal extraño, le tendrá de esa suerte. PUPILO: Nada de eso. MANUELA: ¡El demonio que lo acierte! PUPILO: Lo que me trae absorto, loco y ciego es ver que, apenas a esta corte llego, cuando Juan de la Calle y Juan González, y, en fin, mis compañeros, aunque pocos, en un ensayo se me han vuelto locos. MANUELA: ¿Locos? ¿Qué dice? PUPILO: ¡Oh, pese a mi ventura! Con el más raro modo de locura que se ha visto jamás, porque Escamilla ha dado en que es Maestro de Capilla; Juan de la Calle, loco mas profundo, que es Felipe Segundo y Juan González, que es en todo extraño, en que ha se ser autor aqueste año. Porque afirma que dice el calendario, no mirado lo poco que aprovecha, que este año habrá de autores gran cosecha; de suerte que los chicos y los grandes, los mozos de hato y los apuntadores, están rabiando ya por ser autores. ¡Esto me desespera! Y el frenesí ha cundido, de manera que hasta el Capón me dijo el otro día que ya no puede estar sin compañía. Pero Juan González ha llegado.
Sale Juan GONZÁLEZ contando por los dedos
MANUELA: ¡Bravo rato tendremos! PUPILO: ¡Extremado! Amigo Juan González, ¡bienvenido! ¿Qué tenéis que venís tan divertido? Decidme, ¿no hay más quimeras, más enredos? MANUELA: Hay que viene rezando por los dedos. GONZÁLEZ: Primera dama es ésta, lindamente; para segunda, estotra es excelente; tercera es cosa clara... MANUELA: ¡Linda flema! Hombre, éste es dedo y esa dama es yema. GONZÁLEZ: ...primer galán, segundo... PUPILO: ¿Hay tal porfía? MANUELA: ¿Quién habrá, que de verle no se ría? GONZÁLEZ: ...pequeños son de cuerpo... MANUELA: ¡Eso está llano! Que son como los dedos de la mano. PUPILO: ¡González, oíd por vida mía! GONZÁLEZ: ¡Jesús, que poderosa compañía, vive Dios que hará raya! PUPILO: ¿Hay tal enfado? MANUELA: Oiga, que agora lo verá cantado.
Canta
Que hará raya no dudo, si le repara en que a su compañía la trae en palmas. PUPILO: ¿Es posible que deis amigo mío en tan gran desvarío, cuando todos se están riendo? GONZÁLEZ: Señor mío de mi alma, yo me entiendo PUPILO: ¿Qué locura es aquesta? ¿Hay tal porfía? Vos, en tan malos tiempos compañía, mirad que es la verdad ésta que os pinto, dejad esta locura. GONZÁLEZ: Carlos Quinto, la vanidad te engaña. Ser hoy autor es la mayor hazaña.
Vase
PUPILO: ¡Juan González, amigo! MANUELA: Linda traza para volver, dejalde.
Dentro
VOCES: ¡Plaza, plaza!
Sale VILLALVA de alabardero delante y detrás Juan de la CALLE
MANUELA: Otro loco tenemos, ¿hay figura más extraña? Qué paso, qué mesura. PUPILO: ¡Juan de la Calle, amigo! MANUELA: Verle es vicio. PUPILO: ¡Ea! ¡Por Dios, volved en vuestro juicio! Dejad, pues a esos pies estoy postrado, esa locura. CALLE: Yo tendré cuidado. PUPILO: Tened, por vida mía, lástima de esta pobre compañía, que en vosotros su remedio estriba. CALLE: Yo haré que suba la consulta arriba.
Canta
MANUELA: Siempre aquestos papeles le gustan mucho, pues haciendo terceros, hace segundos.
Dentro
ESCAMILLA: ¡Dejadme entrar! MANUELA: Aquéste es Escamilla.
Sale ESCAMILLA de estudiantón sucio con un bonete grande
ESCAMILLA: ¿Quién impide a un Maestro de Capilla, que hace doctos a tantos escolares? Vaya un poco de solfa andares: sol, fa, mi, re. PUPILO: Donoso majadero. Posible es que aprenda, el buen Romero, sólo un punto de solfa; es un neciazo, un idiota, un mastín, un gorronazo.
Habla en tiple
¡Oye usted, señor mío! Menos quejas, mas que le alargo un palmo las orejas. Ninguno de nosotros está diestro.
Habla en tiple
ESCAMILLA: Aprendan, noramala, del maestro, porque un sol, fa, mi, re, lindos despachos, es cosa que cantan los muchachos.
Canta
En la calle de Atocha vive mi dama, sol, fa, mi, re. Yo me llamo Bartolo y ella Catania. sol, fa, mi, re. PUPILO: ¡Escamilla! ESCAMILLA: ¿Quién es? PUPILO: ¿Hay desvarío semejante? El Pupilo. ESCAMILLA: Señor mío, si quiere acomodarse, y eso pasa, yo recibo pupilos en mi casa.
Canta
MANUELA: Ya no hará buen gracioso, si de esta libra, porque tiene sus gracias en capilla.
Salen ISABEL de Gálvez, JERÓNIMA de Olmedo y toda la compañía menos los tres locos
ISABEL: Señor Francisco García escúcheme un rato atento y no se canse, porque algo apasionada vengo. Yo soy Isabel de Gálvez; fuera de Madrid, he hecho primeras damas, tan bien, como cuantas las hicieran antiguamente en Palencia y en Burgos. Mi nombre eterno tiene esculpido la fama en las láminas del tiempo, si piensa que, ahora, en Madrid, he de perder mi derecho, y que a Francisca Verdugo se ha de rendir mi ardimiento, mi vanidad y mi orgullo. Se engaña, porque, primero, a los celestes cambiantes, ese hermoso pavimento a quien tachona la noche de estrellas y de luceros, de sus ejes desasido se moverá de su centro, que me rinda su brío, su gala, su despejo. Y, si, acaso, sus achaques le dan lugar para ello, y no es muerta, como dicen, salga y verá, cuerpo a cuerpo, que yo sola, con mis gracias, competir con ella puedo. Mire Francisco García, lo que se ha de hacer en esto y respóndame al punto, porque la Gálvez basta que supla ausencias, no enfermedades. JERÓNIMA: Digo que tiene razón, pues si miramos al duelo, fuera de Madrid conmigo hace papeles primeros y lo he tenido por bien tocándome a mí el hacerlos. Esto, según la Gálvez, tiene buen pleito, pues le ha dado la gala la flor de Olmedo. PUPILO: Señora Isabel de Gálvez, Francisca Verdugo es cierto que está muy mala y así, desde aquí, juro y protesto que haga usted primeras damas, pero, aunque yo venga en ello, hay un grande inconveniente. ISABEL: ¿Cuál es? PUPILO: ¡Que mis compañeros, están locos! ISABEL: Nada tema, que yo me obligo a volverlos a su antiguo ser a todos, con mi voz y su instrumento. PUPILO: Pues, ¡viva Isabel de Gálvez! MANUELA: ¡Yo lo afirmo! JERÓNIMA: ¡Yo lo apruebo!
Suena en el patio un clarín
PUPILO: ¡Mas qué sonoro clarín turba en repetidos ecos, con mal formados avisos, la monarquía del viento! TODOS: ¡Isabel de Gálvez viva, por primera te queremos!
Sale por el patio a caballo FRANCISCA Verdugo con espada y sombrero de plumas
FRANCISCA: ¡Esperad viles cobardes, que hay mucho que hacer en eso! Fementidos compañeros que, con alevoso estilo, para sepultarme en vida tomáis por achaque el mío. Ya estoy buena, ya mis males cesaron, que, en mi cariño, para servir a Madrid son las congojas alivios. ¡Aleves, falsos, traidores! Escuchad, que a todos digo, y, sin ser don Diego Ordóñez, os reto y os desafío, de sol a sol en campaña, con este acero que ciño. Os espero, salid todos a combatiros conmigo y, si el temor os detiene, si os acobarda el peligro, bien podéis meter socorro de autores ultramarinos. Traed a Castro y a Juan Pérez, "Los conformes" y a Francisco de la Calle, venga Acuña, que pesa por todos cinco. Y, si os pareciere pocos, salgan los fuertes caudillos, los primeros, los mejores, que en aqueste pueblo mismo, con tan grandes compañías, igualmente han competido. Reto a Rosa solimán, aunque venga prevenido contra el veneno que exhalo, y el contagio que respiro de la virtud del Romero. Reto al mismo Osorio, al mismo Hadrián y a todos cuantos con sus parciales y amigos; aunque la Quiñones sea general nunca vencido de sus tropas, y la Prado rija con igual dominio sus escuadrones, que son poco embarazoso a mis bríos un ejercito de Rosas de Osorios, y Pupilos. Y tú, oh Gálvez, que te pones en competencias conmigo y quieres con mis papeles llevarte el aplauso mío, ¡sal a campaña! que en ella darte a entender solicito, que yo sola en estas tablas el amparo he merecido de Madrid, y que te engaña tu arrogancia y tu capricho. ¡Ea! Valientes mosqueteros, mis agravios os intimo. ¡Ea! Honor de Capadocia de ti mi venganza fío. Mueran aquestos rebeldes, que yo, por vuestro caudillo, me pondré delante al riesgo, si me aplaudís con un vítor. PUPILO: Francisca Verdugo heroica, ¡escuchadme! FRANCISCA: ¡No he de oíros! PUPILO: ¡Advierte! FRANCISCA: Es cansarte en vano. .................. [ -i-o]. PUPILO: En Valladolid, me dieron de tu enfermedad la nueva y ésta la ocasión ha sido de dar a Isabel de Gálvez tus papeles. ISABEL: No me rindo a dejarlos, que con ellos, en Burgos, he merecido, Palencia y Valladolid, mil aplausos, y confío de Madrid y su grandeza lograr los favores mismos, y en señal de que sabré defenderte lo que he dicho: toma aquese guante. FRANCISCA: Espera,
Apease del caballo y sube al tablado por un palenque que ha de haber desde los taburetes
que ya previene mi brío, con la razón y el acero, vengar los agravios míos. ISABEL: ¡En este sitio te aguardo! FRANCISCA: ¡En el verás tu castigo!
Llega FRANCISCA Verdugo con la espada en la mano e ISABEL de Gálvez le saca la espada al PUPILO, riñen y él se mete en medio
ISABEL: Este acero te responde. PUPILO: ¿Hay tan gran desatino? ¡Francisca!, ¡Isabel!, ¿Qué es esto? FRANCISCA: Pues, ¿cómo traidor Pupilo te opones a mi venganza? ISABEL: ¿Tú, que la culpa has tenido, embarazas nuestros duelos?
Péganle ambas
PUPILO: ¡También han perdido el juicio!
Canta MANUELA
MANUELA: Tengan que esta pendencia sin duda ha sido, más que sobre su duelo, sobre el Pupilo. JERÓNIMA: Cesen ya vuestras contiendas y escuchadme. ISABEL: Sólo elijo hacer las primeras damas o reñir. PUPILO: Pues no he podido obligaros, ved que espera con su amparo, y con el mismo favor y aplauso que siempre nuestra fe lo ha merecido, la gran Madrid.
Salen los locos
TODOS: Ese hombre nos ha vuelto nuestros juicios para echarnos a sus pies. ISABEL: Y yo, a sus plantas, confirmo tu amistad y los papeles te vuelvo. FRANCISCA: Yo los admito para servir a Madrid, y humilde le sacrifico mi voluntad, mis deseos, mi atención y mi albedrío.
Canta ISABEL de Gálvez
ISABEL: Aunque el juicio en su nombre cobramos todos, de Madrid los favores nos vuelven locos. PUPILO: Corte insigne. FRANCISCA: Heroica villa. GONZÁLEZ: Centro... JERÓNIMA: Esfera... ESCAMILLA: Albergue... CALLE: Archivo... PUPILO: ...de la hermosura y la gala, FRANCISCA: ...de las armas y los libros. ESCAMILLA: Carísimos mosqueteros, que muy rectos y ministros al semblante de los bancos, juzgáis nuestra causa a gritos:
Canta MANUELA
MANUELA: Si le dais apellido a la Compañía, sea el de las victorias no el de los silbos. PUPILO: Cazuela, donde mil damas, de menos de veinte y cinco, se hacen mujeres de llaves con que nos abren a silbos.
Canta MANUELA
MANUELA: Dejen los llaveros todos en casa, que jugar esa pieza no es de las damas. FRANCISCA: Grada, aposentos, desvanes, donde muerde sin rüido la censura entre dos luces, de medio ojo el capricho.
Canta ISABEL
ISABEL: Nadie con los desvanes se ponga en quintas, porque lo que censura viene de arriba. PUPILO: Con la misma compañía que salí, vuelvo a serviros. En lugar de Malaguilla, Melocotón y su amigo Gaspar, todos tres bermejos, que por eso me han vendido, viene conmigo Gregorio, su voz habéis aplaudido mil veces en estas tablas. La falta de los amigos, por serviros, supliremos entre todos, persuadidos que, en vuestra grande clemencia, hallará amparo y asilo esta humilde compañía. Y así postrados,... FRANCISCA: ...rendidos, ISABEL: ...al sabor, GONZÁLEZ: ...a la piedad, ESCAMILLA: ...al amparo, JERÓNIMA: ...al patrocinio PUPILO: ...de vuestros heroicos pechos, FRANCISCA: ...os rogamos, PUPILO: ...os pedimos, TODOS: ...que perdonéis nuestras faltas y admitáis nuestros servicios.

FIN DE LA LOA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 26 Jun 2002