Salen PORCIA y MARCELA de villanas y COSME PORCIA: Marcela, con este traje podremos irnos mejor disfrazados a la Flor y no es muy largo viaje. Que nos haga compañía a Cosme persuadiremos, y es bien que nos disfrazemos por si tiene alguna espía el duque. Nise me digo, tú Pascuala, y de esta suerte como quien huye su muerte iré animosa contigo. COSME: Pardiobre, que nueso traje se asienta mucho mejor. Cosquillas tengo de amor aunque me llaman salvaje. Más hermosa te imagino que una colmena testada, que una cabra remedada, que un saque lleno de vino; más que el manso con su esquila, más que la nata sabrosa. ¡Pesia tal si estás hermosa! ¡Pues, malos años para Gila! PORCIA: Cosme, escucha, y esto sea sin que lo sepa tu tío: a cierto negocio mío queremos ir a la aldea. ¿Podrás nos acompañar? COSME: Y aun la llevaré el camino, cabellera en un pollino, que no haya más que mirar. PORCIA: Pues, Cosme, cuidado y calla. COSME: (Ser su marido deseo Aparte y me enturbio si la veo; habrar quiero sin miralla.) Vuelve la espalda Escuche a Cosme, muesama: No haya dimes y dirétes. Los montes son alcahuetes del pastor que pena y ama. Entre jarras y tomillos suele andar listo el demonio; únzanos el matrimonio como a dos mansos novillos. Yo soy el zagal mejor que da silbos al ganado; canto como un ruín crïado si no como un ruín señor. Cuando pastores, tiraron la barra con fuerzas tales que íbamos cuatro zagales y solos tres me ganaron. Pues mi música no eleva oyendo mi melodía, aunque cante todo el día No hay peñas con que se mueva. Cuando canté en esos cerros, pensando que el que cantaba era algún lobo que aullaba, se juntaron dos mil perros. Pues el muérgano, yo y Bras, le hacemos que suene y cante; él le toca por delante y yo le soplo por detrás. Ya en el tamboril me aveso. Verme tañer es locura, soy ridícula figura. No sé callar si escopieso. Satanás no hará que calle si echo el chorro tan ahina, pues si toco una bocina, atronaré todo el valle. ¿Quién de mijor habilidá que yo? ¡Qué porrete he sido; que yo solo he componido las copras de la, la, la. Ya me quiero recordar de una copra escura y clara. (No he de miralla la cara Aparte por no volverme a enturbiar.) MARCELA: Deja de escuchar simplezas. Retírate a aquesta fuente, que viene cazando gente por estas verdes malezas. PORCIA: ¡Ay, si es el duque, esta vez ha de hacer que me detenga! COSME: En el pico de la lengua tengo la copra, ¡pardiez! Sale GILA GILA: ¡Qué elevado está el demonio! ¿Conjuras algún ñublado? COSME: Esta vez me he recordado. No quiero tu matrimonio Gila, porque eres muy terca. No sabes callar. Si habras, andas más que siete cabras y gruñes más que una puerca. ¿Qué le dice, su mercé, si tengo buena habilidad. Yo le digo la verdad: Gila es mala hembra, a fe. Bien no podemos casar; póngase Gila de lodo. (Y pues ya lo he dicho todo, Aparte agora la he de mirar.) A GILA Cro que oíste lo que he dicho. GILA: Mal, cro que venga por ti; toda la copra tuya oí. COSME: Pues, Gila, lo dicho dicho. GILA: Pues mala pascua os dé Dios, y la primera que venga. ¿Falta quien amor me tenga y más sabiendo que vos? ¿Qué zagal no me resquiebra quitada la gallaruza? Unos me dicen lechuza, otros me dicen culebra, y con todos me emberrincho. COSME: ¡Lindos resquiebros, par Dios! ¿Lechuza y culebra sos? Pues, Gila, lo dicho dicho. GILA: ¿Qué lobo tiene más brío si se emperra una mujer? Mil araños te he de hacer. COSME: ¡Qué me fuerza Gila, tío! A MARCELA PORCIA: ¿No gustas de aquella fiesta? GILA: ¡Qué me vengan estos males por unas tales por cuales! ¡Ah, jodías para ésta! Vanse GILA y COSME PORCIA: Ya que nos guarda esta selva melancólicas y solas, forma de esas amapolas y cándida madreselva un ramillete, y divierte, al correr de esta agua fría, mis cuidados. MARCELA: Algún día con más contento he de verte. PORCIA: Cuando estemos en mi casa. MARCELA: O cuando mudes de intento. PORCIA: Eso no. MARCELA: Goza del viento que por estos sauces pasa. PORCIA: Hacer quiero lo que dices. MARCELA: Aquí te puedes sentar. PORCIA: Vuelve, Marcela, a cantar mientras junto los matices de silvestres florecillas. MARCELA: Presto tu Flor has de ver. PORCIA: Aquésa, sí que ha de ser la flor de las maravillas. Cantan MARCELA y PORCIA MARCELA: Arroyuelo de cristal que corréis manos y libres, dad a precio de belleza vuestra libertad a Nise. PORCIA: ¡Ay de aquélla que vive en campos extranjeros sola y triste! MARCELA: Si eres espejo del monte, fuente que alegre te ríes, mira que tienes Narcisos que en tus cristales se miren. PORCIA: ¡Ay de aquélla que vive en campos extranjeros sola y triste! Sale el DUQUE DUQUE: Mucho me empeñé siguiendo aquel corzuelo que tigre parece en las manchas. Sauces, dadme sombras apacibles. Canta MARCELA MARCELA: Si desterrados del monte vais, arroyuelos felices, dando perlas a las flores, ¿quién habrá que no os envidie? PORCIA: ¡Ay de aquélla que vive en campos extranjeros sola y triste! DUQUE: ¿Cuándo se vio el sol dorar más alegres horizontes? ¿Tienen sirenas los montes como las aguas del mar? Vuelve, villana, a cantar y en estos prados floridos triunfarás de mis sentidos dando pasiones y antojos con tu belleza a los ojos, con tu voz a los oídos. MARCELA: ¡Ay, señora, un cazador te ha mirado atentamente. PORCIA: Háblale rústicamente para encubrirnos mejor. DUQUE: (Las fábulas del amor Aparte de Venus y de Dïana tienen beldad soberana. Ya no es acción fabulosa; no vi mujer más hermosa. ¡Válgate Dios, la villana! Si saben que el duque soy, vergonzosas, no han de oírme. Crïado quiero fingirme que al duque buscando voy. ¡Con qué alborozo que estoy, qué gustoso y qué alentado!) ¿Habéis visto si a este prado el duque del monte baja? MARCELA: En mi vida le eché paja. DUQUE: Mirad que soy su crïado. Respondedme. MARCELA: Si servís, vos tenéis mala ventura. DUQUE: (Ésta parece aventura Aparte de las selvas de Amadís. Las cinco flores de lis no tienen, en mi opinión, el precio y estimación que aquellas rústicas flores. ¡Amor, si matas de amores con villanas, es traición!) MARCELA: No hemos visto a su señor. Pase adelante, mancebo. PORCIA: (Llámale Narciso nuevo. Aparte Dile Adonis cazador. No quiso el hado traidor dar al duque gentileza como a éste.) DUQUE: (¡Qué belleza!) Aparte PORCIA: (¡Qué encontrados han estado Aparte en el amo y el crïado, Fortuna y Naturaleza!) DUQUE: No me despidas, serrana, deja tú que me despida la que da estas plantas vida, la que es alba soberana, la que entre sombra villana un ángel pienso que sea; de modo que en concha fea se esconde perla preciosa, o como cándida rosa que de espinas se rodea. PORCIA: (Dulces sus palabras son, Aparte ojos tened resistencia; que al principio es complacencia y después delectación la más ardiente pasión.) DUQUE: Hablad ya, si no pretende la voz, que así se defiende, remedar esta espesura que tiene muda hermosura. MARCELA: Es francesa y no os entiende. DUQUE: Si en este bosque de amor venís a cazar, francesa, ya tenéis hecha la presa en el mismo cazador. Dadme, señora, una flor de ésas que la mano guarda; rayos serán en quien arda el que los de Francia os diera. Imposibles emprendiera por vos, francesa gallarda. MARCELA: Váyase a cazar y calle. DUQUE: ¿Dónde iré que más bien haya? PORCIA: No le digas que se vaya que me agrada su buen talle. DUQUE: (Mayo alegre, que a este valle Aparte verano eterno promete, dame flores y diréte villana en el porfïar .) PORCIA: (Rabiando estoy por hablar Aparte y aun por darle el ramillete. ¿Qué es esto, suerte fatal? ¿Quién ha de entenderte? ¿Quién, si éste me parece bien al paso que el duque mal?) Yo quiero ser liberal con quien es tan cortesano. Hasta aquí negó mi mano flores que valen tan poco porque fuera almendro loco si diera flores temprano. DUQUE: Si loco suelen llamar al almendro porque dio flores que el cierzo abrasó, el fruto podré esperar de quien flores tarda en dar. PORCIA: Lográis la comparación; mas mi agreste condición fruto amargo y flores vanas ha de dar, que las villanas árboles silvestres son. DUQUE: (Eso me tiene suspenso Aparte que las manos y el lenguaje están desmintiendo el traje, y no sé lo que me pienso. Sé que mi gozo es inmenso.) PORCIA: (Y yo sé que no sabía Aparte qué era amor, y la alegría que el alma siente de verlo o es amor o quiere serlo si hay amor en profecía.) DUQUE: (Sacad este encantamiento, Aparte mi imaginación.) Señora, ¿quién eres? PORCIA: Una pastora que desdichas apaciento. DUQUE: ¿En tanto merecimiento desdichas pueden caber? PORCIA: Sí caben, que soy mujer. DUQUE: ¿Y cómo te llamas? PORCIA: Nise. DUQUE: ¿Quieres bien? PORCIA: Porque no quise ando así. DUQUE: ¿Y sabrás querer? PORCIA: Aborrecer he sabido, ser mudable, ser esquiva, desdeñar, ser altiva. Mi propio interés olvido; mis desdichas he querido. Dije sí, y después negué; no correspondí mi fe. Estima aquello que valgo. Si de éste queréis vos algo, esto solamente sé. DUQUE: Luego si os tengo afición mil imposibles conquisto. PORCIA: ¡Ay, Marcela, que resisto en vano mi inclinación. Ya he dicho que es condición de villanas dar rigores; que son rústicos favores los que usamos por acá. DUQUE: Arbol que ese fruto da, ¿para qué engaña con flores? PORCIA: Trasplantado puede ser que dé fruta más perfecta. DUQUE: Esta villana es discreta. Ya la vi; fuerza es querer. PORCIA: ¿Y quién sois no he de saber? DUQUE: (Ya me da esperanza.) Sí, Aparte Fisberto soy, y serví al duque de gentil hombre. PORCIA: (¿Quién dijera que este nombre Aparte fuera dulce para mí?) Sospecho que gente suena y si es el duque estad cierto que no os puedo hablar, Fisberto, que señores me dan pena. DUQUE: Siendo así, mi industria es buena. Negaré quién soy. Sale FISBERTO FISBERTO: (Amor, Aparte que te pones al temor porque del todo me pierda, afloja al arco la cuerda, flecha con menos rigor. Los pasos del duque sigo como quien teme y desea, receloso de que vea a Porcia; mas ya maldigo mi atrevimiento enemigo. ¿No es aquélla Porcia? Sí, de villana está y así se ha vestido con razón de su misma condición. ¡Perdido soy! ¡Ay de mí! Ya el duque le habrá contado mis engañosos intentos; en confusos pensamientos tengo el ingenio turbado. ¿Qué he de hacer?) PORCIA: Que sois crïado del duque, ¿de veras? DUQUE: Sí. PORCIA: ¿No es el duque el que está allí? DUQUE: (Pierdo el bien que me prometo Aparte se éste habla. Él es discreto; bien me ha de entender así.) Por esta verde maleza pasó una silvestre cabra. Sin hablarme más palabra puede seguirla tu alteza. No descubra la cabeza. ¿Conmigo tal cortesía? FISBERTO: (¿Qué es esto, desdicha mía? Aparte Con razón temo y me aflijo.) DUQUE: La villana me lo dijo porque yo no lo sabía. FISBERTO: (Porcia contó mi traición Aparte y el duque por este estilo me avergüenza. Cual Perilo muero en mi misma invención. ¡Qué abismos de confusión! No sé qué tengo de hacer.) DUQUE: No me debe de entender tu alteza. FISBERTO: (No hay esperanza. Aparte Ella buscó su venganza. ¡Qué maravilla es mujer!) DUQUE: Ésta a quien hablando estoy la vio saltar de una roca. Ella la vio y no está loca, y así crédito la doy. ¿Qué dudas? FISBERTO: (Perdido soy. Aparte Todos mis engaños sabe.) DUQUE: (¿Qué así este necio no acaba Aparte de entenderme?) FISBERTO: (Que la fingí Aparte loca a ella, y duque a mí, le ha contado. Caso es grave.) DUQUE: ¿En qué duda vuestra alteza? ¿Tiénele el amor suspenso? FISBERTO: (¿Otro mote?) Aparte PORCIA: (Cielo inmenso, Aparte ¿por qué la Naturaleza dio a Fisberto gentileza y al duque le dio ninguna? Humilde amor me importuna. ¡Oh, quién las suertes trocara! ¡Ay, Naturaleza avara! ¡Ay, qué pródiga Fortuna! DUQUE: (No puedo echarle de aquí Aparte con señas ni con razones. Las amorosas pasiones disculpa tendrán en ti. Este ángel humano vi; no me impidas el amar. FISBERTO: (¿Qué más claro puede hablar? Aparte Ya mi desdicha comienza. Responderé con vergüenza; responderé con callar.) Vase FISBERTO DUQUE: Gracias a Dios que se ha ido porque sin gusto no estés. Por no hablarme descortés, palabra no ha respondido. PORCIA: Aun no nos ha conocido el duque. Voyme, no vuelva. DUQUE: Pues tu condición resuelva; que he de amarte. PORCIA: Libre está. DUQUE: ¿Podré verte? PORCIA: Sí, podrás. DUQUE: ¿Dónde, Nise? PORCIA: En esta selva. DUQUE: ¿Y dasme alguna esperanza? PORCIA: Ni te la doy, ni la niego. DUQUE: Dudoso está mi sosiego. PORCIA: ¡Discreta desconfïanza! DUQUE: ¿Serás firme? PORCIA: En la mudanza. DUQUE: ¿Quieres que mi fe te asombre? PORCIA: Poca será, que eres hombre. DUQUE: ¿Qué he de hacer sin ti y a solas? PORCIA: Díganlo estas amapolas con la mitad de su nombre. Vanse PORCIA y MARCELA DUQUE: De las flores no colijo que tengan lengua cortés. Amapolas, ama es la mitad. Ama me dijo. Amaré con regocijo. La fábrica soberana de los cielos hoy se humana. Cielos son las selvas bellas; las flores son las estrellas, y el sol es esta villana. Vase. Salen RICARDO y LUCRECIA con hábito de hombre RICARDO: Ya que pretendes que el duque se te inclina, justa cosa me parece que te vea en tu mismo traje. LUCRECIA: ¿Hay honra que se ponga a tal acción? Porque si no se aficiona, ¿cómo quedará Lucrecia? ¡Afrentada y vergonzosa! RICARDO: Amor, ingenio y mujer facilitan mil victorias. Sale el CONDE CONDE: Huélgome, César, de hallarte entre las pálidas sombras de estos sauces, porque quiero que comuniques mis cosas a la duquesa de Amalfi. Es el laurel que corona la firmeza de mi amor entre esperanzas dichosas. Hijo segundo nací, pero a ser señor de Europa, le hiciera su hermoso dueño mi inclinación amorosa. Obligarán mis deseos, ya que no hacerla mi esposa, a lo menos a que sepa quién es el que más la adora. Si tú, César, vas conmigo, cierto tengo la victoria. Serás el medio süave que mi fortuna disponga. Amor me debes, mi César, ¿qué mucho si alguna cosa pareces a este retrato ídolo de mi memoria? Que hermano bastardo suyo le piensa que eres; me informa ese crïado que tienes sangre generosa. Vamos a Nápoles, César, tu fortuna poderosa, pues sois tú Amiclas, me saque del abismo de estas ondas. LUCRECIA: ¡Oh, si Lucrecia te oyera esas razones agora, pienso que fuera lo mismo que no oírte! CONDE: ¡Rigurosa profecía! LUCRECIA: ¿Tú no sabes que ama al duque? CONDE: Pues, ¿qué importa si el duque no se le inclina ni la conoce? LUCRECIA: Ella sola amará sin esperanza. CONDE: Émulo soy de sus obras; sin esperanzas amaré. LUCRECIA: ¡Qué desdicha! CONDE: Mas, ¡qué gloria! Sale el DUQUE DUQUE: Conde, Arnesto, amigo, hermano escucha un alma gozosa de perder la libertad que más los hombres adoran. Dichosa caza en que fui yo la presa, y me despoja del poderoso albedrío la más bella cazadora. Seguí un corzo, hallé una estrella; seguí un bruto, hallé una diosa; busqué sombras, hallé victoria. En efecto, amigo, vi la villana más hermosa que ha visto el sol. RICARDO: ¿Oyes esto? LUCRECIA: Pluguiera a Dios fuera sorda. CONDE: ¿Villana y tal hermosura? DUQUE: Parece que de sus ojos Narcisos y Adonis salen, volviendo a su antigua sombra. RICARDO: ¿Qué villana ha de igualarte? Procura mostrarte agora en hábito de mujer. LUCRECIA: ¿Cómo, sin que me conozca? RICARDO: El ingenio ha de alcanzarlo. LUCRECIA: Dices bien. ¿Habrá una poca de sangre? RICARDO: Sí, de esos ciervos que yacen muertos. LUCRECIA: Disponga esta máquina mi dicha. RICARDO: ¿Hay industria? LUCRECIA: Milagrosa. Ya no soy César que Amor segunda vez me transforma. Vanse LUCRECIA y RICARDO CONDE: ¿Quién puede ser esa Nise, esa divina pastora de tus perdidos deseos? DUQUE: Ganados son, pues la adoran. En arrugados mariscos, en caracoles y conchas, ¿no engendra el blando rocío perlas dando aljófar? ¿No está en ásperas cortezas de una encina vieja y tosca oro líquido y dulce de la abeja cuidadosa? ¿Qué mucho que en estas selvas entre esos montes y rocas sustente Naturaleza operación tan hermosa. Dicen dentro LUCRECIA: ¡Ay de mí! RICARDO: El cielo te valga. DUQUE: ¿Qué es eso? CONDE: Alguna persona de ese peñasco ha caído. DUQUE: César es, ¡qué lastimosa caída! Bañado en sangre tiene el rostro. CONDE: Y por la boca la arroja copiosamente. DUQUE: Lleguen todos y socorran ese muchacho. CONDE: Es mi azar caída tan peligrosa. DUQUE: Llévanle luego a esa aldea a curar. CONDE: Ricardo, toma para regalar a César. RICARDO: No podrá vivir dos horas. Vase RICARDO CONDE: A mi amor y mi fortuna helados los pasos corta; en mi desdicha consiste su desgracia lastimosa. Salen FISBERTO y FLORO FISBERTO: En piélagos de peligros se anegan la vida y honra. Ya de mis amores supo el duque la leve historia. Dame Floro algún consejo. FLORO: Si fácilmente perdonan los príncipes, porque tienen sangre y piedad generosa, échate a sus pies. FISBERTO: Bien dices, que como yo reconozca mis errores, podrá ser que algunas disculpas oiga. Fisberto está en tu presencia humilde a tus pies se arroja. DUQUE: Pesado y necio has estado. Tu inadvertencia me enoja . Nunca creyera de ti que mis ansias amorosas no entendieras, estorbando la ocasión casta y hermosa. FISBERTO: Puede ser, si bien lo miras, que en su pecho y en su boca pasión haya y no verdad. Advierte que es rigurosa. DUQUE: ¿Entendiste la razón y aquella industria ingeniosa por qué duque te llamaba? FISBERTO: Bien claro está. ¿Quién la ignora? Mas, señor, ¿cuántos ejemplos en las humanas historias habrá en mi disculpa? DUQUE: Al fin, ¿cómo queda aquella loca? ¿Cómo está aquella liviana, fácil y necia de Porcia? FISBERTO: Si a ese estilo riguroso para avergonzarme tornas, poca piedad hallo en ti. DUQUE: ¿Qué hierbas son venenosas las que hicieron delirar su discurso? FISBERTO: Amor responda a esas airadas palabras por tal estilo injuriosas. DUQUE: ¿Si fueron melancolías las que el seso le transforma? FISBERTO: Baste, señor, el castigo a quien sirve sin lisonja y con amor a tu alteza. DUQUE: Cuando la dejaste sola, ¿mostró pesar o alegría? FISBERTO: Tus palabras son ponzoña que bebe mi entendimiento. ¿No se cuenta la acción propia, y el mismo error de Marcelo con la romana matrona que adoraba Fabio y otros? ¿No han hecho lo mismo? CONDE: ¿Notas cuán sin propósito responde a diversas cosas? DUQUE: ¿Acaso a tu parecer es muy discreta, es hermosa? FISBERTO: Eso ha sido, duque, el daño como ves. Díganlo solas mis graves melancolías. DUQUE: He sospechado una cosa: que viene enfermo Fisberto de la enfermedad de Porcia. ¿No le ves cuán pensativo, cuán melancólico torna, delirando en las razones? FLORO: Por sus mismos filos corta su castigo que este estilo da confusión vergonzosa. FISBERTO: ¿No usurpó el reino Dionisio a su señor? Más furiosa, más errada acción fue aquélla y aún halló misericordia. Acuérdome, que leí en los amores de Flora de un crïado de Aristipo mi mismo caso. DUQUE: ¡Qué loca y qué errada fantasía! CONDE: Flores hay tan venenosas que oliéndolas descomponen el jüicio. DUQUE: Son las obras de Naturaleza raras. FISBERTO: Ellos consultan agora mi sentencia. Traiga, conde, vueselencia, a su memoria mis servicios y deseos. Interceda bien. DUQUE: Recojan a Fisberto hasta que sane. No dejes, Floro, que a solas ande por aquestos campos. No caiga de alguna roca. Con la música se alegra. Diviértele mientras cobra el seso perdido. CONDE: ¡Ah, pobre! ¿Qué hierbas fueron? ¿Qué rosas de Tesalia las que oliste? FLORO: (A él le dan la pena propia Aparte que dio a Porcia.) CONDE: ¡Qué dolor! DUQUE: ¡Qué lástima! Vanse el DUQUE y el CONDE FLORO: De tu boca fueron aquellas palabras. FISBERTO: Bien es, Floro, que me impongan la pena del Talïón. Sentencia ha sido piadosa, pues la vida no me quitan; mas si el seso es quien adorna al ánima racional y de este bien me despojan, no es piedad, sino rigor. Sácame del pecho a Porcia. Parte, Floro, el corazón, que con fuerzas prodigiosas ha sido; tiene este amor que ya sus venenos obran. Salen el DUQUE y el CONDE DUQUE: Quiero a Fisberto de modo que sus voces me provocan a piedad. CONDE: ¿Si son amores éstos que siente de Porcia? DUQUE: Amigo Fisberto, escucha: si son ansias amorosas de Porcia las que te afligen, bien es que mi amor conozcas. Tuya ha de ser, no la quiero. ¡Por los cielos que tu esposa ha de ser aunque no quiera. Una de mis villas toma y serás más rico que ella. FISBERTO: ¿Hablas de veras? DUQUE: Tus cosas no las trato yo de burlas. FISBERTO: Vivas edades dichosas. Hágante nuevo Alejandro, más estatuas que dio Roma a sus cónsules, y excedan en milagro a la de Rodas. DUQUE: Alégrate, y ven conmigo que he de ver la labradora que arrebató mis sentidos. Y porque ella es vergonzosa, entretendrás los villanos mientras que yo pueda a solas verla. Duque te fingí por esto. FISBERTO: (¡Suerte dichosa! Aparte Vive Dios que no ha sabido mis intentos hasta agora. En vano el hombre sus desdichas llora si suele el cielo mejorar las honras. Vanse todos y salen COSME, PORCIA y MARCELA de labradores COSME: Ya tengo pan y tasajo si hemos de ir el camino. Y está esperando el pollino pensativo y boca abajo. Porque vaya en perfección le acabo yo de enramar como si le hubiera de dar las vueltas de San Antón. Vestido está de una jalma de las más lindas que vi; ésta ha de llevar a ti y yo al pollino en el alma. Vamos, subirás en él porque quiero acompañarte y si el asno ha de llevarte, ¡ojalá fuera yo él! MARCELA: Vamos, y podrás salir de temor y de tormento. PORCIA: No sé, Marcela, que siento que no tengo gana de ir. El ánimo está trocado. ¡Ay, qué fineza de amor! Que aborreciendo al señor me inclinó el cielo al crïado. Salen RICARDO, LUCRECIA y LISARDO RICARDO: Laura, en efecto, se llama ésta, mi hermana, Lisardo, y un cortesano gallardo sus ojos hermosos ama. Y así en tanto que se pasa la pasión ardiente suya, con nombre de hija tuya la has de tener en tu casa. El cuidado que te doy con esto empiezo a pagar. LISARDO: Argos seré en el guardar. Ya Laura, tu padre soy. Depósito general es mi casa de mujeres, pero trae cuantas quisieres si has de ser tan liberal. LUCRECIA: Hija te seré obediente. LISARDO: Es tu gracia peregrina; aquí tengo otra sobrina porque yo ya soy pariente de todo género humano. RICARDO: Segura estás de esa suerte de que no han de conocerte que en este traje villano aun te desconozco yo. LUCRECIA: La ficción de la caída me asegura; mas, ¡ay, vida! ¿Cómo está? ¡Qué Amor me dio siempre en enredos y engaños brindando con mi hermosura! LISARDO: Mira, Nise, mi ventura. Ésta es la flor de mis años. Hija es mía y ha venido sola a verte de esa aldea. LUCRECIA: (Si es ésta la que desea Aparte al duque, yo me he perdido.) Celosa estoy justamente; su hermosura es soberana. RICARDO: Sí, pero al fin es villana y hablará rústicamente. PORCIA: Si mujeres tan hermosas producen las soledades, todas las populosas ciudades podrán estar envidiosas. Flores creí que nos daban los campos, mas no belleza que admire a Naturaleza. RICARDO: (No es necia.) Aparte LUCRECIA: (¡Qué bien la alaban Aparte las ansias del duque! ¡Ay Dios! ¿Cómo estrañáis la beldad del campo y la soledad si vivís en ella vos? Las maravillas presentes no pudieran dar cuidado, y más si os habéis mirado como Narciso en las fuentes. COSME: Dígame, Tío, ¿en qué tierra nació esta hija? LISARDO: Después. COSME: De casta de hongos es; que ha nacido de la tierra. ¿Qué partesco me compete con la hija de mi tía? LISARDO: Prima es tuya. COSME: ¿Prima mía? Déme un abrazo y apriete. Linda es como un manojo de rábanos y de espigas. Quiero arrojarle seis higas porque mal no le haga mi ojo. Sale FLORO FLORO: ¡Ah, Lisardo!, a vuestra casa viene el duque, mi señor. PORCIA: ¡Qué desdicha! LUCRECIA: ¡Qué temor! PORCIA: Miedo tengo. LUCRECIA: Amor me abrasa. COSME: Id a limpiar el zaguán que viene su reverencia. LUCRECIA: (En dudosa competencia Aparte mi amor y desdicha están.) ¿Quién habrá que no se asombre de este mal que me fatiga? Avisarte quiero, amiga que este duque es un mal hombre. Tú eres bella, él es traidor; teme, amiga, sus agravios. No sois ... tú a sus labios No ......... a su amor. Cuantas ve tantas codicia, y las deja deshonradas. No hay doncellas ni casadas que resistan su injusticia. Todo lo que digo es cierto que en Mantua lo vi despacio. PORCIA: ¿Conocéis gente en palacio? LUCRECIA: Sí, conozco. PORCIA: Y un Fisberto, ¿qué tal es? LUCRECIA: Hombre de bien. Ése sí, que ha merecido ser de las damas querido. PORCIA: Vivas mil años, amén. LUCRECIA: Si te quiere, su lealtad y honrado término obliga. Guárdate del duque, amiga, que en su lengua no hay verdad. PORCIA: ¡Con qué razón le desamo! Huelgo que tu fe me avise. LUCRECIA: ¿Y cómo te llamas? PORCIA: Nise. ¿Tú, amiga? LUCRECIA: Laura me llamo. Salen LISARDO y COSME LISARDO: Hijas, venid a sacar ciertas frutas que prevengo para el duque, pues no tengo otras cosas que le dar. COSME: Saquen para mí también pues que so persona humana. Vanse todos. Salen el DUQUE, FLORO, CONDE, y FISBERTO DUQUE: Veréis la mejor villana que cielos y montes ven. Disimula tú, Fisberto. FISBERTO: Mi enredo y máquina crece que ama a Porcia y la aborrece. Sale COSME Si la conoce soy muerto. COSME: Hoy está cosa pajiza; turbándome voy. Quisiera con gente tan caballera tener gran caballeriza; pero ya que venir quiere donde Cosme, y Gila está, perdone la voluntá y reciba lo que hubiere. FLORO: ¿No hay una silla? COSME: Si tarda, siéntese su alteza en mí que soy un asno, y así tendré muy gentil albarda. Sale con una silla de costillas. Sale GILA GILA: Siéntese aquí su grandeza. COSME: No, esté de patas. GILA: De pies, ignorante. CONDE: Si ésta es mal gusto tiene su alteza. DUQUE: No es ésta, que no he tenido en el gusto tal error. Sale LISARDO LISARDO: Un mísero labrador, bien pobre y mal prevenido, cuando a ser su güésped vienes, de sí mismo desconfía. FISBERTO: No sepan que es cosa mía esa mujer que aquí tienes. LISARDO: De villana anda, señor, para mejor encubrilla. Sale MARCELA MARCELA: ¿Es menester otra silla? CONDE: Duque, peor que peor. DUQUE: Que no es ésta, ten paciencia. LISARDO: ¿Sobrina diré que es mía? FISBERTO: Sí, y en mi valor confía. LISARDO: Ya tengo de él experiencia. Y por si viene cansado y quizá quiere beber, frutas le mando traer de las que junio me ha dado. Hija. Sale LUCRECIA con un plato de fruta LUCRECIA: ¿Padre? LISARDO: Ven acá. Regalemos a su alteza. CONDE: Digo que es rara belleza. Vuélvole el crédito ya a tu buen gusto. DUQUE: Aún no ves la que yo vi esta mañana. CONDE: ¿Puede haber otra villana más hermosa? DUQUE: Un ángel es. FISBERTO: ¿Hija es tuya? LISARDO: Señor, sí. (Como el turco hoy la engendró Aparte el dinero que me dio.) CONDE: ¿Tal belleza nace aquí? DUQUE: ¿Esto te espanta? Pues, mira, con un cristal de agua pura, el fénix de la hermosura que a los mortales admira. Sale PORCIA con un vidrio de agua y toalla CONDE: Tiene el gusto su capricho. Más la primera merece. DUQUE: Aquélla al cielo parece. CONDE: ¿Y ésta? DUQUE: A César. CONDE: Bien has dicho. Un aire tiene de aquél desdichadillo que ya o muriendo o muerto está. DUQUE: ¡Ay, qué labios de clavel! CONDE: ¡Ay, qué mejillas de rosa! DUQUE: ¡Qué hermosura peregrina! CONDE: La de la fruta es divina. DUQUE: La del agua es más hermosa. LUCRECIA: (Con los avisos que di Aparte hoy a Nise, se han fingido duque a Fisberto. Yo he sido la tercera contra sí.) ¿Cómo, señor? FISBERTO: Sólo quise ver tus ojos extremados. Da la fruta a estos crïados; venga el agua. LISARDO: Llega, Nise. FISBERTO: Retiraos un poco. CONDE: Bien representa su figura Fisberto. FISBERTO: Si a tu hermosura no iguala, Porcia, el desdén, suplícote que no digas agora a nadie quién eres. PORCIA: Haré, señor, lo que quieres. FISBERTO: Mucho, mi Porcia, me obligas. ¿Cuándo sin tanta mudanza darás a mi mal quietud? PORCIA: Cuando tenga más salud. FISBERTO: Vida me da tu esperanza. No quiero darte disgusto. Goza de esta soledad. PORCIA: No hay fuerza en la voluntad ni consiente ley el gusto. FISBERTO: Podrá ser que con los días se mude tu condición. PORCIA: Ya he dicho, duque, que son algunas melancolías. LUCRECIA: Amor, si en Chipre o en Samos tu deidad vive absoluta, pásala agora a esta fruta. Deja las flores y ramos. Como el duque enamorado da a mi hermosura valor, serán tus flechas, Amor, veneno de este bocado. Vos, gentilhombre, tomad con gusto y satisfacción este miserable don de pródiga voluntad. DUQUE: Agradezco la merced de vuestras manos, señora, mas no tengo hambre agora; todo mi mal es de sed. Pasad adelante, que quiero beber en aquel cristal. LUCRECIA: ¿No veis que el agua hace mal si no se come primero? Bien sabemos las villanas esta física razón. DUQUE: Tántalos mis ojos son entre el agua y las manzanas. LUCRECIA: Del agua tenéis antojos; ardiente fuego os provoca si está la sed en la boca, no la bebéis por los ojos. DUQUE: Allá los ojos se han ido porque quien padece ardores, ama el agua. LUCRECIA: Tomad flores pues fruta no habéis querido. DUQUE: Parecer no quiero ingrato pues me decís que las tome. CONDE: Ah, Fisberto, si no come pase adelante este plato. DUQUE: Mi vida y ardiente fragua a decir lo mismo se atreve. Señor Duque, si no bebe, pase ya adelante el agua. LUCRECIA: Flores os di, responded. ¿con vos tan poco merezco? DUQUE: Digo que las agradezco. Deja que apague mi sed. LUCRECIA: No hay arte para querer si no inclinan las estrellas; poco aprovechan sin ellas amor, ingenio y mujer. PORCIA: Aunque el agua habéis pedido, no os debe de arder el pecho que las frutas habrán hecho que esté el calor reprimido. DUQUE: ¡Ay, Nise, en tus soberanos ojos mi fe se asegura más cándida, hermosa y pura que el agua que está en tus manos. No he comido, bien lo viste, tu amor en mí es absoluto y así espero sólo el fruto de las flores que me diste. PORCIA: Mira bien si el fruto esperas de las que Laura te ha dado. DUQUE: Las manos las han tomado, el alma no. PORCIA: Lisonjeras pienso, Fisberto, que son lengua y voz. DUQUE: Y sin agravios en los ojos y en los labios no te muestro el corazón. FISBERTO: En temores y recelos el alma se está abrasando. ¡Ay de mí; que están hablando! Encubrid a Porcia, cielos. CONDE: Vos, serrana, sois la palma que el sol debe coronar como a rosa singular. Reverencia os hace el alma cuando a tal merecimiento libre y sin amor me viera, sola esa hermosura fuera reina de mi pensamiento; y un retrato singular que estimo no da licencia a quien Amor reverencia por ídolo de su altar. Diómele Amor por ejemplo de su alta naturaleza gran fénix de la belleza por imagen de su templo. LUCRECIA: Y quien vio fineza tal, tanto amor, tanto recato, que estimando mi retrato desdeñe el original. (¡Ay, duque, que estos trofeos Aparte con más razón me los debes!) PORCIA: ¿Por qué, Fisberto, no bebes? DUQUE: Bebiendo están mis deseos. PORCIA: Toma el vaso. DUQUE: ¿Para qué? PORCIA: Para que no se marchiten esas flores que compiten con su dueño. DUQUE: Y con mi fe. Bastan, Nise, tus enojos; las flores puedes tomar si las quieres abrasar con los rayos de tus ojos. Tómalas sin más rigores y a tus flores satisfagan. PORCIA: Flores con flores se pagan; flores os di y me dais flores. LUCRECIA: (Adora tú esa Lucrecia,. Aparte que allí mi amor se restaura.) CONDE: Vuelve acá tus ojos, Laura. LUCRECIA: Perdóname, que desprecia mis flores aquel galán, y en mi cólera me abraso. ¿Usase en la corte acaso dar las flores que le dan? Más cortés estimación mi voluntad merecía. COSME: Dame el prato, prima mía, si ha de andar al mojicón. LISARDO: Valor tiene y sentimiento la villana, y se ha picado de que sus flores se han dado. CONDE: No es villano aquel aliento. LUCRECIA: Nise, estas flores son mías y tu mano las profana. PORCIA: ¿Qué ha de hacer una villana sino tales villanerías? LUCRECIA: La villana sois. PORCIA: Mentís. COSME: Mi prima es mi gallo, ¡chas! Pégale bien. FISBERTO: No haya más. COSME: No haya más, señora Nis. LUCRECIA: No podéis ofender vos pensamientos eminentes. COSME: Nos querrán her encreyentes que son condesas las dos. LUCRECIA: Pardas nubes, cubren cielos, sayales cubren valor. No son hijos del amor sino de honor estos celos. Venga el galán, si le agrada cobrar las flores que estimo; que aunque soy mujer, esgrimo un venablo y una espada. Soy, debajo este sayal luz y rayo de otra esfera. (Y soy, ¡ay de mí! tercera Aparte de mí misma por mi mal.) Vase LUCRECIA CONDE: Varonil acción cuidado da a mis ojos. Ya la quise. DUQUE: Este desprecio de Nise me tiene a mí enamorado. PORCIA: Ya de Laura me he reído. FISBERTO: Esta modestia promete tu cordura. COSME: El ramillete de Muza y Daraja ha sido.
Texto electrónico por Vern G. Williamsen
y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
Actualización más reciente: 01 Jul 2002