ACTO SEGUNDO


 
Salen el INFANTE y BLANCA
INFANTE: Blanca, que al sol oscureces, venciéndole en resplandor, eternidades de amor y de adoración mereces. ¡Pero cómo agradeces un ardiente padecer! Dirás que debo querer esa luz a quién me atrevo, y haciendo lo que debo, no tienes que agradecer. Bien dirás más, Blanca mía. En nuestra mortal esfera hay hombre que no venera la luz hermosa del día que rayos y gloria envía, y pudiera mi locura no adorar esa hermosura, como el ciego o malhechor que defama el resplandor y aborrece la luz pura. Pudiera no amar, y así algún agradecimiento merecerá mi tormento, porque si libre me vi, y con gusto me rendí, a esa beldad que obedezco, ............... [ -ezco] por el gusto con que yo padezco por ti si no por lo mucho que padezco. Y si fuera atrevimiento pedirte, Blanca, un favor, en virtud de tanto amor o en virtud de tal tormento, sin ser agradecimiento puede ser lástima en ti; y será el favor así piedad debida a los hombres, que con mudarles los nombres es lo mismo para mí. BLANCA: Dicen que la voluntad en lo que ama se transforma, dando su vida y su forma a lo amado. INFANTE: Así es verdad. Una secreta deidad hace en dos almas unión a fuerza de la afición. BLANCA: En vos, señor, no la ha hecho, pues no sentís en mi pecho lastimado el corazón. INFANTE: Cuando sabes que te adoro, comunica lo que sientes, como el mar que da a las fuentes cristales y arenas de oro. Disculpado estoy si ignoro tu sentimiento infïel, porque tu pecho crüel nunca me ha dado lugar para que yo pueda entrar a saber lo que hay en él. BLANCA: Las injurias de mi hermano quedan en él, sin que yo deba sentir. INFANTE: Blanca, no, aunque un pecho soberano no está sujeto al humano sentimiento. BLANCA: De esa suerte será amor el que no acierte a mi venganza y dolor. INFANTE: Bien has dicho. Venza amor, den a don Sancho la muerte. Es bien quisto, y nos conviene disimular los enojos, porque no digan los ojos lo que oculto el alma tiene. Él morirá. BLANCA: Causa tiene, sin las injurias que siento, porque tuvo atrevimiento, y fue su soberbia tanta que objeto hizo a la infanta de su loco pensamiento.
Sale FORTÚN
INFANTE: Tu enojo sólo es conmigo, Blanca, el delito mayor; así lo dice el amor que tengo. ¡Oh, Fortún amigo! Ya a don Sancho tu enemigo trazando estamos la muerte. FORTÚN: Tu esclavo soy. INFANTE: De esta suerte la amistad en el que es sabio, propio ha de hacer el agravio del amigo, pero advierte que paces habéis de hacer y amistad disimulando. ¡Hola!
Sale MENDO
MENDO: ¿Señor? INFANTE: Di que mando salir a Osorio. El poder muchas veces [ha] de ser industria y arte, y conviene por los amigos que tiene no causar alteraciones. FORTÚN: En tantas obligaciones a esclavitud nueva viene el alma. Vivas mil años. INFANTE: Disculpe amor inmortal que haya en la sangre real estas traiciones y engaños, si, para excusar los daños que amor causa al alma mía, se visten de tiranía el ánimo y la grandeza.
Salen SANCHO y MIRABEL
SANCHO: Déme la mano, tu alteza. INFANTE: Dala a Fortún.
Danse las manos
SANCHO: No podía hacerme merced mayor. Fortún, tu amigo seré. FORTÚN: Y yo tuyo. INFANTE: (Poca fe Aparte guarda a veces el amor). SANCHO: Un caos en mi pecho está porque amor fabrica en él una confusa Babel.
Vanse los tres
MIRABEL: Habla las lenguas que allá hablaban, y endemoniado parecerás................ ........................ .................... [ -ado] .................. SANCHO: Una dama me mira con atención, y lenguas sus ojos son con que está diciendo que ama. Otras veces cuando quiero examinar esta fe, conozco que me engañé y de su amor desespero, porque se burla de mí en las razones que dice, y confuso, si infelice, engañado vivo así. MIRABEL: ¿Ya sé quién es? SANCHO: No sabrás, que, oculto en el pecho mío, a los labios no lo fío ni ellos lo sabrán jamás. MIRABEL: ¿Qué hay que saber, si eso fue antojo de tus deseos? Tan lascivos desvaneos dicen al ciego que ve cuando duerme, y él despierta contento y alborozado, pero viendo que es soñado, le aflige más. Cosa es cierta; que son sueños esos favores. Despierta, que estás dormido. SANCHO: Parece que has entendido mis dudas y mis errores. MIRABEL: ¿Yo? ¡Cómo los entiendo! (¡Mal me haga Dios si lo sé!) Aparte SANCHO: Pues, silencio. MIRABEL: Callaré como aquél que está durmiendo, y así no podré decillo, pero lo podré roncar. Alcaide soy de fïar. Tu secreto es mi castillo.
Vase MIRABEL. Sale el CONDE
CONDE: ¡Don Sancho Osorio! SANCHO: ¿Señor? CONDE: Hoy quiero tratar contigo un cuidado que en el alma crece, aunque está reprimido. No di crédito jamás a astrólogos ni a adivinos, que el sabio vence a los astros, y son en ciertos jüicios los de esta ciencia en costumbres y en sucesos no venidos, que a accidentes se sujetan. Un astrólogo me ha dicho que será Garci Fernández un infelice marido en su primer matrimonio, y juzgando que mi hijo es fácil de condición, mudable y antojadizo, --quizá con la juventud-- recelo que está a peligro de hacer cierta esta desdicha; mayormente, que he entendido que ama a Blanca y, como sabes, su linaje es muy indigno de mi sangre, y no quisiera que, obedeciente a su apetito más que a mí, un error hiciese tan culpable y conocido. Por esto, Sancho, deseo que encamine mis designios la industria, y este retrato que de León me ha traído de la Infanta doña Elvira le divierta los sentidos de los cuidados de Blanca. El infante no le ha visto, y has de mostrársele tú, llamando al pincel divino que se atrevió a tal belleza, porque el retórico estilo le infunda amor y deseos. SANCHO: Ya te entiendo. CONDE: Sancho, amigo, Blanca y Elvira le den una amores y otra olvido.
Vase el CONDE y déjale el retrato
SANCHO: Retrato, aunque sois hermoso, ¿cómo podré persuadirlo, si el infante adora a Blanca, y está enojada conmigo? La encarecida elocuencia de los griegos y latinos fuera nada cuando están mal afectos los oídos.
Sale el INFANTE
INFANTE: ¿Qué es esto que estás mirando tan atento y divertido?
Sale VIOLANTE al paño
SANCHO: Contemplo la valentía de un pincel tan peregrino que imitó a naturaleza con soberano artificio, trasladando en sus colores la hermosura que previno el cielo para admirar las naciones de estos siglos. INFANTE: ¡Qué bravo encarecimiento! SANCHO: Verás que verdad he dicho, cuando mires unos ojos tan vivamente dormidos, que despiertan al amor como soles que dan giros en líneas negras y hermosas por su cielo cristalino. INFANTE: Enamorado la alabas; debes de estar muy perdido. VIOLANTE: (Y yo celosa, que abraso Aparte el retrato si lo miro). SANCHO: Desprecios padece el sol con el oro de estos rizos, que son rayos marañosos en hermosos laberintos. Envidia la primavera esos colores tan finos, que quisiera trasladarlos al acanto y al narciso. La risa de aquesta boca, alba entre cándidos lirios, pasar quisieran las fuentes a su cristal fugitivo. Mira el aire y el aspecto que, ostentándonos un brío inimitable, nos dice con labios mudos y rizos de púrpura celestial-- "Quien amor no ha conocido, llegue y míreme." INFANTE: Don Sancho, con eso tu lengua ha dicho que adoras al dueño. VIOLANTE: (¡Ay, celos! Aparte Si estando en vuestros principios sois tan terribles, ¿qué hacéis cuando el amor ha crecido?) INFANTE: ¿Quién es ésta? SANCHO: Es doña Elvira, hija del grande Ramiro, rey de León. VIOLANTE: (Más dichosa Aparte en querer a quien la quiso). INFANTE: Guardad, don Sancho, el retrato, que ni el pincel atrevido ni vuestra lengua le han dado hermosura en mi jüicio.
Llega VIOLANTE a quitarle el retrato
VIOLANTE: Y vos, ¡bárbaro ignorante!, ¿con qué imprudente designio enseñáis estos retratos a mi hermano? ¿Divertirlo queréis de su inclinación, sin recato y sin aviso? Yo os entiendo, cauteloso. No ignoro vuestros motivos. El infante sabe amar y tiene libre albedrío. INFANTE: (Como quiero a doña Blanca Aparte tanto, Violante ha creído que podré olvidarla y riñe. ¡Qué discreción!) Poco sirvo a vuestra alteza el cuidado de mi defensa si digo que es hermoso ese retrato. Otro tiene el pecho mío, como en lámina más firme, más gallardo y más divino.
Vase [el INFANTE] y sale MIRABEL
SANCHO: (Su hermana quiere, sin duda, que ame a Blanca). VIOLANTE: Yo me admiro que alabe tanto a su dama un hombre bien entendido. Pero no lo sois, don Sancho, pues que con vano artificio enamorar pretendéis a mi hermano, y certifico que si otra vez os sucede... (¡Ay de mí! ¡Qué celos pido, Aparte disimulando el veneno!) SANCHO: Yo, señora... VIOLANTE: No hay conmigo satisfacciones, don Sancho. ¡Vive el cielo!, que si os miro enseñándole retratos, que he de vengar en vos mismo, como hermana del infante, el enojo que recibo, y adviértoos también, de paso, que me dicen que habéis dicho que yo os miro algunas veces con atención, dando indicios que me dais cuidado, y otras os dejo desvanecidos estos pensamientos. SANCHO: ¿Yo?
Aparte a MIRABEL
(¡Ah, traidor! ¡Ah, fementido! ¿Esto salió de tu boca?) MIRABEL: (¿Con ojos de basilisco me miras? ¿Qué culpa tengo?) VIOLANTE: Dícenme que presumido recibisteis por favor palabras llanas que os dijo mi lengua al descuidado. SANCHO: ¿Yo?
Aparte a MIRABEL
(¡Ah, falso! ¿De ti me fío?) MIRABEL: (Un cartujo soy callando.) VIOLANTE: Y que a mí se me ha caído una banda y no la quise, de que, soberbio y altivo, os juzgáis, como ignorante, ser de mí favorecido. SANCHO: ¿Yo, señora? (¡Es bueno aquesto!) Aparte MIRABEL: (¡Vive Dios, que no lo he dicho!) VIOLANTE: De aquí adelante he de ser contra vos, por el peligro de que entendáis neciamente mi intención. SANCHO: Yo te suplico que me escuches. VIOLANTE: No hay lugar
Andando VIOLANTE a la puerta
de disculpas. SANCHO: Si te obligo con mi humildad. VIOLANTE: ¿Qué humildad? ¡Faetón de vuelo atrevido! SANCHO: ¿Tanto rigor? VIOLANTE: (¿Tantos celos?) Aparte SANCHO: ¿Tanta crueldad? VIOLANTE: (¿Tanto olvido?) Aparte SANCHO: ¿No me escuchas? VIOLANTE: ¿No me entiendes? Harto claro te lo he dicho.
Vase VIOLANTE
SANCHO: Acabé de confirmar que me aborreces. ¿Fue digno mi amor de aquesta traición, villano, desconocido a la obligación que tienes? Cuando de ti me confío, ¿me vendes? MIRABEL: ¿Qué estás diciendo? ¡Voto a Dios que no he sabido hasta agora con qué dama andabas antojadizo. SANCHO: Tú me dijiste que sí. MIRABEL: Si lo dije, yo he mentido con mis labios sucios.
Pone la mano a la daga SANCHO
SANCHO: ¿Quién lo que te dije yo mismo pudo decir? ¡Vive Dios! MIRABEL: Cien años ha que te sirvo, y siempre esperé este pago. SANCHO: Un desengaño es martirio del ánimo más constante. MIRABEL: ¡Y quieres tener contigo un hermano compañero! ¡Plega a Dios, don Sancho mío, que tenga yo la cabeza como este rostro lampiño! ¡Plega a Dios, que este gesto, entre pardo y amarillo, no tenga quien bien le quiera, y que me maten a silbos, que es una muerte civil que ha inventado nuestro siglo! ¡Plega a Dios, que si me caso, suegras, cuñados y tíos sobre mí lluevan! ¡Y plega... SANCHO: Callen ya tus desatinos. MIRABEL: Llámaslos como quisieres, con tal que el acero limpio vuelva a su vaina. SANCHO: ¡Ay, amor! ¡Ícaro desvanecido, de cera fueron tus alas! Llegó el sol y las deshizo.
Vanse don SANCHO y MIRABEL. Salen el INFANTE, BLANCA, y un ALCALDE
INFANTE: Escucha, Blanca, y verás que trato del cumplimiento de mi palabra. BLANCA: No intento dudar de tu fe jamás. INFANTE: Alcalde. ALCAIDE: ¿Qué mandas? INFANTE: Cuando a ese castillo eminente que en la espaciosa corriente de Arlanza se está mirando, os envíe yo un soldado, sin dudar ni discurrir, como él os vaya a decir que hagáis lo que os he mandado, dadle muerte, que conviene y no es tirana violencia. ALCALDE: Homenaje y obediencia debo. En efeto, ¿si viene un soldado de tu parte a decirme que haga yo lo que tu alteza mandó, no tengo que replicarle, sino darle muerte? INFANTE: Sí, con maña tan advertida que no escape con la vida. ALCALDE: Mal podrá, si no es neblí que trepe esferas del viento.
Vase el ALCALDE
INFANTE: Con esto, Blanca, daré a mi palabra y mi fe amoroso cumplimiento. Así tú de algún favor me hicieses digno. BLANCA: Bien creo que ése es un fácil deseo, que no llega a ser amor. Muchas veces los antojos de una ligera afición no llegan al corazón y se queda en los ojos.
Sale FORTÚN
FORTÚN: Con el conde queda agora la francesa bizarría, que pienso que desafía los jazmines de la aurora. Peregrina a Santïago va una condesa de Francia, haciendo con arrogancia en las almas tal estrago que sin libertad las deja. Cartas del rey ha traído, con que su crédito ha sido como su hermosura. BLANCA: (Queja Aparte puedo tener de mi hermano, que alabe así otra mujer, sabiendo que aspiro a ser del infante. ¡Oh, cruel tirano!)
Hácele señas que calle
INFANTE: Mucho alabas la francesa. FORTÚN: Es en todo peregrina. BLANCA: (¡Calla, bárbaro!) Aparte FORTÚN: Divina es su gracia.
BLANCA habla aparte a su hermano FORTÚN
BLANCA: (¡Con qué priesa descompones mis intentos, y despierta sus antojos!) FORTÚN: (Ya podrán decir tus ojos si son encarecimientos). BLANCA: (¡Necio, loco, inadvertido! Cuando empieza a ser mi amante la condición del Infante que mudable siempre ha sido, ¿alabas mujer tan bella?) FORTÚN: (No reparé en lo que hice).
Salen el CONDE con una carta, ARGENTINA de peregrina, y su PADRE, viejo, y VIOLANTE y SANCHO
CONDE: Castilla será felice en que tú pases por ella. ¡Bien haya la devoción que te mueve a tal viaje, peregrina en rostro y traje! PADRE: Favores muy vuestros son, señor conde de Castilla. CONDE: Vuestra hija, conde, es tal que a la esfera celestial como a mí me maravilla. PADRE: Besa, Argentina, las manos al conde por tal favor. ARGENTINA: Como extranjera, señor, me hacéis merced. INFANTE: Soberanos son sus ojos. CONDE: El rey manda por ésta, que en tal viaje os haga yo buen pasaje, y sobrado el francés anda en dar recomendación a los que la traen consigo. PADRE: Soy tu esclavo. CONDE: Sois mi amigo. BLANCA: (¡Ay de mí! ¡Con qué atención Aparte Garci Fernández la mira! Él es fácil, ella hermosa. Yo en amor no soy dichosa. ¡Todo va perdido!) INFANTE: (Admira Aparte su garbo. No sé qué tiene la beldad, si es extranjera, que mueve de otra manera. Debe de ser porque viene al gusto más singular y más raro.) VIOLANTE: (He reparado Aparte en que Sancho no ha mirado la francesa. ¿Si es guardar a su recato el decoro? Triste está. Memorias son, que con celosa pasión. él las siente y yo las lloro). CONDE: Habla, Violante, a Argentina, honor de Francia y de España. VIOLANTE: Vuestra alteza no se engaña en dar nombre de divina a esta beldad. ARGENTINA: Tal merced no es favor, lisonja sí. INFANTE: (¡Vive Dios, que me rendí! Aparte ¡Amor, Amor! Suspended el arco y flechas fatales, que las alabanzas son saetas que al corazón traen heridas inmortales. ¡Qué grande facilidad! ¡A un mismo tiempo ha nacido en mi pecho amor y olvido!) ¡Sancho! SANCHO: ¿Señor? INFANTE: ¿Qué beldad de las presentes inclina mejor, a tu parecer? ¿Cuál es más bella mujer, doña Blanca o Argentina? SANCHO: La francesa es más hermosa, no admite comparación, aunque las dos sombras son de la beldad generosa de Elvira. (En esto pretendo dar gusto al conde). INFANTE: ¿Qué mucho, si esa diferencia escucho, que se está helando y ardiendo el alma a un tiempo? Cortés, y no fácil, es el pecho que aprisa lugar ha hecho a este prodigio francés. BLANCA: (Ya el infante se ha llevado Aparte de otros antojos. ¡Ah, cielos! Envidias son; no son celos éstos que me dan cuidado.) CONDE: Venid, señores, que en tanto que sobre el mar español sepulta rayos el sol y la tarde tiende el manto de sombras, a reposar a mi tienda. PADRE: Tuya es mi voluntad.
Vanse el PADRE, el CONDE y ARGENTINA
INFANTE: (Sol francés, Aparte tú eres fénix singular, y yo me abraso y renuevo; tu calidad está en mí, tuyo soy y de Blanca fui. ¡A nuevo ser, amor nuevo!)
Vase el INFANTE
BLANCA: (Mi esperanza va perdida). Aparte
Vase doña BLANCA
FORTÚN: Apela, Blanca, a su ausencia.
Vase FORTÚN
VIOLANTE: (Celos, si me dais licencia, Aparte seré otra vez atrevida; muchas entiendo que soy querida de Sancho, y luego hielos hallo en aquel fuego, y desengañada estoy. Esta vez lo he de apurar a costa de mi recato). ¿No os da licencia el retrato, don Sancho, para mirar una francesa hermosura? ¡Gran lealtad y gran fineza! SANCHO: Cuando saca su belleza la rosa cándida y pura de aquella verde camisa con puntos y deshilados, y los labios encarnados despliega llenos de risa en hojas de nieve y grana que son de Venus tesoro, y coronan grana de oro, como a reina soberana de las otras flores, ¿quién mira al lirio ni violeta? Cuando al hermosa planeta en el cuarto cielo ven los hombres desmarañando las trenzas de sus cabellos, que son caracteres bellos y líneas que están formando letras con tanta belleza que inmortal y eterna vive, porque son ellos escribe su poder naturaleza, ¿qué hombre cuerdo ha de advertir, quién ha de estar atendiendo, los astros que van huyendo por los campos de zafir? Cuando los reinos undosos, que abismos de arenas cubren, en los mares se descubren, o mansos o procelosos, y en sus piélagos profundos, de las auras ondeados, damascos tornasoleados, entapizan nuevos mundos, o las ondas, que eran bellas, ....................... [ -eve] y ya el huracán las mueve, quieren borrar las estrellas, ¿quién habrá que reparando esté en las fuentes y ríos, que sin caudal y sin bríos entran en el mar temblando? Delante los resplandores de la rosa, sol y mar, ¿qué hombre sabio ha de mirar fuentes, estrellas ni flores?
Dale VIOLANTE a SANCHO un retrato
VIOLANTE: (Si lo dijera por mí Aparte viviera alegre y felice, por su retrato lo dice. Dudosa estoy, pero así haré el examen postrero). Si al retrato que os quité guardáis, don Sancho, tal fe y amor, volvéroslo quiero. Flor, estrella, fuente y río no mire el alma quejosa. Tomad el sol, mar y rosa. (Retrato es aquéste mío; Aparte no es el que yo le he quitado). SANCHO: No mandéis que le reciba. VIOLANTE: ¡Enojaréme, así viva! SANCHO: Mucho me habéis obligado. (Diómele el conde en secreto; Aparte decirle no me conviene el misterio que esto tiene). VIOLANTE: No lo mira. SANCHO: Yo prometo que me da poco cuidado. VIOLANTE: Mirad si tiene belleza. SANCHO: (Hacer quiero una fineza Aparte de leal enamorado; la lámina volveré, que no es razón que delante de la divina Violante mire retrato que fue para el infante traído). VIOLANTE: Miradle, Sancho.
Vuelve el retrato
SANCHO: Señora, ya le miro. (Pero agora Aparte por las espaldas ha sido). VIOLANTE: ¿Y qué os parece? SANCHO: No bien. Otro me da más cuidado. VIOLANTE: ¿Pues no es hermoso? SANCHO: Es pintado; es imaginado, bien que no llega a cumplimiento. ¡Cuánto más bello es aquel que con flecha y no pincel, dibuja en mi pensamiento amor! VIOLANTE: (Busqué desengaños Aparte y hallé desprecios. Amor, tu blandura es ya rigor. ¡No más fe, no más engaños!) ¿Cómo, necio, inadvertido, rompéis en presencia mía las leyes de cortesía que entre bárbaros han sido inviolables? ¿Con desprecios pagáis favores, que son áspides de mi opinión? ¡Qué pensamientos tan necios! Quien fino en ausencia es, mucho al grosero se iguala. Si amáis, amad noramala, pero no seáis descortés.
Vase VIOLANTE
SANCHO: Oye, señora, que dudo los enojos que te he dado. Amor me tiene turbado, la razón me tiende mudo. ¿Yo descortés? ¿Yo grosero? ¿Yo la política ignoro, cuando callo lo que adoro, cuando encubro lo que quiero? ¡Válgate Dios por retrato! ¿Qué inconvenientes nacieron de que mi voz suspendieron el silencio y el retrato?
Mira el retrato
Mas, ¿qué es esto? ¡No es Elvira la belleza que está en el! Mas valiente es el pincel, pues a ser soberbio aspira, segunda naturaleza, y aun ella puede copiar en cielos, campos y mar este abismo de belleza. Imagen es de Violante. Yo soy, con un bien dudoso, el amante más dichoso y el más desdichado amante. Bien me debo comparar al que, ya cuando se muere, viene a alcanzar lo que quiere y no lo puede gozar. ¿Quién podrá satisfacerla? ¿Quién podrá desenojarla? ¿Por qué aquí la verdad calla? ¿Por qué el amor atropella? Mi razón, ¿por qué me culpa? ¡Animo! Pues no pidió su retrato, me dejó esperanza en la disculpa.
Sale MIRABEL
MIRABEL: Pensativo estás, señor. ¿Tenemos otra zorrera? SANCHO: (¡Que la lámina volviera! Aparte Yo mismo fui mi rigor). MIRABEL: A pedirte una licencia en vez del salario vengo. SANCHO: (¿Cómo es posible que tenga Aparte en mis descuidos paciencia?) MIRABEL: Hanme mandado ser guía de estos franceses que van. SANCHO: (¿Mis labios desprecios dan Aparte a la misma luz del día?) MIRABEL: Que como yo sé el camino de nuestro patrón Santiago... SANCHO: (Ya, retrato, siento y pago Aparte mi infelice desatino.) MIRABEL: Soy gallego y sélo bien, y he de guïar la francesa. SANCHO: (De mi estimación me pesa Aparte perdí el crédito también). MIRABEL: Hacerme quiero romero, ya que agora soy tabaco. SANCHO: (Ni me consuelo ni aplaco Aparte mi dolor, ni bien espero.) MIRABEL: Mi esclavina y mi bordón y mi calabaza llena... SANCHO: ¡Vete, vete, airada pena! MIRABEL: ¡Voyme, voyme, socarrón! Por no dar para el camino, me da licencia enojado. Yo pienso volver cargado de veneras y de vino.
Vase MIRABEL
SANCHO: Disculpar conviene luego mis errores con Violante, que los cuidados de amante no dan tregua ni sosiego.
Salen el INFANTE y BLANCA
BLANCA: La mujer es vengativa. Agraviada no reposa, enojada no sosiega, ofendida no perdona. Vuestra alteza ha de cumplirme su palabra, ya que adora, como lo dicen sus ojos esta peregrina hermosa, y hace bien, porque es gallarda. INFANTE: (¡Quién me dijera que sombra Aparte fuera Blanca de su luz!) Deseé verte celosa, por ver si amabas, y vi que eres nieve, que eres roca. BLANCA: Señor, don Sancho está allí. Tu palabra generosa está en mi pecho esperando que la cumplas o la rompas. INFANTE: Don Sancho. SANCHO: Señor, ¿qué mandas? INFANTE: (¡Qué empresa tan rigurosa! Aparte prometió un ardiente amor, templáronse sus congojas. ¿Qué mucho que sea el alma en la ejecución dudosa?)
[Aparte al INFANTE]
BLANCA: ¡Oh, señor! ¿Agora dudas? ¿Agora recelas? ¡Propia señal de haber olvidado! El desprecio es el que lloran mis ojos con más razón que el dolor de mi deshonra. No siento, no, que dilates tu palabra, aunque me toca tanto en el alma. INFANTE: ¿Qué sientes? BLANCA: Que tengas en la memoria otro cuidado. INFANTE: Terribles son las lágrimas o aljófar que derrama una mujer, compitiendo con la aurora. A mucho obliga. SANCHO: ¿Qué mandas? INFANTE: (A tu daño me provocas. Aparte No des priesa, desdichado, a que yo te mande agora, que están tu vida y tu muerte en el aire de mi boca. Blanca, fingiendo o amando, derrama sobre las rosas de sus mejillas las perlas que trujeron cuidadosa mi alma, y aunque es verdad que fácil y afectüosa estimé aquesta francesa, en ausentándose tornan mis cuidados. ¡Quién volviera a ser y antigua forma! Obligar a Blanca quiero; pagar quiero las lisonjas de sus lágrimas y celos. La sentencia rigurosa de aquesta vez se pronuncia). Ve a ese castillo, que adorna con sus almenas el viento cuando se mira en las ondas de ese río, y di a su alcalde que en debido efecto ponga lo que yo le mandé. SANCHO: Voy. BLANCA: (¡Qué alegre, qué dulce cosa Aparte es la venganza!)
Aparte a doña BLANCA
INFANTE: Serena los bellos soles que lloran flechas de amor y fuego.
Tocan una campanilla
SANCHO: (Allí está Violante sola y quisiera disculpar mis ignorancias dichosas, no perdiendo esta ocasión. Mas pienso que a misa tocan, y aunque el infante me envía al castillo de esas rocas, primero debo cumplir en mi devoción piadosa, porque no sé si después habrá otra misa; y no importa tanto agora este negocio que esperar no puedo una hora. Quédese pues, el mensaje y Violante, porque sobra siempre el tiempo, y nunca falta a quien oye misa).
Vase SANCHO
INFANTE: Borras mucho clavel y azucena, Blanca mía, si te enojas. Ya parte Sancho a su muerte. Tiempo es ya que el velo corras de tu tristeza, y descubras la faz bella y luminosa. BLANCA: Ensáyese vuestra alteza para decir estas cosas a Argentina. INFANTE: Ya su ausencia hará que sosiego pongas a esos celos.
Vase el INFANTE
BLANCA: No son celos, sino ambición generosa de ser infanta de Castilla, y vengarme.
Sale FORTÚN
FORTÚN: Mucho importa que insistas, Blanca, en la muerte de nuestro enemigo. BLANCA: Loca de placer y de alborozo me hallas, Fortún. Ya corona mis ojos el regocijo de la venganza dichosa. A ese castillo va Osorio, donde al momento le corta el alcalde la cabeza con industria cautelosa. No sabrá su muerte el conde, que está avisado que ponga tanto cuidado y silencio que aun el sol le ignore. FORTÚN: Toma este diamante en albricias. BLANCA: Favor es. ¡Cómo que me honras!
Vase doña BLANCA
FORTÚN: ¡Quién le viera revolcando en su sangre, en las congojas postrimeras de la vida! ¡Quién le viera entre las sombras, que entre el morir y vivir son crepúsculos que asoman por la noche de los ojos, y sus luces hermosas borran! Quiero llegar paso a paso hacia el castillo que Troya será de este nuevo Aquiles. Traiga su voz temerosa y última el viento süave a ser música sonora de mis oídos; sus quejas permitan los cielos que oiga, pues mis agravios oí.
Fínjase el castillo en lo alto, y que se sube por escalera del monte
Si él fue, ésta es la hora que en el umbral de la muerte pone el pie, y las parcas cortan aquel instrumento fácil que con ansias envidiosas quisiera ya ver deshecho.
Esto es paseándose, como que ve el castillo
Él no parece; pues sola y cerrada está la puerta. Dentro está ya, que las olas de mis venganzas crüeles me han traído presurosas,
Va subiendo
y me hallo en el castillo. Quiero ver su fin, que dobla el gusto de la venganza ver que el enemigo llora su desdicha. ¡Ah, del castillo!
Salen el ALCALDE y gente
ALCALDE: ¿Quién es? FORTÚN: Aquél que no ignora los secretos del infante. ALCALDE: Fortún, vengas en buena hora. ¿Qué mandáis? FORTÚN: Dice su alteza, señor alcalde, que importa que hagáis lo que os ha mandado, si no está hecho. ALCALDE: Ya sobran las señas; entrad. Verás que aunque no está hecho, agora se hace al momento. FORTÚN: Aquí, Osorio, tu muerte será mi gloria.
Vase FORTÚN [y dice dentro]
¡Ay de mí! [¿Por qué me matan?] ALCALDE: Enterradle en esa fosa cuando haya expirado. ¡Muera, pues a su alteza le importa! No pensé que Fortún fuera, pero son maravillosas las acciones de los reyes; siempre el vulgo las ignora.
Sale SANCHO, metiendo el rosario en la faltriquera
SANCHO: (Recé el rosario, oí misa, Aparte y con alma cuidadosa, vengo a hacer lo que el infante me mandó. Dar media hora a Dios del día no es mucho, si tantas después nos sobran a las acciones humanas). ¡Señor alcalde! ALCALDE: ¿Qué cosas os traen, Sancho, a mi castillo? SANCHO: Dice que pongáis por obra lo que mandado ha su alteza. ALCALDE: Ya está hecho, y porque informa mejor quien ve que quien oye, entrad a verlo. SANCHO: En buen hora.
Antes de entrarse, ha salido por otra parte el INFANTE, y está mirando hacia los dos para no dividir la escena
INFANTE: Mirando estoy desde aquí tus venganzas, Blanca hermosa. Osorio entró en el castillo.
Sale doña BLANCA
BLANCA: Agradecidos se postran a tus pies mis ojos. INFANTE: Blanca, ¿de agradecida blasonas? BLANCA: Sí, señor. INFANTE: Pues ya la muerte, que está absoluta señora de las vidas, de la suya posesión pálida toma. Mucho me debes en esto, pues borro de las historias mi piedad, y las hazañas de un varón cuya gloriosa fama sentirá mi padre.
Sale VIOLANTE al paño
VIOLANTE: (Diligencias sospechosas Aparte son las que en Blanca he notado; no se ha apartado en dos horas del infante, y con recato hablan los dos). BLANCA: Si injuriosas palabras dijo a mi hermano, ¿por qué ofensas en la honra no ha de pedirme venganza? INFANTE: Ya la tienen, pues que cortan la cabeza a Sancho Osorio. VIOLANTE: ¡Válgame Dios! ¡Ah, traidora, sin razón y sin piedad! Amor, si el arco no aflojas, muerta soy.
Sale SANCHO
SANCHO: Lo que mandaste, con lengua tan rigurosa que ha excedido la crueldad de las tigres y leonas, está hecho ya, tu alteza. El antiguo nombre borra de la piedad castellana. Ya se mancha, ya se moja en su misma sangre aquel que llamabas tu alma propia. Ya a Fortún mató el alcalde, acción, señor, con que enojas a tu padre y a los cielos. INFANTE: ¿Qué dices, hombre? BLANCA: ¿Qué doras tu crueldad, tirano infante, con la admiración que tomas? Esto esperaba de ti. ¡Cielos, justicia! INFANTE: Me asombran estos sucesos. Espera, Sancho, ¿qué has dicho? SANCHO: Que agora vi muerto a Fortún. BLANCA: ¡Ay, conde! ¡Tirano infante, perdona, que he de dar voces al cielo!
Vase doña BLANCA
INFANTE: Oye. BLANCA: ¡Ah, conde! INFANTE: ¿Qué persona, mortal o angélica, tiene tu vida en tanta custodia? Admirado voy por Dios.
Vase el INFANTE. Sale doña VIOLANTE
VIOLANTE: ¿Vienes sano? SANCHO: Sí, señora. VIOLANTE: Ya por muerto te lloraba. SANCHO: Fuera mi muerte dichosa. VIOLANTE: Más vale, Sancho, que vivas, aunque adores y ames otra. SANCHO: Eso no, que tuyo soy. VIOLANTE: ¡Qué palabra tan sabrosa, si es verdad! SANCHO: Aquel retrato me dio el conde. VIOLANTE: Aliento cobran mis esperanzas con eso. SANCHO: Y mi suerte se mejora.
Vanse los dos

FIN DEL SEGUNDO ACTO

Lo que puede el oír misa, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 01 Jul 2002