ACTO SEGUNDO


Salen el REY, leyendo un memorial, y CRIADOS
REY: ¿Quién más confusión halló? De algún encubierto mal me avisa este memorial, sin saber quién me le dio.
Lee
"Amado y favorecido es de todos Bimarano; temed que aunque es vuestro hermano, sois del pueblo aborrecido." ¡Hola! CRIADO: ¿Señor? REY: Salid presto. Mirad si podéis hallar el que me ha llegado a dar este memorial.
Vanse los CRIADOS
¿Qué es esto? ¿Quién me obliga a este rigor? "Temed que aunque es vuestro hermano..." No le aborrezco yo en vano.
Salen los CRIADOS
CRIADO: Nadie hay afuera, señor. REY: ¡Qué gran yerro es recibir memoria, carta o papel, sin ver lo que viene en él, sin conocer y advertir quién es quien le llega a dar, y allí información hacer si es traición, por no temer; si es verdad, por no dudar. De un infante la opinión mintiendo, --¡oh papel!-- desdoras; que hay también plumas traidoras como hay manos que lo son.
Rompe el memorial y sale ENRIQUE
ENRIQUE: (¿Dónde está el bien que perdí? Aparte ¿Dónde el mal que lloro está? A mi pesar vivo ya si es vivir penar así). REY: Enrique, ningún placer Ramiro hacerme pudiera, que más yo le agradeciera como llegarme a ofrecer con tu prisión la ocasión que yo tanto deseaba. Muy solo sin ti me hallaba; que aunque es común opinión que un rey a nadie echa menos, es yerro, pues su grandeza no muda naturaleza, y los vasallos tan buenos siempre llegan falta a hacer, y es cierto que un rey prudente si no lo muestra, lo siente. ENRIQUE: Quien alcanza a merecer escuchar tan gran favor, mucho debe a su fortuna. REY: Mi amistad siempre fue una. ENRIQUE: Bésoos los pies, gran señor. REY: Siempre, Enrique, te estimé. Fuerte materia de estado fue la que te ha desterrado; que yo no te desterré. Y aunque llego a estar servido de haber sabido de ti, que te casaste por mí, en parte me has ofendido por no haberme declarado si es que llegabas a amar, Enrique, en otro lugar, la causa de tu cuidado. ENRIQUE: Si con gusto mío fuera, donde el vuestro precedió, poco mereciera yo, poco mi obediencia hiciera. REY: ¿Luego tú casado estás sin gusto? ENRIQUE: No, señor mío. (¡Oh, amoroso desvarío! Aparte ¿Dónde con mis penas vas?) REY: ¿No quieres mucho a tu esposa? ¿No la estimas? ENRIQUE: Fuera culpa poco digna de disculpa no hacerlo ya. Es ley forzosa. Después que la recibí, por mi esposa debo amarla, honrarla y bien estimarla, por Dios, por vos, y por mí. Por Dios, porque Él lo mandó, por vos, por me haber casado, por mí, porque la he fïado el honor que tengo yo. Y pues ya os obedecí, fuerza es ya que la he de amar, fuerza es que la he de estimar por Dios, por vos y por mí. REY: Justamente me ha obligado tu gran valor. Los dos solos, tú y Ramiro, sois los polos sobre que fundo mi estado. Ven acá. De tu verdad he de fïar un desvelo. (No es, advierte, aunque recelo Aparte poner duda en su lealtad; que a dudar de su valor a mí me ofendiera es llano). Sabes tú si Bimarano entre el aplauso y favor que del pueblo alcanza, llegue con bizarra juventud a liviandad o ingratitud que sin prudencia le entregue a escándalo conocido, que pueda ofenderme a mí, y que él, fïando de sí... (¿Qué digo? ¡Que voy perdido!) Aparte ENRIQUE: Señor, llegarle a estimar el pueblo, por ser hermano del que es señor soberano, no sé que pueda engendrar pensamiento en él, ni en ti sospecha; que al parecer degenere de aquel ser que él tiene por ti y por sí. REY: Que sale de noche sé. ¿Dónde a divertirse va? ENRIQUE: Si te han informado ya; lo que es público diré. Al jardín de Nuño pasa alguna vez, porque tiene sitio ameno. REY: ¿Y a ser viene cerca de tu calle y casa? ENRIQUE: Sí, señor. REY: Pues prevenido esta noche, Enrique, está; que hemos de ir los dos allá.
Vase el REY
ENRIQUE: En vano el rey ha temido.
Sale GONZALO
GONZALO: Cuatro mil veces, señor... ¿Cómo cuatro mil? ¡Cuarenta! Noventa mil veces, digo, que muy norabuena vengas a la corte y a palacio, y a la gracia del rey vuelvas; que sin ti Gonzalo estaba como esclavo en tierra ajena. Tuyo soy; vuélvome a ti. ENRIQUE: Gonzalo, a mis brazos llega. GONZALO: Tú eres mi amo, no el rey. ENRIQUE: ¿Cómo estás? GONZALO: Como en galeras después que tú me faltaste. Mandóme el rey que no fuera contigo, y que me quedara, y aunque me quedé por fuerza, pensé que pescaba bogas y se me han vuelto culebras. ENRIQUE: ¿De qué suerte? GONZALO: Ha dado el rey en burlarse de manera conmigo sin darme nada que pierdo ya la paciencia. ¿Ves su semblante severo, su compostura y modestia? ENRIQUE: Sí, Gonzalo. GONZALO: Pues no hay burla que allí contra mí no quepa. ENRIQUE: ¿Cómo? GONZALO: Descuidóseme un poco. Deslizóseme la lengua sobre cosas de gobierno, que como es esta materia tan larga, y todos la cantan, aunque hay pocos que le entiendan, yo también reformar quise. Súpolo el rey, y por esta causa manda con secreto que me busquen, que me prendan, y con Ramiro me asombren; que es quien las leyes gobierna. En fin mi culpa criminan: ya me prenden, ya me sueltan, ya me vuelven a buscar con tan grande diligencia que ni sé cuando es de burlas ni menos cuando es de veras. ENRIQUE: ¿Y quién, di, te mete a ti con el gobierno? GONZALO: Si llega la malicia a punto ya que sobre que no la dejan como otras veces vivir con libertad de conciencia, hace creer que no hay trigo cuando están las trojes llenas, cuando el que siembra perece y lo coge el que no siembra; si adivinas... ENRIQUE: Déjate de eso, que no es para tu cabeza.
Sale doña MAYOR, leyendo una carta
MAYOR: (Aquí está el ingrato Enrique. Aparte Necesario es que ya entienda que ni estimo su privanza ni su olvido me desvela. Sin mirarle, ni hacer caso de que le he visto o me vea, delante de él pasaré leyendo esta carta.) ENRIQUE: Espera.
Pasa MAYOR por delante de ENRIQUE, leyendo sin mirarle
GONZALO: ¿Aun te dura todavía? Mayor es. ¿Qué te embelesa? ENRIQUE: Mi mayor tormento, di. GONZALO: ¿Cuál estará la tal fembra de ver que te hayas casado? ¿Quién de tu amor lo creyera? MAYOR: (¡Cielos, no me habla! ¿Si acaso Aparte no me ha visto? ¿Él irme deja? Hablarle quiero yo misma, y desmentir su sospecha.
Llega a hablarle
¡Ay, Amor! Estos rodeos pienso que tú los conciertas). Enrique, para serviros la misma soy que antes era; que como de tus engaños y tus fingidas cautelas no tuvo el alma noticia, que mi pasión contuviera te hablé allí, te miré entonces y manifesté mis quejas, no como a esposo de Elvira pues no pensé que lo fueras. GONZALO: (Puestos están frente a frente Aparte rásguense bien la melena; que yo para no estorbarlos elijo picar soleta).
Vase GONZALO
MAYOR: Discúlpame con tu esposa, porque no es razón que tenga celos sin causa por quien es menos dichosa que ella. La verdad: ¿riñóte mucho? ¿Mostró condición muy fiera? ¿Dúrala, Enrique, el enojo? ¿Hanse acabado las quejas? ENRIQUE: Ya, señora, el desengaño, la verdad y la certeza de que soy suyo, la obligan a que mis disculpas crea. MAYOR: Dices bien, que eres ya suyo, y darte crédito es fuerza. ¿Quiérete mucho en efecto? Mas sí querrá que es discreta. ¿Si quiéresla mucho tú? Mas sí la querrás que es bella. ENRIQUE: Como a mi esposa la estimo, y Elvira también contenta paga liberal mi amor con regalos y ternezas. MAYOR: ¡Oh, aleve! ¿No lo callaras? ¡Oh, ingrato! ¿No lo encubrieras siquiera por lo que escucho por no matarme siquiera? ENRIQUE: Si es ya obligación forzosa, y es infame el que la niega; si soy su marido en fin, ¿en qué opinión me tuvieras si te hablara mal de Elvira aunque ya la aborreciera? MAYOR: Pues, ¿fáltante a ti razones y palabras halagüeñas, que encantando los oídos tienen nombre de sirenas, para mudar el lenguaje sin dar tan notorias señas de que te quiere y la estimas tan tierno cuando hablas de ella? Loca estoy. Yo estoy perdida. Yo te doy la enhorabuena de tu dicha, y de mi muerte. Vete, Enrique. A Dios te queda. ENRIQUE: Primero, Mayor hermosa, me has de conceder licencia. MAYOR: ¿Para qué? ENRIQUE: Para decirte... MAYOR: ¿Qué quieres decir? ENRIQUE: ...mis penas, mis pesares, mis tormentos, mis congojas y tristezas. MAYOR: ¿Buen modo, Enrique? Bien dicen que hay hombres que luego dejan, en casándose, de ser, y mudan naturaleza, incapaces, indiscretos, y olvidados de lo que eran. Pero prosigue. ¿Qué quieres? ¿Qué engaños decirme piensas? ENRIQUE: Ver, señora, ver que el rey me castiga y me destierra por la muerte de tu hermano, que tanto dolor me cuesta. Pensar que tú fuiste causa de mi destierro, y que llegas por su muerte a aborrecerme, y que ya en venganza truecas el amor de tantos años. MAYOR: A ser yo tú, que en ausencia de solos seis días no más te casas, y me desprecias... ¡Quita, quita! No las toques. Disculpas y agravios duerman, que agora sí que podrán despertar venganzas muertas. ENRIQUE: Si por fuerza el rey... MAYOR: Villano, mientes. Tu maldad confiesa. El rey no pudo forzarte, que no hay en las almas fuerza. ENRIQUE: ¿No basta verme muriendo? ¿No basta ver que padezca sin esperanza de vida? MAYOR: Enrique, estaba tan cerca el ver hoy que estás casado, el ver que ayer no lo eras, que pudo el alma olvidarse, y hacer que a mi engaño vuelva; mas ya advertida del daño estoy. Vete, y no te atrevas jamás a verme ni hablarme. Mira que mi pecho encierra un volcán de ardientes rayos que de salir están cerca. ENRIQUE: Aunque di la mano a Elvira, nunca estuvo de ti ajena el alma. Siempre fue tuya. No es bien que a Elvira la debas. MAYOR: Pues que la mano la diste, el alma también la entrega. ENRIQUE: ¡Que te pierdo y vivo! Adiós. MAYOR: ¡Ojalá que lo sintieras para que yo me vengara! ENRIQUE: Ya lo siento, y ya te vengas. A no estorbarlo el lugar... MAYOR: Si por el lugar no fuera... ENRIQUE: ...mi disculpa te obligara. MAYOR: ...tu muerte fuera más cierta. Vete, que te la haré dar si hablas, villano, de veras. ENRIQUE: Sin ti quedo y sin mí voy. MAYOR: Y yo con mi agravio muerta.
Vanse ENRIQUE y MAYOR. Salen ELVIRA y CONSTANZA a una ventana
CONSTANZA: Señora, el peligro advierto, que ya el empeño amoroso del infante es sospechoso. Ya el tiempo trocó la suerte. Dice en fin que has de escucharle o que muerte se dará, y que a hablarte aquí vendrá. Hablarle y desengañarle con prudencia es lo mejor; que Amor es poder soldado, si se juzga despreciado no mira en riesgos de honor. ELVIRA: Cuando es Enrique mi esposo, cuando pudiera temer de su valor, su poder, extremos de poderoso hace contra mi opinión, Constanza. Hablaréle ya, que en mi respuesta verá cuán loca es su pretensión. Quise bien, y aun quiero bien a quien digo que aborrezco. El alma al infante ofrezco, favor los cielos me den, pues es fuerza confesar que le quiero y no le quiero, que le espero y no le espero, que he de amar y he de olvidar.
Sale BIMARANO de noche embozado
BIMARANO: Disculpe mi ciego error quien vio crecer su esperanza, quien ya con la confïanza llegó al cielo del favor. Enrique con el rey queda. Esta noche he de saber qué medio debo escoger para que ya vivir pueda.
Llega a la ventana
Gente en la ventana está. ¿Es Constanza? ELVIRA: Y quien pretende venganza de quien ofende tan libre esta casa ya. ¿Es estimarme afrentarme? ¿Es, señor, tenerme amor, despreciar así mi honor, y a una desdicha obligarme? BIMARANO: ¿Si ha sido hazaña, señora, dejarme sin ti y sin mí, casarte y burlar así a quien sabes que te adora? ELVIRA: ¿Pues tengo la culpa yo? BIMARANO: Sí, que tu rigor lo ordena. Tú la culpa y yo la pena tenemos. ELVIRA: Tú sí; yo no.
Salen el REY y ENRIQUE
REY: Adelántate y procura saber si el infante está en casa de Nuño ya. BIMARANO: ¿Esto es razón? ELVIRA: Es locura. ENRIQUE: A servirte voy.
Vase ENRIQUE
REY: Aquí te aguardo.
Acércase a la ventana
ELVIRA: Si me quisieras, mi casamiento impidieras. BIMARANO: ¿Pude yo impedirlo? ELVIRA: Sí. CONSTANZA: Señora, en la calle hay gente. REY: (Ésta es la casa de Enrique). Aparte ELVIRA: Mi ofensa más no publique. Mi deshonra más no intente. BIMARANO: Ya mi industria prevenida viene contra ese temor. Constanza, aguarda. ELVIRA: ¡Ah, señor! ¡Que me has de costar la vida!
Vase doña ELVIRA
REY: (Una ventana está abierta. Aparte ¡Cielos, y un hombre hay aquí!) BIMARANO: (¿Si es que éste es Enrique? Así dejo su sospecha incierta). Como yo a Enrique busqué, decir, Constanza, podrás, y que le aguardo dirás en casa de Nuño. REY: (Hallé Aparte más confusión, más desvelos). CONSTANZA: En viniendo Enrique, al punto lo diré. (No es malo el punto Aparte para desmentir recelos).
Vase CONSTANZA
REY: (Bimarano es). Aparte BIMARANO: (Si es Enrique Aparte con esto le he asegurado).
Vase BIMARANO
REY: Mi sospechoso cuidado nuevas dudas ya publique. En casa de Nuño, en fin, que le aguardaba escuché. Venga, pues, Enrique. Sabré qué casa es ésta o jardín.
Sale GONZALO con un bastoncillo en la mano, una linterna y sombrero grande
GONZALO: (Sin que haya en mí reparado Aparte los pasos del rey siguiendo he venido. La ocasión es linda. Yo estoy a tiempo de que me pague la burla con otra que le prevengo). REY: (Ésta es justicia, y aquí Aparte que me reconozca siento. Él se acerca. ¿Qué he de hacer?) GONZALO: (Ahora con mi burla empieza). Aparte ¿Quién es quien va a la justicia? ¿Qué se turba? Diga presto. REY: (Mal hice en quedarme solo). Aparte GONZALO: Algún ladrón encubierto debe ser. ¿No me responde? REY: Sí respondo. GONZALO: Pues, ya es tiempo. Diga quién es brevemente. REY: Poco os importa saberlo, y el no decirlo me importa. Siga adelante. Yo os ruego que no me reconozcáis. GONZALO: ¿Cómo, cómo? ¡Bueno es eso! ¿Ladroncito no sois vos? Diga el nombre, o ¡vive el cielo!... REY: No juréis. No os enojéis. Que decir quién soy no puedo. GONZALO: Pues, vuesamerced perdone porque le he de llevar preso. REY: No os acerquéis. GONZALO: ¿Cómo no? Descomedido grosero, ¿con los ministros del rey...? REY: Tratadme más bien. GONZALO: No quiero, que estoy la justicia yo, y traigo al rey en el cuerpo. REY: Señor, hidalgo, esa vara sé yo muy bien que os la dieron para que seáis cortés, reportado y muy atento. Para prender delincuentes, para castigar excesos, no para tratarlos mal, pues sólo os toca prenderlos, no afrentarlos ni injuriarlos. GONZALO: ¡Bien con eso comeremos! REY: Enmendaos, por vida vuestra, que a saberlo el rey,... GONZALO: ¡Consejos, respuestas y sermoncitos! ¿Hay mayor atrevimiento? No huya. Vengan las armas; que le echaré si me empeño... REY: ¿Adónde? GONZALO: ¿Qué me replica? REY: No replico. Deteneos. GONZALO: ¡Resistencia! ¡Resistencia! ¡Aquí del rey! REY: ¡Quedo, quedo! GONZALO: ¡Resistencia! REY: No deis voces. (Que me conozcan recelo). Aparte GONZALO: Diga quién es. REY: Un crïado soy de Enrique. GONZALO: Es embeleco. REY: Verdad es. Ésta es su casa. GONZALO: Pues, ¿cómo no os entráis dentro? REY: Que aguardase aquí mandó. GONZALO: ¿De qué le servís, mancebo? ¿De bravo para la noche, de alcahuete o broquelero? REY: De lo que manda le sirvo. GONZALO: Ahora bueno está. Yo os creo. (Peguésela). Aparte A los crïados de tan grandes caballeros como Enrique, es justa cosa guardarles todo respeto. REY: ¡Notable humor de alguacil! ¿Cómo os llamáis? GONZALO: Juan de Diego, que nunca hizo mal a nadie sino coger su dinero.
Descúbrese y conócele el REY
REY: Hablad a Enrique. GONZALO: Sí, haré. "Ite in pace" y recogeos. REY: ¡Gonzalo! GONZALO: ¿Quién sino yo? REY: ¿Tú has tenido atrevimiento? GONZALO: ¿Señor...? REY: Villano ignorante. GONZALO: Todo ha sido chanza y juego. REY: No entres en palacio más. GONZALO: No pensé yo... REY: Vete, necio. GONZALO: Acabóse. En la ceniza hemos dado con los huevos.
Vase GONZALO
REY: ¡Qué atrevido! Enrique tarda; mas, ¿si es él que viene? Quiero nombrarle.
Sale ENRIQUE
ENRIQUE: ¿No está aquí el rey? REY: ¡Enrique! ENRIQUE: Mudado ha puesto. Cerca de mi casa está. Que no está el infante, es cierto, señor, en casa de Nuño. REY: Enrique, mirad primero, si me servís, si es verdad lo que decís. ENRIQUE: Pues, ¿yo puedo no serviros, no decirla? REY: Alguna sospecha tengo. ENRIQUE: ¿Sospecha de que os engaño? Si he sido, señor, yo el mesmo que en casa de Nuño os trae, ...................... [ -e-o]. REY: Si el infante a vuestra casa viene a buscaros, bien pienso, si pienso que le servís más que a mí. ENRIQUE: Menos entiendo la culpa que me estáis dando. REY: Declararme más espero. El infante vino aquí, y en esa ventana... ENRIQUE: ¡Ay, cielos! REY: Habló con una crïada y dijo--yo estuve atento-- que a vos os buscaba, Enrique; que os dijesen en viniendo que en casa de Nuño fueseis. Mirad, si viene bien esto con decir que no está allá. Yo, Enrique, lo escuché. Presto sabré yo mismo... ENRIQUE: Señor, si Nuño... si yo no acierto... REY: No os he menester. Quedaos. (Bien dudo. No en vano temo). Aparte
Vase el REY
ENRIQUE: ¿Buscarme el infante a mí a estas horas? ¿A qué efecto a mis ventanas de noche? Pero agora, ¿con qué intento puede buscarme el infante? Ir él mismo ahora me acuerdo, adonde estaba mi aldea, ser él mismo el mensajero de que me iban a prender, pudiendo hallar otro medio para avisarme. ¡Ay de mí! ¿Despeñado pensamiento! ¿Dónde vas? ¿Dónde me llevas? Yo me abraso. Yo me pierdo. Venir a mi casa agora, si en palacio le hablo y veo, decir que en casa de Nuño me aguarda también? ¿Qué es esto? Escucharlo el rey. Decirme, "Enrique, mirad primero si me servís, si es verdad lo que decís". Irse luego, sin querer que le acompañe. Algún trato, algún concierto en que me juzga culpado sabe el rey; pero yo llego a sentir contra el infante. Un mar confuso navego de borrascas y peligros, de sospechas y recelos, pues si disculpo al infante a mi propia causa vuelvo. ¡El rey le halló a mis ventanas y a tales horas! Teneos, cuidados tristes. Pasad, confusas olas, que el centro me mostráis de mis desdichas; que parece que tropiezo más con ellas mientras más por no encontrarlos rodeo; porque su virtud, mi esposa, ser yo de esta casa dueño.., ¡Oh, lengua vil! Claro está. Tú lo dices. Tú hablas de ello. Pero ya el alba despierta y yo imagino que sueño; que en la sospecha hallo muerte, y en la disculpa hallo fuego.
Vase ENRIQUE. sale doña MAYOR
MAYOR: Felices son los días que el labrador en soledades pasa, pues todas sus porfías se alejan de una humilde casa, viviendo jubilado del ruido de palacio no excusado. Levántase gozoso al tiempo que la aurora se levanta, cuando en su estrado hermoso vestir la mira de belleza tanta, que vertiendo candores siembra el campo de luces y de flores. A las aves doradas despierta con sus rústicas pisadas, que a coros divididas por mil cumbres de rayos coronadas, mirando el rojo oriente al nuevo sol saludan dulcemente. Absorto de esta gloria, los ojos vuelve al campo matizado, y entre la memoria allí mira el rocío aljofarado guarnecer la violeta, la grave rosa y cándida morgueta. Allí mira verterse la clara fuentecilla entre la hierba; ya en ella pudo verse retozar el corderillo tras la cierva; el sol baña los llanos, y espigas vuelve los vertidos granos. La sazonada fruta él la descuelga de la opima rama, su cansancio conmuta el verde soto en regalada cama; que si hay gloria en el suelo, en aquella quietud la puso el cielo. No hallo lugar seguro, después que vi burlada mi esperanza, unas veces procuro tomar de mi desprecio cruel venganza, otras--¡qué amor tan necio!-- disculpo a Enrique. Olvido mi desprecio. Ya es llanto, ya tristeza, lo que antes gloria: ver a mi enemigo. La confusa grandeza de este palacio, es para mí castigo. Este jardín, sus flores me diviertan y templen mis rigores.
Salen el REY, BIMARANO y RAMIRO. Escóndese MAYOR
REY: ¿Adónde, infante, estuviste anoche? BIMARANO: (¡El pesar me acabe! Aparte Que salí, sin duda, sabe). REY: ¿No respondes? ¿Dónde fuiste? BIMARANO: Señor, que salí es verdad. REY: ¿Quién fue con vos? BIMARANO: Solo fui. REY: ¿Vos solo y de noche? ¿Así desprecias la majestad? ¿Con quién hablasteis? BIMARANO: (Recelo Aparte que fue Enrique el que llegó, o que alguno me siguió. La verdad importa. ¡Ah, cielo!) A su casa fui a buscar a Enrique, que como alcanza tanto con vos su privanza, quise... REY: Pues, ¿no había lugar en palacio para hablarle sin ir a su casa vos? ¿Qué teníais que hablar los dos? ¿A qué fuisteis a buscarle? BIMARANO: He sabido que tratáis de envïar embajador a Francia, y quiero, señor, si vos licencia me dais, ser yo quien a Carlo Magno lleve la embajada vuestra, y quise... REY: (¡Bizarra muestra Aparte de un infante que es mi hermano!) BIMARANO: ...que Enrique os lo suplicara. REY: No es para vos esa acción. BIMARANO: (No hallé otra satisfacción Aparte que más a mi amor cuadrara). REY: ¿Dónde fuiste más? BIMARANO: No hallé a Enrique...
MAYOR oculta
MAYOR: ¡El rey está aquí! BIMARANO: ...y al punto me recogí. REY: (Sin causa a Enrique culpé. Aparte Honrarle y premiarle espero. De la verdad me ha informado). Sobre lo que hemos tratado envïar, Ramiro, quiero a Enrique a Francia. Ve, pues, y di que venga a hablar que hoy le pienso despachar. RAMIRO: Digna empresa suya es. Su prudencia a Carlo Magno podrá tu intento advertir. REY: Vos, moderad el salir de noche; que sois mi hermano.
Vase el REY
BIMARANO: ¡Fuerte condición!
Vase BIMARANO
MAYOR: No hay parte, no hay tan remoto lugar donde no halle mi pesar ................. [ -arte]. Al rey escuché que envía a Francia a Enrique, y es tal en mí esta pasión mortal que lo mismo que podía ser consuelo, me atormenta. Lloraba el verle presente, y ya el pensar que se ausente penas a penas aumenta.
Sale ENRIQUE
ENRIQUE: Aquí dicen que está el rey. En fuerte ocasión me envía a Francia; que si porfía habré de ir. Su gusto es ley. Mas como en entrando en casa Constanza fiel me avisó lo mismo que sabía yo, a necia sospecha pasa mi desvelo. MAYOR: ¿Venís ya de camino?
ENRIQUE, sin hacerle caso
ENRIQUE: Mas bien pudo. Sí, pudo ser. No lo dudo viendo que culpada está, para mejor encubrir si es engaño su traición usar de esta prevención. ¡Ea, dejadme vivir dudas, ya basta el rigor! MAYOR: ¿Nace ese divertimiento de la ausencia? ¿Es sentimiento de finezas que hace Amor porque dejáis vuestra esposa? ENRIQUE: ¿Aquí estáis, señora mía? MAYOR: ¡Buena anda la fantasía!
Como abstraído
ENRIQUE: Es obligación forzosa. MAYOR: ¿Qué decís? ENRIQUE: (Retiraréla Aparte a una aldea. Es desacierto que si no es mi agravio cierto y es engaño. Ofenderéla. La confïanza ha de ser la que ha de volver por mí. Si no me ha ofendido, sí; mas si me llega a ofender, ¿qué importará mi cautela, el retiro ni el lugar, si allí me sabría buscar mi deshonra? ¡Mataréla!)
Pone furioso la mano a la daga
MAYOR: ¿Qué es esto, Enrique? ENRIQUE: Señora, ¿mandáis algo para Francia? (¡Qué imprudencia! ¡Qué ignorancia! Aparte Sin sentido estaba agora). MAYOR: ¿Qué turbaciones son éstas, Enrique? ENRIQUE: (Miente el recelo, Aparte que Elvira es ángel del cielo). ¡Ah, Mayor, lo que me cuestas! MAYOR: ¿Por qué, señor? ENRIQUE: ¡Triste suerte! Porque me casé con quien no sé si me quiere bien; que a ser tú mi esposa--advierte-- contento partiera yo. (Honor, contento partieras; Aparte que mujer que ama de veras nunca a su esposo ofendió). MAYOR: Pues, ¿Elvira...? ENRIQUE: Sí, señora, Elvira es mi propio honor. MAYOR: Oye, ¿no estima tu amor? ENRIQUE: Yo la estimo. Ella me adora. MAYOR: Pues, ¿qué causa...? ENRIQUE: (¡Dura ley!) Aparte MAYOR: ¿Qué te obliga? Escucha, advierte... ENRIQUE: ¡Ah, Mayor, que me das muerte! MAYOR: Mira, Enrique... ENRIQUE: ¡El rey, el rey!
Detiénele MAYOR el brazo, y éntrase ENRIQUE sin escucharla

FIN DEL ACTO SEGUNDO

Lo que no es casarse a gusto, Jornada III  


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 01 Jul 2002