ACTO SEGUNDO


Dentro
VOCES: ¡Viva Raquel! ¡Raquel viva! ¡Libertadora del pueblo!
Sale RAQUEL
RAQUEL: ¿Para qué queréis que viva Raquel, si vive muriendo? VOCES: ¡Viva Alfonso! ¡Alfonso, viva! ¡Rey piadoso y justiciero!
Sale el REY
REY: ¿Para qué decís que viva Alfonso, si Alfonso es muerto? RAQUEL: (De mi inquietud y mis penas Aparte oculto un volcán encierro). REY: (De mis ansias y suspiros Aparte todo un Vesuvio alimento). RAQUEL: (¡Para qué me llama el rey Aparte si no es que quiere que el fuego que empezó a encender su vista acabe de arder mi pecho? Mas, ¿qué me turbo? Quizás de mi natural soberbio la ambiciosa pesadumbre descansará en su despeño). REY: (A Raquel llamó mi amor, Aparte que en la inquietud que padezco, si no puedo sentir más, gozar más con verla puedo; y quizá de su hermosura el altivo, el siempre bello desdén, a tanta grandeza le hará la ambición trofeo).
Míranse
RAQUEL: (Mas el rey es el que miro). Aparte REY: (Mas Raquel es la que veo). Aparte RAQUEL: Señor... REY: Hermosa Raquel,... RAQUEL: ...a tus pies... REY: ...alza del suelo. RAQUEL: ...cobarde estoy... REY: Yo, mortal y sin vida... RAQUEL: ...y sin aliento... REY: ...no sé cómo a hablar empiece. RAQUEL: ...mis turbaciones confieso. REY: ¿Estarás ya satisfecha de mi piedad? RAQUEL: Nunca menos me prometí, cuando osada profané el sagrado templo de tu piedad con mis quejas; voces de mi sentimiento; y así, señor, a tus plantas hoy, que agradecida vuelvo, ofrezco una esclava humilde, si tuya merezco serlo. REY: (¿De qué me sirve callar?) Aparte Reviente el duro veneno que en el corazón madura la trïaca del silencio). ¿Y sabes tú para qué te he llamado? RAQUEL: ¿Cómo puedo tus órdenes penetrar, ni alcanzar tus pensamientos? REY: Ésa es mi pena, Raquel; que cuando amante padezco, la medicina del mal ignore el mal de que muero. RAQUEL: Pues, ¿quién causa tu pasión? REY: Tus ojos, bellos luceros que abrasan lo que iluminan y alumbran lo que encendieron; tú mi enfermedad has sido. RAQUEL: ¿Yo tu enfermedad? No entiendo tan nuevo modo de pena. REY: Pues yo explicártele quiero, porque, ya que a declararse está el corazón dispuesto, por mal entendido el daño, no se disculpe el remedio. Yo te adoro. RAQUEL: No prosigas. Templa, señor, tus afectos; que en acciones que te pueden equivocar el respeto, es menos mal que en mi duda padezca algún detrimento mi pundonor que no el tuyo. ¿Villana acción en real pecho? REY: Amor es noble pasión. RAQUEL: Cuando es igual el sujeto. REY: En llegando a amar, le llega a hacerle igual el deseo. RAQUEL: Eso es en la voluntad, mas no en el entendimiento; y así, nunca fue seguro amor desigual, pues vemos que mal prevenidos luchan los dos sentidos opuestos, calumniando la razón lo que admite el pensamiento, y viene a quedar vencido el que de los dos es menos. REY: Si el entendimiento juzgas que es sentido más perfecto que la voluntad, te engañas; pues, dudoso en sus afectos, aquel nunca se resuelve, y cobarde con el miedo, envilece la razón que tuvo para el concepto; la voluntad, no, que heroica con noble, altivo denuedo a segundas causas nunca se rindió, pues previniendo al registro de la idea el examen de su empleo, admite como seguro lo que juzga como nuevo. RAQUEL: Pues de esa misma razón se ha de valer mi argumento; que sentido que se vence tan fácilmente, es muy cierto que no acertó en la firmeza o erró en el conocimiento. Pasión que ciega no duda atropellar el ingenio, cuando más firme camina, tropieza en el escarmiento. REY: No es amor el que no ciega el discurso. RAQUEL: Ni es perfecto amor el que a la razón entorpeció el movimiento. REY: Para amar no hay más razón que ser amable el objeto que se elige, y esto es siendo hermoso, siendo bello; luego más perfectamente amará el que más atento hiciere en la voluntad de lo más hermoso aprecio; y así, con esta razón, Raquel, disculpado quedo de adorarte. RAQUEL: No lo admito; que si es falso el presupuesto, te acusará la razón en el engaño el remedio. REY: ¿No eres hermosa? RAQUEL: No sé; que tan dichosa me ha hecho en tu favor la Fortuna, que, aunque del vulgo lo necio en mi abono se apasione me ha de quitar, por lo menos, o lo hermoso en lo feliz, o lo dichoso en lo bello. (Vanidad, no te atropelles Aparte cuando peligran a un tiempo en el gusto la lisonja y en el pundonor el riesgo). REY: Confïanzas de entendida, disculpadas en lo atento, son crédito del aplauso con que se publica cierto. Yo te adoro, esto es verdad. Si es peligro, no le niego; si en ti es excusa, no vale, pues cuando yo estoy resuelto, por no morir de callado, quiero vivir de grosero. RAQUEL: ¿Y quieres que yo profane, por un fácil devaneo de tu imaginación, todo el pundonor que mantengo? REY: ¿Y quieres que yo atropelle, por un loco, por un necio escrúpulo del reparo, todo el ardor que padezco? RAQUEL: ¿No fui yo la que a tus plantas rendida me vi al pretexto de la justicia? Pues, ¿cómo la trïaca haces veneno? REY: ¿No he sido yo el liberal y obligándote resuelto, toda una ley quebranté pues quebrantas todo un pecho? RAQUEL: No es paga de un beneficio lo que ocasiona un despeño. REY: No es feria una piedad bien a trueque de un desprecio. RAQUEL: No es desprecio el que es aviso. REY: Ni es aviso el que es sin tiempo. RAQUEL: Luego, ¿resuelto a quererme estás? REY: Tanto, que primero que deje de amarte yo, dejaré de ser yo mesmo. RAQUEL: (Mucho su afecto me obliga, Aparte cuando está viendo mi afecto que para quererle había yo menester mucho menos. Rey es. Pues, ¿qué me acobarda? Venza su amor, y empecemos a enredar en el discurso la lisonja con el premio; pueda esta vez la ambición más que el decoro, y a trueco de un desdoro mentiroso, logre la ambición un reino). REY: ¿Qué dices? RAQUEL: (No sé qué diga; Aparte que cuando a atreverme llego, para conmigo lo allano y para con él lo temo). Pues, señor... REY: No te entorpezca la voluntad el respeto; háblame como a tu amante, no como a tu rey. RAQUEL: No puedo; que ha poco que eres mi amante y ha mucho que eres mi dueño. REY: ¡Oh, pesia al poder, si estorbo a tus cariños ha hecho! ¿Qué dices? RAQUEL: Que te reportes; no solicites tan presto que te dé la confïanza lo que te ha de dar el tiempo. REY: Luego, ¿ya vencí? RAQUEL: No sé. REY: ¿Aún dudas? RAQUEL: Aún dudo y temo; y no te espante el cuidado, pues más peligros advierto que hay desde el pecho a los labios que de los labios al pecho. Ama tú como pudieres, pues cuando tu amor defiendo, siento que es fuerza estorbarle y lo que le estorbo siento. REY: Pues con eso a mi esperanza nuevos laureles ofrezco. ¡Fernando!
Sale FERNANDO y hablan aparte
FERNANDO: ¿Señor? RAQUEL: (¿Qué dudo? Aparte Amor, todo eres extremo; antes de amar me temía que no me amase, y resuelto, cuando que me ama publica liberal, que me ame temo,. Mas, ¿qué importa, si a la vista de mi altivo pensamiento del poder está triunfando la vanidad y el despecho? ¿No he sido yo la elegida por más hermosa? Pues, cielos, ¿qué venzo en mi libertad, si su libertad no venzo? ¿Qué consiguió mi hermosura en una merced que a precio suele darse de un discurso? ¡Ea, cobarde atrevimiento! Siga su gusto el dictamen de mi natural soberbio. Un rey rendido es despojo de soberano ardimiento; si yo mando en su albedrío, ¿quién duda que de su imperio el mando también le usurpe? Esto busco, aquesto quiero. Pues, venza la razón y eternícese el respeto). FERNANDO: Ya, una vez determinado, sólo servirte deseo. REY: Raquel, de Fernando Illán acompañada pretendo que vuelvas, mientras que yo a ser más dichoso vuelvo; que continuadas verdades harán tus temores menos. RAQUEL: Acción piadosa es honrar humildades, y mi afecto siempre estimará el halago; mas siempre temerá el riesgo. REY: Fernando, no te descuides. FERNANDO: A tus órdenes sujeto, no excederé lo que mandas. RAQUEL: (Alguna desdicha temo). Aparte FERNANDO: (¡Tirana acción le aconseja Aparte su amor!) REY: (Seguro con esto Aparte queda mi pecho). RAQUEL: Señor, guarden tu vida los cielos. (Mal de verte me despido). Aparte REY: (¡Qué dolor tan lisonjero!) Aparte RAQUEL: (Más disimule el semblante). Aparte
Vanse RAQUEL y FERNANDO
REY: Más espere el sufrimiento. Sus temores a mis penas amante lisonja han hecho, pues en ellos se acredita amar y no amar a un tiempo. Aquél que duda no niega aunque no concede, y vemos que es forzada la razón con la que vence su miedo. Que a su quinta la llevase es lo que a Fernando ordeno; que ya, una vez arriesgado, lo más vencerá lo menos; ponga la industria mi amor podrá el arrojo su afecto. Mas, gente viene a la audiencia loco amor, disimulemos.
Sale CALVO con un memorial
CALVO: Señores, el pretender bien puede ser que sea honrado oficio; mas descansado, eso no lo puede ser. De hacer reverencias tengo torcido un pie y un zapato, y a la audiencia, sin recato, de pie quebrado me vengo. Mi sombrero no se allana a andar siempre por el suelo, y de no cubrirme el pelo tengo la mollera vana. (Mas el rey es, pesia a tal. Aparte ¡Qué brava ocasión que tengo! Pues tomo, y ¿qué hago? Vengo y doyle mi memorial). REY: ¿Qué pretendéis? CALVO: ¡Santo Dios! No sé por dónde empezar. REY: ¿Qué queréis? CALVO: Vengo a buscar a su majestad. ¿Sois vos? REY: ¿No me conocéis? CALVO: Señor, son unos desconocidos todos los entremetidos, y en el palacio mejor. REY: Yo soy el rey. Declarar podéis, vuestra voz dudosa. CALVO: Pues no se me ofrece cosa en que poderos mandar. REY: ¡Qué acciones tan desiguales! ¿No es memorial ése? CALVO: Fue; pero después que os vi, he perdido los memoriales. REY: ¿No sois de Fernando Illán crïado? CALVO: Y tan buen crïado, que era flaco y he engordado después que como su pan. REY: Yo estimo mucho a Fernando Illán; y así, no os turbéis, decid lo que pretendéis. CALVO: Eso es lo que voy buscando. (Agora mi dicha entabla Aparte su fortuna, por mi fe. Bien dice el adagio que no oye Dios a quien no habla. El memorial que a su vista prevengo me le escribió el estudiante, y sé yo que es un profundo alquimista; dirále cosas famosas si Dios le alumbró con bien, y mi pretensión también le escribirá, entre otras cosas. Yo no sé leer, pero igual confío de su buen celo que lo notaría el cielo). REY: ¿No me dais el memorial? CALVO: Sí, señor. (De verle trata. Aparte No quepo en mí de contento; hoy me llevo el regimiento sin pagar la media annata).
Dale el memorial al REY. Léele y se ríe
REY: ¿Quién tal locura previno? CALVO: (¡Qué alegre muestra el semblante! Aparte Demonio era el estudiante). REY: No he visto igual desatino; ¿Escribisteis vos aquesto? CALVO: (Así pretendo engañarle). Aparte Sí, gran señor, y en notarle mi discurso ha echado el resto. REY: Pues, leedlo. CALVO: (Hame cogido). Aparte Advertid, en casos tales, que sé escribir memoriales, pero leerlos no he sabido. REY: (Él es simple de buen gusto). Aparte Pues si eso es así, escuchad, y lo que pedís notad; que yo a dároslo me ajusto.
Lee
"Este hombre, en quien están los sentidos al revés, es tan animal, que es lástima que coma pan; y así, pues el nombre os dan de justiciero, dad traza, si acaso no os embaraza, cuando así su gusto atiza, que en vuestra caballeriza le den, señor, una plaza." CALVO: ¿Hay más extraño suceso? REY: Premiaros quiero mejor. CALVO: Volved a leerlo, señor, que no puede decir eso. REY: Pues, ¿Téngoos yo de engañar? CALVO: Sí, señor,... REY: ¡Qué sencillez! CALVO: ...porque los reyes tal vez tienen gana de jugar. REY: De que la tuvo mejor el que escribió, no hay dudallo. CALVO: Bueno es hacerme caballo, queriendo ser regidor. REY: Con otra merced os salvo la cólera que os atiza. CALVO: ¿Calvo en la caballeriza que desciende de Laín Calvo? REY: Escuchad... CALVO: Yo he de perderme. REY: ...un secreto. CALVO: ¿Hay tan engaño? Yo castigaré al picaño. REY: (De aquéste pienso valerme). Aparte
Hablan aparte. Salen ÁLVAR Núñez y GARCI López
ALVAR: En nombre del pueblo vengo a contradecir leal la ley derrogada. GARCI: Igual celo a mi lealtad prevengo. A Fernando y Raquel bella, que juntos salieron, fue siguiendo mi duda, y sé que hasta su quinta con ella --¡Qué liviandad!-- se fue oculto. De todo informarle intento. ALVAR: Yo del alboroto atento del pueblo, que en el insulto del hebreo libertado nuevamente se recela alguna infeliz cautela. GARCI: La orden, como mozo, ha errado. REY: Al punto le seguirás, como te digo, avisado. ¡Mas, Álvar Núñez ha entrado. CALVO: Voyme, no me digáis más.
Vase CALVO. Llega ÁLVAR Núñez
ALVAR: Vuestra majestad, señor, mire aqueste memorial. REY: (¡Oh, cómo se llevan mal Aparte el gobierno y el amor!)
Léele
GARCI: (Resolución mal mirada Aparte fue, sin duda, la del rey). ALVAR: (Yo haré establecer la ley Aparte de ciega mano borrada). REY: ¡Qué necia bachillería!
Rómpele
ALVAR: ¿Esto es cumplir con las leyes? REY: Sobre el gusto de los reyes mejor no cumplir sería. Y advierta cualquier atento que enmendar quiere mi gusto, en que no hay delito injusto si es con mi consentimiento. Y, pues pretendo estorbarlos, no hagan discursos prolijos; que los consejos más fijos son traición en los vasallos. ALVAR: Cuando el intento es tan justo, no se ha de menospreciar. REY: Ni ninguno me ha de dar consejos contra mi gusto. ALVAR: Bien sabéis, cuánto primero este destierro temía. REY: Por contradecir sería sólo mi gusto severo. ALVAR: No fue, señor, sino ver en el pueblo la disculpa. REY: Y agora en lo que culpa, ¿qué razón puede tener? ALVAR: La misma, pues de ese modo se inquieta. REY: Que no se inquiete; que lo que Alfonso promete ha de ser antes que todo. GARCI: Mirad, señor, que hay quien diga que a Fernando Illán ha visto... REY: (Mal mi cólera resisto; Aparte amor a callar me obliga). GARCI: ...que con Raquel... REY: (¡Qué villana Aparte malicia! ¡Qué torpe engaño!) GARCI: Porque enmendéis vos el daño os aviso, o pues se allana aquesta duda, advertid que a su quinta la ha llevado. REY: (Todo está ya declarado). Aparte Vuestro engaño desmentid, y no os atrevéis a hacer discurso tan mal mirado, porque Fernando mandado sólo sabe obedecer. ALVAR: ¿Luego...? REY: (Cegóme el arrojo; Aparte mucho declaré mi intento). Acortad el argumento para no aumentar mi enojo. ALVAR: Es la mocedad lucida un caballo desbocado. REY: Y la vejez un cansado embarazo de la vida. ALVAR: Ella os supo establecer. REY: Eso le he debido a Dios; que para ser rey, a vos no os he habido menester. Y enmendad porfía tan vana, pues tiempo para ello os doy que lo que reprehendo hoy sabré castigar mañana.
Vase al REY
GARCI: Apenas a hablar me atrevo. ALVAR: Dudando estoy lo que miro. GARCI: Su resolución admiro,. ALVAR: Yo cumplí con lo que debo. GARCI: ¡Qué así ultraje, desatento, por su gusto su opinión! ALVAR: Aquestos yerros no son yerros del entendimiento, y algún consejero infiel su recto juicio ha movido. GARCI: El consejero habrá sido la hermosura de Raquel. ALVAR: ¿Trocarse de Alfonso el Justo, tan presto, discurso y ley? No procede como rey y procede como injusto. GARCI: ¡Dar tal rienda al judaísmo, llevar Fernando a Raquel, volver Alfonso por él, y no volver por sí mismo! ALVAR: ¡Haber sido prevención de este pueblo misteriosa que ella hablase como hermosa! GARCI: Ciertos silogismos son. ALVAR: A la mira pienso estar y de la reina valerme; que, o yo tengo de perderme, o el rey se ha de restaurar. GARCI: Pues, Alvar Núñez, a ser vigilante centinela. ALVAR: Garci López, la cautela es la que me ha de valer.
Vanse. Sale ZARA, huyendo de CALVO
ZARA: ¿Hay tal porfía de hablar, no queriendo escuchar yo? CALVO: Consuélate con que no te puedo desbautizar. ZARA: Si me escondo y si le dejo, no hay miedo que me vea. CALVO: Yo te buscaré aunque sea en el Testamento Viejo; mas; espera... ZARA: No hay que hablar. CALVO: Aquesa es muy buena excusa, cuando en tu ley se usa otra cosa que esperar. ZARA: ¿Cómo se entra en esta casa a hablar tan mal? CALVO: Aun no escampo; porque ésta es casa de campo, y en el campo todo pasa. Y con estribillo igual quiero, porque no te asombre, que huela la casa a hombre. ZARA: Sí, pero huele muy mal. CALVO: Contigo sí; que de un terco judío tu casta vino; que aunque no huela a tocino, siempre suele oler a puerco. ZARA: ¡Qué despegado! Y de sola su malicia fue a notarle. CALVO: Aun bien que para pegarle no puede faltarte cola. ZARA: Ponga ese concepto en salvo, pues a pelo no ha venido. CALVO: Fuerza es que así haya salido. ZARA: ¿Por qué? CALVO: Porque yo soy Calvo. ZARA: ¿Calvo? ¿Quién tal le consiente? Que parece su mollera, por cerrada, faltriquera de tesorero reciente. CALVO: Soylo en el nombre, aunque bueno de la cabeza me hallo. ZARA: Pues para aqueso, llamallo fuera mejor calvatrueno. CALVO: Sí, pues sin juicio por ti de amor me siento abrasar. ZARA: Pues no me llegue a quemar, que no es favor para mí,. CALVO: No hay que temer la pasión del fuego que el pecho envía; porque, aunque tú eres judía, amor no es inquisición. Mas dime, ¿con qué artificio me callas, siendo crïada, lo que sabes? ZARA: Soy callada. CALVO: Perderáste en el oficio. ZARA: Y él, ¿cómo, siendo bufón, no es alcahuete menguado? CALVO: Preguntas bien. Me ha quitado mi amo la comisión. ZARA: ¿Es de Fernando crïado? CALVO: Miren si lo ha conocido; el hombre se ha introducido, y se ha de hacer muy nombrado; el sabe vivir que es vicio, y con traza tan mañosa se hará estimar; que no hay cosa como tener buen oficio. ZARA: Agora que a conocer se ha dado, sin avisarle, creo que viene a buscarle. CALVO: Pues no haces poco en creer. ZARA: Y así, enseñársele quiero. Vaya; que allí le hallará. CALVO: ¿Y cuándo te volverá a ver mi amor? ZARA: ¡Majadero! Con tan profana inquietud, ¿cómo me piensa obligar? CALVO: Haciéndote renegar y haré del vicio virtud.
Vase CALVO. Sale RAQUEL
RAQUEL: ¡Zara! ZARA: ¿Señora? RAQUEL: ¿Qué hacías? ZARA: ¿Qué he de hacer? De tu penosa tristeza estaba conmigo máquinas formando agora de consuelo. RAQUEL: ¿Qué consuelo pueden hallar mis congojas? ZARA: El mayor. ¿Aqueso dices, cuando un rey a ti se postra? ¿No sabes aquel adagio que dice, cuando así exhorta, que duelos con pan son menos? Pues su sentido equivoca mi atención, y agora dice, con razón más misteriosa, que duelos con rey son menos, porque es el pan de las honras; fuera de que es muy galán. RAQUEL: Alábale a menos costa, Zara; que llevas el alma por prenda de la lisonja. ZARA: Hoy tu nación ennobleces. RAQUEL: En aquesa razón sola disculpó su atrevimiento la violencia. ZARA: No te encojas; que todas somos mujeres, aunque no felices todas. Mas, si no me engaño, él es el que viene, señora. Cuidado con el cuidado, y mira que no seas boba. RAQUEL: ¿Por qué te vas? ZARA: ¿Por qué tú no te quedes? Que esas cosas, como enferman si se encienden, si se enfrían empeoran. Quiero ver si encuentro aquel Calvo; que en esta penosa soledad, a quien no tiene un pelo, un Calvo enamora.
Vase ZARA. Sale el REY don Alfonso
REY: (Casi, cobarde, las plantas Aparte mover no acierto; que estorba el crédito amante una demostración engañosa. Allí está; su justo enojo con el silencio pregona. ¡Qué triste está aunque está bella! Y aunque enojada, ¡qué hermosa! Yo me llego cuidadoso. Raquel a mis voces sorda se ha hecho; mas no me espanto, si atrevido la ocasiona mi arrojo osado y atento, me castigue muda y sorda). ¡Raquel! A cariños mueve mi bien. RAQUEL: ¿Señor? REY: ¡Oh, qué airosa has andado en responder tan a tiempo a mis congojas! Pues, aunque quejosa sientes, haces, atenta y piadosa, que lo que al miedo se niega el agrado corresponda. RAQUEL: Pues, señor, ¿de aquesta suerte se solicitan las glorias de amor? ¿Así se consiguen por engaño las victorias? Estrategemas del alma son cariño, son lisonjas, no burlas, no desazones, que, mas que obligan, enojan. Mirad que desacredita vuestros méritos medrosa la prevención; no fiéis al engaño, que os adora, mas que al valor que os ilustra. ¿Tan cortas fueron, tan cortas las esperanzas que os dieron, que os obliguen a que rompan el estilo cortesano de su conquista la forma? ¿Qué queréis de mí encerrada? Porque, si amor no me arroja, ni el poder ni la violencia podrán triunfar de mi honra. No os digo que os aborrezco yo; pero decidme agora, ¿no es fuerza que lo padezca cuando el susto me ocasiona que desazone el semblante lo que pronuncia la boca? Y cuando astuta consiga que disimula mañosa el sentimiento y publique el cariño, ¿no zozobra vuestro crédito en su abono? Decidme, ¿no es cierta cosa que diréis que ha sido miedo lo que ser amor pregona? Y aunque nada de esto sea para contigo traidora la voluntad, ¿cómo puede asegurarse celosa de que en una llama presta no hay una ceniza pronta? Muestras da lo apresurado de que, si el triunfo se logra, durará el cariño tanto cuanto durare la gloria. Quien por querer sólo quiere, sólo ser querido escoja, y esto el agrado lo diga, no la usada ceremonia. ¡Ea, señor! Que me habéis malogrado afectuosa en toda una confïanza de amor la fineza toda. ¿Para qué es bien...? REY: No prosigas; que es lástima que enojosa la voz dé a entender la queja cuando la intención la borra. No ha sido el robo violencia, ni es prisión la que ocasiona este retiro; es decoro con que el pundonor se emboza. A tus cortas esperanzas dar alas quiso animosa mi resolución, no ajarte el despego con que adorna su recato la prudencia; porque estimé afectüosa tu atención, quise excusarla con violencia tan costosa. Ésta es mi culpa, Raquel, no llamarada fogosa de humano incentivo, donde más se abrase que acrisola. No espero de ti más premio de que voluntaria escojas la prisión que, a mi dictamen, violenta te desazona. Tuya eres, como primero; y como yo en tu memoria viva amante, nada quiero, sino, adorando tu sombra, dar luz al entendimiento, que en tu aprehensión se mejora. ¿Qué dices? RAQUEL: Digo que ya, puesta en el riesgo, no importa menos tu amor que mi honor; sólo siento... REY: ¿Qué te enoja? RAQUEL: Temer tu fineza. REY: Eterna será, si no me la estorba quererla tú malograr. RAQUEL: No, ese remedio lo abona. Si tus afectos no mienten, murieron mis vanaglorias. REY: No dudes de mis finezas. RAQUEL: Es la experiencia muy corta. REY: El tiempo hará que las creas. RAQUEL: El tiempo gastar te importa en diferentes cuidados. REY: No reina en mí otra memoria. RAQUEL: ¿No eres rey? REY: Tú reinas sólo. RAQUEL: (Agora, ambición, agora, Aparte importa que ciega arrojas a su oído tu ponzoña). Tus vasallos necesitan de tu asistencia. REY: ¿Qué importa, si yo en la tuya granjeo mejor aplauso? RAQUEL: ¿Y tu esposa? REY: ¿Mi esposa? Más no la nombres. RAQUEL: (Engaños son de mi loca Aparte imaginación). ¡Ay, cielos! REY: ¿Suspiras? RAQUEL: ¡Qué poco importa que el fuego de amor levante esa llama aduladora, si es el humo que la sigue de sus mismas luces sombra! Agora que tú, encendido en el deseo, convocas todo el poder para el triunfo, de todo tu honor baldonas, pero después que apagado, cual racional mariposa, las alas de tu poder vieres torpemente rotas, huirás de la hoguera en donde el precipicio te arroja, si hermosa a la vista siempre, a la experiencia costosa. ¿Qué haré sin tu vista, Alfonso, después? ¿Qué haré sin la gloria de ver que todo eres mío? ¿Qué seguridad forzosa me dará la confïanza? De nuevo mis ansias lloran. REY: ¡Qué así tu crédito afrente mi firmeza! ¡Qué así enojas la fiel verdad con que amante mi fe a tu rigor se postra! Dime, ¿qué quieres? ¿Qué dudas, cuando mi afecto te adora? ¿Oféndete mi gobierno? Yo dejaré la corona. ¿Temes de Marte el impulso? Ya están mis armas ociosas; que donde amor se acredita, cualquier valor se desdora. ¿Quieres mandar? Todo es tuyo. RAQUEL: No juzgues tan ambiciosa mi voluntad; que en tu pecho sólo quiere ser señora. REY: Pues tuya es mi voluntad; y si mi presencia sola es la que te causa gusto, desde luego la penosa carga del gobierno dejo, y en tu posesión absorta la imaginación, eterno sacrificio te disponga. RAQUEL: Menos es lo que te pido. REY: Pues, dilo. ¿Qué te reportas? RAQUEL: (Aquí dame industria, Amor. Aparte Préstame tu venda agora para que ciegue la vista del poder con la engañosa máscara de la fineza, y a un tiempo triunfe de todas). Pues, señor, sólo te pido, si tanto tu amor me abona, que como has de gobernar en tu corte, que dispongas que vengan a consultarte, y de tus leyes la docta academia en esta quinta reparta majestüosa, sin el riesgo de mi amor, tributos a tu corona. REY: Eso es lo menos que haré. RAQUEL: (Así mi intento se logra). Aparte ¿Te apartarás de mí? REY: ¡Nunca! RAQUEL: ¡Oh, quiera Amor que te oiga! REY: Desde luego haré que vengan aquí las consultas todas a que las resuelvas tú; los gobiernos y las honras disponte tú a repartirlos; manda, ninguno se oponga a tu gusto, y el que, loco, contradijere tus obras, pena eterna le condene, y ésta es sentencia piadosa; que si has de darle la pena tú, Raquel. ¿qué mayor gloria? RAQUEL: ¿Harás cierto lo que dices? REY: Más tus dudas me provocan. Haré que el sol te obedezca, y de esa lucida antorcha del día haré que se pare la carrera, si te enoja. Haré que la luna cese en su curso, que las sombras retroceden a su caos primero; si te apasionan los vientos, haré que calmen y al impulso de tu boca tengan vida solamente aves, brutos, hombres y olas. RAQUEL: No merezco esos extremos. REY: Mal conoces mi amorosa pasión.
Dentro
DAVID: Ninguno me estorbe. ................... [--o-a]. RAQUEL: Cielos, ¿qué voces son éstas? DAVID: Yo he de entrar. REY: ¿Quién alborota así mi quietud? RAQUEL: ¿Quién es quien despierta mis congojas?
Salen FERNANDO y ZARA
REY: Fernando, ¿qué rumor... RAQUEL: Zara, ¿qué ruido...? REY: ...es el que escucho atento? RAQUEL: ...es el que he oído? FERNANDO: David, señor... ZARA: Tu padre, que animoso... FERNANDO: ...a Raquel busca. ZARA: ...a ti te busca ansioso. REY: Pues, ¿de dónde ha podido saber que estaba aquí? RAQUEL: ¿De qué ha sabido tan presto que aquí estoy? FERNANDO: Eso no entiendo. ZARA: Yo no sé más sino que vengo huyendo; que, como está contigo apasionado, en sayón le he temido transformado. FERNANDO: Y como me encargaste que nadie entrase cuando te apartaste, afuera se ha quedado, aunque más por entrar ha porfïado. RAQUEL: ¿Has, señor, entendido mi nueva pena? REY: Ya tu pena he oído. RAQUEL: Pues, ¿no vamos iguales los unos males con los otros males? Permite que me vea mi padre, a quien estimo; y si desea tu amor algún alivio al alma mía, no perdamos a todos en un día. REY: Recelo algún agravio. RAQUEL: No hay que temer; que al fin es padre y sabio. REY: Yo me aparto, porque no te embarace el bien o el mal que de su vista nace; mas, por si desatento al mal inclina su infeliz tormento, aquí me encubro; que si amante puedo para el bien apartarme, al mal me quedo. RAQUEL: Dejadle entrar. ZARA: El alma se me apoca. ¿Qué es que le deje entrar? Ella está loca.
Vase ZARA. Escóndese el REY y sale DAVID
RAQUEL: ¡Padre y señor! DAVID: ¡Ah, enemiga! No pronuncie la voz nombre que diga tan del todo mi mengua; pues lo niega la acción, calle la lengua, y no pronuncie el labio con nombre de piedad nombre de agravio. Espía has parecido que con el nombre hurtado te has venido, burlando tu piedad, fiel centinela, que de tu honor estaba siempre en vela; mas no te ha de valer, porque yo atento, conociendo el intento, y armado el pecho de rigor que asombre no he de moverme aunque me des el nombre. RAQUEL: Primero que me culpes... DAVID: Tu liviandad, ingrata, no disculpes, cuando torpe has dejado tu ley, tu padre, tu quietud y estado; y en miserable ruina, que a perdición tan bárbara te inclina, mofa siendo del pueblo desbocado, por darnos libertad te has cautivado. Bien sé que me dirás que yo he tenido la culpa y que yo he sido quien, por dejar a mi nación segura, a tanto riesgo expuse tu hermosura; mas animóme al infeliz intento tu desvanecimiento, tu vana presunción, que pretendía correr parejas con la luz del día, y aun más cuando del sol los rayos bellos blasonaste vencellos, pareciéndote todo el mundo poco para rendir tu pensamiento loco. ¿Es Alfonso el Octavo en su porfía mejor que el sol y que la luz del día? ¿Eran ésas las quejas con que se querellaron tus orejas de mi desconfïanza? ¿De esta suerte alentaste mi venganza? ¿Qué confïanza necia así tu honor desprecia? Señor de tu cuidado, ¿de ti se burla el hado? Mira con cuánta pena Tamar se queja, de su honor ajena, de un vano amor burlada, aborrecida aun antes que gozada. Es la hermosura breve, efímera, de nieve, que apenas toca su belleza el tacto, cuando hiela la sangre su contacto. El gran Dios de Israel está ofendido, el pueblo clama contra mí atrevido, ni cristiano ni hebreo favorece tu engaño. El odio crece, y vengo yo a pagar de sus enojos la pena, tributándola mis ojos. Ya de Jepté contemplo en mi crueldad más bárbaro el ejemplo, pues él a Dios sacrificó la vida de su hija querida, y yo el honor le he dado, no a Dios, sino al pecado, crüel, ciego, homicida, que quita el alma sin quitar la vida. Lloraré por los montes desiguales los tuyos y mis males; lloraré noche y día tu desdicha y la mía; con las vírgenes todas saldré a llorar tus malogradas bodas, estéril a la planta que en nuestra ley espera Jesé santa; las coronas perdidas, que a tu virginidad fueron tejidas; el aceite vertido, que ha juzgado virgen ungirte al tálamo esperado; el alba, que vestilla pensaste, comerá blanca polilla; tu juventud lozana de sombras cubrirá noche temprana, y gozará el infierno por un breve placer, un logro eterno. ¿LLoras? Enternecido me has con tu llanto; porque al fin ha sido testigo que me dice tu decoro que tú lloras lo mesmo que yo lloro. ¿Estás arrepentida? RAQUEL: ¡Ay, padre de mi vida! DAVID: Con suspiros me dices lo que ignoro. RAQUEL: Llora conmigo, pues contigo lloro. DAVID: Bien conozco mi mal, que es infalible. ¿Puedes dejar a Alfonso? RAQUEL: No es posible. DAVID: ¿Qué ceguedad tan fiera así tu juicio con amor altera? ¿No es tu padre primero? RAQUEL: No lo ignoro; mas por aqueso lloro lo que lloro. DAVID: Mira estas canas tristes que por espejo un tiempo las tuvistes humedecidas con el llanto amargo, que las injuria el alma por tu cargo. Mira como, corrido, huyo de ser de nadie conocido, temiendo que me afrente si siente de mi mal lo que no siente; y pues nada merezco, mira tu ley, y no lo que padezco; deja tan vil estado. RAQUEL: Imposible ha de ser. DAVID: ¡Ay, desdichado! Pues yo me vuelvo, hija inobediente, y plegue al cielo, pues que tal consiente, que tu obstinada vida, de sus yerros asida, pierda de aquesta suerte el fruto que te ha dado con la muerte; revolcada en tu sangre vil te vea quien más bien te desea, y sus mismos vasallos por trofeo sean ministros crueles...
Sale el REY
REY: ¡Calla, hebreo! No pronuncie tu labio tan infame crueldad, tan vil agravio; que aunque oído, parece que el eco toda el alma me estremece. DAVID: Si tu deidad venero, rey Alfonso el Crüel, no el Justiciero, callaré; mas callando, mi maldición al cielo irá clamando.
Vase DAVID
RAQUEL: ¡Padre, señor....! REY: Espera. Donde yo estoy cualquiera es menos. RAQUEL: ¡Ay, dolor! REY: ¿De qué te afliges? Mi reino tienes y mi imperio riges; en él asegurada puedes estar, Raquel, no temas nada; que la cólera ha sido lo que tu padre a aquesto le ha movido, y después olvidado, de tu gusto hará logros el cuidado; pues, porque no lo ignoren, haré que todos tu hermosura adoren, rindiendo a tu beldad ritos profanos en templos nuevos, cultos soberanos. RAQUEL: Ya una vez me he rendido; tuya he de ser, pues para ti he nacido. REY: Y mientan testimonios agoreros en cantos tristes y rigores fieros, publicando la fama, siempre tuya, que Alfonso es de Raquel. RAQUEL: ¡Y Raquel suya!
Vanse

FIN DEL ACTO SEGUNDO

La judía de Toledo, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 30 Jun 2002