ACTO TERCERO


Sale AUSONIO a un balcón
AUSONIO: Tú, que pudiste merecer el lauro con que la antigua Creta tu fama celebró y ornó tu frente; tú, que encerraste con facción discreta al grande Minotauro, estupendo martirio de la gente; tú, que después a aquel griego valiente con sabio modo, con galán instinto, por una sutil hebra que Ovidio entre sus versos la celebra enseñaste a salir del laberinto. Tú, que a las aves con razón igualas rompiendo el aire con ligeras alas, de esta prisión me quita con alas que mi sol no las derrita. Verás que entre mis penas y martirios mi cuerpo se convierte en una estatua, símbolo que lloro, pues ha de ser la estatua quien su muerte [dio] al rey de los Asirios. Mi amor es la cabeza y ésa es de oro pues tal valor alcanza la que adoro. En todo le parezco al loco pobre que viéndola así, ingrata, mi fe ha sido menor cuerpo de plata, mis esperanzas son piernas de cobre. Escucha a aqueste sol, detén tu carro, que han sido mis intentos pies de barro y aqueste ser alcanza mi amor, mi fe, mi intento y mi esperanza.
Sale LICIO, criado de AUSONIO
LICIO: Que no le hallaré sospecho, ninguno me ha dicho de él. ¡Oh, venida sin provecho, pues su esperanza, yo y él pedazos nos hemos hecho! ¿Por quién podré preguntar, que Ausonio no he de llamar a quien se estimó tan poco? ¿Preguntaré por un loco o por un firme en amar? AUSONIO: ¡Licio! LICIO: ¿Señor? AUSONIO: ¿Dónde vas? LICIO: ¿Adónde? A sólo buscarte. AUSONIO: Nunca, Licio, me hallarás. A Tracia puedes tornarte. No me busques, Licio, más. LICIO: Buena tienes la cabeza después que con aspereza volviste en amor el seso. Di, ¿qué haces? AUSONIO: Estoy preso. LICIO: ¿Por qué? AUSONIO: Por tener firmeza. LICIO: ¡Por Dios, que es grave delito! Será la prisión del alma. AUSONIO: De esa prisión resucito con desengaño, por palma de la muerte que me quito. Ya, Licio, aquesa prisión no da la misma pasión. Hay en mí nueva mudanza. Fue prisión sin esperanza y agora sin galardón. Sin la esperanza perd[ía]. Fue la causa, si me acuerdo, que la infanta muerto había; mas yo la esperanza pierdo por ver que la muerte es mía. Viva está. Mira si hay bien igual que los cielos den. Muerto estoy. Mira si hay mal que den los cielos igual a quien los sufre tan bien. Puestas están en un peso mi vida y mi muerte, Licio. LICIO: Si ya me declaras eso, pensaré que estás sin juicio y que por loco estás preso. Dímelo por otro estilo. AUSONIO: Pues, escucha. LICIO: Acaba, dilo. AUSONIO: Fue la muerte testimonio. Bertilo, el conde, es Ausonio; yo soy el conde Bertilo. LICIO: ¡Vive el cielo, que está loco! ¡Oh, pobre señor de Tracia, cómo lo has gozado poco! (Quiero encubrir su desgracia Aparte por saberla poco a poco). ¡Oh, desdichado señor, un muevo mal y dolor! AUSONIO: Al fin, Licio, como digo de mi vasallo y amigo, es príncipe y es traidor. Vine a Hungría como viste que mi Fenisa me puso; vi que en ella vida asiste; quedé, viéndola, confuso. Ya estoy loco, preso y triste. Aunque muerta la hermosura hace que el galán reciba --¡ah, engaño que en él dura!-- que ha dado en decir que es viva. ¿Hay más extraña locura? Aunque esta pasión es tanta, lo que más mi mal levanta porque en él se junta todo, es ver que no tenga modo como escribir a la infanta. ¿Podrás llevarle un papel? LICIO: (Loco está. No oso decillo Aparte [......................... -el] o mi tire algún ladrillo. [......................... -el .........................-iba ........................... -iba .......................... ...........................] Quiero decirle que escriba; que, pues el rey le ha encerrado, furioso debe de estar o loco desesperado si [en] esto viene a parar el perfeto enamorado). Pues, viva dices que está, [así] ese papel me da. Remediaré tu deseo. (¿Hay en la ciudad correo Aparte que quiera llegarse allá?) AUSONIO: ¿Cómo se lo piensas dar sin que ninguno lo impida? LICIO: Procuraréla hablar. (Carta para la otra vida, Aparte ¿quién jamás vido llevar?) AUSONIO: Aguarda, te la daré. LICIO: ¿Está escrita? AUSONIO: En la prisión desde el punto que aquí entré, dio sangre mi corazón con que las letras firmé; mas fue billete borrado y yo con él me he quedado porque en él mi fe se pinta y así con la negra tinta saqué de él este traslado. Pero si mi dicha es tal que aquél celestial valor se me muestre celestial, ella verá al borrador como propio original. Recibe aqueste papel que en él fundo mi esperanza por ser tan frágil como él, de ella nació esta mudanza, mi primer engaño de él. Por darle al conde Bertilo, otro papel como a ti colgué mi vida de un hilo, origen que merecí del mal con que me aniquilo. Por ser el conde traidor, perdí mi intento y honor, mi esperanza y mi jüicio, todo mi bien, y al fin Licio, sólo me quedó el amor. Este amor pongo en tu mano por medio de este papel. Mira que el medio es liviano y que ya han asido de él con principio no muy sano. Y, pues sólo amor me queda, para que ella amarme pueda, de mi vida, sombra y parte no quieras con descuidarte quitarme lo que me queda. Aquí esperándote estoy si es que agora estoy en mí, pero en ti consiste que hoy o vuelva a ser lo que fui o acabe de ser quien soy. LICIO: (¿Hay lástima como aquésta? Aparte Responderle no me atrevo pues que su locura es ésta). Señor, el billete llevo. AUSONIO: Procura, pues, la respuesta. Llámame cuando vinieres.
Métese AUSONIO dentro
LICIO: ¡Oh, pobre príncipe Ausonio! Loco por sólo amor eres. Más mal hace que el demonio la mejor de las mujeres. Dejó obsequia celebrada en Tracia como en Hungría. Vido la carta firmada del rey donde le decía de su muerte desgraciada. Y decirme que no es muerta razón de locura cierta. No sin causa está encerrado; que el estar aprisionado hará que su mal advierta. A Bertilo quiero ver porque de él podré saber su locura y presunción y haréle una invención con que pueda responder.
Sale FENISA y dice
FENISA: Con tus ansias infinitas me fuiste, Amor, ensalzando y agora a Dédalo imitas; que a un loco me vas llegando. Señal que me precipitas. Quiero buscar un crïado de los que trujo este conde y de él sabré mi cuidado. LICIO: (Yo quiero saber a dónde Aparte Bertilo está aposentado). FENISA: Buen hombre, ¿sois del lugar? LICIO: Hoy acabé de llegar de Tracia; que fui crïado de éste que fue malogrado que así lo puedo llamar, de éste cuya fe y amor, porque no le tuvo poco, le ha puesto en tanto rigor que ha venido ya a estar loco, trocado de su dolor. FENISA: (Su fe fue mucha, mas de [ella] Aparte me ha añadido a mí otra tanta). LICIO: (No he visto mujer tan bella. Aparte A no estar muerta la infanta, sospechara que era ella).
Vase
FENISA: Ya, esperanza, no sois buena. Salid ya de mi memoria que mi desgracia lo ordena. Si esperanza no hay en gloria, no la ha de haber en mi pena. Para siempre habré perdido, pues que de cierto he sabido que es loco su proceder. Para poderlo querer quisiera estar sin sentido. Mas, ¿qué digo? Loca estoy, y ojalá que más lo fuera pues imitando el error ya no soy lo que antes era. Renovado Fénix soy. Cómo mísera crüel romperé mi firme pecho porque no viva con él. Salga mi amor sin provecho no salga la causa de él. Y si yo la causa [fui] de que [yo] loco esté así, sacaréme sangre de ella diciendo, "Loco," a bebella para vengar[me] de mí. Mas no, que mi sangre es parte de un pecho de males lleno, y si sangre quiero darte, será mi sangre veneno con que acabe de matarte.
Sale el MERCADER
MERCADER: Dejóme tan obligado en el contrato pasado su alteza que me atreví a buscarle este rubí por ser de valor doblado. Vuestra alteza lo reciba sin ningún premio ni tasa. FENISA: (Olvidando mi mal iba; Aparte mas éste mi vieja llaga de nuevo hace que viva). Engañador lapidario, que como falso corsario, ¿te parece que no medras si a revuelta de tres piedras no matas algún contrario? Nacido de la maldad, sucesor del mismo engaño, hijo de la falsedad, causa de todo mi daño, robador de la verdad, ¿qué bien o gusto sacaste cuando una vez me engañaste? MERCADER: Aplacarte determina. Mira que fue piedra fina la que entonces me compraste. FENISA: No es, falso traidor ingrato, el engaño que aquí toco en la piedra ni en el trato. Es que el retrato de un loco diste por otro retrato. MERCADER: Hermosa señora, advierte que en eso no te engañé. Infórmate de otra suerte y si de Ausonio no fue quiero que me des la muerte. Dentro de Tracia nací. En ella siempre lo vi. Muchas piedras le llevé. Yo mismo le retraté. Su retrato es el que di. FENISA: (¿Qué es esto, ciega afición? Aparte ¿Vas descubriendo la venda que pones a la razón? ¡No hay persona que te entienda! ¿Puede haber más confusión? ¿No me dijo agora un hombre de los vasallos del loco que era loco su renombre? ¿Cómo en espacio tan poco este hombre le mudó el nombre?)
Salen BERTILO y RICARDO
BERTILO: Viniste a tiempo, Ricardo; que en este fuego en que ardo quitaste mi mal y afrenta como el sol cuando ahuyenta con su luz el nublo pardo. Pero en ésta, mi pasión, temo perder la ocasión; que me trae por mi deseo como el cordel de Teseo. ¿Puede haber más confusión? También mi tormento crece desde el punto que miré el sol que en ti se escurece. RICARDO: Digo, señor, que tu fe cualquier galardón merece. FENISA: ¿Éstos, conoces quién son? MERCADER: Son de mi propia nación. Éste es el conde Bertilo. FENISA: (¿Hay más enredado estilo? Aparte ¿Puede haber más confusión? Luego, ¿no es Ausonio? MERCADER: No, porque le conozco yo como me conozco a mí. FENISA: ¿Y a aquéste conoces? MERCADER: Sí, que muchas veces me habló. FENISA: (O es ésta alguna invención Aparte que por su disculpa ha puesto, o es el fin de mi pasión). Ven conmigo. MERCADER: (¿Qué es aquesto? Aparte ¿Puede haber más confusión?)
Vanse FENISA y el MERCADER
BERTILO: Muéstrase Fenisa ingrata, la duquesa me maltrata, contrarios me son los cielos, el rey tiene de mí celos, y el casamiento dilata. Temo en tanta dilación no sepa el rey la traición y de mí se vengue él mismo. Dudo, al fin, en este abismo. ¿Puede haber más confusión?
Sale LEONORA sola
LEONORA: (No sosegaré jamás Aparte mi cansado pensamiento. Tú, Amor, la muerte me das pues me das atrevimiento para que me pierda más. A Ausonio di el corazón, mostróme alguna afición, volvió otra vez a negalla. ¿En qué troyana batalla puede haber más confusión? Aquí está mi pena y gloria. ¿Llegaré? Tengo temor. Alivia, Amor, mi memoria. Yo llego. Venció el Amor. ¡Victoria, temor, victoria!) Ingrato del alma mía, ¿hasta cuándo mi deseo será como fantasía? BERTILO: Leonora, no soy Fineo. No me persigas, harpía. No te venza el afición; que la luz de la razón en los nobles resplandece. RICARDO: (Yo adoro la que aborrece. Aparte ¿Puede haber más confusión?) LEONORA: Si te adoro y quiero más, ¿por qué tanta ingratitud? ¿Tan presto olvidado me has? Mira que no es virtud volver tu palabra atrás.
Híncase de rodillas
Vuelve las agudas puntas de la piel de tu fiereza contra el mal de que despuntas; que ingratitud y nobleza nunca pueden estar juntas. Desde el punto que te vi el alma y vida te di, mira si fineza es tal que adoro mi propio mal por sólo nacer de ti. A darme un favor disponte porque me subas con él en el más alto horizonte y allí lloraré [fïel] hasta que allane tu monte. BERTILO: No tal renombre me des. Levanta, no humilles tanto sangre que de reyes es. LEONORA: Harto, Ausonio, me levanto. El humillarme a tus pies...
Levántase [ella] e híncase de rodillas BERTILO
BERTILO: Sabes como te aborrezco, sabes que por ti padezco y en mi pasión amorosa no merecí por esposa la que por diosa merezco. Hágote pleito homenaje que mi honor recibe ultraje y mis ojos mil enojos por tu cara, por tus ojos, por tu honor, por tu linaje, por la sierra cuya cumbre donde colocada estás, por el cielo y por tu lumbre, ¡que no me persigas más ni me des más pesadumbre! El rey te quiere y adora. Advierte, ingrata Leonora, que ha formado de mí celos y el sol de sus claros cielos sospechosas nubes dora. Leonora, mira quién eres y olvídame si me quieres. Mírame con tu desdén y entonces te querré bien cuando más me aborrecieres.
El REY está escuchando la plática
REY: (¡Oh, simulacro gallardo! Aparte Más celos no he de formar. ¿Qué más fe de Ausonio aguardo? A Fenisa le he de dar. Ya me parece que tardo).
[Sale el REY]
Honra de Tracia y Hungría, hoy honras la propia mía con ese claro lenguaje; que el que es de claro linaje mal puede hacer villanía.
Vase
LEONORA: ¡Escucha, roca del mar! ¡Oye, monte inaccesible! BERTILO: Yo no te puedo escuchar, Leonora, no seas terrible.
Vase
LEONORA: ¿Qué? ¿No te puedo ablandar? RICARDO: (Su aljófar derrama el alba Aparte celebrando mi afición, y pues que el amor me salva, coger quiero esta Ocasión antes que vuelva su calva). ¿Y así con pasión y enojos das al suelo los despojos? Sabrémosle de adorar y no podremos andar regándolo vuestros ojos. Dejad, señora, ese llanto, que yo me obligo a hacer que os adore y quiera tanto como el mismo ánimo y ser que le infundió el cielo santo. Haré que con afición esta noche en tu balcón tu conversación reciba y aún haré que suba arriba para más conversación. LEONORA: ¿Qué dices? RICARDO: [Lo que querrás]. LEONORA: ¿Que eso, Ricardo, podrás? RICARDO: En señal de que es muy llano te doy, señora, esta mano que cumplido lo verás. LEONORA: ¡Oh, mi Ricardo! Imagina que estriba el fin de mi daño en tu traza peregrina. RICARDO: (¡Quién estuviera así un año! Aparte ¡Oh, blanca mano divina!) Y aún haré, mira qué digo, que como grato y amigo, si le echares una escala, subirá arriba a tu sala para casarse contigo. LEONORA: Mucho con tu industria gano. Será mucha novedad hacer eso aquel tirano. RICARDO: En fe de que esto es verdad te doy, señora, otra mano. LEONORA: Yo la recibo gozosa. (¡Que tengo de ser su esposa! Aparte ¡Tal Ricardo ha de poder!) RICARDO: Su esposa tienes de ser. ¿Quieres, señora, otra cosa? (¡Oh, qué mano!) Aparte LEONORA: Al fin, Ricardo, ¿que lo aguardo en el balcón? RICARDO: (¡Por Dios, que me hielo y ardo!) Aparte Sí, señora. (Esta ocasión para mí solo la aguardo). A avisarle voy que estás prevenida. LEONORA: ¿Y le dirás mi pasión al inhumano? RICARDO: ¿Es menester otra mano? (¡Oh, por qué fe no me das!) Aparte
Vase
LEONORA: Si esto hace este crïado, tendréle que agradecer y tendré por declarado que no alcanza una mujer lo que un hombre si es honrado.
Sale FENISA con el MERCADER
FENISA: ¿El preso al fin, Mercader, es el príncipe? MERCADER: Es así. FENISA: Pues vete y vuélveme a ver cuando enviare por ti. MERCADER: Y aun antes pienso volver.
Vase
FENISA: Leonora, ¿en qué te entretienes? LEONORA: ¡Oh, Fenisa, a tiempo vienes! FENISA: ¿Para qué? LEONORA: Quería buscarte, y aunque tarde, darte parte de mis males y mis bienes. FENISA: ¿Qué es tu bien y qué es tu mal? LEONORA: Ha días que quiero bien. FENISA: ¿Y eso es tu bien y tu mal? LEONORA: Querer yo bien es mi bien. FENISA: ¿Tu mal? LEONORA: Que me quiere mal. FENISA: ¡Bueno a fe! Yo apostaré quién es él. LEONORA: Sí, lo sabrás, porque en tu rostro verás las estampas de mi fe. FENISA: ¿Es Ausonio? LEONORA: El mismo. FENISA: [Haré, pues], que ése tu esposo sea. LEONORA: Beso, Fenisa, tu pies. FENISA: Quiero hablarle. No te vea, pero no importa. Después... [........................ -ea].
Salen RICARDO y BERTILO
RICARDO: La duquesa me ha mandado pedirte en su nombre un ruego. BERTILO: ¿Y es? RICARDO: Que después de casado le des palabra que luego la querrás. BERTILO: Hame agradado. Déjeme ella desposar, que si el cielo da lugar, la querré. RICARDO: Agora le di que lo que le prometí lo tienes de confirmar. BERTILO: Que me place. LEONORA: Industria es ésa para darte regocijo FENISA: Hazle, pues, venir de priesa.
Vase LEONORA y al pasar la dice BERTILO
BERTILO: Lo que Ricardo te dijo será, sin duda, duquesa. LEONORA: ¿Que lo tienes de cumplir? BERTILO: No tienes más que decir. LEONORA: ¿Voy segura? BERTILO: Y sin sospecha. LEONORA: ¿Querrás? BERTILO: Sí. LEONORA: ¿Satisfecha? BERTILO: Satisfecha puedes ir.
Vase LEONORA y llega BERTILO y le dice a FENISA
BERTILO: Desgraciado en parte he sido pues estando en tu palacio no he gozado o merecido poder hablarte de espacio ni el tiempo lo ha concedido. Y así en aquesta tardanza me concedió la esperanza lo que puede mi memoria, que al fin se mantenga gloria con fe, y esperanza alcanza. FENISA: No ha sido poco interés que esos tus ojos no vean esa gloria que en mí ves, pero lo que más desean estiman en más después. Y darte agora ocasión que hablar aquí no es razón, pues que la tienes tan cierta; mas ve esta noche a la huerta. Me hablarás en el balcón. BERTILO: Cumpliré lo que me mandas. FENISA: Allí esta noche te espero. BERTILO: (¿Cómo albricias no me mandas, Aparte Amor, pues un pecho fiero con dos palabras ablandas? ¡Oh, sol, que volviste atrás por Josüé tus centellas, cuatro líneas y algo más desquítate agora de ellas y el mismo bien me darás!) RICARDO: Licio ha venido. BERTILO: ¡Oh, crüel, inquieta y varia Fortuna! Perdidos somos por él. RICARDO: No tengas pena ninguna. Déjame a solas con él.
Vase BERTILO y sale LICIO
LICIO: Caminé con prisa tanta que estoy molido y confuso pero lo que más me espanta es que he visto poco luto por la muerte de la infanta.
LICIO y RICARDO muestran que hablen secreto. [FENISA se pone aparte]
FENISA: (Si el cielo ayuda agora Aparte y esta noche al balcón va, en mi lugar a Leonora la mano se la dará.) [RICARDO: ¡Ah, [Licio!] ¿Viniste agora? Huélgome de verte a fe. LICIO: El cielo vida te dé. RICARDO: Al fin, ¿que vienes de Tracia? LICIO: Sí. RICARDO: Supiste la desgracia de tu señor? LICIO: Ya la sé. Loco está. RICARDO: (Siempre lo dije). Aparte LICIO: Con su venida molesta con que su pena corrige. RICARDO: Piensa que Fenisa es ésta y con esto no se aflige; mas el rey, como esto advierte, mandó so pena de muerte que ésta Fenisa se llame y así la llaman; [que él ame] y de su sueño despierte. FENISA: ¡Hola! RICARDO: ¿Llamas a mí? FENISA: No. RICARDO: Licio, a ti te llamó. Después te veré de espacio.
Vase
FENISA: Por todo aqueste palacio te he mandado buscar yo. LICIO: ¿Y qué me quieres? FENISA: Saber lo que volvió al conde loco. LICIO: Nadie le basta entender. ¿Qué conde dices? FENISA: (¡Ya toco Aparte las puertas de mi placer!) ¿Tú dices que eres crïado de este conde? LICIO: Haste engañado. De Ausonio yo lo confieso, el que por loco está preso. FENISA: Di, ¿qué es esto? (¡Cielo airado!) Aparte ¿De qué procedió su mal? LICIO: Pues agora, ¿no lo sabes siendo del palacio real? FENISA: Como son cosas tan graves no he alcanzado a saberlas. LICIO: Dice que tu infanta es viva. FENISA: (La voz y el aliento me priva Aparte esta confusa razón). ¿Luego la infanta no es viva? (¿Puede haber más confusión?) Aparte LICIO: ¿Para qué es eso, señora? Ya yo sé que el rey ordena que os llaméis Fenisa agora para remediar su pena. Pues, ¿conmigo? FENISA: Si el sol dora la nube y da claridad ¿cómo el sol de la verdad no alumbra y dora la nube pues ella misma allá sube a darle su oscuridad? La infanta es viva te digo. ¡Si te engaña algún traidor! Yo soy Fenisa, yo, amigo. LICIO: Eso allá con mi señor; que no, señora, conmigo. (Pero, ¿qué más ocasión Aparte para hacer una invención con que su pena aliviara? El billete quiero darle). FENISA: ¿Puede haber más confusión? LICIO: [................... -ama ...................... -ama] mi señor, recibas ésta y le des una respuesta como quien le quiere y ama. FENISA: Sentiré gozo infinito de ver lo que viene escrito.
Toma la carta y lee
"Al principio y ocasión de mi locura y prisión." ¡Amoroso sobrescrito! "Razón será, bella ingrata, que para enjugar mis ojos en mi cara recibieran esos rayos de tu rostro. Entre ellos me puso Amor, como suelen ante Apolo las águilas a sus hijos, para saber si son otros. Ellas conocen los suyos en ver que sus rayos de oro tienen los ojos abiertos resistiéndolos a todos. Mas él los suyos conoce viendo que vierten despojos, señal que mis ojos vido, ojos no fuentes y arroyos. Lloro tu enojo y crueldad, tu mucha beldad adoro para que a mi propio fuego se apague mi llanto propio. Pero como nunca el llanta de amor se destila sólo, mil suspiros le acompañan que dan a mi fuego soplos. Mira qué pasiones éstas para dar consuelo y gozos: crueldad, beldad, llanto, fuego, amor, suspiros y enojos. Ellos gobiernan mi vida, ellos sirven de pilotos porque es mi vida una barca a pique de dar a fondo. Lloré tu muerte en mi tierra y agora tu vida lloro pues trayéndome en la tuya, me tiene[n] preso y por loco. ¡Oh, si permitiera el cielo hacerme en esto dichoso; que siendo loco de veras mis males sintiera poco! Tiéneme el rey encerrado cual otro tuvo a su monstruo, ¡plegue a Dios, Fenisa mía, no muera yo como el otro! Aunque mis males son largos, quiero en contarlos ser corto. Adiós, ingrata Fenisa, que no puede más Ausonio." ¡Oh, letras de mi consuelo! Remembración de la palma que justamente poseo, yo siento en el pecho y alma si con los ojos os veo. Borradas, algo os envía el loco del alma mía, señal que con sus enojos no descansaban sus ojos cuando la mano escribía.
Sale el REY
REY: Fenisa hermosa, prevente; que mañana has de casarte. FENISA: No tan presto, así en tu frente el lauro esté con que Marte ciñe la del más valiente. REY: ¿Por qué dilatarlo quieres? FENISA: Por ver que el alma me hieres. REY: Ya pedís, y ya rogáis, ya os desdecís, ya negáis. Nadie os entiende, mujeres. Por fuerza ha de ser mañana. Prevente.
Vase el REY
FENISA: De buena gana. (Mas, ¡ay!, que no ha de ser buena Aprte prevención si ya de pena allá llego viva y sana. Dejar no podré al que adoro. ¡Oh, rey crüel! Tú no traes todo el fenicio tesoro, las lágrimas del que traes con todas sus puertas de oro. Si traes la manzana santa que hizo a Troya horrío, collándole sangre tanta y la que en su desafío hizo perder Atalanta. Mi pretensión es aquésta. Será mi boda funesta si me fuerzas a tu ley. Aquesto le digo al rey, esto le doy por respuesta.) Di que con él en prisión tengo el alma y que no pare en mi fe y su pretensión. LICIO: ¿No hay quién de esto me declare? ¿Puede haber más confusión?
Vase LICIO y sale FLORISEO
FLORISEO: Símbolo de [la] crueldad y prólogo de belleza, dueño de mi libertad y alma de naturaleza, ejemplo de liviandad, figura y obra divina con precisión peregrina, hermosura soberana, condición menos que humana de mi tormento malina, rostro y gracia celestial, alma de duro diamante en cuerpo de pedernal, ¿cómo quieres a otro amante sin dar remedio a mi mal? Todos dicen por la casa que el rey mañana te casa. FENISA: ¿Yo te olvido? FLORISEO: Sí. FENISA: ¿Por qué? FLORISEO: ¿No me has querido? FENISA: ¡O fue que burlando todo pasa!
Vase
FLORISEO: Aunque más huyas de mí, si te irás, falsa sirena, siempre he de ser el que fui; pues por ti estoy en pena gimiendo iré tras de ti.
Vase y sale AUSONIO al balcón
AUSONIO: ¿Con qué no estará afligida un alma casi perdida, temerosa, enamorada, confusa, presa, olvidada, y a punto de estar sin vida? Ya no soy quien antes era. Tuve en otro tiempo nombre. Soy una sombra primera de quien dejó de ser hombre porque otro príncipe fuera. Soy sueño de una ficción, memoria de un galardón que en sueños por mí ha pasado. Al fin solo me he quedado. ¡Oh, varia imaginación!
Sale LICIO
LICIO: La firmeza con lealtad, el sufrir hoy si os asientan, el poder con humildad son Atlantes que sustentan el cielo de la verdad. Tan firme, señor, has sido, tanta humildad has tenido que tu Fenisa responde que te quiere a ti y no al conde. AUSONIO: Conde, no. Ausonio fingido. ¿Dístele al fin el papel? LICIO: Sí, señor? AUSONIO: Amigo fiel has sido en esta ocasión. Dejar quiero esta prisión, para mí tan larga y cruel. Pues el alma he libertado de la prisión en que ha estado, no es razón el cuerpo esté preso aquí. Basta que fue en la prisión del cuidado. Traeme, Licio, una escalera antes que anochezca, aquí. LICIO: ¿Qué quieres? Di. AUSONIO: [Lo que quiera]. LICIO: ¿Estás en ti? AUSONIO: Estoy en mí. LICIO: ¿Quién eres? AUSONIO: El que antes era. LICIO: ¿Fuérzate al fin la afición a que dejes la prisión y a que viva y a que muera? ¿Dónde he de hallar escalera? ¿Puede haber más confusión?
Vase
AUSONIO: Con esta dichosa suerte gloria y vida habrá después saliendo agora de muerte; que el amor del interés es muy poderoso y fuerte. ¿Quién le dio industria tan buena a Paris sino la joya para remediar su pena, perdición total de Troya la amorosa y blanda Elena? ¿Qué industria más ingeniosa aquél que con nombre eterno, ni fuerza más poderosa, descender quiso al infierno por sólo librar su esposa? Pena, dolor y otra cosa ya insufribles, ya ingeniosas, pasó Jacob y David, con el gigante en la lid por sólo tales esposas. Pues si sólo el galardón disminuye la pasión, ¿cómo ahora el cielo se espanta que a premio de la infanta no salga de esta prisión?
Sale LICIO con una escalera
LICIO: Ya la traigo aquí, señor, no con falta de temor. AUSONIO: Esos temoroso modos son ordinarios en todos los que no saben de amor. LICIO: Temía no me encontrasen y pensando ser ladrón me prendiesen y azotasen. AUSONIO: Temiste tú con razón, yo que sin ella se casen. Como fuente me verás de la firmeza del suelo no poder volver atrás; que bajo tomando vuelo para subir después más. Trae la escalera a su dueño y mi palabra te empeño que me he de estar disfrazado en palacio.
Vase
LICIO: Cielo airado, ¿es ésta visión o sueño? ¿Adónde irá mi señor?
Sale BERTILO embozado, como de noche
BERTILO: No sé si es temprano agora para alcanzar tal favor. ¡Ah, noche, quien no te adora no sabe lo que es amor! Este es el balcón divino de mi Fenisa crüel. Pero no es éste imagino; que [su] balcón es aquél. Mas no, que anoche aquí vino. Una escala está ya puesta. Arriba quiero subir; que quizá es escala ésta por donde tengo de abrir cielo que tan caro cuesta. Grato se me muestra el cielo; que más que al padre de Delo la Fortuna me socorre, pues hallo hecha la torre para subir a mi cielo. Y si no fuere el balcón de mi Fenisa, de allí iré al suyo.
Vase por el balcón
LICIO: Ésta es traición. Sus intentos entendí. [..................... -ón] La infanta busca Bertilo por algún extraño estilo. Bertilo al rey ha engañado. En laberinto ha entrado pero yo cortaré el hilo.
Quita LICIO la escalera y vase con ella. Salen tres MOZOS de caballos y un VIEJO
MOZO 1: ¿Están limpios los caballos? VIEJO: Trae, mozo, ese candil. MOZO 1: ¿Será menester limpiallos? VIEJO: No, deja el peine y mandil. MOZO 1: Hoy no hay para qué cuidallos. VIEJO: Tu pensamiento adivino. Por menos te azotarán. MOZO 1: Querrás jugar imagino la ración de pan y vino. Jamás se la volverán. Dos cosas en mi persona el juego ha hecho, por Dios, que sustente a mi fregona y que bebamos los dos. VIEJO: Y aun eso os hace a vos mona. Como raciones jugáis ración a la moza dais, y por eso bien os sabe. También como a mí le sabe la moza [.......... -áis]. MOZO 2: Dejen esa pesadumbre. Hemos de jugar un rato. Juguemos, pues, un azumbre. Saquen primero barato si quieren que les alumbre. ¿No ves que agora es temprano? Después barato daremos. El parar es juego llano. Eso, copayar. Juguemos. Alcemos, pues, por la mano. ¡Una sota! MOZO 3: ¡Un siete! MOZO 2: ¡Un as! El naipe me da la sota. ¡Nunca la pierdes jamás. Jueguen; que voy por la bota. Alumbra. Después irás.
Sale BERTILO al balcón
BERTILO: ¡Cielo, Fortuna, Ocasión, Amor, Desgracia, Deseo, Ira, Castigo, Razón! ¿Es aquesto en que me veo? ¡Metido en una prisión! La culpa traigo conmigo, de ella ha de ser el castigo. Mi cruel fortuna maldigo porque el hombre que ha pecado él solo se va al castigo. No dice bien yo y Ausonio la verdad y el testimonio. Dios, demonio, extremos dos porque la verdad es Dios y la mentira el demonio. Al fin triunfó la razón. Sujetóme la prisión que a Ausonio tan cara cuesta. Su propia prisión es ésta. ¿Puede haber más confusión? No vi esperanza jamás que al alma me dé sosiego. El juego de por demás; mas ¡ay,! que al fin... VIEJO: Perderás si dura mucho este juego. BERTILO: Si este juego mucho dura, ¿perderé? VIEJO: Tu dicha es ésa. BERTILO: No hay esperanza segura. ¿Dónde tengo el alma? MOZO 2: Presa. BERTILO: Presa en esta prisión dura. De aquí resulta la muerte. ¿Ya no hay vida? MOZO 2: ¡Mala suerte! BERTILO: Mala suerte fue la mía. ¿Cuándo, princesa de Hungría, mis ojos pudieran verte? Si de ti nace este daño y amor me fuerza a su ley, ¿quién ha hecho el desengaño? ¿Quién me tiene preso? MOZO 3: ¡El rey! BERTILO: ¿El rey? ¡Que sabía mi engaño! Para, Fortuna, tu rueda [....................... -eda] pues el mal que siempre dio paró en ella. MOZO 1: No paró. BERTILO: ¿No paró? ¿Qué más mal queda? Al fin he vuelto a mi centro. Ninguna disculpa hallo; mas si salgo de aquí dentro, ¿qué me falta? MOZO 2: ¡El caballo! BERTILO: ¿Si encuentro al rey? MOZO 3: ¡Mal encuentro! MOZO 1: No vale, que no se puso. MOZO 2: Sí valen, que sí han valido. MOZO 1: Valer encuentros. No hay uso. BERTILO: Allá bajo hay gran rüido. Agora estoy más confuso. Pero así saber podré si hicieron esta invención para meterme en prisión o si acaso me engañé cuando buscaba el balcón. Criados, decid a su alteza que no me tenga en tan poco, que haga abrir la fortaleza. VIEJO: ¡Guarda el loco, guarda el loco! No nos quiebre la cabeza. BERTILO: Que soy Ausonio, crïados. Mirad que el loco se ha ido. MOZO 1: Buenos están tus crïados. Desdichado, conde, has sido. MOZO 2: Son locos enamorados. BERTILO: Ausonio soy. MOZO 3: ¡Qué locura! Su mal crece poco a poco. VIEJO: Siempre da en esta locura. No hay persona aquí segura. MOZO 1: ¡Guarda el loco, guarda el loco!
Vanse huyendo los MOZOS
BERTILO Ya de sospechas me quito. Cierto es mi mal infinito porque el cielo justo ordena que padezca yo la pena por do cometí el delito. A Ausonio di esta prisión por quitarle su mujer. Ella me dio el galardón, ¿pero cómo puede ser que en Fenisa haya traición? Ella fingió darme gusto y cumplió darme dolor; mas quejarme será injusto que hacer traición a un traidor bien [le] puede cualquier justo.
Sale RICARDO con la capa de BERTILO como de noche
RICARDO: Su capa al conde cogí; que aun conociéndome así Leonora, que lo ha querido, por abrazar su vestido gustará abrazarme a mí. Es traje que en mi tormento un gusto y contento cobra de que ella tendrá contento poniendo en mí el gusto y obra y en él el entendimiento. ¡Ay, Amor! Si me has de dar algún estorbo o azar; mas no, que en aqueste medio el azar ha de ser cedio y estorbo el poco lugar. BERTILO: ¡Ay de mí! RICARDO: Quejas oí. Sin duda que ésta es Leonora. BERTILO: ¡Que engañado de aquél fui! RICARDO: Por mi tardanza así llora sin querer llorar por mí. BERTILO: Mi engaño al fin se ha sabido. Voló la ocasión veloz. Dejóme el tiempo perdido. RICARDO: O es Bertilo esta voz o yo vengo sin sentido. BERTILO: Mi mal es mucho y no es tal el mal que nació del bien ni el bien que nació del mal. Cosa pública es también que ser no puede inmortal. Y si de mal ha nacido el poco bien que he tenido quejarme de él no es razón si he venido a esta prisión después de haberse sabido.
Éntrase BERTILO en el balcón
RICARDO: ¿Esto tenemos agora? ¿Bertilo está descubierto? ¡Bercebú lleve a Leonora y al bellaco que la adora! Tenerme pueden por muerto. ¡Mal haya quien me parió, quien en esto me metió! Por tener al conde ley luego manda ahorcarme el rey si sabe qué callo yo. Pero un remedio he hallado que buena disculpa me es: como el rey se ha levantado arrojaréme a sus pies aunque esté más enojado, demandaréle perdón, disculpando mi intención y diciendo el caso todo; porque pienso de este modo quitar mi muerte y prisión.
Vase y salen LISARTE y un PAJE
LISARTE: ¿Tanto el rey ha madrugado? PAJE: Un cuidado a un pecho fiel nunca dejó sosegado, y así duerme poco él como tiene más cuidado: principalmente el deseo con que agora se levanta. LISARTE: ¿Qué procura? PAJE: A lo que creo es que se case la infanta. LISARTE: No digas más que el rey veo.
Salen el REY y FLORISEO, y BERTILO al balcón
REY: Casaránse en este día. No traigas leyes de Hungría. Leyes son, y más que leyes las palabras de los reyes y así he de cumplir la mía. En estos justos empleos mil juegos y fiestas traza que aumenten más mis deseos. Hagan justas en la plaza y en el palacio torneos. FLORISEO: Justo será obedecerte. Tu parecer es muy bueno. (Celebraré de esta suerte Aparte las fiestas del bien ajeno con obsequias de mi muerte). BERTILO: (Paréceme que suspiro Aparte por mal que no está delante. Al rey y a su gente miro con un alegre semblante de cuyo gozo me admiro. Si mis engaños supiera más enojado estuviera. Quizá no los sabrá aún porque el enojo es común y el rey también lo tuviera. Pero así podré saberlo). Haz, rey, que la puerta se abra. Preso estoy sin merecello. REY: Yo te empeño mi palabra que estoy ignorante de ello. Corred, Abrid.
Vanse el PAJE y LISARTE a abrir
BERTILO: (¡Gran ventura!) Aparte [...................... -ura]. REY: Admírome con razón ver a Ausonio en la prisión ajeno de su cordura.
Sale RICARDO y échase a los pies del REY
RICARDO: Sacro rey, dame perdón; que nunca yo satisfice el pecho de su traición. REY: No sé lo que aquéste dice. ¿Puede haber más confusión? Pero así lo cierto abono. Con él tu frente corono. Perdón te doy, ¿qué reparas? Que si todo lo declaras desde agora te perdono. RICARDO: El que por loco está preso es Ausonio. REY: ¡Acaba, dilo! RICARDO: No es conde loco y travieso; que mi señor es Bertilo. No hay más. La verdad confieso. Y pues que ya tú lo sabes y está en tu prisión el conde, de piedad es bien te alabes porque siempre corresponde con las personas más graves. REY: Pague el traidor sus errores. Ruegos no me ablandarán; que aquéstos que son traidores luego acuden al refrán de los yerros por amores. Tal maldad ha merecido. Merece muerte y prisión.
Salen BERTILO y LISARTE
BERTILO: Tan burlado, rey, he sido que he estado yo en la prisión y el conde loco se ha ido. REY: Traidor, el cielo permite que el velo a tus obras malas con luz de verdad se quite. Fueron de cera tus alas y la verdad las derrite. Ya he sabido tu traición; que éste que discreto ha sido me declaró tu intención. RICARDO: (Luego no se había sabido. Aparte ¿Puede haber más confusión?) REY: No habrá quién tu muerte impida ni con vida podré verte porque es deuda muy debida dar tan mala y torpe muerte a tan torpe y mala vida. Prendí a Ausonio, y sin razón; mas ¿cómo en buscarlo tardo para pedirle perdón? BERTILO: (¡Qué me descubra Ricardo! Aparte ¿Puede haber más confusión?)
Sale un PAJE con AUSONIO vestido como mozo de caballos
PAJE: ¡Vaya el loco! ¡Salga fuera! Bueno es el disfraz a fe porque no le conociera. Señor, al conde hallé vestido de esta manera. AUSONIO: (Matar este paje no oso; Aparte que a prisión me han de volver si hago loco furïoso. Pero si loco he de ser, quiero ser loco gracioso y así no me prenderán). Señor rey, mas que no sabe él ni cuantos aquí están ¿cuál es la pluma del ave que cogió primero Adán? REY: ¡Tantas novedades son para engañar mi deseo que se ciega con razón! ¿Qué enredo es éste que veo? ¿Puede haber más confusión? AUSONIO: Aquesta cara de hereje ya había de estar quemado porque en sosiego me deje. BERTILO: (Socorro el cielo me ha dado Aparte para que de él no me queje). ¿Has visto, rey, si te engaño? Ves si me tienes en poco si me tratas como extraño, si es Ausonio aqueste loco, si a mi honor has hecho daño. REY: Digo que tienes razón. Dame, príncipe, esos pies y justamente perdón que de éste la culpa es. AUSONIO: ¿Puede haber más confusión? RICARDO: Yo dije que estaba preso Ausonio y en libertad [era] el conde loco preso. Mira, rey, lo que confieso. REY: Digo que dices verdad. Que estaba preso me dijo. La culpa, príncipe, es mía, y así tu dolor prolijo en fiestas y regocijos se convierte en este día. Luego al momento podrás con Fenisa desposarte y a mí me perdonarás y echa el enojo a una parte. BERTILO: Bastante disculpa das. REY: No haya en esto dilación hasta poner los estrados. BERTILO: ¡Gloriosos mis males son!
Vanse todos y quedan AUSONIO y LICIO
AUSONIO: ¡Que hoy han de ser desposados! ¿Puede haber más confusión? LICIO: Al rey tu padre escribí después que vine y te vi por el conde en tal estado, y así, príncipe, sospecho que vendrá presto por ti. Al tiempo del desposar puedes llegar poco a poco y la fiesta alborotar. Prenderáte el rey por loco y al fin te habrás de librar. Esta daga llevarás. AUSONIO: Presto, Licio, la verás con guarnición, punta y filo en el pecho de Bertilo que no será traidor más.
Vase y suena música. Salen a poner sillas y cojines. Salen después todos a la boda y siéntanse. [Está] muy triste FENISA
AUSONIO: ¡Qué presto se ha sentado y a mí lugar no me han dado! ¡Pues, por Dios, que pienso ver conmigo aquesta mujer y al señor novio colgado! LISARTE: Siéntate, loco, en el suelo. AUSONIO: [...................... -elo] Si la misma gloria toco ni éste es suelo ni soy loco sino cuerdo y éste es cielo.
Diciendo esto ase el pañuelo de la infanta FENISA
¿Por qué vuestra alteza llora? ¿[Está] enojosa la fiesta? ¿No ve que mi alma adora y tu libertad ignora? FENISA: Señor, estoy indispuesta.
Sale un PAJE
PAJE: Albricias, señor, me da porque en tu palacio está en persona el rey Trebacio. REY: ¿Tanto bien en mi palacio? PAJE: Subiendo quedaba ya. AUSONIO: (¡Nuevo bien!) Aparte BERTILO: (¡Nuevo tormento!) Aparte RICARDO: (¡Nuevo fin!) Aparte LICIO: (¡Nuevo contento!) Aparte BERTILO: (¡Nuevo mal!) Aparte FENISA: (¡Nueva alegría! Aparte REY: (¡Venturoso rey de Hungría!) Aparte BERTILO: (¡Desdichado atrevimiento!) Aparte
Sale el rey TREBACIO
TREBACIO: Perdone tu majestad el no tener avisado. Disculpa es la brevedad. REY: Yo he de ser el perdonado. Las manos, señor, me dad. TREBACIO: Mi estado, gusto y honor acrecentarán las vuestras. BERTILO: (Mi semblante y mi temor Aparte de mi desdicha y error aprisa están dando muestras). REY: Tu majestad ha venido al mejor tiempo que ha habido en toda mi corte y casa; que la princesa se casa y es Ausonio su marido. Velo aquí. ¿De qué se espanta? BERTILO: (Mi vida cuela de un hilo). Aparte TREBACIO: De que se case la infanta con éste, conde Bertilo, que en vano su ser levanta. Aquéste, rey, es mi hijo. Cese tu engaño prolijo. Éste es un conde traidor. REY: En pesadumbre y dolor se ha vuelto mi regocijo. AUSONIO: Sus yerros, señor, perdona a quien te besa los pies, indigno de tu corona. TREBACIO: ¿Qué traje, príncipe, es aquése de tu persona? AUSONIO: Después daré entera cuenta de todo a tu majestad. REY: Mía ha sido aquesta afrenta pues descubre la verdad quien la vida me sustenta. Dame, príncipe, perdón porque con tan bajo estilo tuve en poco tu razón. LEONORA: (¡Que mi príncipe es Bertilo! Aparte ¿Puede haber más confusión?) AUSONIO: No hay culpa en noble pecho porque este traidor lo ha hecho. BERTILO: Confieso, rey, mi pecado. A tus pies estoy postrado por dejarte satisfecho. TREBACIO: Su cruel castigo infinito al príncipe lo remito. AUSONIO: Yo a la princesa de Hungría. FENISA: Pues, que la sentencia es mía, yo perdono su delito con que case con Leonora. BERTILO: No en balde mi pecho adora lo que pisa esos pies. Fue mi yerro de interés y así el interés lo llora. LEONORA: Por ser hecho de tu mano, yo, señora, lo concedo si de ello gusta mi hermano. FLORISEO: Nunca yo rehusar puedo a juez que es tan soberano. REY: Bien, Fenisa, te acomodas hoy a la justa piedad. TREBACIO: Así tienen de ser todas. REY: En pago de esta verdad háganse luego las bodas. Dadle al príncipe vestido. Quite el disfraz que ha tenido para encubrir su nobleza. AUSONIO: Siendo hija de tu alteza, poco por ella he sufrido. RICARDO: También tu perdón me da, pues confesé aunque después volví a negarlo de nuevo. REY: Dices bien, yo lo concedo. LICIO: Dame, señor, esos pies. TREBACIO: Licio, del suelo levanta. LISARTE: Bien es que paciencia tanta se premie con suficiencia. ¡Que a tan subida paciencia tan subida y alta infanta!
Visten una ropa a AUSONIO
AUSONIO: Ya empieza mi galardón. FENISA: Ya acaba mi mal y pena. AUSONIO: Aquí da fin mi pasión. RICARDO: Si esta comedia no es buena, ¿puede haber más confusión?

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 27 Jun 2002