TERCERA JORNADA


 
                        NI CALLARLO NI DECILLO 

               Sale GONZALO huyendo de DON JUAN.
 
GONZALO:       ¿Éste es el premio que aguardo,
            y el que un crïado merece
            leal?  ¡Por Dios, que parece
            que eres, mi amo, bastardo!
JUAN:          Aquí, villano, sabré                                
            quién este enredo inventó.
GONZALO:    ¿Enredo?  ¿Soy dueña yo,
            porque en lo vulgar pequé?
JUAN:          Sólo en tí sospechar puedo.
GONZALO:    ¡Palacio, cosa crüel!                  
            ¿El no hallar otro que en él
            merezca hacer un enredo?
JUAN:          Toda la casa, picaño,
            habla en que yo quiero aquí
            a doña Aldonza, y de tí                           
            solo ha salido este engaño.
               Que hay una gente penada,
            de tan cruda fantasía,
            que si algo no se le fía,
            lo habla todo, y todo es nada.           
GONZALO:       ¡Hay tal traición!  ¡No hay disculpa!     
            ¡No hay castigo!  (Mas no quiero    Aparte
            mostrarme muy hazañero
            que verá que tengo culpa.        
               Revelólo, --estoy furioso--       
            la Aldonza, ¡desdicha fiera!
            Que sólo yo hacer pudiera
            enredo que no es dichoso).
               ¡Si se prueba tal maldad...! 
 
                           Levanta el grito 
 
            (Yo daré, no hay que temer    Aparte         
            que en palacio, no ha de haber
            quien lo diga.)  No es verdad.
JUAN:          ¿Por qué averiguar ofrezco
            si a doña Aldonza has hablado?
            Aquí te dejo encerrado.                
GONZALO:    Daránme lo que merezco,
               que es lo que no he menester,
            Quien averigua verdades,
            mentiras y necedades,
            cuántas se obliga a creer.                
JUAN:          ¡Ay, Elvira en mí penar!,
            aunque se ignore este ardor,
            no se infame en otro amor
            tan alta razón de amar. 
 
                              Vase [DON JUAN] 
 
GONZALO:        Encerrado me dejó.                         
            Si acá viniese algún lego
            de negocios, creerá luego
            que lo mando todo yo.
               Rumor siento en el cancel.
 
                               Sale el REY 
 
REY:        De don Juan el cuarto abrí.          
GONZALO:    Quedo, ¡el rey! 
REY:                     ¿Quién está aquí?
GONZALO:    ¡El rey, y yo estoy con él!
               (Luego mi amo querrá        [Aparte]
            que yo tenga la culpa).
REY:                              ¿Quién?
GONZALO:    Soy yo, un hombre de bien,              
            si es traje que se usa ya.
REY:           No os turbéis.
GONZALO:                    No haré.
REY:                               Esparcido 
            parece (¡y don Juan le alababa!) [Aparte]      
            Conoceros deseaba.
GONZALO:    ¿Por qué lado?  ¡Que han mentido!      
               ¡Juro a Dios!
REY:                          Mirad qué son.
GONZALO:    Soy muy hombre honrado, y sello
            es mi oficio.
REY:                     Estoy en ello.
GONZALO:    Pues, va de conversación                        
            La propiedad pone aquí.           
 
                  Cúbrese GONZALO halladamente 
 
REY:        A don Juan, ¿qué tiempo habrá
            que le servís?
GONZALO:                     El que ha
            que don Juan me sufre a mí.
REY:           No parecéis muy crïado.                     
            ¿No murmuráis?
GONZALO:                 Ni aun por lumbre      
            del amo; baja costumbre,
            ello se está mormurado.
REY:           No os tiene muy bien premiados.
            ¿No da lo que se merece?                            
GONZALO:    Sequísimo hombre parece,               
            marido de sus crïados.
               En lo demás, nombre eterno  
            se le debe.
REY:                     ¿Y él le va 
            ganando?
GONZALO:             ¿No se hallará                          
            en su poco de gobierno                 
               que se publica en tu gloria,
            que mientras encierra, cierra?
            ¿No eres león de la guerra?
            ¿Eres fénix de la historia?                      
               Y tan tentado nací            
            de esto de la monarquía,
            que todo, todo querría
            gobernallo si no a mí.
REY:           Son cuidados muy ajenos                     
            de vos, que el gobernar            
            en que más se ha de tratar,
            y en lo que ha de hablarse menos.
               ¿Sabéis a quién tiene amor
            en palacio?
GONZALO:                  ¡Voluntad!                           
            (¡Al rey decir la verdad!    Aparte   
            La Aldonza guarda.)  Se¤or,
               gastan con desigualdad
            los galanes de hoy el alma,
            que estos años era calma,                       
            pero agora es tempestad.         
               ¡Que él ama a una dama es cierto!
            Mas di, por Dios, su querella:
            ¿Es la Aldonza?
REY:                         ¡No!                 
GONZALO:                            ¿No es ella?              
            (Fui blando al primer concierto). [Aparte]             
REY:           ¿Dama?  Esa voz es mentira:     
            ¡ninguna Aldonza se llama!
GONZALO:    Si doña Aldonza no es dama,
            ¿qué animal será?
REY:                      ¿Es de Elvira?
GONZALO:       ¡Sancto Dios, dama pequeña!               
REY:        Está en su cuarto en que yo...         
GONZALO:    ¿Es mondonga?  (¡Díjelo!:    [Aparte]
            ¡Segundo "pequé" de dueña!)      
REY:           Con ella en palacio está;
            es prima suya y la asiste.                      
GONZALO:    No entendía yo ese chiste;                    
            ¡va de las damas!   ¿Será...?
REY:           No las nombres, que profanas
            su deidad.
GONZALO:                 No sólo a tí,
            sino a todo, y aun a mí                
            es bien que estén soberanas.          
REY:           Todas bellísimas son,  
            pero es altísimo el vuelo.
GONZALO:    ¿Es "doña Garza del cielo",
            o es Elvira de Aragón?                             
REY:           No puedo deciros tanto.            
                                     
Sale DON JUAN furioso, y repárese, en viendo al REY, y asústese mucho GONZALO, y ándese escondiéndo detrás del REY
JUAN: ¿Secretos entre los dos? ¡Mataréle, vive Dios! ¡Él fue el traidor! GONZALO: ¡Cielo santo! ¿Qué llaman? JUAN: ¿El rey aquí? REY: ¡Don Juan! GONZALO: ¡Oh, bendito rey! JUAN: La majestad y la ley. GONZALO: ¡Póngase en medio! ¡Eso sí! Que entre dos que mal se quieren, nadie se puso indiscreto. REY: Que es muy gustoso, os prometo; yo le hallé. Mirando siempre DON JUAN a GONZALO JUAN: Siempre éstos mueren por vivir entremetidos. Señor, si él mereció veros, y ha sabido entreteneros... GONZALO: En eso de entretenidos, hable corto cada cual. REY: Haceros merced espero. GONZALO: No, si no juras primero: "Por mi corona real, non vollo." JUAN: ¡Qué atrevimiento! GONZALO: Ha sido bien acordado; que es lástima haber faltado tan suntuoso juramento. Vase [GONZALO] REY: Un negocio nuevo y grave traigo, que abrevialle es justo. JUAN: De vuestra alteza es el gusto; mi obediencia ya la sabes. REY: Ya estás, don Juan, informado que en sólo adoptarme funda la reina Juana Segunda de su vida y de su estado, la quietud. Yo con liviana ocasión, ni con locura fïado, a su mal segura condición incierta y vana, en la empresa entrar no quiero, si lo posible, lo honroso, lo justo y lo provechoso no lo examino primero. Y esto, fïallo es en vano de otro, porque sólo sé fïarme al celo, a la fe, y al crédito de tu mano. Parte a Nápoles, y en ella penetrar con seso y arte cuánto abraza aquella parte del mundo, lisonja bella. Ve seguro, y sin enojos; que la esperanza me huye de todo donde no influye o mi consejo o tus ojos; que si el amor enlazo en los dos prendas tan altas, donde yo estoy, tú no faltas; donde no estás, falto yo. JUAN: Sola una merced te pido para irme luego. REY: ¿Y no más? JUAN: Que a don Blasco... REY: Tú verás desagraviado mi olvido. Ya he publicado, perdona, tu jornada, no a qué vas, ni adónde. Y pues, hallarás galeras en Barcelona. JUAN: Hoy partiré. REY: Que resuelvas partir es cosa precisa, y esto no es decir que aprisa te vayas, sino que vuelvas. (¡Que cierto es que hará misterio la ira!; pero no forzado [Aparte] la sufro; que un buen crïado es lo mejor de un imperio). Vase [el REY] JUAN: Ayer de mi diligencia desconfió el rey, y hoy me aparta, y luego me voy, mucho ha tardado esta ausencia. Con amor, con obediencia serville y selle fïel me toca. ¡Suerte crüel!, que si esto no basta ansí, no puedo enmendar yo en mí, una culpa que está en &eqcute;l. Pero culpalle no es justo; que es rey, y al rey, en efeto, si es razón, se la respeto; se le obedezco si es justo. No puede en mí ser injusto Salga ELVIRA veneralle; él mire en sí lo que dispone allí. Es acierto más fïel respetallo para él que acertallo para mí. ELVIRA: Señor don Juan, sólo agora, que me alegro de toparos, podré decir. JUAN: ¿A enojaros siempre vos me halláis, señora? ELVIRA: Vengo muy alborozada a pagaros (¡qué ansias llevo!) Aparte una embajada que os debo. JUAN: ¿Vos a pagarme una embajada? (No la espero yo gustosa). Aparte Sin duda, con buena ley, las altas partes de un rey premiaréis, Elvira hermosa. ELVIRA: Ni pago ni debo nada; doña Aldonza me ha pedido que os diga que se ha ofendido... JUAN: (¡Oh perro, o vil!) Aparte ELVIRA: ...y enojada se muestra. Pues, declarado el amor que la tenéis, sólo a sus ojos hacéis ostentación de callado. Vuestros desadvertimientos han de quedar castigados, que tenéis mal gobernados, don Juan, los atrevimientos. Calláis vuestro amor igual a quién bien os le ha de oi[r], y el de otro vais a decir adónde os responden mal. Vuestro término condeno aunque presuma de hidalgo; en vuestro amor hablad algo, y no tanto en el ajeno; que hay voluntad, que callada se presume y hace alarde de muy civil. (¡Qué cobarde! [Aparte] No se atreve a perder nada). JUAN: (¿Hay desdicha semejante? Aparte ¡Ah, vil crïado embustero! ¡Ah, traidor! De rabia muero!) Bella Elvira, no os espante que a responderos no acierte. Querer a cualquier mujer de cualquiera puede ser justo acierto y noble muerte; pero lo que no se ama, como el decoro lo vea que amor, señora, no sea, no es queja en ninguna dama. ¿Yo a Aldonza? Jamás en ella pensé; ni aun pienso en mi vida ofendella de querida. Pues, ¿qué será de ofendella? Que yo muero y peno es cierto, pero encerrado en mí mismo tengo el alma en un abismo y la voz en un desierto. Y a esto, ni aun la eternidad le servirá de medida; y porque estoy de partida para otros reinos, mirad qué mandáis; que el rey me envía, y he de partir. ELVIRA: ¿Cuándo? JUAN: Al punto. ELVIRA: (¡Alma y vida y todo junto! Aparte Quedó sin ser parte mía). Don Juan, partid en buen hora y con bien podáis volver. JUAN: Conmigo no puede ser. (¿Qué alma niega lo que adora?) [Aparte] ELVIRA: (¿Quién sufre un sufrido amar? [Aparte] Amor). JUAN: (Fé). [Aparte] ELVIRA: (Querer). [Aparte] JUAN: (Sentir). [Aparte] ELVIRA: (Haced lo po[co] en morir). [Aparte] JUAN: (Haced lo más en callar). [Aparte] Vanse [y] sale[n] ALDONZA y GONZALO ALDONZA: (¿Don Juan de partida? ¡Extraña [Aparte] novedad! ¿Qué podrá ser?) GONZALO: (Está Aldonza; ésta ha de ser. [Aparte] ¡Cava y Rodrigo de España por la posta! ¡Qué crueldad! Se va y sin mí; y he topado ya a muchos que me han mirado no más que hasta la mitad. ¿Cuál es el mundo?; ¡Por Cristo! ¿Que he de fingir que he quedado a grandes cosas?) ALDONZA: (Cuidado [Aparte] me ha puesto). No te había visto, Gonzalo. GONZALO: ¿Tan presto? ALDONZA: Di, ¿Don Juan se ha ido? GONZALO: Se fue. ALDONZA: ¿Dónde? GONZALO: Yo sólo lo sé. ALDONZA: Y, ¿cómo tú? GONZALO: Quedé aquí, a sus negocios y entre ellos es el mayor ya la ley. ALDONZA: (¿Ir don Juan, y sin el rey? Aparte Misterios son; pienso en ellos). Adiós, Gonzalo. Vase [ALDONZA] GONZALO: Él le ayude. ¡Se le olvidó! ¿Hay tal mujer? ¡A vella pienso volver no más de cuando estornude! Yo soy Gonzalo, ¿esto escucho? En un día el mundo ves trocado, y según él es, ¡por Dios!, que ha tardado mucho. ¡Helos, helos por do llegan los bravos reverencieres de mi amo y míos! Salen LUPERCIO y el otro CORTESANO LUPERCIO: No esperes que vuelva: que se navegan estos golfos de palacio con terribles temporales. CORTESANO: Son escollos naturales las mudanzas. GONZALO: (¡Qué de espacio [Aparte] espero yo! Aunque me río, ¿qué hace conmigo este par de frescos? ¡Ve[n] sin mirar! ¡Se han pasado!) ¡Ah señor mío! Pasan mirando con sesgo a GONZA[LO] ¿No tiene vusted con yo algún negocio? LUPERCIO: ¡Con él! GONZALO: Tan bien "él" es que "yo," ¡infiel canalla! LUPERCIO: ¿A qué se quedó por acá? GONZALO: (Vengarme intento). [Aparte] He quedado a despachar (¡Por Dios, que me he de vengar!) [Aparte] lo muy civil de otro cuento. Oye vusté: Un portugués con un ministro tenía un negocio a quién hacía, hasta dar en los pies, mil reverencias. Salió con él, y después topaba al ministro y no le hablaba; y un día le preguntó: "Seor fulano, ¿que se han hecho las reverencias de antaño?" Y el dotísimo picaño le respondió muy derecho: "¿Reverencias? ¡Gran socrocio para andar necios untando! Guárdovoslas para cuando con vos tenha otro negocio." LUPERCIO: Está bien, cuando con vos le tenga, os ofrezco [a] hacer las reverencias de ayer. GONZALO: Y lo creo, ¡juro a Dios! Vase [GONZALO] CORTESANO: ¿No se sabe dónde ha enviado el rey a don Juan? LUPERCIO: Él fue por la posta, y sólo sé que el oído es apartado. CORTESANO: Don Blasco viene. LUPERCIO: ¡Qué cierta en él tendrá la salida todo! CORTESANO: Sabed que la herida de don Blasco aún está abierta. Él, astuto, no ha querido lidiar con poder violento, pero es tal de agora atento. Sale DON BLASCO BLASCO: (De estos sabré lo que ha sido; [Aparte] que es gente que habrá tratado de saber más de lo que es). LUPERCIO: Señor don Blasco, después que anda el mundo tan turbado, no hay veros. BLASCO: ¿Qué turbación tiene el mundo? LUPERCIO: La jornada de don Juan. BLASCO: ¡Ah, desdichada virtud! ¿Quién los necios son que persuadirse han podido de Alfonso a una liviandad igual de la majestad, lo sagrado y lo escondido? ¿Por tan leve circunstancia queréis penetrar tan presto? LUPERCIO: ¿Qué hay que penetrar en esto? Don Juan se fue. BLASCO: ¡Qué ignorancia! ¿Eso os mueve a maravilla, si todos sabéis que hoy son los infantes de Aragón la turbación de Castilla? ¿No veis que por castellano, y tan ilustre, ha querido que don Juan medie el partido de tanto ambicioso hermano? Pues sus deudos son bastantes a poner iguales leyes a las bodas de ambos reyes y a la paz de los infantes. LUPERCIO: Por las materias de estado habéis muy bien discurrido; pero don Juan se ha partido. BLASCO: ¡Qué necio, vulgo y cansado! O vaya o quede, no hay hombre que a don Juan quite ni impida, ni el ejemplo de su vida, ni la gloria de su nombre. Va[n]se [y] sale ELVIRA ELVIRA: Sólo el silencio testigo ha de ser de mi tormento y aun no cabe lo que siento en todo lo que no digo. Imposible ya se halla el poder yo hablar jamás; que en esta dulce batalla, cuanto mi amor sufre y calla, pena más y quiere más. Será de mi sentimiento sólo el desconsuelo amigo, sólo el padecer aliento, sólo el descanso tormento, sólo el silencio testigo. El amor en mí nació a sufrille, y padecelle, pero a más licencias, no. ¡Cielos!, ¡Que aun no deba yo tenelle para tenelle! Tanto mudo sentimiento, ni a respirar, ni a un momento no se apresure veloz; que sólo el callar la voz ha de ser de mí, tormento. No hay capacidad que mida mi eterna ardiente pasión; que a pena tan bien sentida viene angosto un corazón, estrecha viene una vida. Cabe en mí todo el tormento, todo el fuego, todo el viento, todo lo que sufro y lloro; cabe todo lo que adoro, y ¿aun no cabe lo que siento? La injuria de este accidente, y a que en mi culpa es tan clara, sólo una gloria consiente que le sufriera y callara. ¡Quien fuera yo solamente! De mi amor que ya es morir, sólo Amor es mi testigo, y, ¿aun no cabe en mí sentir cuanto de él puedo decir en todo lo que no digo? Sale el REY REY: ¿Qué nueva traza he pensado por don Juan? ELVIRA: (¡El rey!) [Aparte] ¿La injuria a nuevo amor? ¿Ya más furia? REY: Elvira, estoy agraviado que pienses que soy persona, --no por rey, sino por hombre--, que he de ofender sólo al nombre, lo más bajo en mi corona en mí. Del reinar, te digo que grande imperio no mira a gran rey. Que el sello, Elvira, lo he de tener yo conmigo. ELVIRA: De lo que no ha menester, vuesa alteza me ha informado. REY: Un gran pesar me has causado. ELVIRA: (Como no sea placer, Aparte yo le perdono; mas no que a don Juan apartes). REY: Siento que porque tú el casamiento de don Juan dejaste, yo me vea una hora sin él; que dueño de un gran estado en Italia le he casado. (¡Turbóse!) [Aparte] ELVIRA: (¡Cielo crüel!) [Aparte] ¿A casarse partió? REY: Sí; y volverá presto. ELVIRA: (¡Cielo! Aparte Todo cayó por el suelo. ¡Ya no soy nada yo, en mí!) REY: (Don Juan, muy bien te he pagado; que por mí en tanto callar, [Aparte] ya te sobrará el hablar). Habla [ELVIRA] con el REY ELVIRA: Todo está bien empleado en don Juan. REY: Queda avisada, Elvira, que tú has de ser quien reciba a su mujer. ELVIRA: De una señora casada, ésa es propia ocupación, que yo... REY: En Castilla se tiene ese punto. Aquí conviene que la mayor de Aragón la reciba y es precisa esa circunstancia. Espero casarte yo a ti primero. ELVIRA: Nada te ofrezco. (¡Qué a prisa [Aparte] viene todo, esfuerzos vanos. ¡Voy a morir! ¡Muera, muera! ¡Pesares que ya cualquiera tiene razón, tiene manos!) Vase [ELVIRA] REY: Toda la casa de Urgel de que Elvira blasonó tanto a tanto no bastó. Pero Amor, ¿quién basta a él? ¡Cuando pienso en quién soy y en qué he nacido: Rey y a serlo aún no puedo, satisfecho de haber tanto escuadrón de amor deshecho, sin romper las murallas de mi olvido! A mi espíritu grande, aunque exprimido, todo el campo de Amor le vino estrecho; que en la ardiente batalla de mi pecho, venciéndome, triunfé de mi sentido. Bien sé, o gran corazón, y no me engañas, que debo yo a mis ínclitas memorias, como en mi amor, triunfar en las campañas. Bien sé que deudas son mayores glorias, pero en tanto que no hay otras hazañas, basten las del sentido por victorias. Salen LUPERCIO y el CORTESANO CORTESANO: Sólo está; llegad. LUPERCIO: Ya os digo que ni a don Juan quiero mal. Ni es crudo mi natural, ni soy de nadie enemigo, sino que es ansia importuna de la corte, que sedienta de lo nuevo, se alimenta de estragos de la fortuna. REY: Deseando están aquéllos llegarse. Pues no ha de ser. Ni don Juan me ha de deber lo fácil de no creellos. Éstos cien mil alabanzas me dijeran de don Juan algún día, y hoy querrán de envidias hacer venganzas. Sale GONZALO muy recatado GONZALO: Quiero acechar, y será mi primera acechadura en palacio. ¡Si a ventura me conoce el rey! Que ya con licencia del decoro hablé con él anchamente. Tomo mi entrada. CORTESANO: ¡Detente, bergante! GONZALO: (¡Soltóse el toro!) [Aparte] Traté... REY: ¡Apartad! Llega, espera. GONZALO: ¡Vivo es, por Dios, el Beltrán que recibe bien su can! REY: Salíos vosotros afuera. GONZALO: (¡Mal Beltrán!) [Aparte] LUPERCIO: (El rey pretende [Aparte] saber de éste algún secreto). CORTESANO: Era su amo muy discreto. Poco sabrá. [Vanse LUPERCIO y el CORTESANO] REY: ¿En qué se entiende, Gonzalo? GONZALO: En morder las duras. REY: ¿Las duras? ¿Cómo? GONZALO: No sé... ...en mi amo nada gocé...; que él me pudrió las maduras. De embozo ando por allí; mas debo a un amo discreto ponerme donde en efecto no puedo bajar de mí REY: Pues, ¿dónde dicen que está, y a qué le envié yo? GONZALO: Seor mío, lo primero a que os envío es a que no estéis acá. REY: ¡Qué locura! GONZALO: ¡Que lo sea! Y aun de celos de una moza. REY: No me debe Zaragoza que una indignidad me crea. ¡Oh, cuánto a un rey le conviene aún no pensar cosa fea!; que ayudan a que se vea las muchas luces que tiene. GONZALO: Nada me da el rey, y en nada reinar y dar se divide. Sale LUPERCIO LUPERCIO: Audiencia don Blasco pide. GONZALO: Éste es toro de lanzada. ¡Dios libre a mi amo! REY: ¿Audiencia, don Blasco? ¡Gran novedad! Dudoso espero; entre. LUPERCIO: Entrad. Sale DON BLASCO BLASCO: Dadme los pies y licencia de hablarte a solas. GONZALO: (¡El frasco [Aparte] trae pólvera!) LUPERCIO: (¡Qué derechas [Aparte] saldrán agora sus flechas!) GONZALO: (Hallóse en todo el don Blasco). [Aparte] [Vanse LUPERCIO, el CORTESANO y GONZALO] BLASCO: Aunque de tu palacio retirado por cumplir, gran señor, con tu obediencia, siempre a tu excelso nombre le he pagado cuánto debe el honor a tu presencia; que en lo servido y siempre venerado, ni hace distancia el rey, ni tiene ausencia. Sólo un lugar le cabe en el efecto, y todos los ocupa en el respeto. Mas si agora me veis entremetido es --sufrilde a mi edad su atrevimiento-- por saber de don Juan en tanto olvido, la causa, la noticia y fundamento. REY: El superior dictamen escondido de los reyes, y el alto pensamiento, preguntallo es delito a la advertencia y sabello es peligro a la prudencia. Los reyes a las leyes soberanos no deben dar de sí razón alguna; que pasan de los términos humanos y les ruega a lisonjas la fortuna. BLASCO: No os engañen, señor, consejos vanos; que ya con ella o sin raz¢n alguna, combaten a los puestos más lucidos, tempestades de lenguas y de oídos. Si a dar razón de vos nada os obliga, sabed y basto yo. REY: ¿Qué dirá este hombre? BLASCO: Que si a don Juan osó voz enemiga dudalle la virtud, culpalle el nombre, hay verdad, hay valor, que a voces diga [Aparte] (ya bátese a sus pies cuando le nombre sus partes) sus virtudes eminentes, que basta un laurel suyo a muchas frentes. Cuando Aragón oyó, cuando vio España, --perdone la ambición, calle la queja--, el modesto poder que le acompaña, la prevenida luz que le aconseja, ¿a quién --y tanto pueblo nos engaña--, abrió la mano, ni cerró la oreja? Que navegando siempre rumbo incierto dentro en sus mismos golfos lleva el puerto. Tú eres Alfonso el Magno en quién respira la ya oprimida Italia que te llama: que si el común aplauso no es mentira, Roma te espera, Nápoles te aclama. Premia, premia a don Juan. Al nombre aspira, deuda de tu valor y de tu fama. A nadie has de faltar ni aun en los modos; que el título de Rey es para todos. REY: Dadme los brazos generoso anciano, claro honor de Aragón, que brevemente veréis aquí a don Juan. BLASCO: Dadme la mano y licencia para irme juntamente. REY: Quiero que me asistáis. BLASCO: Quiéreslo en vano; que un retiro sin él en todo miente; y afectar un sosiego y tener poco es ambición de cuerdo en el más loco. Desde hoy quiero vivir en el mañana. Dadme licencia. REY: Que entendáis querría que ésa es otra ambición no menos vana. Que la virtud no quiere demasía. Servir y bien es parte soberana; hacer lo justo es la justicia mía. La que elige y reparte está conmigo, y en mis jueces esté la del castigo. Salga muy alegre GONZALO y con él, alguna gente GONZALO: ¡Víctor! ¡Todo se remedia! CORTESANO: ¡Qué presurosa jornada! GONZALO: ¡Pudiera, en lo apresurada, ser jornada de comedia! Salga LUPERCIO y tras él, otro CORTESANO LUPERCIO: Señor, por la posta ha entrado don Juan. CORTESANO: ¿Don Juan ha venido? LUPERCIO: Don Juan. REY: ¡Ésta prisa ha sido! (Que ha vuelto, no que ha llegado). Aparte Venga en buen hora. BLASCO: Saldrán estos necios de su error.
Salga DON JUAN vestido lucidamente con botas y espuelas, acompañándole los de la compañía.
JUAN: Dame los pies, gran señor. REY: Dame los brazos, don Juan. Y una y otra vez los quiero por llegar y ser también tan presto. JUAN: Merezco bien tu noticia... REY: Ya la espero. JUAN: La reina Juana segunda, que en Nápoles reina agora, de la Casa de Durazo postrer fuego y nueva Troya, después de haber excedido en excesos a la otra, de nuevo poblando el nombre de tanta indigna memoria, después de haber desterrado con afrenta vergonzosa, con escándalo insolente y con pública deshonra al rey Jacobo, su esposo, que en virtudes tan gloriosas la batalla con sus vicios fue la mayor de sus glorias, entregada a sus licencias ningún afecto malogran, ninguna culpa suspende, ninguna maldad perdona. Mal contenta en ser incendio de su reino, a cargo toma desquiciar a Italia al mundo de la paz que ya no goza, hasta sacríle[g]amente, las tres sagradas coronas extremecellas trenzando los sacros jefes de Roma. Y en tanto mísero ejemplo, un sólo capitán osa de la ciudad reverente hollar la grandeza a toda: Braccio da Montone no humilla la Sacra Testa imperiosa, que el orbe todo su planta ha besado con dos bocas. [Éste, en Roma condottiere,] de protector se conforma, y yugo nuevo introduce si ajenas coyundas corta. Quedó por Juana el castillo de Santángel, y de otra el puerto. Ya intentos nuevos el alto diseño engolfa al Pontífice futuro, que en constancia se coloca laurel, en que tu gran padre partió con César las hojas. Reducille Juana intenta la santa ciudad, y adorna con el bastón de sus huestes al fiero atrevido Sforza. Parte contra Braccio, luego le vence, oprime y despoja; y del fluctuante imperio, quietas las rebeldes ondas y a la tempestad calmada, nuevas erizadas olas del napolitano leño turban la serena popa. Luís, duque d'Anjou, que Rey se apellida y, con remota anciana razón, muy verdes sus esperanzas corona. La empresa del reino abraza, el tirreno mar asombra y la sirena, entre espantos, bate la guedeja hermosa. Todos sus verdes confines dudan y tiemblan sus costas, y en tempestad de bajeles, a guardar sus playas tocan. Sforza, ya condestable, con alma fuera y celosa de que el gran senescal goce misterios que nadie ignora, persuade a Luís que al punto asalte el reino, que sobra la presteza; que en la guerra, ella sabe ser victoria. Juntos divididos luego, lo rinden todo y destrozan sin que a invasión tanta un hombre osadamente se oponga. Los nobles napolitanos, que tantos destrozos lloran, con más fuego apagar quieren llama tanta y fe tan poca. Los dos encontrados nombres de Anjou y Durazo tornan; y mal certadas traiciones, sangrientas cabezas brotan. La reina, que entre escarmientos ve que es gala poco airosa, la púrpura que se halla en su vergüenza más roja. Recatada y detenida, cuida y previene y, --¿qué importa si a su clamor son de Italia las piedras las menos sordas?-- y todos la dejan, yo primero. Todos, porque no es dichosa; todo falta, que es más breve una dicha que una aurora. Por respiración postrera, obligada de la sola esclarecida esperanza de tu nombre y fama heroica, padre y amigo te espera, hijo y sucesor te adopta, primero Cipión te aclama, segundo Anibal te nombra. Apenas la ves, escucha el pueblo, cuando en sonoras, festivas, alegres voces "¡Viva Aragón!" dicen todas. Las repúblicas vecinas a socorella se exortan, que Marte y Sol de la guerra, aún les hace luz tu sombra. ¡Ea, quinto Alfonso el grande!, Italia otra vez conozca de Aragón las tres espadas, tantos siglos vencedoras: la bellísima Valencia, la constante Barcelona, de Cerdeña triunfos tantos, y dos cetros de Mallorca. Segundo Pedro en Sicilia, el derecho antiguo cobra de Manfredo, y también tenga Nápoles su Zaragoza. ¡Hijo de Fernando!, pisen tantas como él lunas moras, cometas italianas, sus banderas españolas. ¡Ea, otra vez, ma[g]no Alfonso!, la empresa es justa y forzosa; que de una mujer que ruega, no razón, lágrimas sobran. No detengas, no, tus hados; da materia generosa, que el mundo te reverencie, que el orbe te reconozca, que los príncipes te imiten, que te huyan las lisonjas, que te aplauden las naciones, y te admiren las historias. REY: Otra vez mis brazos sella, don Juan, por tan informada, cuerda e importante jornada, y más por lo breve de ella. Prevéngase mi familia la armada, y a toda la gente que he de pasar brevemente a Cerdeña y a Sicilia. BLASCO: Dadme a mí, don Juan, también los brazos. JUAN: Y el corazón con ellos. GONZALO: ¡Que amigos son mi amo y el Blasco! ¡Oh, qué bien vusía me ha despenado!; Llegue GONZALO a DON BLASCO ¡Qué enemigo le tenía! Y cierto que es vueseoría muy pesadamente honrado. JUAN: ¿Siempre estás, Gonzalo...? BLASCO: ...Es can de ley. Llegue a su amo con muchas zalemas GONZALO: ¡Bueno! Él besa pies; ¡tenga! ¿Qué vusía es él que no estaba, don Juan? CORTESANO: Bien le recibió y contento. LUPERCIO: Jamás lo dudes, son amos los reyes, muy reyes. Vamos a esperalle en su aposento. Vanse [GONZALO, LUPERCIO y el CORTESANO] REY: Ved, don Blasco, este papel que previne para vos, y haceldo luego y adiós. BLASCO: ¿Veré lo que dice en él? Toma el papel DON BLASCO y léele "Luego que abráis este pliego, con secreto y brevedad lo que dice ejecutad y ha de ser luego; voy luego." Notable es el rey. [Vase DON BLASCO] REY: Don Juan, escrupuloso de ver que Elvira es tanta mujer, y que yo un tiempo galán, bien que en ofensa decente la enojé y que ya casado te espero, dueño la he dado. JUAN: (¡Muerto soy!) [Aparte] REY: Y juntamente te caso a ti porque impida el quedarte qué sentir. JUAN: De no quedar qué morir, gracias le doy a mi vida. ¿Casada Elvira? REY: Casada. JUAN: ¿Y yo? REY: También. JUAN: (¡Corazón!) [Aparte] REY: De don Blasco de Alagón te informarás. Vase [el REY] muy mesurado JUAN: ¿Qué jornada ha sido ésta? ¡Qué en su historia y en recelo tan temido más que del rey, el olvido, he temido su memoria. ¡Casada Elvira!; eso sí, desdicha es, pero si no tuve más que amarla yo, con todo me quedo en mí. Sale ELVIRA ELVIRA: (Pues tuve aliento y valor [Aparte] para excusallo y creello. ¡Muera yo también con ello!) JUAN: (Si fuiste verdad y amor, [Aparte] Amor, ¿qué te prometías, sino desdichas, rigores, en fin, las penas mayores? ¡Las más que las más, las mías!) ELVIRA: Sea don Juan parabién, antes que vuestra venida, vuestro casamiento. JUAN: (¿Hay vida [Aparte] que tantas muertes le den?) Con el gusto que recibo el vuestro, os le doy, señora, de hallaros casada agora. ELVIRA: (¡Cielos! ¡A más tormentos vivo [Aparte] si el rey cumplió su crüel promesa, y le ha dicho... Sale ALDONZA, muy apresurada ...¡Ay fiera!) ALDONZA: Don Blasco, prima, te espera muy aprisa. ELVIRA: Espero en él, si ofenderme el rey desea, todo el remedio. (¡Ay, perdido [Aparte] don Juan!) [Vase DOÑA ELVIRA] JUAN: (¡Ay, rey bien servido, [Aparte] aún no he de culparte! ALDONZA: Sea para bien el casamiento, señor don Juan, como es justo, si es que fuere a vuestro gusto. Vase ALDONZA JUAN: ¿Hay más pena? ¿Hay más tormento? ¿Qué mujer es ésta? ¡Ay, Dios! ¿Qué me da el rey? ¡Vive el cielo! ¡Qué asombros pisa el recelo! Sale GONZALO GONZALO: ¡Mi amo y la Aldonza! ¡Ah, otros dos! A sagrado me recojo por hacia aquí. JUAN: ¡Éste es el fiero origen! ...Pero no quiero cebarme en tan flaco enojo. Llega, llega. GONZALO: Él no haya más falta; que de cosas juntas se han visto, no me preguntas. JUAN: Tú sin ello lo dirás: ¿Hubo enemigos? GONZALO: Que hay uno. ¿Vendrás de todo, don Juan? Todos, todos lo serán, mas no me digas ninguno. Obra lo justo: es lo cierto; que este lugar --parta o quede-- tener seguro no puede otro amigo que su acierto. JUAN: Di, Gonzalo: ¿Has entendido con quién me casa el rey? GONZALO: Sí, que él me habló, y le respondí que amabas... JUAN: ¿Qué has respondido, hombre? Sale LUPERCIO LUPERCIO: El rey os llama. JUAN: Voy sin mí. GONZALO: (¡Gran "cómo" le he dado!) [Aparte] Van saliendo [todos] ELVIRA: ¿Qué es esto? BLASCO: El rey lo ha ordenado, y esto basta. ELVIRA: (¡Muerta soy!) [Aparte]
Van saliendo por una puerta la mitad de la compañía muy lucidos, con plumas y cadenas, y ELVIRA y ALDONZA con lechug[u]illas, y por otra puerta, a su tiempo saldrá la otra mitad de la compañía, también muy galanes, y el REY y DON JUAN con cadenas, y DON BLASCO DE ALAGON trae de la mano a DOÑA ELVIRA.
GONZALO: ¡Qué fértil y qué galán pedazo hermoso de mozas! BLASCO: Lleguen presto las carrozas. GONZALO: ¡Noches! ELVIRA: Yo, de don Juan recibir la mujer, yo? ALDONZA: Viene esta novia embozada. JUAN: Señor, no me ha dicho nada don Blasco. REY: No importa. JUAN: ¿No? (¿si es doña Aldonza con quién [Aparte] casarme el rey determina?) REY: Gentil viene la madrina, don Juan. ELVIRA: Sale el rey también (de mi muerte a ser testigo). [Aparte] JUAN: ¿Qué importa? Que el rey lo quiera. GONZALO: ¿Qué mujer don Juan espera, si le casa el rey conmigo?! REY: Doña Aldonza..., GONZALO: (¡Cierra España!) [Aparte] UAN: (¿Qué escucho?) [Aparte] REY: ...ilustres varones, ya que en tan altas acciones, tanta gloria le acompaña, ¿a don Juan... JUAN: (¡Estoy perdido!) [Aparte]
Tómanse las manos [DON JUAN y DOÑA ELVIRA] y échanse a sus pies.
REY: ...no merece... ELVIRA: (¡Esto es morir!) [Aparte] REY: ...que le salga a recibir doña Elvira por marido? GONZALO: Ayala dijo en Castilla otra voz. ELVIRA: ¿Quién se levanta de tus pies a gloria tanta, que bien a tus pies se humilla? REY: Tú sólo te has excedido. BLASCO: ¡Viva Alfonso! REY: Dar espero marido a Aldonza. ALDONZA: ¡No quiero que me deis lo que no pido! ELVIRA: ¡Mi don Juan! JUAN: Calle, señora, y mi dicha me oye en vos. GONZALO: ¡Eso sí, cuerpo de Dios! ¡Hablárselo todo agora! REY: En un papel... JUAN: Ya no hay miedo. REY: ...tiene las mercedes tuyas, don Blasco, y también las suyas. ¡Publicaldas! GONZALO: Quedo, quedo. Todo a tan gran rey se fía. Habrá tajos y reveses, duques, condes y marqueses y rentas de gran valía. Toma un papel en la mano DON BLASCO JUAN: Senado, no hay resistillo, Comedia y amor dejallo, ni ofrecello ni pensallo ni callallo ni decillo.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 26 Jun 2002