ACTO TERCERO


Salen LEONOR, poníéndose el manto, y CELIA
LEONOR: ¿Que Belisa está celosa de don Enrique por mí? CELIA: De sus razones así lo colijo. LEONOR: ¡Extraña cosa! Di, Celia, ¿qué puedo hacer con que viva satisfecha? CELIA: Será aumentar su sospecha quererla satisfacer, y así es lo mejor hacello sin darte por entendida. LEONOR: ¿Pues cómo? CELIA: El ser tú querida del marqués fue causa de ello, pues dio ocasión a su engaño. Si delante de ella das favor al marqués, harás más cierto su desengano; que así verá, si contigo Enrique procura hablar, que es sólo para terciar por su pariente y amigo. LEONOR: Bien dices; que siempre ha dado más segura información aquella satisfacción que no se da con cuidado. CELIA: Ella sale ya.
Sale BELISA, con manto
LEONOR: Belisa, ¿Iremos? BELISA: Aunque me siento no bien dispuesta, me aliento por ir a San Diego a misa. LEONOR: De tu salud la esperanza pon en el santo. BELISA: (Mis celos Aparte la ponen, falsa, en los cielos de alcanzar de ti venganza.)
Vanse LEONOR y BELISA
CELIA: Mi intención he conseguido. Al marqués quiero avisar, para que vaya a gozar de aqueste favor fingido. Los prometidos doblones me ofrezca, y salga después de su engaño; que esto es gozar de las ocasiones. Dama hermosa y de valor pretendida y festejada, enriquece a una crïada, si sabe usar del favor. A dos manos he de hacer, ¡y al Amor ciego pluguiera dos mil galanes hubiera que pescar y entretener! Que es muy breve la fortuna que se funda en la belleza, y si la vejez empieza me he de quedar a la luna.
Vase CELIA. Salen TELLO y TRISTÁN
TELLO: ¿Cómo le va de la herida? TRISTÁN: Don Enrique, mi señor, se siente mucho mejor. TELLO: El cielo guarde su vida. Díle que mire por sí, del negocio descuidado; que la justicia no ha hallado indicio alguno hasta aquí, y no hace ya diligencia. TRISTÁN: ¡Gran ventura! TEZLO: Grande ha sido. TRISTÁN: Uno muerto y otro herido, sepultarse la pendencia, pocas veces sucedió. TELLO: Valor en eso ha mostrado Marcelo. TRISTÁN: ¿Cómo? TELLO: Ha negado conocer a quien le hirió. TRISTÁN: Negarálo de corrido. ¿Quédaste en San Diego? TELLO: Sí; que tengo un negocio aquí. TRISTÁN: Habrás sin duda venido con ofrendas a obligallo, y pedirle que te guarde de los toros esta tarde; que has de salir a caballo, según dicen. TELLO: Y ha de ser forzoso, por gustar de ello el duque. TRISTÁN: Dios quiera, Tello, no nos des en qué entender, y envuelto en polvo y en miedo no vengas rodando a dar tanta risa a este lugar como el gracioso de Olmedo a toda la corte, cuando en el entremés entró a dar lanzada, y salió sin calzas y cojeando.
Vase TRISTÁN
TELLO: ¿También Tristán se conjura a agüerarme mal suceso? ¡Plega a Dios, Tello, que en eso no descontéis la ventura!
Salen LEONOR, BELISA y CELIA, con mantos y el MARQUÉS
TELLO: (Ya ha llegado mi Leonor, Aparte y el Marqués con ella. ¡Cielos! ¡No tanto incendio de celos! ¡Basta abrasarme de amor! Mas sin ser visto pretendo, por satisfacerme, oílla. La reja de la capilla favorece lo que emprendo.)
Éntrase en una capilla a escuchar
MARQUÉS: En mil años no escucharas de mi boca mi afición, si tu gusto o tu opinion por oírme aventuraras. LEONOR: Después que de vuestro primo vuestras penas escuché, agradezco vuestra fe, y vuestro recato estimo; y a permitir más licencia la obligación de mi estado, en mi pecho hubiera hallado vuestro amor correspondencia. MARQUÉS: Por eso os beso los pies; con ella premiado quedo. LEONOR: De que tengo la que puedo, vivid seguro, Marqués. TELLO: (¿Qué infierno se enciende en mí?) Aparte LEONOR: Con esto, señor, me haced, si es que me estimáis, merced de no dar más nota aquí. MARQUÉS: Leonor, en sólo serviros funda su gloria mi amor. LEONOR: Adiós. MARQUÉS: Con sólo un favor descontastes mil suspiros.
Habla CELIA aparte con el MARQUÉS
CELIA: ¿Vas contento? MARQUÉS: Celia mia, por ti vivo, tuyo soy. CELIA: Leonor va a los toros hoy. MARQUÉS: Será de mis ojos dia.
Vase el MARQUÉS
LEONOR: ¿Qué te parece? CELIA: Has tocado el punto con gran primor. BELISA: (Si no es cautela este amor, Aparte mis celos me han engañado.)
Sale TELLO de la capilla
LEONOR: Tello, ¿aquí estás? TELLO: Leonor, sí; que, ¿dónde sino en San Diego hallar pudo vista un ciego, tan ciego, falsa, por ti? ¿Dónde pudo a la verdad reducirse un engañado? ¿Dónde un loco aprisionado cobrar seso y libertad? LEONOR: ¿Qué dices? TELLO: Finge inocencia cuando he visto tus traiciones; comiencen tus invenciones cuando acaba mi paciencia. LEONOR: Que te están oyendo advierte. No nos eches a perder. TELLO: ¿Qué tiene ya que temer quien ha llegado a perderte? No ponga freno a mis labios quien no enfrena sus flaquezas; sepa el mundo tus bajezas, pues obligan tus agravios.
Sale el DUQUE que se queda escuchando
TELLO: Yo lo he visto y no lo creo. ¿En qué te obligó el Marqués, para que tan presto des esperanza a su deseo? Si por señor, ¿eslo más que el duque? Pues si su amor no merece su favor, ¿por qué al Marqués se le das? DUQUE: (Celos le pide por mí. Aparte ¡Qué fe y amor de crïado!) LEONOR: Mira que te has engañado. No te arrojes, vuelve en ti. TELLO: ¡Vive Dios, si no temiera el disgusto y el rigor con que el duque mi señor el castigo a entrambos diera, que yo solo con mis manos lo remediara de modo, que sabiendo el mundo todo tus pensamientos livianos, en descuento y recompensa del sentimiento que ves, con la sangre del marqués lavara tu injusta ofensa. DUQUE: (¡Qué valor y qué lealtad!) Aparte
Bajo a TELLO
LEONOR: El duque nos oye. (¡Cielos! Aparte Él ha entendido mis celos. ¡Perdido soy!) DUQUE: Escuchad, Leonor. (Disimularé Aparte lo que he oído.) LEONOR: Vuecelencia advierta con la indecencia que en este lugar podré. Para mejor ocasión el escucharle remito.
Vase LEONOR
DUQUE: ¡Ah, falsa! ¡Cómo el delito huye el rostro a la razón! BELISA: Duque, adiós. DUQUE: Belisa mía, ya veis mis penas. BELISA: Las dos estamos, señor, por vos. CELIA: Tuya soy, sigue y confía.
Vanse BELISA y CELIA
TELLO: (Aquí es mi muerte.) Aparte DUQUE: A Leonor quiero seguir. Ven conmigo, y cuenta mientras la sigo qué fue esto. TELLO: Nada, señor. (Todo lo ha oído.) Aparte DUQUE: ¿No vienes? TELLO: (Sin duda quiere sacarme Aparte de la iglesia a castigarme.) DUQUE: Acaba. ¿Qué te detienes? TELLO: Dijéronme que ha tenido la justicia indicios hoy de mi delito, y estoy, señor, aquí retraído hasta asegurarme. DUQUE: Tello, quien lo ha dicho se ha engañado. Yo lo sé bien; que he tratado hoy con un ministro de ello. No tienes qué recelar; conmigo vienes seguro. TELLO: (¡Que por más que lo procuro, Aparte no he de poderme escapar) Mejor será no ponerte, señor, en ese cuidado. DUQUE: Necio, viniendo a mi lado, ¿quién ha de osar ofenderte? Y más cuando la razón tan clara llevas contigo, pues diste justo castigo a tan infame traición. TELLO: (No hay remedio.) Aparte DUQUE: Acaba, di. ¿Por qué con Leonor reñías? TELLO: ¿Yo reñir? Te engañarías si tal pensaste de mí. DUQUE: ¡Ah, buen Tello, ejemplo extraño de prudencia y de valor, pues sin que sienta el dolor quieres remediarme el daño! Dame esos brazos. Bien vi que con Leonora reñías, y enojado le pedías celos del marqués por mí. TELLO: (De vida soy.) Aparte Sí, señor; con él la vi, y--¡vive el cielo!-- que a no enfrenarme el recelo de que le diera a tu amor el saber la causa enojos, que yo hiciera que el marqués donde tú pones los pies no pusiera más los ojos. DUQUE: El valor es conocido de tu brazo y de tu pecho, Tello amigo. Bien has hecho; que sin hacerme entendido quiero proseguir mi intento, y el del marqués estorbar.
Yéndose
TELLO: Siempre al fin viene a alcanzar quien ama con sufrimiento.
Vase el DUQUE
De buena hemos escapado. Quiero avisar a Leonor de que el duque mi señor la historia no ha penetrado. ¡Caso extraño! Mi locura ha aplicado a su aficion; que aun con la misma traición sabe obligar la ventura.
Vase TELLO. Salen BELISA y TRISTÁN
TRISTÁN: Si va a decir la verdad, estar tú sola penando cuando todo el pueblo holgando, o es locura o necedad. Un sabio a todos tenía la condicin tan opuesta, que siempre entraba en la fiesta cuando la gente salía; y el fin de esto preguntado, era por dar a entender que los sabios no han de hacer lo que el vulgo, siempre errado. Si en tales caprichos das tú tambien por ser famosa, no comas, Belisa hermosa, porque comen los demás. Cuando vienen a la fama de las fiestas que hace Henares de comarcanos lugares tanto galán, tanta dama; cuando puebla los caminos gente a caballo y a pie, carros, mulas de alquilé, coches, rocines, pollinos; cuando en la confusa plaza la variedad es de suerte, que la atención se divierte y el sentido se embaraza; cuando el toro embravecido entre la turbada plebe, si como el rayo se mueve, como el trueno da el ruido; y del pueblo alborotado, todo alegre y todo junto, tantos ojos lleva un punto, tantos pechos un cuidado. ¡Estás tú, Belisa hermosa, sola en casa y retirada, en tu tristeza ocupada, y en tu ocupación ociosa. Los toros los ha de ver aquél que más se desvía de fiestas, porque en tal día no hay otra cosa que hacer; y más en esta ocasión que entra Tello a torear, y sus lances han de dar o risa, o admiración. BELISA: Tristán, no me canses más; que si la causa alcanzaras, yo sé cierto que aprobaras lo que reprobando estás; y díme, ¿cómo no has ido tú a los toros? TRISTÁN: ¡Eso es bueno! Si tu reclusión condeno, ésa la ocasión ha sido. Seguirte es mi ocupación, y como no estás en ellos, me he quedado yo sin vellos por gozar de esta ocasión; que como los viera yo, soy de condición tan buena, que en mi vida me dio pena que el otro se huelgue o no. Que no es de aquéllos Tristán de vana fineza llenos, que estiman su gusto en menos que el que a sus ninfas les dan. ¡Agudas impertinencias, sutilezas insufribles, buscar en gustos sensibles mentales correspondencias! Yo más a lo material califico el mal o el bien. Lo que me sabe, esta bien; lo que me duele, está mal; y para con Dios remito las finezas; que en mi son católica la razón y epicúreo el apetito. BELISA: En poco estimas, Tristán, las mujeres, según eso. TRISTÁN: Señora, aunque no profeso ceremonias de galán, no reina en mi corazon otra cosa que mujer, ni hay bien, a mi parecer, más digno de estimación. ¿Qué adornada primavera de fuentes, plantas y flores, qué divinos resplandores del sol en su cuarta esfera, qué purpúreo amanecer, qué cielo lleno de estrellas iguala a las partes bellas del rostro de una mujer? ¿Qué regalo en la dolencia, en la salud, qué contento, qué descanso en el tormento puede haber sin su presencia? Cercano ya de su fin un monje santo, decía que sólo mejoraría oyendo el son de un chapín. ¡Y era santo! ¡Mira cuál será en mí, que soy perdido, el delicado sonido de un órgano de cristal! ¿Sabes lo que echo de ver? Que el primero padre quiso más perder el paraíso que enojar una mujer. ¡Y era su mujer! ¿Qué hiciera, si no lo fuese? ¡Y no había más hombre que él! ¿Qué seria, si con otro irse pudiera? Porque con la competencia cobra gran fuerza Cupido. BELISA: ¡Triste de mí, que he tenido de esa verdad experiencia! TRISTÁN: Según eso, ¿cómo quieres que yo, que tanto las precio, entre en el uso tan necio de injuriar a las mujeres? Que entre enfados infinitos que los poetas me dan, no es el menor ver que están todos en esto precitos. BELISA: ¿Que te dan muchos enfados? TRISTÁN: Pues, ¿a quién no ha de cansar uno que da en gracejar siempre a costa de casados? Dacá el sufrido, el paciente... Hermano poeta, calla, y mira tú si en batalla mataste moro valiente. La murmuración afean, y están siempre murmurando; siempre están enamorando, e injurian a quien desean. ¿Que es lo que más condenamos en las mujeres? ¿El ser de inconstante parecer? Nosotros las enseñamos; que el hombre que llega a estar del ciego dios más herido, no deja de ser perdido por el troppo varïar. ¿Tener al dinero amor? Es cosa de muy buen gusto, o tire una piedra el justo que no incurre en este error. ¿Ser fáciles? ¿Qué han de hacer si ningún hombre porfía, y todos al cuarto día se cansan de pretender? ¿Ser duras? ¿Qué nos quejamos, si todos somos extremos? Difícil, lo aborrecemos, y fácil, no lo estimamos. Pues si los varones son maestros de las mujeres, y sin ellas los placeres carecen de perfección, ¡mala pascua tenga quien de tan hermoso animal dice mal ni le hace mal, y quien no dijere--Amén! BELISA: En obligación te están las mujeres, y no hubiera fiesta, si alegre estuviera, como escucharte, Tristán. TRISTÁN: ¿Qué tienes? ¿No me dirás, señora, de tanto enojo la ocasión? BELISA: Es un antojo que tú cumplirme podrás. TRISTÁN: Di, pues. BELISA: ¿Haráslo? TRISTÁN: Si haré. BELISA: El disfraz de labrador y el papel para Leonor me has de decir cúyo fue. TRISTÁN: (¡Pese a tal!) Aparte BELISA: ¿Dudas? TRISTÁN: Señora, ¿qué disfraz o qué papel? BELISA: ¡Basta! (¡Ay, Enrique crüel! Aparte Tu traición confirmo agora.) TRISTÁN: (Callarlo el marqués mandó, Aparte gran riesgo corro si hablo contra; ¡que me lleve el diablo si lo descubriere yo!) BELISA: ¿Al fin niegas? TRISTÁN: Ni lo he hecho, ni sé qué dices, señora. BELISA: ¿Enrique dónde está agora? TRISTÁN: Sin salud ocupa el lecho. BELISA: (¡Ah, falso! ¡Mirad si fue Aparte vana la experiencia mía! Por ver si a Leonor seguía o a mí, no la acompañé, y fingiéndome indispuesta, sola en casa me he quedado; y él, tras su oculto cuidado, secreto asiste en la fiesta, y por no verme ha fingido lo que yo por que me vea. ¿Qué es esto, cielos? ¡Que sea traidor quien es bien nacido! Con esto he probado que es, para encubrir su traición, cautelosa la afición que a Leonor muestra el Marqués.) ¡Vete, embustero, de aquí! ¡Vete, y di a tu dueño ingrato que ya su alevoso trato, ya mi agravio conocí! ¡Que siga sus pretensiones, sin que imagine el traidor con la capa de mi amor encubrir otras pasiones! ¿Que ha visto en mí? ¿Soy yo menos, para que sus desvaríos, a costa de agravios míos, conquisten gustos ajenos? TRISTÁN: ¿Qué dices? BELISA: ¿Hay tal cautela? ¡Fingirse enfermo por dar a sus intentos lugar! ¿Quién le guarda? ¿Quién le cela? TRISTÁN: Señora, ¡viven los cielos que está enfermo mi señor, y en la cama! BELISA: Sí, de amor, como yo lo estoy de celos. TRISTÁN: ¿No me crees? BELISA: Sé que ha ido a los toros. TRISTÁN: ¡Vive Dios, que está, para entre los dos, pues que me aprietas... ! (Herido Aparte iba a decir, y romper tan importante secreto. ¡Guarda fuera! Que, en efeto, aunque es tan noble, es mujer.) BELISA: ¿Qué te arrepientes? TRISTÁN: Quería decirte claro su mal, y he reparado que es tal, que oírlo te ofendería. BELISA: ¡Que me quieras de ese modo engañar! ¡Vete!
BELISA se dirige a su cuarto
TRISTÁN: Si así me aprietas, traerélo aquí, señora, con cama y todo.
Vase BELISA
TRISTÁN: ¡Qué nueva mudanza ha habido en Belisa! ¡Extraña cosa! ¿Como se queja celosa quien nunca amor ha tenido?
Mirando hacia la puerta de la calle
Mas doña Leonor es ésta. ¿Tan presto a su casa viene? Misterio sin duda tiene no acabar de ver la fiesta. ¡Buena ocasión se ha perdido el marqués de ver y hablar! Procuraréle avisar. Por dicha no lo ha sabido; que éste es camino real para medrar un sirviente, porque el gusto solamente hace al señor liberal.
Vase TRISTÁN. Sale LEONOR, quitándose el manto y CELIA
CELIA: Pues tan temprano, señora, de los toros te has venido, mucho Belisa ha podido. LEONOR: Y aun me confieso deudora de la obligación de haber dejado a Madrid por mí. CELIA: Si ama a Enrique y está aquí, ¿qué le quedas a deber?
Sale BELISA
BELISA: Leonora... LEONOR: Belisa mia... BELISA: ¿Cómo la fiesta has dejado? LEONOR: Tu mal me daba cuidado, tu ausencia melancolía; y ya que a los toros fui, por ser tan forzoso y justo hacer al duque este gusto, para agradecerle así los excesos que su amor tan liberal quiso hacer en esta fiesta...(Por ver Aparte a Tello diré mejor.) ...de esta manera cumplí contigo, amiga, y con él, pues parte he visto por él, y parte dejo por ti. Díme ya, ¿cómo te sientes? BELISA: No sé qué diga, Leonor. Crece y mengua mi dolor con mil varios accidentes. CELIA: El duque ha entrado, señora, en casa. LEONOR: ¡Qué atrevimiento! No me dejéis un momento sola con él. BELISA: (¡Ah traidora! Aparte Si le tratas con desdén, y en tu inquietud y cuidado tener amor has mostrado, ¿a quién puedes querer bien sino a Enrique, pues mil casos lo prueban?)
Sale el DUQUE
DUQUE: Como a la aurora sigue el sol, bella señora, siguen tus plantas mis pasos; y como todo el lugar está en los toros, y hallé la calle sola, tomé esta licencia de entrar. Perdona excesos de amor, cuando ya se ve rendida al sentimiento la vida, y la paciencia al dolor. LEONOR: De vuestra nobleza fío que por más ciego que estéis, siempre, duque, miraréis por la fama y honor mío.
LEONOR habla aparte a la criada
Celia, ¿volvióse la gente a los toros? CELIA: Al instante. Ésta que tienes delante hay en casa solamente. Sin guarda alguna has quedado; pues la ocasión te convida, págale al duque LEONOR: ¡Atrevida, calla! CELIA: (El diablo me ha engañado.) Aparte LEONOR: (Divertir y entretener Aparte con industria me conviene al duque en tanto que viene quien me pueda defender; que ayudan las dos su intento, y temo alguna violencia; que suele la resistencia despechar el sufrimiento.) Supuesto que habéis entrado sin ser de nadie sentido, duque, seáis bien venido; que a ocasión habéis llegado en que deseaba el pecho agradeceros, señor, la fiesta que vuestro amor hoy por obligarme ha hecho, e intentaba relatar a Belisa lo que vi de los toros, porque así su dolor pueda aliviar. DUQUE: Será con eso doblada la fiesta de hoy para mí. BELISA: Di, pues, y veréla así en tu boca mejorada. LEONOR: El sol hermoso en movimiento leve la tercer parte comenzaba al día, y presurosa la alterada plebe confusamente alegre concurría. Según que toda se baraja y mueve, juzgaras que la plaza se movía, compitiendo el bullicio y el rüido en divertir la vista y el oído. Cuando un ligero toro, que no olvida en Henares los pastos de Jarama, carbón del cuerno al pie, porque despida humo el aliento, si la vista llama, alta cerviz, cerdosa y recogida, sale furioso, y vengativo brama, y a un mancebo que ve, ciego arremete, de la cola erizado hasta el copete. Hurtóse al golpe el joven con destreza; y aunque volver quisiera el toro airado, obedece a su misma ligereza, y contra sí se mueve arrebatado, hasta que de encontrar con la cabeza en un mármol, cayó desatinado, donde probó el tumulto embravecido cuánto corta la espada en un rendido. El segundo salió, cuya belleza al robador de Europa dio recelo, que lo excede en blancura; en ligereza, al Toro vence que da signo al cielo. Tres manchas en el anca, hombro y cabeza negros lunares son del blanco velo, y de color bermejo rodeadas espesas nubes de Titán bordadas. En breve rato en una y otra vuelta el término cercado discurría, dando a la mal segura turba, envuelta en temor y alboroto, la alegría; cuando un impulso de intención resuelta la fiera en curso arrebatado guía a la fuente, que está dando a la plebe contra el toro y la sed andamio y nieve. Arrojóse veloz, y saltó dentro tras uno que seguro le llamaba; a tres o cuatro arrebató de encuentro el ímpetu violento que llevaba. Todos visitan con el golpe el centro, y el toro entre ellos sólo procuraba salir, y el agua, de su humor teñida, sepulcro de coral hizo a su vida. En esto comenzó súbitamente una cuestión de fieras cuchilladas, y amontonado el pueblo diligente, brillan al sol desnudas mil espadas. Crece el marcial ardor, y de la gente dos escuadras se forman encontradas. Ésta apellida al natural Henares, aquélla al forastero Manzanares. Sueltan un toro, medio ya postrero contra la lucha y cólera encendida; era barroso y grande, aunque ligero, corto de cuello y cuernos, escondida en un cerdoso remolino fiero la frente, abierta la nariz hendida, negro de extremos, y de hocico romo, de negra cinta dividido el lomo. Tello, airoso, galán, gentil mancebo, al mismo tiempo entró por otra parte, confïanza al amor, envidia a Febo, amor a Venus y temor a Marte; pardo el vestido; mas con modo nuevo de diamantes tal copia le reparte, que un diamante juzgaras el vestido y que estaba de pardo guarnecido; en un rucio andaluz, pisador, bello, de grande cuerpo en proporción formado, al ancho pecho igual el corto cuello, de alta, corva cerviz hermoseado, riza la crin, la cola y el cabello; el breve rostro alegre y sosegado, anchas las ancas, de barriga lleno, presto a la espuela y obediente al freno. Y parece que el toro, de ofendido de que el pueblo por él lo desampara, parte invidioso, y entra embravecido al experto caballo cara a cara; mas Tello, reportado y prevenido, así el rejón a la cerviz prepara, que se encontraron en la misma herida a entrar el hierro y a salir la vida. DUQUE: Vuestros sutiles pinceles, Leonor, la fiesta dibujan de suerte, que habéis vencido la verdad con la pintura. BELISA: ¡Que Tello matase el toro! CELIA: ¿Qué mucho? Diole en la nuca como le pudiera dar en un pie. Todo es ventura. LEONOR: (¡Ay, Tello, de cuántas flechas Aparte hieren mi pecho las puntas!)
CELIA habla aparte con BELISA
CELIA: ¡Oh, qué necio anda en perder el duque esta coyuntura! Sin defensa está Leonor, nosotras de parte suya, y la vecindad sin gente que a impedir su intento acuda. BELISA: Bien dices. CELIA: ¿Cómo le puedo advertir, sin que descubra Leonora que desleal doy favor a sus injurias? BELISA: Extremada es la ocasión. Algún medio, Celia, busca; que así de Enrique me vengo y mis celos se aseguran. CELIA: Si por senas no me entiende, no hay remedio.
Hace señas al DUQUE por detras de LEONOR
¿Qué rehusas gozar la ocasión, cobarde? DUQUE: (Celia me dice sin duda Aparte que me atreva. Corazón, ¿qué recelas? ¿Qué te turbas? Intenta, que a los osados favorece la Fortuna.) Ya, mi bien, que esta ocasión el fin de mi mal anuncia, pues no hay aquí quien impida tu favor y mi ventura, den principios tus alientos a inspirar auras segundas, y los astros de tus ojos más benignamente influyan. Dulces favores en premio de tantas penas tributa,
Tomándole la mano
y a mis manos comuniquen rayos de cristal las tuyas. LEONOR: Duque, mirad...
Aparte a CELIA
BELISA: Entendiólo; mas advierte con qué industria al duque animo, fingiendo que doy a Leonor ayuda.
LEONOR, como quien pide auxilio
LEONOR: ¡Belisa! BELISA: ¡Duque, soltad!
Despártelos; pero aprieta la mano al duque en señal de inteligencia
DUQUE: ¿Tú mis intentos repugnas? BELISA: Si a emprender atrevimientos os anima por ventura ver que no hay hombres en casa que a darnos socorro acudan CELIA: (Bien le advierte.) Aparte BELISA: Si el estar en la plaza toda junta la villa os pone osadía para hazañas tan injustas, valor tenemos las tres para impedir vuestra injuria. Frágiles son nuestros brazos; mas no nuestras lenguas mudas. Voces daremos al viento... CELIA: (Al viento.) Aparte BELISA: ...que el cielo escucha si los humanos oídos las fiestas agora ocupan. DUQUE: (No hay que esperar; que Belisa Aparte con sus razones agudas del poco riesgo me advierte mientras de osado me acusa, y en tanto que me amenaza, me anima con señas mudas; que apretándome la mano desmiente lo que pronuncia.) Belisa, a un rigor tan largo, a una condición tan dura, ni hay amor que la resista ni paciencia que la sufra.
Llégase a LEONOR para abrazarla
Y así, pues eres discreta, no te espante que reduzga a violenta ejecución dilaciones tan injustas. LEONOR: ¿Qué es esto, duque? ¡Escuchad! ¡Belisa! BELISA: ¡Qué gran locura! LEONOR: ¡Celia, ayudadme las dos! DUQUE: En vano remedios buscas.
BELISA habla aparte a CELIA
BELISA: Yo me finjo desmayada, Celia, por no darle ayuda; tú finge otra cosa. CELIA: ¡Vaya!
BELISA, fingiendo que se desmaya, se retira haciendo extremos, y se deja caer fuera de la escena
LEONOR: ¡Ah, traidoras! ¡Que ninguna me socorre!
CELIA llega como a ayudar a LEONOR
CELIA: Desmayada Belisa la tierra ocupa; pero yo basto. ¡Apartad!
Apártase ella poniéndose las manos en los ojos
¡Muerta soy! ¡Qué desventura! ¡Con los dedos me ha quebrado los ojos! ¡Ay, triste! ¡Nunca te diera favor! (Por Dios, Aparte que habéis de beber la purga.) LEONOR: ¡Favor! CELIA: ¡Confesión!
LEONOR se entra huyendo del DUQUE, que la persigue; CELIA se va también por otro lado. Sale don ENRIQUE, sin espada y con un brazo sostenido en una banda y TRISTÁN
ENRIQUE: ¡Ay, cielos! Doña Leonor pide ayuda. Dame esa espada.
Sácale la espada a TRISTÁN y éntrase
TRISTÁN: ¡Que siempre has de andar en aventuras!
Sale LEONOR, con las faldas recogidas, huyendo y TELLO, que le sale al encuentro
LEONOR: ¡Ay de mí! TELLO: Leonor, ¿qué ha sido? LEONOR: Vencerme el duque intentó por fuerza, y Enrique entró a tiempo que lo ha impedido.
Salen el DUQUE y don ENRIQUE, acuchíllándose, y BELISA y CELIA deteniéndolos
DUQUE: ¿Sabeis dónde habéis entrado? ENRIQUE: (¡El duque es!) Aparte DUQUE: ¿Sabeis quién soy? ENRIQUE: Bien lo sé; pero ya estoy con justa causa empeñado. DUQUE: ¡Muera el que se me ha atrevido! LEONOR: ¡Viva el que guardó mi honor! TELLO: (Si es el uno mi señor, Aparte el otro también lo ha sido. Uno mi dama ha guardado, a otro debo lo que soy.)
Sale el MARQUÉS
MARQUÉS: ¿Que es lo que mirando estoy?
TRISTÁN le habla al oído al MARQUÉS
TRISTÁN: ¡A qué buen tiempo has llegado! Da favor a tu pariente.
Saca la espada el MARQUÉS
MARQUÉS: Duque, enfrenad el furor. DUQUE: ¿Aquí estáis vos? Mi rigor es fuerza que se acreciente; que pues mi amor no ignoráis, habéis de ver--¡vive Dios!-- que es vedada para vos esta casa que pisáis. MARQUÉS: Yo he de servir a Leonor si al mundo todo pesare.
Acuchíllanse
DUQUE: Si mi espada no cortare las alas a vuestro amor.
Métese en medio LEONOR
LEONOR: ¡Duque, marqués, reportad el furioso desatino, o por mi pecho el camino para los vuestros buscad! ¿Qué es aquesto? ¿Por ventura es quererme, es obligarme destrüirme e infamarme con tan extraña locura? ¿Así me estimáis? ¿Acaso sois alguna parte aquí? ¿Como litigáis por mí sin consultarme en el caso? El fin de vuestra porfía, el conquistar mi beldad, ¿está en vuestra voluntad, o ha de nacer de la mía? ENRIQUE: Dice bien. BELISA: Tiene razón doña Leonor, y era justo que fuese solo su gusto jüez de esta disensión. Ella declare su intento, y al que escoja la podrá servir. LEONOR: Lo demás será coger en redes el viento. DUQUE: (Pues esto ha de ser al fin, Aparte ganar por la mano es justo en obligarla.) Tu gusto tiene mi amor por su fin. Leonor, tu sentencia espero; en mis servicios me fío. MARQUÉS: En tu gusto vive el mío. (Con esto obligarla quiero. Aparte Demás que voy confïado, pues hoy me ha favorecido, y el duque es aborrecido, si Celia no me ha engañado.) LEONOR: De modo que prometéis que a mi gusto y eleción, sin hacer contradicción, ambos obedeceréis. ¿Cumpliréislo así los dos? MARQUÉS: Que lo cumpliré aseguro como quien soy. DUQUE: Yo lo juro, Leonor, al cielo y a vos. LEONOR: Pues tan confïada estoy supuesto que es ley forzosa vuestra palabra, de esposa a Tello la mano doy. MARQUÉS: Es engaño.
Aparte al MARQUÉS
LEONOR: Yo he de ser del duque si lo impedís. DUQUE: ¡Leonor!...
Aparte al DUQUE
LEONOR: Si contradecís, al marqués he de escoger. MARQUÉS: (Tello la goce marido, Aparte y no el duque vencedor.) DUQUE: (Dársela a Tello es mejor Aparte que ser del Marqués vencido.) Dale la mano. TELLO: Señor...
Aparte a TELLO
LEONOR: Dala, o al marqués escojo. DUQUE: O apercíbete a mi enojo, o a lo que manda Leonor.
Aparte a TELLO
LEONOR: Bien con esto se asegura tu celoso devaneo. TELLO: (¡Que a lo mismo que deseo Aparte me obliguen! Todo es ventura.)
Dale la mano
La mano a Leonora doy, y los pies al duque pido. DUQUE: Levanta. ENRIQUE: Amigo querido, de tu dicha alegre estoy. TELLO: Pues a ti la debo, es justo. ENRIQUE: Tú, pues, Tello, y tú, Leonora, pues sabes que me es deudora de tu vida y de su gusto, con Belisa habéis de hacer que galardone mi amor. BELISA: A no haber sido traidor no lo hubieras menester. ENRIQUE: ¿Yo traidor?
BELISA le muestra un papel
BELISA: ¿Quién escribió este billete? ENRIQUE: El marqués a Leonora, y Tristán es, Belisa, quien lo llevó. BELISA: ¿Cuatro noches ha, infïel, no la requebraste? ENRIQUE: Sí; mas ser el duque fingí, porque me hablaba por él. BELISA: ¿Cómo a verme no has venido, no yendo a los toros hoy? ENRIQUE: Porque, pues lo viste, estoy desde aquella noche herido. BELISA: Basta; satisfecha quedo. LEONOR: Acaba, Belisa mía. TELLO: Haz ya del todo este día venturoso. BELISA: Ya no puedo resistir. La mano doy. ENRIQUE: Yo el alma y la mano. MARQUÉS: Y yo, duque, os la doy, pues cesó ya la ocasión. DUQUE: Vuestro soy. Y pues serviros procura el autor, noble senado, si hoy no os hubiere agradado, dirá que todo es ventura.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 24 Jun 2002