ACTO TERCERO


Salen don JUAN y TRISTÁN
TRISTÁN: Señor, ¿qué es esto? ¿Qué desigualdades muestras en tus pasiones, siendo indinas de un heróico varón las variedades? Yo te vi ya abrasar por las divinas partes de Blanca, y ya tu amor bañado del Lete en las corrientes cristalinas; y agora, cuando en el feliz estado de excelso presidente de Castilla, el rey con justo acuerdo te ha ocupado con que entendí que la postrera astilla de la flecha amorosa despidieras, pues la ambición no sabe consentilla, hallo que convalecen tus primeras penas, y miro tus cenizas frías llamas brotar que abrasan las esferas. JUAN: Tristán, no admires las mudanzas mías, pues según son las causas diferentes, ya tristezas producen, ya alegrías. Estos que notas, nuevos accidentes, más son de celos ímpetus rabiosos, que impulsos del amor convalecientes; porque hay favorecidos, hay celosos; despierta el cuidadoso al descuidado, y desdichados hay porque hay dichosos. Después que los rigores han turbado el sereno semblante que solía mostrar la hermosa Blanca a mi cuidado; después que divertida, áspera y fría conmigo, a don Enrique más se llega, tanto cuanto de mí más se desvía, tan ardiente furor desasosiega mi pecho, tan del todo me enloquece no sé si ciego Amor, si envidia ciega que sólo al mal que el corazón padece remedios busco, y sólo el pecho mío amorosas venganzas apetece. Apenas me resuelvo al desvarío, cuando me ocurre un mar de inconvenientes, y me detengo en él, si no me enfrío. Miro que por caminos diferentes corre Blanca a su honor, yo a mi deseo impedidos de varios accidentes. Ella, sin los contratos de himeneo, no quiere dar remedio a mi cuidado. Es noble, razón tiene, ya lo veo. Yo, viendo la grandeza de mi estado, el alto oficio, la feliz privanza con que hasta el cielo el rey me ha levantado; como sigue tormenta a la bonanza en el mar de la vida, y la Fortuna sólo sabe ser firme en la mudanza; quisiera, pues mis pies huellan la luna, poner un clavo a la voltaria rueda, y al frágil edificio una coluna, emparentando agora con quien pueda prestar a mi defensa un muro fuerte, cuando a mi dicha adversidad suceda. TRISTÁN: Alta razón de estado. JUAN: De esta suerte se causan las mudanzas que condenas. TRISTÁN: Supuesto, pues, que no has de resolverte a dar la mano a Blanca, y que tus penas aumenta Enrique, para tu sosiego en tanto daño. ¿qué remedio ordenas? JUAN: Quitar la causa que acrecienta el fuego. TRISTÁN: ¿Cómo? JUAN: Con la ambición y con la ausencia pierde las fuerzas el amor más ciego. TRISTÁN: En ti lo verifica la experiencia. JUAN: De la encomienda de León ha hecho merced a Enrique el rey; si la asistencia le hago dar de Sevilla, yo sospecho que él a más rico casamiento aspire, y a mí su ausencia me mitigue el pecho. TRISTÁN: Industrioso es Amor. JUAN: Porque respire entre tanto el volcán en que me abraso, traza, Tristán, como yo hable, o mire siquiera el sol de Blanca, cuyo ocaso es de mi vida fin. TRISTÁN: ¡De esa manera hablas, señor! ¿Ya sales de tu paso? ¡Brava labor ha hecho la celera; mas di, ¿quiéresla ver secretamente de noche? JUAN: Sí, Tristán. TRISTÁN: ¡Quién tal creyera! Pues, ¿y la autoridad de presidente? JUAN: La de un rey es mayor, y disfrazado deja el dorado trono si Amor siente demás que en el secreto iré fïado. TRISTÁN: ¡Plegue al cielo que quiera darte ausencia Blanca! JUAN: Apelo a tu ingenio y tu cuidado. TRISTÁN: Trazas no faltarán y diligencia; mas tiénesla ofendida y es honrada. JUAN: ¿Qué puedo hacer? TRISTÁN: Armarte de paciencia. Pero don Illán viene. JUAN: Ya me enfada este viejo con tanto dilatarme el arte que es de mí tan deseada. Todo es pedirme, todo es acordarme mis promesas. ¡Qué neciamente espera al cumplimiento de ellas obligarme antes de darme la lición primera! Excúsame con él.
Vase don JUAN
TRISTÁN: Tu justo enfado con eso entenderá. ¿Quién tal creyera? Muda la condición quien muda estado.
Sale don ILLÁN
ILLÁN: (¿Ya volvéis a don Illán Aparte las espaldas? ¡Bien por Dios! Pues aun he de hacer; de vos más experiencias, don Juan, antes que el volcán reviente, porque no podáis quejaros que para desobligaros no os di lugar suficiente.) Gocéis, amigo Tristán, como mi pecho desea, de tan feliz tiempo. TRISTÁN: Sea con que os sirva, don Illán. ILLÁN: Al marqués quisiera dar el parabién. TRISTÁN: Del cuidado del nuevo oficio cansado, se entró agora a reposar. ILLÁN: Descanse pues, que es razón; que yo volveré otro día. De la magia le venía a dar la primer lición; que a Madrid llegaron hoy mis libros; mas pues los dos sois lo mismo en esto, a vos para entrambos os la doy. TRISTÁN: (Parece, por Dios, que oyó Aparte Lo que hablamos.) Decid pues; que recibirá el marqués gran gusto, y gran merced yo. ILLÁN: Las previas disposiciones de esta ciencia son, pasar este códice, y tomar de memoria estas dicciones; saber linear perfetos los caracteres que ves; y esto sabido, después entra el saber sus efetos. TRISTÁN: Presto, señor don Illán, lo sabremos. ILLÁN: (Y yo presto Aparte veré si topaba en esto la ingratitud de don Juan. Con esta falsa lición y códice mentiroso, probaré si es engañoso en cumplir su obligación, pues ocasión no le queda con que poderse excusar.) TRISTÁN: Ved si me queréis mandar algo en que serviros pueda. ILLÁN: Este memorial quisiera que a su excelencia le deis, y que en la ocasión terciéis por mí. TRISTÁN: Si tanto pudiera como quiero, bien logrado viérades vuestro deseo brevemente. ILLÁN: Así lo creo. De tres plazas que han vacado, para Melchor pido aquí una al marqués, y por vos pienso alcanzarla. TRISTÁN: Id con Dios; que el cargo me queda a mí.
Vase don ILLÁN
¿Es posible que a esto llego? quiero empezar a leer.
Lee
"Invocación para hacer a un marido sordo y ciego." ¿Que la magia enseña modos de cegarlo cuando importe? Si esto saben en la corte, han de ser mágicos todos.
Lee
"Gazpurrio, tranca, durento." Bien lo acertaré a decir.
Lee
"Caracter para impedir la palabra, voz y aliento." Para los poetas quiero señalarlo, pues les toca, para taparle la boca al silbar un mosquetero.
Lee
"Caracter que puede hacer que un calvo no lo parezca." Bien habrá quien me agradezca que le enseñe el caracter. ¿Que la magia da cabello? Por Dios, que he de denunciar de cierto Momo, y vengar mil ofendidos con ello, puesto que la villa entera vio que calvo anocheció, y a la mañana sacó abrigada la mollera.
Lee
"Conjuro de remozar, quitando rugas y canas y otras señales ancianas." Esto os importa callar; que si llega a las orejas de las mujeres que vos sabéis remozar, por Dios, Tristán, que os comais de viejas.
Lee
"Para ver lo que se quiere." Punto y rasgo. Esto querría probar, por ver a Lucía. Harélo pues, si supiere. Va de encanto. Verla quiero debajo de este dosel. Dice aquí que forme en él los caracteres primero. Digo el conjuro. "Plutón,
Mira al libro, y hace una letra con dedo en el paño, alza el paño y aparece CHACÓN, y esconde TRISTÁN el libro
sal de la laguna fría, y muéstrame a mi Lucía." ¡Vive Cristo, que es Chacón! debíme de errar. CHACÓN: ¡Ah! ¿Si? Señor don Tristán, por Dios, Que he de denunciar de vos. TRISTÁN: Pues ¿qué vistes? CHACÓN: Nada vi; Sólo dijistes, "Plutón, sal de la laguna fría y muéstrame a mi Lucía." TRISTÁN: Fue por buriaros, Chacón, y daros en qué entender. CHACÓN: En vano excusas buscáis. TRISTÁN: Como sé que la adoráis, y os vi, Chacón, esconder a espïarme, quise así daros picón y cuidado. CHACÓN: Ingenioso habéis andado; mas no os valdrá para mí; que ese libro que ocultáis no es para darme picón.
Búscasele
TRISTÁN: ¿Qué libro? CHACÓN: Mostrad. TRISTÁN: Chacón, muy demasïado andáis. CHACÓN: ¿Demasïado? Un buen día la corte habéis de dar; que tengo de denunciar, por dar pesar a Lucía. TRISTÁN: Decid primero, por Dios, por salir de duda así. ¿os trajo el conjuro aquí, Chacón, ú os venistes vos? CHACÓN: A pedir audiencia entró para mi señor, y viendo que hablando solo y leyendo estábades, reparé, y para no ser sentido y escucharos, me escondí tras ese dosel. TRISTÁN: ¡Ah! ¿Sí? ¿Que malicia vuestra ha sido? ¿Quién os mete en hacer mal? CHACÓN: Esto no es sino hacer bien, y yo me entiendo. TRISTÁN: (Ahora bien, Aparte la defensa es natural.) Porque calléis quiero hacer por vos, Chacón, una cosa, que además de ser gustosa provechosa os ha de ser. Un oficio os haré dar luego que ocasión hubiere, y cuando no lo cumpliere, podéis de mí denunciar; que a lo menos de temor mi obligación cumpliré. CHACÓN: Bien. TRISTÁN: Demás de esto os daré la joya de más valor que hay en Madrid, y es, Chacón, este libro, con que hagáis cuantos encantos queráis. Y porque veáis que son de provecho y gusto llenos, os los tengo de mostrar.
Lee
"Conjuro para formar nublados, rayos y truenos... Caracteres para hacer que nos quieran las mujeres." CHACÓN: ¡Oh, qué buenos caracteres!
Lee
TRISTÁN: "Palabras para traer un ejército lucido de cristianos y de moros, para descubrir tesoros." CHACÓN: Con eso quedo vencido. Vuestros partidos aceto y quedo por vuestro amigo. TRISTÁN: Yo cumpliré lo que digo; pero, Chacón, ¡el secreto! CHACÓN: ¿Eso me habeis de advertir? TRISTÁN: Cuerdo sois; no es menester. El libro habéis de esconder. No os le vean al salir; que hay curiosos, y será, si le lleváis en la mano, querer defenderle en vano. CHACÓN: Seguro con esto va.
Mételo en la faltriquera
Quedáos a Dios.
Abrázase TRISTÁN con él, y da voces
TRISTÁN: ¡Al ladrón! ¡Hola, crïados!
Salen dos CRIADOS
CHACÓN: ¿Qué es esto? CRIADO 1: ¿Qué mandas? TRISTÁN: Atadlo presto; que es ladrón. CHACÓN: ¿Hay tal traición?
Átanle
TRISTÁN: Tras este dosel lo hallé escondido. CRIADO 2: ¿Hay tal maldad? CHACÓN: ¡Señores! CRIADO 1: Ladrón, callad. TRISTÁN: Esperad, le buscaré las faltriqueras; quizá tendrá indicios contra sí
Sácale el libro
Éste es libro, y dice aquí... CRIADO 2: Libro de Calo será.
Lee
TRISTÁN: "Arte de nigromancía." ¿Esto más? ¿Así, Chacón, nigromántico y ladrón? ¡Qué buena bellaquería!
Sale don JUAN
JUAN: ¿Qué es esto? TRISTÁN: Un ladrón, señor. CHACÓN: Miente. CRIADO 1: ¡Ah, ladrón! CHACÓN: Pierdo el seso. TRISTÁN: Manda que le lleven preso; que es también encantador.
Toma don JUAN el libro
JUAN: ¿Cómo lo sabes? TRISTÁN: Traía este libro. CHACÓN: Declarad, cielo santo, la verdad.
Lee
JUAN: "Arte de nigroiuancía." Llevadle. CHACÓN: Señor... TRISTÁN: Chacón, pues dar pena es vuestro gusto, tened paciencia; que es justo redimir la vejación.
Llévanle
JUAN: Trístán, ¿qué es esto? TRISTÁN: Señor, en una casa en que había conversacián, cierto día salieron al corredor dos solos, que una cuestión tenían que averiguar, y en ella le vino a dar uno a otro un bofetón. Pues el que le recibió, a grandes voces y apriesa dijo al otro, "¡Tomaos ésa!" La gente, que dentro oyó el golpe, y no vio la mano, atribuyó la vitoria al que cantaba la gloria tan orgulloso y ufano. Y así, con esta invención vino a quedar agraviado aquel mismo que había dado al contrario el bofetón. JUAN: Aplica. TRISTÁN: Ya yo entendí que me hubieras entendido. Este librillo ha traído el viejo Illán para ti; mas detrás de este cancel hay gente y podrá escucharnos. JUAN: El remedio es retirarnos al camarín. TRISTÁN: Y aun en él no sé si estaremos bien; que en lo que me ha sucedido con Chacón he conocido que oyen las paredes. JUAN: Ven.
Vanse. Salen don ENRIQUE, con hábito de Santiago, y LUCÍA
ENRIQUE: Si no le ofrezco a Blanca la encomienda, ni estimo el bien ni logro la ventura; que mi mayor aumento es sueño vano si no llego a alcanzar su blanca mano. LUCÍA: Si estuviera el serviros en la mía experiencia tenéis de mi deseo; mas hoy no puede ser; que acaba agora de lavarse el cabello mi señora. ENRIQUE: ¡Ay dueño hermoso! En ella considero mientras sus hebras baña, al sol que esconde cuando a los mares baja occidentales pirámides de luz en sus cristales. ¡Quién viera las estrellas en que adoro dar brújulas de luz por nubes de oro quién en sus rayos ensartar la aurora las mismas perlas que naciendo llora! LUCÍA: Ablandará diamantes tu terneza. Ven a la calle, Enrique, a media noche; que yo sacaré a Blanca a la ventana. ENRIQUE: En nuevo oriente se verá Dïana. Publique esta cadena, mi Lucía, la que pones con eso al alma mia.
Dásela
LUCÍA: Inclinas firme, y liberal obligas. ENRIQUE: ¿Qué seña podré hacer? LUCÍA: Pararte enfrente del balcón a las doce, solamente; y adiós. ENRIQUE: Mi vida estriba en ti, Lucía. LUCÍA: De mi cuidado tus intentos fía.
Vase don ENRIQUE
Esto sí es negociar, y esto se llama a Dios rogando y el dinero dando. Por echarle de mí le prometía sacarle--el cielo sabe cuán sin gana de cumplirlo--mi dueño a la ventana y tanto obró, pagando francamente, la promesa sin alma, que me pesa de que fuese sin alma la promesa. Ya mudo parecer; que el presidente con el poder obliga solamente. ¿Qué se me sigue a mí de su grandeza? Y más si, de ella ya desvanecido, galán pretende ser, y no marido? Y siendo esto imposible, nunca espero fruto de su poder ni su dinero.
Sale doña BLANCA
BLANCA: ¿Fuése ya? LUCÍA: Sí, señora. BLANCA: ¿Qué quería? ¿Cansarme? LUCÍA: Yo sospecho que venía a ver si el presentar ante tus ojos de roja cruz atravesado el pecho, era con tus crueldades de provecho; y a fe que le está bien. BLANCA: ¡Grandeza extraña! Soberano poder del rey de España! Sin que nada le cueste da un tesoro, y sabe y puede hacer, solo queriendo, la más vistosa gala de un remiendo. LUCÍA: Dijo que si tu mano no alcanzaba, ni hábitos ni encomiendas estimaba. Mientras más sube, más humilde adora; bien otro que el marqués desvanecido en quien con el honor crece el olvido. BLANCA: Conozco lo mejor, y aunque lo apruebo, elijo lo peor; que en daño mío huye la inclinación del albedrío. LUCÍA: Excuséte diciendo que acababas de lavarte el cabello. BLANCA: Bien hiciste. LUCÍA: Callaré lo demas; que le aborrece, y mejor al descuido y engañada la sacaré a la reja, que avisada.
Sale TRISTÁN
TRISTÁN: Licencia no ha de aguardar quien halla abierta la puerta, y pienso que hallarla abierta es la licencia de entrar. ¡Válgate Dios, qué extremada hermosura! BLANCA: ¡A Dios pluguiera, secretario, que no fuera, más que hermosa, desdichada! TRISTÁN: No estés triste, cuando tengo, señora, qué suplicarte. BLANCA: Con tener en que agradarte, a dejar de estarlo vengo. ¿Qué quieres? TRISTÁN: Hablar querría a solas, que importa así, si te sirves. LUCÍA: ¿Para mí hay ya secretos? TRISTÁN: Lucía, de dos frailes que habían sido de firme amistad y fe raro ejemplo, el uno fue por provincial elegido. A verle llegó volando muy alegre el compañero, mas detúvole el portero, y le dijo, "Está ajustando nuestro padre ciertas cuentas, vuesencia vuelva después." Y él respondió, "Desde que es Pater noster anda en cuentas." Tú, pues con pecho discreto conoces el tiempo vario, di, "Desde que es secretario, habla Tristán en secreto." LUCÍA: Oblígasme a que recele, si estás solo, una traición como aquélla que a Chacón tiene en prisión. TRISTÁN: ¿Ahí te duele? BLANCA: A esa puerta te retira.
Retírase LUCÍA
Di, Tristán. TRISTÁN: El presidente, mi señor, que fuego ardiente en vez de aliento respira, pide que a solas le dés esta noche un rato audiencia. BLANCA: ¿No es más cuerdo su excelencia? Dile, Tristán, al marqués que si amante y ambicioso espera verme engañada, yo sé resistir honrada lo que intenta poderoso, y que solamente espere verme a solas mi marido. TRISTÁN: ¿Qué sabes si, reducido a serlo ya, hablarte quiere? ¿Qué arriesgas en darle audiencia? BLANCA: Quien se deja a solas ver de un amante con poder, hace justa la violencia. TRISTÁN: Óyele en tu reja pues. BLANCA: Aun eso... TRISTÁN: Poco te pido. BLANCA: Si no ha de ser mi marido, no se serene el marqués. TRISTÁN: ¿Qué, pierdes en esenchalle? BLANCA: Otro esposo ser podría. TRISTÁN: Del secreto te confía. BLANCA: Ahora bien, esté en la calle a maitines. TRISTÁN: Déte Dios, señora, lo que mereces. ¿Qué seña? BLANCA: Toser dos veces. TRISTÁN: Solos vendremos los dos; y tú de esto cautamente deslumbrarás a Lucía, que publicarlo podría, está mal a un presidente. BLANCA: Bien dices. TRISTÁN: Oye otra cosa que quiero saber de ti.
Hablan en secreto. LUCÍA habla al paño
LUCÍA: (Rabiando estoy de que a mí Aparte me tenga por sospechosa. ¡De mí no hace confïanza Tristán! ¿Qué mudanza es ésta? Pues si la vida me cuesta, tengo de tomar venganza. TRISTÁN: Dime el autor. BLANCA: El secreto me encargó. TRISTÁN: Fácil verán tus ojos que no hay galán en la corte más perfeto.
Al irse encuentra a LUCÍA
Lucía, ¿enojada estás? ¿No adviertes que soy mandado? Quédate a Dios; que pasado el enojo, me hablarás.
Vase
LUCÍA: ¿Qué es esto, señora mía? ¿Qué novedades han sido las que obligarte han podido a no fïar de Lucía! BLANCA: Recatos del presidente, que no culpas tuyas, son; y puedo en esta ocasión declararte solamente que celos con el marqués más que el amor han podido. LUCÍA: Si no ha de ser tu marido, ni aun esperanzas le des.
Vanse. Salen don JUAN y TRISTÁN
JUAN: ¡Tres postizos! TRISTÁN: Sí, señor. JUAN: ¡Y pantorrillas! ¿Qué más? TRISTÁN: Que enfadoso aliento das. JUAN: ¿Y no te dijo el autor? TRISTÁN: Fue imposible. JUAN: ¿Que hay quien quiera tal engaño persuadir? TRISTÁN: Pues, señor, a no mentir el maldiciente, ¿lo fuera? Aquél es murmurador que divulga falsedades; que a quien dice las verdades lamo yo predicador. JUAN: ¿Es reloj? Como lo espero, se me antoja. TRISTÁN: No te espantes; que el reloj de los amantes anda siempre delantero. JUAN: ¿Que al fin tan resuelta ves a Blanca? TRISTÁN: Como has oído. JUAN: "Si no ha de ser mi marido, no se serene el Marqués." TRISTÁN: Y a fe que era buen consejo. JUAN: Si no puede haber mudanza, quitame tú la esperanza, y verás cómo lo dejo. TRISTÁN: Este zaguán ha quedado abierto, porque te esconda si acaso viene la ronda, prevención de mi cuidado. JUAN: Y fue cuerda prevención; que si la justicia da en conocerme, será gran daño de mi opinión. Mas oye. TRISTÁN: Las doce dan. JUAN: Haz la seña. TRISTÁN: Vaya.
Tose dos veces
JUAN: Tente; que o me engaño o viene gente. TRISTÁN: Pues miéntras pasa, al zaguán.
Retíranse. Sale don ENRIQUE
ENRIQUE: La soledad de la noche anima mis esperanzas.
Sale doña BLANCA a la ventana
BLANCA: Al reloj siguió la seña. ¡Qué puntüal es quien ama! TRISTÁN: Uno es solo, y se ha parado en frente de la ventana. BLANCA: Ce. ¿Sois vos, señor? ENRIQUE: (La voz Aparte es ésta de doña Blanca.) ¿Quién puede ser sino un cuerpo que en tu cielo busca el alma? JUAN: ¡Vive Dios, que habla con ella! TRISTÁN: ¿Echarémosle? JUAN: No. Aguarda; que sospecho que es Enrique. Escuchemos lo que hablan. BLANCA: De la merced que os ha hecho su majestad deseaba daros un gran parabién. JUAN: Enrique es, y doña Blanca de la encomienda le da el parabién. ENRIQUE: Todo es nada mientras en tálamo alegre no toco esa mano blanca. BLANCA: Si estáis en eso resuelto, yo lo estoy también. ENRIQUE: Mi alma en fe de esperarlo vive. BLANCA: (Declaróse. ¡Dicha extraña! Aparte ¡Oh, lo que pueden los celos!) ENRIQUE: (¡Oh lo que un hábito alcanza!) Aparte JUAN: ¿Que tal escucho? No puedo sufrirlo. Echémosle. TRISTÁN: Aguarda, no salgas tú; que yo solo le echaré con una traza. ¡Ah caballero!
Llégase a don Enrique
ENRIQUE: ¿Quién es? TRISTÁN: ¿Es acaso vuestra casa por aquí? ENRIQUE: Pues, ¿qué os importa? TRISTÁN: ¿Es don Enrique de Várgas; que en la voz le reconozco? ENRIQUE: ¿Es Tristán? TRISTÁN: Es quien os anda a estas horas a buscar, porque el presidente os llama para un negocio importante, tan de priesa, que me manda que antes de acostarme os hallo y él, desvelado, os aguarda. ENRIQUE: Id delante, secretario; que ya os sigo. BLANCA: ¡Ay desdichada! ENRIQUE: Adiós, mi bien. ¿No respondes? Quitóse de la ventana.
Vanse don ENRIQUE y TRISTÁN
BLANCA: ¡Que por el marqués le hablase! JUAN: ¿Estás en la reja, Blanca? BLANCA: ¿Es el marqués? JUAN: Enemiga, es quien oyó lo que hablabas con don Enrique. Crüel, ¿a cuál de los dos engañas? BLANCA: Oye, señor. JUAN: ¿Esto haces cuando de obligarme tratas? ¡Con quien abre a un escudero a tal hora la ventana, quieres que se case un grande? ¿Ves mi razón? ¿Ves tu infamia? BLANCA: Si a la seña que te di salí, y pensando que hablaba contigo, hablé con Enrique, ¿qué me culpas de liviana? JUAN: Pues si engañada saliste, huyeras desengañada. BLANCA: No lo estuve hasta que habló Tristón con Enrique. JUAN: ¡Ah falsa! Puesto que la norabuena de la encomienda le dabas, bien conociste quien era. BLANCA: ¿Yo dije encomienda? Calla. Para negar mis verdades, no me trueques las palabras. "De la merced que os ha hecho su majestad deseaba daros ya la enhorabuena" ¿no le dije? JUAN: Y eso, ingrata, ¿no es lo mismo? BLANCA: No es lo mismo; que a ti el parabién te daba de la presidencia. JUAN: ¿Cómo? ¿Es posible que en el habla no le conocieses? BLANCA: No; digo que no, y esto hasta; mas ¿qué doy satisfaciones? ¿Has de ser mi esposo? ¿Callas? JUAN: Cuando tales cosas veo... BLANCA: Estas cosas no te dañan no tomes falsa ocasión para encubrir tus mudanzas; que cuando fuera verdad que a don Enrique escuchara, quien para esposo pretende, ni te ofende ni te infama. Aquí te has de resolver, sin que te quede esperanza si la mano no me das, de verme jamás la cara. ¿Callas? Véte. JUAN: Blanca, escucha. Mucho aprietas; no me amas, pues sólo tu bien procuras y en mi daño no reparas. Yo pretendo ser tu esposo, de ello te daré palabra; mas agora, cuando ves tan reciente mi privanza, puesto de ayer en mis hombros todo el gobierno de España, ¿quieres que todo lo arriesgue con una acción tan liviana como casar por amores con quien...? Perdóname, Blanca; que es muy desigual tu estado, qunque en nobleza me igualas. BLANCA: Calla, falso. pues si agora por desigual no te casas, ¿No me quebrarás también por desigual la palabra? ¿No sé yo cómo las cumplen los que tu poder alcanzan? Vete con Dios. No aventures Tu oficio y del rey la gracia; que un rey te puede faltar, y no mil hermosas damas. JUAN: Blanca, escucha. BLANCA: ¿Qué me quieres? ¿Eres mi esposo? JUAN: Oye, Blanca BLANCA: Si no dices, "Soy tu esposo," no digas otra palabra. JUAN: Terrible estás de resuelta. BLANCA: Estoy resuelta, de honrada, a escuchar sólo a mi esposo a tal hora a la ventana.
Vase
JUAN: ¡Ah, enemiga! ¡Vive el cielo, pues tan resuelta me agravias, que ni te has de ver conmigo ni con Enrique casada! Pues tú mi afición desprecias, salga la tuya del alma. En rabia trueco el amor, y los celos en venganzas.
Vase. Salen TRISTÁN y tres PRETENDIENTES, con memoriales
PRETENDIENTE l: Merezca en esta ocasión que vusted, como quien es, me ayude con el marqués. TRISTÁN: ¿Qué pide? PRETENDIENTE 1: Una comisión. TRISTÁN: ¿Qué? PRETENDIENTE 1: Comisión. TRISTÁN: Bien está. ¿Fuera de aquí? PRETENDIENTE 1: En Zaragoza. TRISTÁN: ¿Casado? PRETENDIENTE 1: Con mujer moza y hermosa. TRISTÁN: Negociará.
Vase el PRETENDIENTE 1
PRETENDIENTE 2: Para que una plaza alcance o el uno de estos oficios, me dad favor. TRISTÁN: ¿Qué servicios? PRETENDIENTE 2: He escrito un libro en romance. TRISTÁN: ¿Qué? PRETENDIENTE 2: En romance. TRISTÁN: Bien está. PRETENDIENTE 2: Y también fui traductor de uno italiano, señor. TRISTÁN: Señor, no negociará.
Vase el PRETENDIENTE 2
PRETENDIENTE 3: ¿Qué hay de mi negocio? TRISTÁN: Ayer dijo el marqués, mi señor, que mostréis vuestro valor, si capitán queréis ser. PRETENDIENTE 3: Pues, ¿no ha bastado a mostrarlo este talle, esta presencia? TRISTÁN: Acá tiene su excelencia rocines de mejor talle. PRETENDIENTE 3: Señor, si favor me da, y negocio le daré de albricias mil doblas. TRISTÁN: ¿Qué? PRETENDIENTE 3: Mil doblas. TRISTÁN: Negociará.
Vase el PRETENDIENTE 3. Salen doña BLANCA, con manto, don ILLÁN, y don ENRIQUE
ENRIQUE: A las dos de la mañana, que hasta entonces me tuvieron en la antesala esperando... BLANCA: (Yo fui causa de ese efeto.) Aparte ENRIQUE: ...entrarme mandó el marqués, y me recibió diciendo, "Asistente de Sevilla su majestad os ha hecho, y conviene a su servicio que os partáis, Enrique, luego, esperando cada día más venturosos aumentos. Por la mañana venid por los despachos." Con esto le dejé, y a despedirme agora a su casa vuelvo. Mas, hermosa doña Blanca, si la bendición no llevo de esa mano, y de esa boca un "sí" no alcanzo primero, pensad que voy a morir, no a mandar, porque ni tengo más vida que la esperanza, ni más muerte que el deseo. ILLÁN: Vueseñoría, señor, goce tan altos aumentos mil años. Blanca, que ve lo mucho que gana en ello, pagando vuestras finezas, cumplirá vuestros intentos, ENRIQUE: Vos, Blanca, ¿no respondes? BLANCA: (¡Ay de mí!!) Aparte ILLÁN: Su estado honesto la refrena; mas fïad que del negocio a que vengo su resolución resulte; que no ha sido sin misterio el traerla donde veis. ENRIQUE: ¿Qué es esto, sagrados cielos? En cas del márqués entráis, y puede ser de provecho a mi intento esta venida! ILLÁN: Don Enrique, yo me entiendo. TRISTÁN: Su excelencia viene, ¡plaza!
Sale don JUAN
JUAN: Señor don Illán, ¿qué es esto? ¿Es doña Blanca? ILLÁN: Señor, ella misma. JUAN: Pues ¿qué exceso es éste, Blanca? BLANCA: A mi padre, que me ha traído, obedezco. ILLÁN: Como engaños de la corte y desengaños del tiempo han dado a mis esperanzas tan notorios escarmientos; como tantas dilaciones y tantas excusas veo en dar a vuestras promesas el debido cumplimiento, en que mostrais que o fingidas al tiempo de hacerlas fueron, o la mudanza de estado os mudó los pensamientos, pues por postrer desengaño todas las plazas salieron, sin ser Melchor proveído o consultado a lo menos; a dejar las pretensiones y dar la vuelta a Toledo resueltos los dos venimos, a alcanzar de vos primero que nos deis, señor licencia.
Aparte don JUAN y TRISTÁN
JUAN: ¿Entiendes, Tristán? TRISTÁN: Ya entiendo. JUAN: (Con la ausencia me amenazan Aparte por obligarme con eso a casarme; mas saldráles al revés el pensamiento. Aquí me pienso vengar de altiveces con desprecios, de desprecios con desdenes, y con rigores de celos.) Para obligar superiores, Illán, no es modo discreto indignarles querellosos, y descortés ofenderlos. Si no cumplí mis promesas, debiérades, si sois cuerdo, atribuirlo a que en vos faltan los merecimientos; y no motejar a quien debéis tan justo respeto, de fingido y de mudable con tan libre atrevimiento. Id a Toledo; que yo no solamente no quiero aprender de vos la magia, mas antes, según me ofendo, me agradeced que no os hago castigar por hechicero. BLANCA: ¿Qué escucho? ILLÁN: Bastante prueba De tu ingratitud he hecho. Los caracteres deshago.
Borra unas letras en un papel
JUAN: ¿Qué es esto?
Sale PÉREZ
PÉREZ: El Hijo del Fuego guarda ya aderezado a competir con el viento. JUAN: ¿Qué Hijo del Fuego? PÉREZ: El caballo a quien poner aderezo de jineta me mandastes. JUAN: Pues, ¿dónde estoy? ILLÁN: En Toledo, en mi casa y en mi estudio. JUAN: ¿Cómo puede ser? TRISTÁN: ¿Qué es esto, que me he tornado en lacayo? ILLÁN: ¿Luego tuvistes por cierto ser marqués y presidente y privado? Todas fueron fantásticas ilusiones, que en solo un hora de tiempo que tardó en aderezar Pérez el Hijo del Fuego, os representó mi ciencia sin salir de este aposento, para conocer así las verdades de dos pechos. Vos le mostrastes tan vano, tan ingrato y tan soberbio, que llegastes a querer castigarme por lo mesmo que me pedís que os enseñe. Idos con Dios; que ni quiero enseñaros, ni mi hija, que ha visto vuestros desprecios y las finezas de Enrique, querrá por vos ofenderlo. BLANCA: Claro está; porque trocar u amante verdadero a un desvanecido ingrato fuera estar falta de seso. ILLÁN: Vivas mil años. Enrique, llegad. ¿Qué esperáis con esto? ENRIQUE: Tan alto es el bien que alcanzo, noble don Illán, que pienso que el encanto es lo presente, y lo pasado lo cierto. Dadme, señora, la mano, y creed que fuera vuestro, como encantado asistente, del mundo rey verdadero. BLANCA: La mano os doy. JUAN: Tente, Blanca. TRISTÁN: Arrojóse pues: ¿qué harémos? JUAN: De suerte estoy de corrido... TRISTÁN: ¿Qué quieres? ¿Echar un reto? Tú lo pecaste. JUAN: Bien dices callar y ausentarme quiero; que de un corrido culpado éste es el mejor remedio. TRISTÁN: Lucía, ¿hay misericordia, o me voy? ILLÁN: Yo por lo menos, porque secreto has guardado, te he de servir de tercero. Yo debo cincuenta doblas de albricias de este suceso a Lucía, y si se casa contigo, le daré ciento. TRISTÁN: ¿Qué le dices? LUCÍA: Tuya soy. TRISTÁN: Seré el lacayo primero que se casa en la comedia no casándose su dueño. Esta verdadera historia, senado ilustre y discreto, cuenta el conde Lucanor de un mágico de Toledo.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

Volver a la lista de textos

Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 24 Jun 2002