ACTO TERCERO


Salen el REY y FILIPO
REY: Ya me ha vencido el dolor. Todo lo he de aventurar, y la fuerza ha de alcanzar lo que, no alcanza el amor. FELIPO: (No lo sufrirán mis celos.) Aparte REY: ¿Que dices? FELIPO: Que su desdén lo merece, pues a quien con rayos de oro los cielos coronaron la cabeza, obliga cuando pretende; y su gusto, cuando ofende, honra la mayor belleza. (Desmiente asi su sospecha, Aparte por hacer su intento vano, sin que conozca la mano de donde sale la flecha.) REY: Pues muy presto pienso ver sola a Aurora; que a Dïón, con la fingida ocasión que te he dicho, quiero hacer que a embarcarse parta luego; que sintiéndome abrasar, es fuerza pedir al mar remedio de tanto fuego.
Sale POLICIANO
POLICIANO: (Hoy, bella Aurora querida, Aparte me pierdo si no te gano; que si no alcanzo tu mano, ¿para que quiero la vida?) FILIPO: Policiano viene. REY: A darme quejas sin duda vendrá, y ofendido me hallará en lo que piensa culparme. POLICIANO: Si los méritos, señor, pueden dar atrevimiento, si quejas el sentimiento y cuidados el honor; si cuando Aurora y Dïón su blanca mano me ofrece, con impedirlo obscurece vuestra alteza mi opinión, no tendréis por desacato, si quejoso me escucháis, cuando indigno me juzgáis, o yo os juzgo a vos ingrato. REY: ¡Basta, basta, Policiano! ¿Callo yo, y quejáisos vos? ¿Pretendéis pagar a dos esposas con una mano? POLICIANO: ¡Yo a dos esposas! REY: ¡Callad! Ni os disculpéis ni neguéis; que otra vez me ofenderéis, si me negáis la verdad. Cuando vos con pecho ingrato mi sangre habéis ofendido, y cometéis atrevido contra Aurora estelionato, obligándole la fe, por libre, que de otro dueño conoce el forzoso empeño; callando yo, que lo sé, sólo el efeto os impido, por hüir la obligación de hacer más demonstración, si me doy por entendido; ¿y mi silencio prudente os da fuerza en la porfía, y mi piedad osadía para ser mas delincuente? ¿Sabéis que tiene a Dïana Ricardo, cuya lealtad, opinión y calidad tanto estimo, por hermana? POLICIANO: Sí, señor. REY: Pues, ¿por qué asi, contra la fe que debéis, en Dïana le ofendéis, y en él me ofendéis a mi? POLICIANO: Lícitas correspondencias le debo sólo a su amor; mas no excesos a su honor, ni a su honestidad licencias. REY: ¿No ofrecistes, Policiano, ser su esposo? POLICIANO: Aunque lo hubiera prometido, señor, fuera quererme obligar en vano, no habiendo yo en confïanza de la promesa alcanzado de ella más que haberle dado palabras a mi esperanza. Cuanto más que no la di, de que es notorio argumento saber que el último intento del amor no conseguí; porque, ¿cuál otra ocasión me pudiera a mí obligar a darla, sino lograr en fe de ella mi afición? REY: Bien decís; mas de vos quiero saber sola una verdad. ¿Adorastes la beldad vos de Dïana primero, procurando, enamorado, obligarla y merecella, o con sus favores ella despertó vuestro cuidado? POLICIANO: Yo primero su favor pretendí, y en muchos días no alcanzaron mis porfías correspondencia en su amor. REY: Basta. Con eso habéis dado vos contra vos la sentencia; que si su correspondencia pretendió vuestro cuidado, ¿por que la pagáis tan mal después que la conseguistes? ¿con qué fin pretendistes mujer que es tan principal? ¿No es bastante, para haberos, siendo quien es, obligado, haberla vos empeñado, con pretenderla, en quereros? Si en fe de vuestra nobleza, obligación y valor, dio crédito a vuestro amor y pagó vuestra fineza, ¿por qué la desestimáis? ¿por qué lo que es razón premiar como obligación, como agravio castigáis? ¿Qué hiciérades ofendido de despreciado? ¿Podéis hacer más de lo que hacéis obligado de querido? Decís que cuando la mano le prometiérades dar, no llegándola a alcanzar en fe de ello, fuera en vano. Pésame de que en vos quepa tan indigno pensamiento, y quien es por nacimiento tan noble y cortés no sepa que en tocando en la opinión de damas tan principales, aun los intentos mentales inducen obligación; cuanto más habiendo sido públicos vuestros amores, y públicos los favores que de ella habéis recebido; pues en quien sois confïada con razón, se declaró quien recelar no debió verse de vos engañada. ¿No es cierto que su opinión en opiniones pusiera si vuestra esposa no fuera, pues el pueblo con razón juzgara, puesto que vio que ella os quiso y la quisistes, que algún defeto supistes, por donde no os mereció? Mas yo quiero de Dïana olvidar la causa agora. ¿No es mi propia sangre Aurora? Su madre, ¿no fue mi hermana? Pues cuando a su casamiento el pueblo con justa ley por sobrina de su rey debe universal contento, ¿será razón que su pecho fastidien y sus orejas, en el tálamo con quejas, y con celos en el lecho? Pudiendo escoger esposo mi sobrina, Policiano, ¿queréis vos que dé la mano a un marido litigioso? Estando mi reino lleno de hombres buenos, ¿será bien que elija por dueño a quien padece achaques de ajeno? Dejad tan vana porfía, y acudid, como es razón, vos a vuestra obligación; que yo acudiré a la mía. POLICIANO: Señor... REY: ¡Idos! Que irritáis, con replicar, mis enojos, y no volváis a mis ojos sin que a Dïana le hayáis cumplido esta obligación; pues yo, con haberme dado por entendido, he tomado por mi cuenta su opinión. POLICIANO: (¿Rómpenme el pecho, y los labios Aparte me cierran? Pues no seré yo quien soy, o tomaré venganza de estos agravios.
Vase POLICIANO
FILIPO: (Ya de este competidor Aparte me he librado.) REY: ¿Qué os parece? FILIPO: Que Policiano padece con razón vuestro rigor. Mas aquí viene Dïón.
Sale DIÓN
DIÓN: Dadme a besar vuestra mano. REY: Levantad, pariente, hermano. No ofendáis mi estimación. DIÓN: Señor, en conformidad de aquel orden que sabéis, en este papel veréis
Dale un papel
lo que he entendido. REY: Mostrad. DIÓN: No me queda diligencia por hacer. REY: De vos lo fío. DIÓN: Y pues con el cargo mío he cumplido, la licencia que para casar a Aurora os pedí, de vos espero. REY: (Desmentir sospechas quiero.) Aparte Ya es fuerza, Dión, que agora os declare la ocasión de impedir que Policiano dé a mi sobrina la mano. Hasta aquí fue mi intención callároslo, porque el darme y el daros por entendido de que a los dos ha ofendido, fuera, pariente, obligarme al castigo riguroso de quien pretendo obligar, cuando me importa ganar voluntades, y piadoso quiero el nombre de tirano borrar, que el reino me da. Y a vos, Dïón, porque ya el tiempo en que os veis, anciano, pide esfuerzos a la vida, y aumentárosla es más justo íisonjeada en el gusto, que en la opinión ofendida, esta ocasión de enojaros excusaros pretendí; pero ya, porque de mí no os quejéis, habré de daros cuenta de ella. Policiano tiene ofrecida a Dïana, del noble Ricardo hermana, la fe de darle la mano. DIÓN: ¿Que decís? REY: Mirad si ha sido con empeño tan forzoso, cuanto con ella engañoso, con nosotros atrevido. DIÓN: De cólera tiemblo y ardo, y tanto más me lastimo por ella, cuanto la estimo por hermana de Ricardo, cuyos méritos podréis colegir de esos renglones, pues a las obligaciones antiguas que le tenéis, una fineza ha añadido, con que os obliga a que agora, tanto como por Aurora, estéis por él ofendido. FILIPO: (Ya del todo mis recelos Aparte no temen a Policiano. ¡Así del Amor tirano del rey me libren los cielos!) REY: Esto supuesto, Dïón, lo que os pido solamente es que, pues sois tan prudente, no os obligue esta ocasión a que al disgusto y pesar abráis las puertas del pecho; y estad de mi satisfecho, que cuidaré de buscar esposo a Aurora. DIÓN: Señor, sobrina es vuestra. REY: Conmigo, ser hija de tal amigo es la importancia mayor. Y agora sabed que el mar merece ya que mi esposa, segunda Venus hermosa, se dignase de surcar sus campos para traer a Sicilia al dios de amor. DIÓN: Con tales nuevas, señor, ¿qué pesar me puede hacer la Fortuna? Si yo os veo en tan venturoso estado, no le queda a mi cuidado por cumplir otro deseo. REY: Vos, pues que tanto estimáis mis dichas, quiero, Dïón, que en hacer demonstración de ello el primero seáis. DIÓN: La dilación en mandar tiene ya mi fe quejosa. REY: A recebir a mi esposa habéis de salir al mar. DIÓN: Pensad que en él se desata mi nave ya de la orilla, y con la nevada quilla hiende las ondas de plata. REY: ¿Cuándo partiréis? DIÓN: Al alba no hará el canto lisonjero de los pájaros, primero que yo a Neptuno, la salva.
Vase DIÓN
REY: Bien mi intento se dispone. FILIPO: Bien engañado le envías. REY: Tengan fin las ansias mías, y la obligación perdone.
Sale TURPÍN
TURPÍN: De tu parte me han llamado, y he venido, aunque dudé si era como; si lo fue, con volverme está acabado. REY: Yo te he mandado llamar. TURPÍN: Agora, señor, los pies, no digo que me los des, que ni me los has de dar, ni a moverlos es razón que pretenda yo obligarte, para hacer yo de mi parte lo que tengo obligación, sino sólo que permitas que ponga en ellos mi boca. REY: Levanta. TURPÍN: Lo que me toca, y se usa en las visitas de los reyes, he hecho ya; agora te toca a ti decirme a qué vengo aquí, porque en el pecho me da mil vuelcos el corazón desde que oí tu recado, y quisiera mi cuidado salir de esta confusión; que aunque puedo yo haber sido rey también, al fin agora me tiene la ciega autora de las dichas abatido a tan miserable estado, que la gran desigualdad que hay de mí a tu majestad, me tiene, señor, turbado. REY: ¿Tú puedes también, Turpín, haber sido rey? TURPÍN: ¿Pues no? REY: ¿Satirízasme? TURPÍN: Si yo fuera tan necio, ¿qué fin mereciera de tu agravio? En otra razón fundé lo que dije; que pensé que un filósofo tan sabio como tú no la ignorara; y más viendo que Platón con una y otra lición te ha dado opinión tan clara. REY: De ti la quiero aprender. TURPÍN: ¿Qué me has de dar si te venzo? REY: Esta cadena.
Enséñale una cadena
TURPÍN: Comienzo a argüir. ¿No pudo ser que un rey muriese en la guerra, y que su cuerpo perdido fuese en tierra convertido en el campo; y que esta tierra, del sol y el agua dispuesta, en yerba se convirtiese, y que un carnero paciese esta yerba, y que, digesta con el calor, el carnero en carne la convirtiera, y que esta carne vendiera a mi padre el carnicero, y la comiese mi padre y en sustancia la volviese, y que esta sustancia fuese la que me engendró en mi madre? Pues ves aquí cómo yo, sin que a ti te haya ofendido, aquel rey puedo haber sido que en la batalla murió. REY: Vencísteme: la cadena es tuya.
Dásela
TURPÍN: Vivas dichoso más que un vecino enfadoso, que un deseo, que una pena, y más que una imposición; más que un ministro cansado, de quien tiene un desdichado la futura sucesión. REY: Vamos al caso, Turpín. ¿De la casa de Dïón eres portero? TURPÍN: Rincón no hay desde el principio al fin, menos el cuarto de Aurora, que no esté por cuenta mía cerrarle al ponerse el día, y abrirle al nacer la aurora. REY: Una cosa que prometo remunerarte has de hacer, advirtiendo que en tener fidelidad y secreto te va la vida. TURPÍN: Tendré en muda prisión los labios, aunque siente como agravios tus amenazas mi fe. REY: Pues en partiendo Dïón al puerto, me vuelve a ver. Diréte lo que has de hacer. FILIPO: (No lograrás tu intención.) Aparte TURPÍN: Yo lo haré; y traeré, si quieres, dos argumentillos más. REY: Y dos cadenas tendrás, si en ellos me concluyeres.
Vanse todos. Salen AURORA y DIÓN
AURORA: Señor, ¿os partís? DIÓN: Forzosa causa me obliga a ausentar; que el Rey me manda que al mar salga a recIbir su esposa, y de plazo tengo sólo las horas para partir que ha de tardar en suplir Dïana la luz de Apolo. AURORA: El rey, ya que no miró, para que no os lo encargara, vuestros años, ¿no mirara lo que he de sentirlo yo, pues con vuestra ausencia quedo sola y triste, padre mío? DIÓN: Donde queda el rey tu tío hacerte falta no puedo. AURORA: (¡Bien lo entendéis! Si no hubiera Aparte de causar tan graves daños, sus intentos, sus engaños y traiciones os dijera.) DIÓN: Mas porque en la ausencia mía sientas pena más liviana, vendrá tu amiga Dïana a estarse en tu compañía; que ya tengo la licencia de Ricardo. AURORA: Venturosa fuera yo, si hubiera cosa que me alivie en vuestra ausencia. DIÓN: Breve ha de ser. Un aviso quiero darte, que es forzoso. Ya no puede ser tu esposo Policiano; y el permiso, que le daba esa esperanza, de visitarte, ha cesado. AURORA: (¡Qué buenas nuevas me has dado!) Aparte ¿De qué nace esa mudanza? DIÓN: De que ha dado él engañoso a otra principal señora, segun he sabido agora del rey, palabra de esposo. Y de esto nació el negar la licencia que pedí, y me lo ocultó hasta aquí, por no darme este pesar. AURORA: ¡Oh, alevoso, fementido! La cera ha vuelto en diamante; que quien es tan mal amante, ¿cómo será buen marido?
Sale un CRIADO
CRIADO: Filipo te quiere hablar. DIÓN: Entre Filipo; tu, Aurora, retírate. AURORA: (Él viene agora, según pienso, a declarar su amor; y mi padre es llano que ha de estimarle el intento, puesto que el impedimento cesó ya de Policiano. Solamente por vencer nos queda ya el Rey, mi tío, y de su esposa confío, pues llega ya, que ha de ser sol claro en la confusion de la noche en que me veo. Amor, pues das el deseo, ayuda a la ejecución.)
Vase AURORA. Sale FILIPO
DIÓN: ¡Vos para entrar en mi casa pedís licencia, Filipo! FILIPO: No os espante que cobarde venga quien viene a pediros; si bien el venir a haceros, Dïón, el mayor servicio que humana amistad alcanza, pudiera hacerme atrevido. DIÓN: Tanto de mí confïad cuanto yo de vos confío, y empezad con declararme en qué puedo yo serviros. FILIPO: ¿Estamos solos? DIÓN: Sí estamos. FILIPO: Decidme, Dïón amigo, ¿qué merecerá con vos quien redima del peligro de una afrenta vuestro honor y el de Aurora? DIÓN: Que los mismos que redime, se confiesen esclavos de su albedrío. FILIPO: Pues supuesto que no puede ya Policiano impedirlo, prometed, no que por dueño me tendréis, sino por hijo, dándome a la bella Aurora; y en cambio de ello me obligo a haceros tal amistad, con daros aquí un aviso, que confeséis que el honor vuestro y de Aurora redimo. DIÓN: Para que os la ofrezca yo, ¿es menester más designio que darle esposo que tanto por sus méritos estimo? Ya sin esa condición os la prometo, Filipo. Libre estáis si no queréis cumplirla. FILIPO: No; que ya es mío con eso el honor de entrambos, y hago mi negocio mismo. Sabed que el rey al amor de Aurora vive rendido. Ciego está, loco la adora, y todo cuanto os ha dicho ha sido por dar color de cautela al desatino, por si acaso la verdad supiésedes... DIÓN: ¿Qué Filipo? ¿Qué decís? FILIPO: Verdad, es ésta; y haber mandado partiros, no es porque rompe la reina del mar los azules vidrios; nuevas son que finge sólo por ausentaros Dionisio, para dar ejecución violenta a su amor lascivo, porque honesta le resiste Aurora, sin que impedirlo pueda de vuestra presencia la autoridad, prevenido tiene a Turpín, y obligado con dádivas, que del hilo con que discurrió Teseo el confuso laberinto, a media noche ha de hacer en vuestra casa el oficio. DIÓN: ¡Válgame el cielo! FILIPO: Mirad si mi palabra he cumplido, y si a vos y a Aurora he dado el honor en este aviso. DIÓN: ¡Ah, inhumano! ¿Así tu sangre ofendes? ¿Más enemigo te muestras de quien debieras estar más agradecido? La corona de Sicilia te di; ¿y en agravio mío ejecutas el poder que me debes a mi mismo? No lo sufrirán los cielos. Yo os agradezco, Filipo, cuanto debo y cuanto puedo tan colmado beneficio. De vuestra parte cumplistes con enseñarme el peligro. Idos con Dios, y dejad el remedio a cargo mío. FILIPO: Para todo me hallaréis interesado por hijo, y por amigo obligado. DIÓN: De vuestro valor confío.
Vanse todos. Salen RICARDO, DIANA y ELISA
RICARDO: Porque la melancolía de Aurora, en la soledad de su padre, tu amistad alivie en su companía, Dïón me ha obligado, hermana, a prometérselo. Avisa los gentilhombres, Elisa; que sale fuera Dïana. ELISA: Voy a servirte.
Vase ELISA
DIANA: Afición nos tiene a entrambos, y es justo hacer a Aurora ese gusto, y esa lisonja a Dïón. RICARDO: Agora, que hemos quedado solos, Dïana, me di una verdad; que de ti tantas querellas me ha dado Policiano, que presumo, viéndole furioso y ciego, que ha sido muy grande el fuego que ha levantado tal humo. Dice que con engañoso labio al rey has informado de que él, Dïana, te ha dado la fe y palabra de esposo. Dime, dime qué hay en esto; que estoy loco. DIANA: Tente, hermano! Verdad dice Policiano; mas, ¿cómo olvidas tan presto que fuiste tú la ocasión? RICARDO: ¿Yo, Dïana? DIANA: Enamorado de Aurora y desesperado, ¿no me diste comisión de ejecutar cualquier medio que para alcanzar su mano fuese estorbo a Policiano, y a tu esperanza remedio? RICARDO: Es verdad. DIANA: Pues yo por eso el efeto le he impedido, como él dice. Luego has sido tú la ocasión de este exceso. RICARDO: No, Dïana; que él a mí, aunque la palabra no, el amor me confesó, y que mereció de ti favores. Luego no ha sido fingido por mi cuidado lo que al rey has informado. DIANA: ¿Digo yo que fue fingido? RICARDO: Pues, ¿qué dices? DIANA: Que al exceso de hablar al rey me atreví, por darte remedio así; que si no fuera por eso, aunque esta ofensa me ha hecho Policiano, siempre el labio reprimiera, y a mi agravio diera sepulcro en el pecho. RICARDO: ¿Que es verdad que se obligó a ser tu esposo? DIANA: Es verdad. RICARDO: Y di, de tu honestidad en fe de eso, ¿mereció alguna prenda, Dïana? DIANA: Ninguna. RICARDO: Verdad me di. DIANA: Ya la he dicho. RICARDO: (Mas ya aqui Aparte la averiguación es vana, pues haberle prometido darle la mano bastó para que le obligue yo.
Sale ELISA
ELISA: Todo está ya prevenido si quieres salir, señora.
Vase ELISA
RICARDO: Vete, hermana. DIANA: ¿No me ordenas lo que acerca de tus penas tengo de decir a Aurora? RICARDO: Ni de esto que entre los dos habemos tratado aquí le has de tratar, ni de mí, que será ofenderme. DIANA: Adiós
Vase DIANA
RICARDO: ¡Que Diana me haya puesto en lance tan apretado! Que, ¿quien duda que ha gozado algún favor deshonesto quien la palabra le dio? Claro está. Fuerza es que entienda que quien le empeñó tal prenda, mucho a deber le quedó. ¿No lo dice su mudanza? ¿Qué causa pudo tener de olvidarla, sino haber cumplido ya su esperanza? ¿Qué importa que ella lo niegue? ¿Qué importa que yo lo crea, y qué importa que no sea, si para que el mundo llegue a sentir mal de su honor, basta saber que le ha dado la palabra, y que ha trocado el suyo por otro amor? Cuando no lo hayan sabido otros, ¿no lo sabe ya el rey? ¿No presumirá lo mismo que he presumido? ¿Quién lo duda? Pues, ¿qué espero? Para la resolución consultar quiero a Dïón, que es mi amigo verdadero; y su prudencia y valor, pues fue también engañado, dará, como interesado, el consejo y el favor.
Sale DIÓN
DIÓN: Ricardo... RICARDO: Noble Dïón, en este punto partía a buscaros. DIÓN: Dicha es mía preveniros la intención. ¿Hay en qué de mí os sirváis? RICARDO: Lo que he de tratar con vos, toca, Dïón, a los dos. DIÓN: Decid, pues; ¿en que dudáis? RICARDO: Policiano, falso amante de mi hermana, ser su esposo le prometió, y engañoso... DIÓN: No paséis más adelante. Ya os entiendo, y ya sabía el caso. RICARDO: ¿De quién? DIÓN: Del rey, y sé, Ricardo, la ley de vuestra amistad y mía. A las once en punto iréis esta noche, y por la puerta del jardín mio, que abierta para el efeto hallaréis, os entrad en él; y allí sabréis un caso, Ricardo, con que dar venganza aguardo a Dïana, a vos y a mí. RICARDO: Pues, ¿no os partís a embarcar? DIÓN: De aquí a un hora. RICARDO: ¿Que decís? ¿Cómo quedáis y os partís? DIÓN: No me habéis de examinar, si es que de mí os confiáis. RICARDO: Nada reserva la fe que os tengo. Digo que iré al jardín, como mandáis. DIÓN: (Con esto ya por hablar Aparte en la corte no me queda poderoso de quien pueda mi pensamiento fïar.) RICARDO: ¿Queda alguna prevención por hacerme? DIÓN: Que el secreto importa. RICARDO: Yo os lo prometo. DIÓN: Con eso la estimación veréis que tengo de vos esta noche. RICARDO: Y vos veréis que en mí un amigo tenéis siempre firme. DIÓN: Adiós. RICARDO: Adiós.
Vanse los dos. Sale POLICIANO, de noche
POLICIANO: Esta noche ha prometido dar fin a la suspensión de mi esperanza Dïón, y sin duda no ha sabido el estorbo que a mi intento Dïana pretende hacer. ¡Oh, si llegase a tener, antes que el impedimento supiese, dichoso efeto mi pretensión! Dios de amor, si merezco tu favor, sacrificios te prometo, que tanta pompa a las claras glorias de tu nombre aumenten, que las víctimas afrenten que en Chipre adornan tus aras. Alguna hazaña previene de mucho peso Dïón, según la ponderación con que me habló. Gente viene.
Salen el REY y FILIPO, de noche, por otra parte
REY: Facilitólo Turpín de suerte, que por logrado celebro ya mi cuidado. POLICIANO: (A la puerta del jardín Aparte quiero llegar; que ya es hora. Más holocaustos que al día te daré, noche sombria, si tú a mí me das a Aurora.
Vase POLICIANO
FILIPO: No dudo, pues te promete Turpín que todas las puertas de Aurora tendrás abiertas hasta su mismo retrete, que lograrás tu esperanza. (Los cielos lo harán mejor.) Aparte REY: De tan injusto rigor justa será la venganza. Lleguemos; que ya estará Turpin aguardando. Haré la seña.
Hace una seña. Sale TURPÍN
TURPÍN: (Esta seña fue Aparte la que al Rey le di.) ¿Quién va? REY: ¿Es Turpín? TURPÍN: ¿Es el rey? REY: Sí. TURPÍN: La gente toda Morfeo baña en ondas del Leteo. Venid asidos de mí por este espacio sombrío, hasta la luz que buscáis, y al instante que veáis que con un engaño mío abren una puerta, entrad; que es la del cuarto de Aurora.
Vanse todos. Sale por otra parte el REY, FILIPO, y TURPÍN
REY: ¿Estará acostada? TURPÍN: Agora se recogieron. Parad; que ésta es la puerta.
Toca a una puerta. Asómase CAMILA
CAMILA: ¿Quién es? TURPÍN: Turpín. Camila, abre y di a Dïana que está aquí su hermano.
Vase CAMILA
REY: Ya abrió.
Éntrase el REY
FILIPO: Los pies muevo sin alma.
Éntrase FILIPO
TURPÍN: Esto es hecho. Colóse su majestad mas desde esta oscuridad veré si es la que sospecho la diligencia que el rey viene a hacer.
Salen DIÓN, RICARDO, POLICIANO, y otros caballeros
DIÓN: Ya por los pasos que sentí, y porque han abierto también la puerta del cuarto de Aurora, sin duda alguna los traidores han entrado. TURPÍN: (¡Válgame Dios! Pasos siento Aparte y en baja voz con recato hablan aquí. ¿Quién será? DIÓN: Para averiguar el caso apliquemos los oídos, porque mejor informados de su injuria y mi razón, el castigo resolvamos. AURORA: No os canséis, porque primero Dentro me dejaré hacer pedazos, que ofensa a mí honor. DIÓN: ¿Oís? TURPÍN: (¿Que es esto, Dios?) Aparte POLICIANO: ¿Qué aguardamos? Mil muertes merece quien se atreve a haceros agravio. DIÓN: De ayudarme a su castigo me distes todos las manos, sea quien fuere el agresor. POLICIANO: ¿Eso dudáis? RICARDO: (Recelando Aparte estoy que es el rey, que ciego mira de Aurora los rayos.) POLICIANO: Mejor que vengar la afrenta será prevenir el daño, y ya merecio el castigo con intentar el agravio. TURPÍN: (¿Qué escucho?) Aparte DIÓN: ¡Entremos!
Sale AURORA, con una espada; el REY, retirándose; FILIPO, DIANA, CRIADOS, con luces. Todos desenvainan
AURORA: La vida --¡vive el cielo!--he de quitaros. DIÓN: Para vengar mis afrentas no son menester tus manos.
Pónese AURORA al lado del REY
AURORA: ¡Tened, que es el rey mi tío! ¡No le matéis! REY: (¡Cielo santo! Aparte ¡Perdido soy!) DIANA: (Qué desdicha!) Aparte REY: ¿Contra el rey habéis sacado los aceros, desleales? RICARDO: No lo digáis por Ricardo,
Pónese al lado del REY
que ignorante le sacó, y morirá a vuestro lado. TURPÍN: (La diligencia que el rey Aparte quiso hacer, ha sido el diablo.) FILIPO: (Por ninguno he de mostrarme, Aparte hasta ver el fin del caso. POLICIANO: Quien a Dïón se atrevió, ¿ha de vivir? ¿Qué aguardamos? ¡Muera! DIÓN: ¡Muera! AURORA: ¡Deteneos, si estimáis mi vida en algo! DIÓN: Pues, ¿tú defiendes, Aurora, a quien intentó mi agravio? AURORA: ¡Es rey nuestro y nuestra sangre, y de mi amor obligado cometió el error que veis! POLICIANO: ¡Es tirano! DIÓN: ¡Y es ingrato, pues usa en afrenta mía del poder que yo le he dado! AURORA: Si el cetro le distes vos, vos en cuanto a ser tirano del reino, le disculpáis, pues sois en eso el culpado. Y si ingrato os ha ofendido, el castigo que al ingrato dé la ley, ejecutad. Rey le hicistes; despojadlo del cetro, pues que tenéis los grandes de vuestra mano. Pierda el beneficio quien usa de él para agraviaros; no reine quien reina mal; no pueda quien ha mostrado que con amor y poder hará mañana otro tanto; pero llegarle a quitar la vida a quien es hermano de mi madre y vuestra esposa, al que erró de enamorado, y en efeto a quien es rey, nombre que le da tan alto privilegio, que aun los ojos del que esta más agraviado le han de mirar con respeto, con decoro han de estimarlo, lo han de adorar por divino y venerar por sagrado, fuera querer vos ganar el nombre que de tirano culpáis en él; fuera haceros malquisto, fuera mostraros crüel, y fuera, en efeto, ensangrentando las manos en vuestro rey con la infamia de traidor el lustre claro, manchar de leal, que os dieron tantos blasones pasados. Si vuestro agravio intentó, no ejecutó vuestro agravio; antes deudor le quedáis, pues esta ocasión ha dado a los aumentos de fama que en la resistencia gano; y ni es razón ni equidad ni justicia condenarlo por no consumado error a castigo consumado. DIÓN: Basta, Aurora; tu piedad tanto estimo cuanto alabo tu lealtad y tu prudencia. Lleve la pena de ingrato, Dionisio; de la corona pierda los hermosos rayos, deponga el cetro real, renuncie el reino, si acaso no quiere más morir rey que tener vida privado. REY: Un medio solo escuchad. A Aurora daré la mano. FILIPO: (¡Bien lograra mis intentos!) Aparte POLICIANO: No hay medio sino quitaros o la corona o la vida. DIÓN: Si no queréis obligarnos a revocar la piedad que la vida os ha dejado, estimad lo que os ofrece. FILIPO: ¿Qué dudas en acetarlo? RICARDO: De todas las esperanzas es morir último plazo. Viviendo se alcanzan reinos, pero no vidas reinando. Guarda la tuya, señor, pues esto ordenan los hados. REY: (¡Ah, cielos! ¡Que una pasion Aparte traiga a un rey a tal estado! Paguemos, pues, el delito y a la suerte obedezcamos, satisfaciendo a Dïón con beneficio el agravio, y haciendo virtud lo que es forzoso para obligarlo.) Nobles de Sicilia, puesto que la ley al que es ingrato condena a que restituya el beneficio a las manos que liberales lo hicieron, y de ella observantes tanto guardarla en todo queréis, yo en todo también la guardo; y así a Dïón restituyo la corona que él me ha dado, y el cetro renuncio en él; y con que queráis jurarlo por rey, de fidelidad el juramento os relajo que me hicistes. POLICIANO: ¿Quién mejor merece nombre tan alto? FILIPO: ¡Reine Dïón! TODOS: ¡Dïón viva, rey del suelo siciliano! REY: Pues yo en su mano el primero
Bésale la mano, y todos
humilde pongo los labios. FILIPO: Todos hacemos lo mismo, y como a rey le juramos fidelidad y obediencia. DIÓN: Yo lo aceto, y a mis años eternidades deseo para que pueda pagaros tantos excesos de amor. RICARDO: (Yo, ¡triste! ¿Qué fin aguardo, si en defensa de Dionisio animoso movi el brazo contra Dïón? FILIPO: (Ya mis dichas Aparte han confirmado los hados. REY: Ya sois de Sicilia rey. DIÓN: Pues vos de ella desterrado salid al punto, Dionisio. REY: Señor... DIÓN: Si partís callando, mereceréis mi piedad. REY: Pues callo, obedezco y parto, ya que dan en mí los cielos escarmiento a los ingratos.
Vase el REY
DIÓN: Filipo, ¿no le seguís? FILIPO: ¿Qué aguardáis? La mano aguardo que prometido me habéis de Aurora... POLICIANO: (¡Ay, cielos!) Aparte FILIPO: ...en cambio del aviso que os di. DIÓN: En eso, Filipo, está vuestro daño; que ese aviso fue delito, pues me le distes violando de vuestro rey el secreto como alevoso vasallo. Y estribar en la palabra que entonces os di, es engaño; que entonces era Dïón, y agora rey; y es en vano pretender que cumpla el rey lo que prometió el vasallo; antes como a rey me toca, pues ya lo soy, castigaros la amistad que allí me hicistes, quebrantando el fuero santo de lealtad. Idos al punto, sin replicar, desterrado... AURORA: (¡Ay de mí!) Aparte DIÓN: ...que fuera necio, si a quien conozco por falso y aleve, siendo yo rey, tener quisiera a mi lado. FILIPO: ¡Ah, cielos! ¿Que pierdo a Aurora? Señor... DlóN: Partid. Contentaos con que os negocia la vida haber por amor errado; que olvidaré la piedad si otra vez movéis los labios. FILIPO: A padecer justa pena de haberos servido parto. Será el primer beneficio que se ha visto castigado.
Vase FILIPO
AURORA: (Muera el mal en mi silencio, Aparte pues no puede remediarlo. POLICIANO: ¡Gracias al cielo, Dïón, que llegó ya Policiano al puerto de su esperanza. DIÓN: Aguardad. Llegad, Ricardo. RICARDO: (Temiendo estoy su rigor. Aparte DIÓN: Sólo merece la mano de Aurora vuestra lealtad. RICARDO: ¿Qué decís? POLICIANO: ¡Oh, cielo santo! DIÓN: Tenga un rey por hijo a quien sabe ser tan buen vasallo. Ricardo es tu esposo, Aurora. AURORA: (Al fin es menos el daño.) Aparte Yo soy vuestra. RICARDO: Yo dichoso. POLICIANO: Y yo solo desdichado. ¿Asi me cumplís? DIÓN: Callad, y agradeced que el engaño no os castigo, de querer ser su esposo, habiendo dado a Diana la palabra. Cumplidla luego, o su agravio satisfará vuestra vida. POLICIANO: (Si a Aurora perdí, ¿que aguardo Aparte siendo fuerza obedecer?) Ésta, Dïana, es mi mano. DIANA: Bien sabéis que os la merezco. DIÓN: Turpín... TURPÍN: Señor... (Mi recado Aparte llevo yo agora.) Perdona, gran señor. DIÓN: Merced te hago del oficio que tenías en mi cámara; que tanto quien a su rey obedece, aunque fuese por mi daño, ha merecido conmigo. TURPÍN: Vivas tú hacia atrás los años, porque el tiempo te restaure lo que él mismo te ha quitado. Y a la amistad castigada demos fin con suplicaros, señores, que estos servicios no castiguéis como agravios.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 24 Jun 2002