ENTRE BOBOS ANDA EL JUEGO
Francisco de Rojas Zorrilla
Texto basado en varios textos tempranos de ENTRE BOBOS ANDA EL JUEGO. Fue preparado por Vern Williamsen para un curso dictado en
el año 1986.
Personajes que hablan:
- Don PEDRO
- CABELLERA, gracioso
- Don ANTONIO, viejo
- Don LUIS
- CARRANZA, criado
- Don LUCAS
- Doña ISABEL de Peralta
- ANDREA, criada
- Doña ALFONSA
- MESONERO
ACTO PRIMERO
[En la casa de don Antonio de Peralta, en Madrid]
Salen doña ISABEL con bohemio, y ANDREA, criada
ISABEL: Llegó el coche, es evidente.
ANDREA: Y la litera también.
ISABEL: ¡Qué perezoso es el bien,
y el mal, oh, qué diligente!
¿Que mi padre, inadvertido,
darme tal marido intente!
ANDREA: Marido tan de repente
no puede ser buen marido.
Jueves tu padre escribió
a Toledo, ¿no es así?
Pues viernes dijo que sí,
y el domingo por ti envió.
Cierta esta boda será,
según anda el novio listo;
que parece que te ha visto
en la priesa que se da.
ISABEL: A obedecer me condeno
a mi padre, amiga Andrea.
ANDREA: Puede ser que éste lo sea,
pero no hay marido bueno.
Ver cómo se hacen temer
a los enojos menores,
y aquel hacerse señores
de su perpetua mujer;
aquella templanza rara
y aquella vida tan fría,
donde no hay un "¡alma mía!"
por un ojo de la cara;
aquella vida también
sin cuidados ni desvelos,
aquel amor tan sin celos,
los celos tan sin desdén,
la seguridad prolija
Y las tibiezas tan grandes,
que pone un requiebro en Flandes
quien llama a su mujer "hija."
¡Ah! Bien haya un amador
de estos que se usan agora,
que está diciendo que adora
aunque nunca tenga amor.
Bien haya un galán, en fin,
que culto a todo vocablo,
aunque una mujer sea diablo,
dice que es un serafín.
Luego que es mejor se infiera,
haya embuste o ademán,
aunque más finja un galán
que un marido, aunque más quiera.
ISABEL: Lo contrario he de creer
de lo que arguyendo estás
y de mi atención verás
que el marido y la mujer,
que se han de tener, no ignoro,
en tálamo repetido,
respeto ella a su marido
y él a su mujer decoro;
y este callado querer
mayor voluntad se nombre;
que no ha de tratar un hombre
como a dama su mujer.
Y ansí mi opinión verás
de mi argumento evidente;
menos habla quien más siente,
más quiere quien calla más.
No esa llama solicito,
todo lenguas al arder,
porque un amor bachiller
tiene indicios de apetito;
y ansí, tu opinión sentencio
a mi enojo a mi rigor;
que antes es seña de amor
la cautela del silencio.
Dígalo el discurso sabio
si más tu opinión me apura;
que no es grande calentura
la que se permite el labio;
la oculta es la que es mayor;
su dolor, el más molesto,
y aquel amor que es honesto
es el que es perfeto amor;
no aquel amor siempre ingrato,
todo sombra, todo antojos;
que éste nació de los ojos,
y aquél se engendra del trato;
luego más se ha de estimar,
porque mi fe se asegure,
amor que es fuerza que dure
que amor que se ha de acabar.
ANDREA: Y di, ¿un marido es mejor
que en casa la vida pasa?
ISABEL: Pues, ¿qué importa que esté en casa,
como yo le tenga amor?
ANDREA: Y que es por fuera, ¿no es fiera
pensión?
ISABEL: Tampoco me enfada.
ANDREA: Naciste para casada,
como yo para soltera.
ISABEL: Pues déjame.
ANDREA: Ya te dejo;
pero este chisgarabís,
éste tu fino don Luis,
galán de tapa de espejo,
ése que habla a borbotones
de su prosa satisfecho,
que en una horma le han hecho
vocablos, talle y acciones,
¿qué es lo que de ti ha intentado?
ISABEL: Ese hombre me ha de matar;
ha dado en no me dejar
en casa, calle ni Prado
con una asistencia rara.
Si a la iglesia voy, allí
oye misa junto a mí;
si para el coche, él se para;
si voy a andar, yo no sé
cómo allí se me aparece;
si voy en silla, parece
mi gentil hombre de a pie;
y, en efeto, el tal señor,
que mi libertad apura,
visto es muy mala figura,
pero escuchado es peor.
ANDREA: ¿Habla culto?
ISABEL: Nunca entabla
lenguaje disparatado;
antes, por hablar cortado,
corta todo lo que habla;
vocablos de estrado son
con lo que a obligarme empieza;
dice "crédito," "fineza,"
"recato," "halago," "atención;"
y de esto hace mezcla tal,
que aun con amor no pudiera
digerirlo, aunque tuviera
mejor calor natural.
ANDREA: ¡Ay, señor mía, malo!
No le vuelvas a escuchar,
que este hombre te ha de matar
con los requiebros de palo.
ISABEL: Yo admitiré tu consejo,
Andrea, de aquí adelante.
ANDREA: Señora, el que es fino amante
habla castellano viejo;
el atento y el pulido
que éste pretende, creerás,
ser escuchado no más,
mas no quiere ser querido.
ISABEL: Andrea amiga, sabrás
que tengo amor, ¡ay de mí!,
a un hombre que una vez vi.
ANDREA: Dime, ¿y no le has visto más?
ISABEL: No, y a llorar me provoco
de un dolor enternecida.
ANDREA: ¿Y qué le debes?
ISABEL: La vida.
ANDREA: ¿No sabes quién es?
ISABEL: Tampoco.
ANDREA: Para que esa enigma crea,
¿cómo, te pregunto yo,
de la muerte te libró?
ISABEL: Oye, y lo sabrás, Andrea.
ANDREA: Para remediarlo, falta
saber tu mal.
ISABEL: Oye.
ANDREA: Di.
Dentro
CABELLERA: ¡Ah de casa! ¿Posa aquí
doña Isabel de Peralta?
ANDREA: Por ti preguntas; ¿quién es?
ISABEL: ¿Si vienen por mí?
ANDREA: Eso infiero.
¿Quién es?
Sale CABELLERA
CABELLERA: Éntrome primero,
que yo lo diré después.
ISABEL: ¿Qué queréis?
CABELLERA: Si hablaros puedo,
si no os habéis indignado,
¿podré daros un recado
de don Pedro de Toledo?
ISABEL: Hablad, no estéis temeroso.
CABELLERA: (¡Buen talle!) Aparte
ISABEL: Hablad.
CABELLERA: (Yo me animo). Aparte
ISABEL: ¿Quién es don Pedro?
CABELLERA: Es un primo
del que ha de ser vuestro esposo,
que viene por vos.
ISABEL: Sepamos
qué es lo que envía a decir.
Dale una carta
CABELLERA: Que es hora ya de partir
si estáis prevenida.
ISABEL: ¡Vamos!
(Si esto que miro no es sueño, Aparte
no sé lo que puede ser).
¿Cómo no me viene a ver
ese primo de mi dueño?
ANDREA: ¡Oh, marido apretador!
ISABEL: ¿Yo he de irme con tanta priesa?
CABELLERA: Señora, es orden expresa
de don Lucas, mi señor,
y para él delito fuera
no llegarle a obedecer;
manda que aun no os venta a ver
cuando entréis en la litera.
ISABEL: ¿Quién ese don Lucas es?
CABELLERA: Quien ser tu esposo previene.
ISABEL: Excelente nombre tiene
para galán de entremés.
¿Vos le servís?
CABELLERA: No quisiera,
mas sírvole.
ANDREA: ¡Buen humor!
CABELLERA: Nunca le tengo peor.
ISABEL: ¿Cómo os llamáis?
CABELLERA: Cabellera.
ISABEL: ¡Qué mal nombre!
CABELLERA: Pues yo sé
que a todo calvo aficiona.
ISABEL: ¿No me diréis qué persona
es don Lucas?
CABELLERA: Sí, diré.
ISABEL: ¿Hay mucho que decir?
CABELLERA: ¡Mucho!
Y más espacio quisiera.
ANDREA: Tiempo hay harto, Cabellera.
CABELLERA: Pues atended.
ISABEL: Ya os escucho.
CABELLERA: Don Lucas del Cigarral,
cuyo apellido moderno
no es por su casa, que es
por un cigarral que ha hecho,
es un caballero flaco,
desvaído, macilento
muy cortísimo de talle,
y larguísimo de cuerpo;
las manos, de hombre ordinarios;
los pies, un poquillo luengos,
muy bajos de empeine y anchos,
con sus Juanes y sus Pedros;
zambo un poco, calvo un poco,
dos pocos verdimoreno,
tres pocos desaliñado
y cuarenta muchos puerco;
si canta por la mañana,
como dice aquel proverbio,
no sólo espanta sus males,
pero espanta los ajenos;
si acaso duerme la siesta,
da un ronquido tan horrendo,
que duerme en su cigarral
y le escuchan en Toledo;
come como un estudiante
y bebe como un tudesco,
pregunta como un señor
y habla como un heredero;
a cada palabra que habla,
aplica dos o tres cuentos,
verdad es que son muy largos,
mas para eso no son buenos;
no hay lugar donde no diga
que ha estado, ninguno ha hecho
cosa que le cuente a él
que él no la hiciese primero;
si uno va corriendo postas
a Sevilla, dice luego;
"Yo las corrí hasta el Perú,
con estar el mar en medio;"
si hablan de espadas, él solo
es quien más entiende de esto,
y a toda espada sin marca
la aplica luego en maestro;
tiene escritas cien comedias,
y cerradas con su sello,
para, si tuviere hija,
dárselas en dote luego;
pero ya que no es galán,
mal poeta, peor ingenio,
mal músico, mentiroso,
preguntador sobre necio,
tiene una gracia, no mas,
que con ésta le podremos
perdonar esotras faltas;
que es tan mísero y estrecho,
que no dará lo que ya
me entenderán los atentos,
que come tan poco el tal
don Lucas, que yo sospecho
que ni aun esto podrá dar,
porque no tiene excrementos.
éstas, dama, son sus partes,
contadas de verbo ad verbum;
ésta es la carta que os traigo
y éste el informe que he hecho;
quererle es tan cargo de alma
como lo será de cuerpo;
partiros, no haréis muy bien;
casaros, no os lo aconsejo;
meteros monja es cordura;
apartaros de él, acierto;
hermosa sois, ya lo admiro;
discreta sois, no lo niego,
y así, estimaos como hermosa,
y pues sois discreta, os ruego
que antes que os vais a casar
miréis lo que hacéis primero.
ISABEL: ¡Buen informe!
ANDREA: Razonable.
ISABEL: Pero dime: ¿cómo siendo
su crïado habláis tan mal
de las partes de tu dueño?
ANDREA: ¡Como quien come su pan!
CABELLERA: ¿Yo le como? Ni aun le almuerzo;
sirvo por mi devoción;
que hice un voto muy estrecho
de servir a un miserable,
y estoyle agora cumpliendo.
ISABEL: Pues, ¿os pasáis sin comer?
CABELLERA: Si no fuera por don Pedro,
su primo, fuera crïado
de vigilia.
ISABEL: Y dinos esto:
don Pedro, ¿quién es?
CABELLERA: ¿Quién es?
Es el mejor caballero,
más bizarro y más galán
que alabar puede el exceso;
y a no ser pobre, pudiera
competir con los primeros;
juega la espada y la daga
poco menos que el Pacheco
Narváez, que tiene ajustada
la punta con el objeto;
si torea, es Cantillana;
es un Lope si hacer versos;
es agradable, cortés,
es entendido, es atento,
es galán sin presunción,
valiente sin querer serlo,
queriendo serlo bienquisto,
liberal tan sin estruendo
que da y no dice que ha dado,
que hay muy pocos que hagan esto.
ANDREA: ¿Es posible que tu padre
eligiese aquel sujeto
pudiéndote dar esotro?
CABELLERA: No me espanto, que en efeto,
éste no tiene un ochavo
y esotro tiene dinero.
ANDREA: Pues, ¿qué importa que lo tenga
si lo guarda?
ISABEL: Yo no quiero
sin el gusto la riqueza.
Decidme, y ese don Pedro,
¿tiene amor?
CABELLERA: Yo no lo sé,
mas trátanle casamiento
con la hermana de don Lucas,
doña Alfonsa de Toledo,
que puede ser melindrosa
entre monjas, y os prometo
que se espanta de una araña
aunque esté cerca del techo.
Vio un ratón el otro día
entrarse en un agujero,
y la dio de corazón
un mal, con tan grave aprieto,
que entre siete no pudimos
abrirle siquiera un dedo;
pero son ellos fingidos
como yo crïado vuestro.
Él viene ya a recibiros.
ISABEL: No vendrá, que ¡vive el cielo!,
que hoy ha de saber mi padre...
Sale don ANTONIO, viejo
ANTONIO: Doña Isabel, ¿qué es aquesto?
ISABEL: Es que yo no he de casarme,
mándenlo o no tus preceptos,
con don Lucas.
ANTONIO: ¿Por qué, hija?
ISABEL: Porque es miserable.
ANTONIO: Eso
no te puede a ti estar mal
siendo su mujer, supuesto
que vendrás a ser más rica
cuando él fuere más atento.
ISABEL: Es porfiado.
ANTONIO: No porfiar
con él, y te importa menos.
ISABEL: Es necio.
ANTONIO: Él te querrá bien,
y el amor hace discretos.
ISABEL: Es feo.
ANTONIO: Isabel, los hombres
no importa que sean muy feos.
ANDREA: Señor, es puerco.
ANTONIO: Limpiarle.
Sea lo que fuere, en efecto,
yo os he de casar con él.
¿Será mejor un mozuelo
que gaste el dote en tres días
y que os dé a comer requiebros?
¡Noramala para vos!
Cásoos con un caballero
que tiene seis mil ducados
de renta, ¿y hacéis pucheros?
¿Qué carta es ésa?
ISABEL: Una carta
de mi esposo.
ANTONIO: ¿Y yo no tengo
carta alguna?
CABELLERA: No, señor.
Voy a llamar a don Pedro,
porque, hasta daros la carta,
no tuve orden para hacerlo.
Guárdeos el cielo.
Vase CABELLERA
ANTONIO: Él os guarde.
ISABEL: (¡Quitadme la vida, cielos!) Aparte
ANTONIO: Veamos qué dice la carta.
ISABEL: Dice así.
ANTONIO: Ya estoy atento.
Lee
ISABEL: "Hermana: Yo tengo seis mil cuarenta y dos ducados de
renta de mayorazgo, y me hereda mi primo si no tengo
hijos; hanme dicho que vos y yo podremos tener los que
quisiéremos; veníos esta noche a tratar del uno, que tiempo
nos queda para los otros. Mi primo va por vos; poneos una
mascarilla para que no os vea, y no le habléis, que mientras
yo viviere no habéis de ser vista ni oída. En las ventas
de Torrejoncillo os espero; veníos luego, que no están los
tiempos para esperar en Ventas. Dios os guarde y os dé más
hijos que a mí."
ANDREA: ¿Hay tal bestia?
ISABEL: Dime agora
bien de aqueste majadero.
ANTONIO: Sí haré, que no es disparate
el que viene dicho a tiempo.
Don Lucas es hoy marido,
y para empezar a serlo,
ha dicho su necedad
como tal, porque, en efecto,
no es marido quien no dice
un disparate primero.
Dale una mascarilla
La mascarilla está aquí.
ANDREA: Y está en el zaguán don Pedro.
ANTONIO: Pues póntela antes que sube.
ISABEL: Si esto ha de ser, obedezco.
Pónese la mascarilla
ANDREA: Llamaron.
ISABEL: (¡Llegó mi muerte!) Aparte
ANTONIO: Abre la puerta.
ANDREA: (Esto es hecho). Aparte
Salen don PEDRO y CABELLERA
Sea usted muy bien venido.
ANTONIO: Don Pedro, guárdeos el cielo.
PEDRO: Seáis, señor don Antonio,
bien hallado.
ANTONIO: ¿Venís bueno?
PEDRO: Salud traigo, ¿y vos?
ANTONIO: Sentáis.
PEDRO: Perdonadme, que no puedo;
que me ha ordenado don Lucas
que llegue y no tome asiento,
que os pida su esposa a vos
y que se la lleve luego.
ISABEL: (¡Cielo! ¿Qué es esto que miro? Aparte
¿Éste no es el caballero
a quien le debí la vida?)
¡Andrea!
ANDREA: ¿Qué hay? ¿Qué tenemos?
ISABEL: Éste es el que te contaba
que tengo amor.
ANDREA: Yo te entiendo.
¿éste es quien te dio la vida,
como me dijiste?
ISABEL: El mesmo.
ANDREA: ¿Y éste a quien quieres?
ISABEL: También.
ANDREA: Si éste es primo de tu dueño,
¿qué has de hacer?
ISABEL: Morir, Andrea.
PEDRO: Aunque no merezca veros,
si las conjeturas ven,
divina Isabel, ya os veo;
más sois vos que vuestra fama;
mal haya el que lisonjero,
yendo a pintaros perfecta,
aún no os retrató en bosquejo.
Hermosa enigma de nieve,
que el rostro habéis encubierto
para que no os adivinen
ni los ojos ni el ingenio;
jeroglífico difícil,
pues cuando voy a entenderos,
cuanto solicito en voces,
tanto acobardo en silencios;
permitid vuestra hermosura...
mas no hagas tal, que más quiero
ver esa pintura en sombras
que haber de envidiarla en lejos;
claro cielo, sol y rayo
que está esa nube tejiendo,
venid a Toledo a ser
el más adorado objeto
que supo lograr Cupido
en los brazos de Himeneo;
la voz de don Lucas habla
en mi voz; yo soy quien, ciego,
a ser intérprete vine
de aquel amor extranjero;
y pues sois rayo, alumbrad
entre sombras y reflejos;
pues sois cielo y sol, usad
de vuestros claros efectos;
jeroglífico, explicaos;
enigma, dad a entenderos,
pues descubriéndoos seréis
con una causa, y a un tiempo,
el jeroglífico, el rayo,
el sol, la enigma y el cielo.
ANDREA: Discreto parece el primo.
ISABEL: Advertid, señor don Pedro,
que se ha ido vuestra voz
hacia vuestro sentimiento;
doña Isabel es mi nombre,
no doña Alfonsa, y no quiero
que allá le representéis
y ensayéis en mí el requiebro,
y aunque el favor me digáis
por el que ha de ser mi dueño,
no os estimo la alabanza
que me hacéis; vedme primero
y creeré vuestras lisonjas
creyendo que las merezco;
pero sin verme, alabarme,
es darme a entender con eso,
o que yo soy presumida,
tanto, que pueda creerlo,
o que don Lucas y vos
tenéis un entendimiento.
PEDRO: Pues el sol, aunque se encubra
entre nubes, no por eso
deja de mostrar sus rayos
tan claros, si no serenos;
el iris, ceja del sol,
más hermoso está y más bello
cuando entre negros celajes
es círculo de los cielos;
más sobresale una estrella
con la sombra; los luceros,
porque esté oscura la nube,
no por eso alumbran menos;
perfume el clavel del prado,
en verde cárcel cubierto,
por las quiebras del capillo
da a leer sus hojas luego.
Pues, ¿qué importa que esa nube
agora no deje veros,
si habéis de ser como el iris,
clavel, estrella y lucero?
ANTONIO: Doña Isabel, ¿qué esperamos?
A la litera.
PEDRO: Teneos,
que vos no habéís de salir
de Madrid.
ANTONIO: ¿Por qué, don Pedro?
PEDRO: Porque no quiere mi primo.
ANTONIO: Pues decidme: ¿Cómo puedo
dejar de ir a acompañar
a mi hija? Demás de eso,
que si yo no se la doy,
y lo que ordena obedezco,
¿cómo me podrá dar cuenta
de lo que yo no le entrego?
PEDRO: Todo eso está prevenido;
ves ese papel que os dejo,
con que no necesitáis
de partiros.
ANTONIO: Ya le leo.
¿Qué es esto? ¿Papel sellado?
Abre un pliego de papel sellado
ANDREA: (¿Qué será?) Aparte
CABELLERA: (Yo no lo entiendo). Aparte
Lee don ANTONIO
ANTONIO: "Recibí de don Antonio de Salazar una mujer,
para que lo sea mía, con sus tachas buenas o malas, alta
de cuerpo, pelimorena y doncella de facciones, y la
entregaré tal y tan entera, siempre que me fuere
pedida por nulidad o divorcio. En Toledo, a [7] de
septiembre de [1625] años. --Don Lucas del Cigarral,
Toledo"
ISABEL: ¿Para mí carta de pago?
ANTONIO: Don Pedro, este caballero,
¿piensa que le doy mujer
o piensa que se la vendo?
CABELLERA: Pues yo sé que va vendida
doña Isabel.
ANDREA: Yo lo creo.
ANTONIO: Yo quiero ver a don Lucas
en las ventas; vamos luego.
Ven, Isabel.
ISABEL: (¡A morir! Aparte
¡Valedme piadosos cielos!)
PEDRO: Aunque esté vuestra pintura
en borrón, tiene unos lejos
dentro, que el alma retrata,
que casi son unos mesmos.
ISABEL: (¡Quién pudiera descubrirse!) Aparte
PEDRO: (¡Quién viera su rostro!) Aparte
ISABEL: (¡Cielos, Aparte
que nave halló la tormenta
en las bonanzas del puerto!)
ANTONIO: Ea, Isabel, a la litera.
ANDREA: Ve adelante.
CABELLERA: Allá te espero.
ANTONIO: (Yo lo erré). Aparte
¡Vamos!
ISABEL: Ya voy.
ANTONIO: ¿Qué esperáis?
PEDRO: Ya os obedezco.
ISABEL: (¡Si fuese yo la que quiere!) Aparte
PEDRO: (¡Si éste es mi perdido dueño!)
Aparte
ANTONIO: Mas si don Lucas es rico,
¿qué importa que sea necio?
Vanse
[En las ventas de Torrejoncillo]
Salen don LUIS y CARRANZA, criado
CARRANZA: ¿No me dirás, don Luis, adónde vamos?
Ya en las ventas estamos
del muy noble señor Torrejoncillo,
o del otro segundo, Peralvillo,
pues aquí la hermandad mesonitante
asaetea a todo caminante.
Don Luis, habla, conmigo te aconseja.
¿No me dirás qué tienes?
LUIS: Una queja.
CARRANZA: ¿A qué efecto has salido de la corte?
En estas ventas, di, ¿qué habrá que importe
para tu sentimiento?
Di, ¿qué tienes señor?
LUIS: Desvalimiento.
CARRANZA: Deja hablar afeitado,
y dime: ¿a qué propósito has llegado
a estas ventas? Refiéreme, en efecto:
¿qué vienes a buscar?
LUIS: Busco mi objeto.
CARRANZA: ¿Qué objeto? Habladme claro, señor mío.
LUIS: Solicito mi llama a mi albedrío.
CARRANZA: ¿No acabaremos y dirás qué tienes?
LUIS: ¿Quieres que te procure mis desdenes?
CARRANZA: A oírlos en tu prosa me sentencio.
LUIS: Y en fin, han de salir de mi silencio.
CARRANZA: Dilos, señor.
LUIS: Pues a mi voz te pido
que hagas un agasajo con tu oído.
Carranza amigo, yo me hallé inclinado,
costóme una deidad casi un cuidado;
mentalmente la dije mi deseo;
aspiraba a los lazos de Himeneo,
y ella, viendo mi amor enternecido,
se dejó tratar mal del dios Cupido.
Su padre, que colige mi deseo,
en Toledo la llama a nuevo empleo,
y hoy sale de la corte
para lograr, indigno, otro consorte;
por aquí ha de venir, y aquí la espero;
convalecer a mi esperanza quiero,
dando al labio mis ímpetus veloces,
a ver qué hacen sus ojos con mis voces,
Isabel es el dueño,
verdad del alma y alma de este empeño,
la que con tanto olvido
a un amante ferió por un marido.
Suspiraré, Carranza, ¡vive el cielo!,
aunque me cueste todo un desconsuelo;
intimaréla todo mi cuidado,
aunque muera de haberle declarado;
culparé aquel desdén que el pecho indicia,
aunque destemple airada la caricia;
mas si los brazos del consorte enlaza,
indignaréme con el amenaza;
mis ansias, irritado, airado y fiero,
trasladaré a las iras del acero,
que es descrédito hallarme yo corrido,
quedándose mi amor tan desvalido.
Ésta es la causa porque de esta suerte
yo mismo vengo a agasajar mi muerte;
de suerte que, corrido, amante y necio,
vengo a entrar por las puertas del desprecio;
con vuelo que la luz penetrar osa,
galanteo mi muerte, mariposa;
porque en este desdén, que amante extraño,
me suelte mi albedrío el desengaño,
y en este sentimiento,
mi elección deje libre mi tormento,
y para que Isabel desconocida,
logre mi muerte, pues logró su vida.
CARRANZA: Oí tu relación, y maravilla
que con cuatro vocablos de cartilla,
todos impertinentes,
me digas tantas cosas diferentes.
LUIS: Gente cursa el camino. ¿Si ha llegado?
CARRANZA: ¿Qué es cursa? ¿Este camino está purgado?
Voces dentro
1º: ¡Ah de la venta!
2º: ¡Ala!
1º: ¡Ah, seor ventero!
¿Hay qué comer?
2º: No faltará carnero.
1º: ¿Es casado usted?
2º: Más ha de treinta.
1º: Según eso, ¿carnero hay en la venta?
3º: Huésped, así su nombre se celebre,
véndame un gato que parezca liebre.
2º: ¡Ala!
1º: ¿Qué hay?
2º: Mentecato,
compra al huésped, que es liebre y tira a gato.
CARRANZA: Una dama y un hombre miro.
LUIS: Quedo,
espérate, que vienen de Toledo.
CARRANZA: Nada, pues, te alborote.
1º: ¿Dónde van Dulcinea y don Quijote?
2º: ¿Dónde han de ir? Al Toboso, por la cuenta.
LUCAS: ¡Voy al infierno!
1º: Eso es la venta.
LUIS: ¡Raro sujeto es éste que ha llegado!
CARRANZA: Aquéste es un don Lucas, un menguado,
de Toledo.
1º: ¡Ah, seor huésped! Si le agrada,
écheme ese fiambre en ensalada.
2º: Si va a Madrid la ninfa a estar de asiento,
en la Calle del Lobo hay aposento.
3º: Pues a fe que es mujer de gran trabajo.
LUCAS: ¡Pues voto a Jesucristo, si me bajo,
que han de entrar en la venta por la posta!
2º: ¡Gua, gua!
1º: ¡Que la ha tenido don Langosta!
LUCAS: ¡Mentís, canalla!
CARRANZA: Agora ha echado el resto.
LUCAS: Apeaos, doña Alfonsa; acabad presto,
porque quiero reñir.
ALFONSA: Detente, espera;
que me dará un desmayo que me muera.
1º: Doña Melindre, déjele.
LUCAS: ¿Qué espero?
Matarélos, a fe de caballero.
ALFONSA: Detente, hermano.
LUCAS: Vínome la gana.
Salen don LUCAS y doña ALFONSA
Téngame cuenta usted con esta hermana.
LUIS: ¿No ve usted que es vaya?
CARRANZA: Uced se tenga.
LUCAS: ¡Conmigo no ha de haber vaya ni venga!
¡Gentecilla!
2º: ¡Gua, gua!
LUIS: Tened templanza.
1º: ¡Envaine vuesarced, señor Carranza!
LUCAS: ¿A mí, Carranza, villanchón malvado?
CARRANZA: Yo soy Carranza, y soy muy hombre honrado;
Empuña la espada CARRANZA
que yo también me atufo y me abochorno.
LUCAS: ¡Mientes tú y cinco leguas en contorno!
CARRANZA: ¡Sáquela!
LUIS: Téngase, que ya me enfada.
LUCAS: Déjeme darle sólo esta estocada.
LUIS: Tened.
LUCAS: Yo he de tirarle este altibajo.
LUIS: No me desperdiciéis este agasajo.
LUCAS: No os entiendo.
ALFONSA: ¡Señor, mira...!
LUIS: Repara
que es mi sirviente.
LUCAS: ¡Fuera!
Dentro
PEDRO: ¡Para!
TODOS: ¡Para!
LUIS: Una litera entró y podéis templaros.
LUCAS: Aunque entre un coche, tengo de mataros.
Salen don PEDRO, don ANTONIO, CABELLERA, ANDREA y doña ISABEL
con mascarilla
PEDRO: ¿Qué es esto?
ALFONSA: Tente, hermano;
detente.
LUCAS: No me vayan a la mano.
ANTONIO: ¿Con quién riñe?
LUIS: Con éste, mi crïado.
ANTONIO: ¡Con un pobre crïado así indignado!
Don Lucas, débaos yo aquesta templanza.
LUCAS: Yo pensé que reñía con Carranza.
LUIS: Envainad, pues os logro tan templado.
LUCAS: Primero ha de envainar vuestro crïado.
CARRANZA: La espada desempuño
y obedezco.
Envainen
LUCAS: Envaino la de Ortuño.
ISABEL: Andrea, ¡qué mal hombre!
ANDREA: ¡Qué hosco y negro!
LUCAS: Por mi cuenta, señor, vos sois mi suegro.
ANTONIO: Vuestro padre seré.
PEDRO: (¡Muero abrasado!) Aparte
ALFONSA: (¡Don Pedro! ¿Qué ser que no me ha hablado? Aparte
Mas también puede ser que no me vea).
ISABEL: Doña Alfonsa es aquélla, amiga Andrea.
LUIS: Ésta es doña Isabel.
CARRANZA: Callar intenta.
ANDREA: ¡Don Luisillo también en la venta!
LUIS: No puedo resistirme.
ISABEL: ¡Que hasta aquí haya venido a perseguirme!
LUCAS: ¿Y hala visto mi primo?
ANTONIO: Ni la ha hablado.
LUCAS: ¿Vino siempre cubierta?
ANTONIO: Así ha llegado.
LUCAS: Y en fin, ¿me quiere bien?
ANTONIO: Por vos se muere.
LUCAS: ¿Y la puedo decir lo que quisiere?
ANTONIO: Sí, podéis.
LUCAS: ¿Puedo?
PEDRO: Sí; obligarla intenta.
LUCAS: Pues, así os guarde Dios, que tengáis cuenta.
Un amor que apenas osa
a hablaros, dice fïel,
que, una de dos, Isabel:
o sois vea o sois hermosa.
Si sois hermosa, se acierta
en cubrir cara tan rara,
que no ha de andar vuestra cara
con la cara descubierta.
Si fea, el taparos sea
diligencia bien lograda,
puesto que, estando tapara,
nadie sabrá si sois fea.
Que todos se han de holgar, digo,
con vos si hoy hermosa os ven;
mas si os ven fea, también
todos se holgarán conmigo.
Pues estaos así, por Dios,
aunque os parezca importuno;
que no se ha de holgar ninguno
ni conmigo ni con vos.
ISABEL: ¿Qué hombre es éste, Andrea?
ANDREA: El peor
que he visto, señora mía.
ANTONIO: ¡Qué necedad!
LUIS: ¡Grosería!
LUCAS: ¿No me habláis?
ISABEL: Digo, señor,
que debo agradecimiento
a ansias y pasiones tales
pues en vos admiro iguales
el talle y entendimiento.
La fama que vos tenéis,
por ser quien sois, os aclama;
pero no dijo la fama
tanto como merecéis.
Y así, la muerte resisto
tarde, pues quiero decir
que, en viéndoos, pensé morir,
y ya muero habiéndoos visto.
LUCAS: ¡Lindo ingenio!
ANTONIO: Así lo crea
vuestra pasión prevenida.
LUCAS: ¿Qué decís?
PEDRO: Que es entendida,
y debe de ser muy fea.
ALFONSA: Haz que el rostro se descubra,
hermano, si verla intentas.
LUCAS: Dejádmela brujulear,
que pinta bien.
ALFONSA: ¡A qué esperas?
LUCAS: Isabel, hacedme gusto
de descubriros, y sea
la máscara el primer velo
que cortáis a la modestia;
que están aquí debatiendo
si sois fea o no sois fea,
y si acaso sois hermosa,
no es justicia que yo tenga
mancilla en el corazón,
porque no tengáis vergüenza.
ISABEL: Lo que son en vos preceptos,
han de ser en mí obediencia.
Yo me descubro.
Quítase la mascarilla ISABEL
LUCAS: ¡Llenóme!
Don Antonio, a fe, de veras
que hacéis excelentes caras.
ANTONIO: Era su madre muy bella.
PEDRO: (¡Vive Dios!, que es Isabel Aparte
a quien en la rubia arena
de Manzanares un día
libré de la muerte fiera).
LUCAS: ¿Qué os parece la fachada,
primo mío? Hablad.
PEDRO: Que es buena.
ISABEL: (Ya me conoció don Pedro, Aparte
porque son los ojos lenguas).
PEDRO: Y a ti, ¿qué te ha parecido,
doña Alfonsa?
ALFONSA: Que es muy fea.
PEDRO: (Eres mujer, y no quieres Aparte
que alaben otra belleza).
LUCAS: Pensando estoy qué deciros
después que os vi descubierta,
que no sé lo que me diga.
¡Pedro!
PEDRO: ¿Señor?
LUCAS: Oyes, llega
y di por la boca verbos,
o lo que a ti te parezca.
Háblala del mismo modo
como si yo mismo fuera.
Dila aquello que tú sabes
de luceros y de estrellas,
tierno como el mismo yo,
hasta dejarla muy tierna,
que, cubierto, yo me atrevo
a hablar como una manteca,
pero en mi vida he sabido
hablar tierno a descubiertas.
PEDRO: ¿Yo he de llegar?
LUCAS: Sí, primillo,
con mi propio poder llegas.
PEDRO: ¿Con qué alma la he de decir
los requiebros y ternezas,
si es fuerza que haya de hablar
con la tuya?
LUCAS: Con la vuestra.
Señora, allá va un Perico.
No hay sino teneos en buenas,
y advertid que los requiebros
que os dijere, los requiebra
con mi poder; respondedle
como si a mi propio fuera.
Empezad.
PEDRO: Ya te obedezco.
ISABEL: (¡Déme mi dolor paciencia!) Aparte
ANDREA: (¡Lindo empleo hizo Isabel!) Aparte
PEDRO: Amor alas tiene, vuela,
surgió la nave en el puerto,
halló el piloto la estrella,
dio el arroyo con la rosa,
salió el arco en la tormenta,
gozó el arado la lluvia,
hallaron al sol las nieblas,
rompió el capillo la flor,
encontró el olmo la hiedra,
tórtola halló su consorte,
el nido el ave ligera,
que esto y haberos hallado,
todo es una cosa mesma.
Bien haya ese velo o nube,
que piadosamente densa,
porque no ofendiese al sol,
detuvo a la luz perpleja.
Yo he visto nacer el día
con clara luz y serena
para castigar el prado,
o ya en sombras o ya en nieblas;
yo he visto influír al sol
serenidades diversas
para engañar al mar cano
con una y otra tormenta;
pero engañarme con sombras
y herir con luz, es destreza
que ha inventado la hermosura
que es de las almas maestra;
vos sois más que aquello, más
que cupo en toda mi idea,
y aún más que aquello que miro,
si hay más en vos que más sea;
que tan iguales se añudan
en vos ingenio y belleza,
vuestro donaire tan uno
se ha unido con la modestia,
que si rendirme no más
que a la hermosura quisiera,
el ingenio me ha de hacer
que del ingenio me venza;
si del donaire el recato,
es quien igual me sujeta,
porque, como estas virtudes
están unidas, es fuerza
que o no os quiera por ninguna,
o que por todas os quiera.
LUCAS: Aprieta la mano, Pedro,
que eso es poco.
PEDRO: Hermosa hiena,
que halagaste con voz blanda
para herir con muerte fiera,
¿cómo, decidme, de ingrata,
soberbiamente se precia,
quien me ha pagado una vida
con una muerte sangrienta?
Desde el instante que os vi
se rindieron mis potencias
de suerte...
ISABEL: Mirad, señor,
que es grosería muy necia
que me vendáis un desprecio
a la luz de una fineza.
No entra amor tan de repente
por la vista; amor se engendra
del trato, y no he de creer
que amor que entra con violencia
deje de ser como el rayo:
luz luego, y después pavesa.
PEDRO: No engendra el amor el trato,
Isabel, que si eso fuera,
fuera querida también,
siendo discreta, una fea.
ISABEL: El trato engendra el amor,
y para que la experiencia
lo enseñe, si no hay agrado,
es cierto que no hay belleza;
el agrado es hermosura;
para el agrado es de esencia
que haya trato, luego el trato
es el que el amor engendra.
PEDRO: Con trato amor, yo confieso
que es perfecto; mas se entienda
que amor puede haber sin trato.
ISABEL: Pero, en fin, amor se acendra
en el trato.
PEDRO: Decís bien.
ISABEL: Pues si es ansí, luego es fuerza
que os quede más que quererme,
si más que tratarme os queda.
LUCAS: (No me agradan estos tratos). Aparte
PEDRO: Concedo esa consecuencia,
mas ya os trata amor, si os oye,
ya os quiere amor.
LUCAS: (Mucho aprieta). Aparte
ISABEL: ¿Y me queréis?
PEDRO: Os adoro;
sólo falta que yo vea
vuestra amor.
ISABEL: Dirále el tiempo.
PEDRO: No le deis al tiempo treguas,
teniendo vos vuestro amor.
ISABEL: Pues como a mi esposo es fuerza
quereros.
PEDRO: Seré dichoso.
ISABEL: Esta mano, que lo es vuestra,
lo dirá.
LUCAS: No es sino mía,
Tómala la mano don LUCAS
Y es muy grande desvergüenza
que os toméis la mano vos
sin dármela a mí la Iglesia.
Primillo, fondo en cuñado,
idos un poco a la lengua.
PEDRO: ¡Si yo hablaba aquí por vos!
LUCAS: Sois un hablador, y ella
es también otra habladora.
ISABEL: ¡Si vos me disteis licencia!
LUCAS: Sí, pero sois licenciosa.
PEDRO: Como tú dijiste que era
poco lo que la decía...
LUCAS: Poco era, ¿quién lo niega?
Mas ni tanto ni tan poco.
ALFONSA: (¡Que ella le hablase tan tierna Aparte
y que él la adore tan fino!)
LUCAS: ¡Doña Alfonsa!
ALFONSA: ¿Qué me ordenas?
LUCAS: Llevaos con vos esta mano.
Dale la mano de doña ISABEL
ALFONSA: Sí haré, y pido que me tengas
por tu amiga y servidora.
(...y tu enemiga). Aparte
LUCAS: En Illescas
me he de casar esta noche.
ALFONSA: Hasta ir a Toledo espera,
para que don Pedro y yo
nos casemos, y allí sean
tu boda y la mía juntas.
ISABEL: (Antes quiera Amor que muera). Aparte
LUCAS: Señora mía, no estoy
para esperaros seis leguas.
LUIS: (Muerto estoy). Aparte
A acompañaros
iré, con vuestra licencia,
y celebrar vuestra boda.
Yo soy don Luis de Contreras,
vuestro servidor antiguo.
LUCAS: No os conozco en mi conciencia.
LUIS: Y amigo de vuestro padre.
LUCAS: Sed su amigo norabuena,
pero no habéis de ir conmigo.
CABELLERA:Llega el coche.
ANDREA: La litera.
LUIS: Yo he de ir con vos.
LUCAS: ¡Voto a Dios
que me quede en esta venta!
LUIS: Ya me quedo.
LUCAS: ¡Gran favor!
ISABEL: (Muerta voy). Aparte
CABELLERA: (¡Linda bestia!) Aparte
ALFONSA: (Muriendo de celos parto). Aparte
PEDRO: (¡Que esto mi dolor consienta!) Aparte
ANTONIO: (¡Que esto mi prudencia sufra!) Aparte
ISABEL: (¡Que esto influyese mi estrella!) Aparte
LUCAS: Alfonsa, ¿guardas las manos?
ALFONSA: Sí, señor.
LUCAS: Pues tened cuenta:
¡Entre bobos anda el juego!
Pedro, entrad.
PEDRO: ¡Cielos, paciencia!
LUCAS: Guárdeos Dios, señor don Luis.
Vanse. Queda don LUIS
LUIS: Allá he de ir aunque no quiera.
FIN DEL PRIMER ACTO
Entre bobos anda el juego, Jornada II
Texto electrónico por Vern G. Williamsen
y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
Actualización más reciente: 26 Jun 2002