EL CURIOSO IMPERTINENTE

Guillén de Castro y Bellvís

Texto basado en varios impresos tempranos y modernos de EL CURIOSO IMPERTINENTE pero principalmente en la Primera parte de las comedias de don Guillem de Castro, natural de la ciudad de Valencia publicada en Valencia por Felipe Mey, en 1618. El texto presentado fue preparado por Vern Williamsen en esta forma electrónica en el año 1995.


Personas que hablan en ella:

ACTO PRIMERO


Salen los MÚSICOS y cantan este romance
MÚSICOS: "Amor que me quita el sueño para rendirme sin él, aunque me le pintan niño gigante debe de ser."
Abren la ventana y aparecen el DUQUE y la DUQUESA de Florencia, CAMILA, dama, y un CAMARERO del DUQUE y salen por una puerta LOTARIO y TORCATO, que son los que dan la música, y por otra puerta algunos que salen a oírla, y prosiguen los MÚSICOS cantando
"Los minutos de las horas he contado desde ayer, y con todo, a las estrellas les pregunto qué hora es. ¡Qué bueno va el pensamiento en castigo de que fue a tus ojos atrevido y a mis entrañas crüel! Turbado sube a tu cielo, y temeroso también, que el no acertar a subir es comenzar a caer. Favor, señora, piedad, pues en los aires lo ves, y un cabello de los tuyos su escalera puede ser. Abre esas puertas divinas, que bien puede merecer quien gradas de cielo pide que en grados de gracia esté."
Dicen los que oyen la MÚSICA
UNOS: ¡Oh, qué bien! DUQUE: Bien han cantado. DUQUESA: Gusto me ha dado infinito. LOTARIO: ¿Qué decís del romancito? TORCATO: ¿Es vuestro? LOTARIO: ¿Qué enamorado no es poeta? (¡Ay, bellos soles!) Aparte TORCATO: ¡Qué propio estilo de amantes! DUQUE: ¿Y quién son? CAMARERO: Representantes españoles. DUQUE: ¡Y españoles! DUQUESA: Y como en Italia están dan gusto. CAMARERO: A todos le han dado. En Roma han representado, en Nápoles y en Milán, y asombra su gentileza, pero no es mucho que asombre con las comedias de un hombre monstruo de naturaleza. DUQUE: ¿Es Lope? CAMARERO: En él has caído sin habértele nombrado. DUQUE: Por el nombre que le has dado es de todos conocido. CAMARERO: Que parezcan en España bien, las comedias de allá, no es mucho, pero que acá asombren, es cosa extraña. No sé cómo a oírlas vienen, con tal concurso y silencio, adonde Plauto y Terencio tan grandes amigos tienen. DUQUE: ¿Dirás que son imperfetas porque al arte contradicen? CAMARERO: Sí, señor. DUQUE: Por eso dicen que son locos los poetas. Ven acá. Si examinadas las comedias, con razón en las repúblicas son admitidas y estimadas, y es su fin el procurar que las oiga un pueblo entero, dando al sabio y al grosero qué reír y qué gustar, ¿parécete discreción el buscar y el prevenir más arte que conseguir el fin para que ellas son? ¡Bueno es que Plauto difunto nos dé ley en su Alcorán! Sin duda en España están estas cosas en su punto. Sin duda allí se acrisola, sin melindres de poesía, la gala, la argentería, de la agudeza española. Representa un español un galán enamorado, y parece en el tablado como en el oriente el sol. Hace un rey con tal efeto que me parece al de España, de suerte que a mí me engaña y obliga a tener respeto. Pues sale como el aurora la que hace reina o princesa, y--¡por Dios!--que la duquesa no parece tan señora. Los españoles merecen por sus comedias, por ellos, tanto oírlas como vellos, pues con todo gusto ofrecen. Lo que importa es prevenirlas, los que vinieren a verlas, ingenio para entenderlas y prudencia para oírlas. Porque merezcan también silencio, yo al menos siento que es de mal entendimiento quien no las escucha bien. CAMARERO: Pues los bailes y las danzas que hacen tañendo y cantando, ya bailando, ya danzando con variedad de mudanzas, es extremo. DUQUE: Pues la luna nos da su luz para vellos, diles que bailen. CAMARERO: Con ellos hablaré. LOTARIO: De mi fortuna he fïado. TORCATO: Bien has hecho. Ella te hará su marido. CAMILA: (A Lotario he conocido. Aparte ¿Qué mucho, si está en mi pecho?) CAMARERO: ¡Ce! ¿Oyen? Manda su alteza que se baile. LOTARIO: ¿El duque? Luego él lo manda y yo lo ruego.
Un BAILARÍN que saltó con los músicos dice
BAILARÍN: Alto, pues. Con la presteza disculparé el no saber bailar como yo quisiera. MÚSICO 1: ¿Traes castañetas? BAILARÍN: Espera ¿Pues no las he de traer? Pero ¿solo, he de bailar? MÚSICO: La guitarra dejar puedo. Bailemos. LOTARIO: Con deuda quedo que no la podré pagar.
Cantan los MÚSICOS y bailan entre tanto el BAILARÍN y un otro
MÚSICOS: "Huyen las tinieblas del alba gentil, porque salga riendo de verlas huir. La cobarde noche, que no ve lucir su luna y estrellas y tus ojos sí, como, de turbada, no puede advertir que está en su principio, recela su fin. Huyen las tinieblas del alba y de ti, porque salga riendo de verlas lucir. De tu cielo hermoso es alba, al salir, su rostro divino de nieve y carmín, y cuando por señas puedo presumir que amanece sólo para verme a mí, huyen mis desdichas que en tinieblas vi, porque salga riendo de verlas huir."
Acaban de cantar
DUQUE: Gran donaire, mucha gala. UNO: ¿Qué os parece? OTRO: A maravilla. LOTARIO: Buena ha sido la letrilla. MÚSICOS: Perdonad si ha sido mala. DUQUE: ¿Qué te parece, Camila? CAMILA: Muy bien. DUQUESA: Con mucha razón. CAMILA: (Y tanto que el corazón Aparte tiernas lágrimas destila. Efetos del tierno amor con que a mi Lotario adoro. De alegre y contenta lloro.) MÚSICOS: ¿Mandáisnos algo, señor? LOTARIO: Al fin la música ha sido, como la causa, extremada. Yo seré, en vuestra posada, a mostrarme agradecido. MÚSICOS: Haréisnos de muchos modos mercedes. LOTARIO: Irán con vos mis criados. MÚSICOS: Guárdeos Dios. UNO: Ya se van. OTRO: Vámonos todos. DUQUE: Es hora ya, vamos, pues. CAMILA: (Mi Lotario, Dios te guarde.) Aparte DUQUESA: Imagino que ya es tarde. CAMILA: Para cenar ya lo es.
Vanse los MÚSICOS y los que la oían, y éntranse de la ventana el DUQUE, la DUQUESA y el CAMARERO. CAMILA, cerrándola, dice estos tres versos
CAMILA: (Con qué amoroso cuidado Aparte he quedado, aunque tu amor disimulo. ¡Ay, santo honor!)
Vase CAMILA
LOTARIO: Ya la ventana han cerrado. Ya de mi gusto las puertas se cierran. Ya mi pasión las alas del corazón solamente deja abiertas. Fuése mi luz soberana, agora sí es noche oscura; no hay piedra de sepultura más crüel que una ventana para un hombre que se halla muerto de amor al sufrirla. TORCATO: Lo que de gloria al abrirla, dará de pena al cerralla. LOTARIO: Amigo, mi sol se ha puesto, loco estoy, ciego y confuso. TORCATO: Pues este sol que se puso se pondrá en tus brazos presto, ¿qué te afliges? LOTARIO: Si pensara que eso tan presto no fuera, si en tus brazos no muriera con mis manos me matara. TORCATO: Bueno está, pasito, ten, ¡sobrado a Camila quieres! LOTARIO: Es honra de las mujeres, y afrenta suya también. El buen trato y el buen celo de su honor, a quien consagro toda el alma, es un milagro que esparce glorias del cielo. En tres años que la adora mi pecho, puede saber que es ángel en que es mujer que, desdeñando, enamora. TORCATO: Pues ¿tan poco andado tienes en sus amores? LOTARIO:: ¡Oh amigo! Has de saber que conmigo son fingidos sus desdenes, y esto me obliga a perderme por ella que, en su desdén, muestra que me quiere bien, y disimula el quererme. Y como todo es recato de su honor, echo de ver que es buena para mujer una mujer de este trato. TORCATO: Si no quererte ha fingido, ¿en qué has mirado mejor que te quiere? LOTARIO: Es fuego amor, y jamás está escondido. Y cuando, entre sus despojos, el ver sus ojos me toca, el recato de su boca veo perderse en sus ojos. Sé también que ha procurado, con disimulo, con tiento, conclusión al casamiento, con su padre concertado. TORCATO: ¿Y en qué está? LOTARIO:: Todo está llano, yo soy el que lo entretengo, por la obligación que tengo de esperarle por la mano de Anselmo, mi grande amigo, a quien de Génova espero, cuyo gusto seguir quiero, que es mi norte en cuanto sigo. TORCATO: No es cordura el dilatar cosa que se estima tanto. ¿Y no temes que, entretanto, se puede el viento mudar? Y si pareciese Anselmo a tratar cosa tan grave, como dicen que en la nave suele aparecer Santelmo, ¿qué harás? Perder ocasión no parece cosa cuerda. LOTARIO: No dejaré, aunque la pierda, de cumplir mi obligación. TORCATO: ¿Luego estimas su amistad más que el amor de Camila? LOTARIO: Sí, por cierto, y la aniquila quien dudare esta verdad. TORCATO: Desde agora la sublimo donde las estrellas ves. LOTARIO: Quiero decirte cuál es, porque veas si la estimo. Los padres de Anselmo y mío, en compañía, trataban sus grandiosas mercancías, innumerables y varias, no embargante que los dos son de lo mejor de Italia, donde, por costumbre antigua, los más principales tratan. Yo, al nacer, quedé sin madre, murió mi padre en España, adonde, en su testamento, para mi tutor señala al padre de Anselmo, y él, con ternísimas entrañas, recibiéndome en sus brazos, de mi educación se encarga, y fuimos Anselmo y yo, con una igualdad extraña, nacidos en una cuna, crïados en una cama, sola una ama nos dio leche, que no quisimos tomarla él ni yo, prodigio grande, de los pechos de otras amas. Fuimos los dos a una escuela, tuvimos los dos una alma, aprendimos unas letras, seguimos una esperanza. Fueron, con la edad, creciendo, a medida de las causas, efetos innumerables de correspondencia extraña. Para los dos son comunes las haciendas y las casas, con ser la de Anselmo agora de las más ricas de Italia. Entre él y mí no hay secreto, y ninguno de importancia se ha visto de nuestras bocas en las lenguas de la fama. No hay engaño entre nosotros, porque entre nosotros anda, de ver la verdad desnuda, la mentira avergonzada. Nunca nos dimos disgusto por obra ni por palabras, ni aun por señas. Y encontrados en los gustos veces varias, jamás por mujer reñimos, prueba de ser extremada amistad que una mujer a deshacerla no basta. Mil veces puso la vida en peligro por mi causa, y yo por guardar la suya me he visto muerto otras tantas. En fin, es nuestra amistad tan grande, que en toda Italia los conformes, los amigos por excelencia nos llaman. Mira, pues, si estando Anselmo en Génova, porque falta tres años ha de Florencia, y vendrá de hoy a mañana, si es razón que yo le espere, y con su gusto se haga el mío dos veces grande, si él le concluye y le trata. TORCATO: Dices muy bien. (¡Ay de mí! Aparte Si Anselmo viene, sin falta he de perder este amigo, que en mis pobrezas me ampara. Yo haré poco, o he de ver esta amistad acabada, teniendo el primer lugar en su pecho y en su casa.) LOTARIO: Torcato, vamos. Adiós paredes, rejas, ventanas, cerradas para mis ojos y abiertas para mi alma. A mi Camila la envío, que el menor resquicio basta para meterse en los pechos las almas enamoradas. ¿Si duerme mi bien agora? TORCATO: Y no menos que en la cama, sobre mullidos colchones y entre sábanas de holanda. LOTARIO: ¡Quién le hiciera compañía! TORCATO: Cuando fuera entre dos tablas, fuera bueno. LOTARIO:: Tú te burlas y a mí el pecho se me abrasa.
Vanse. Salen el DUQUE y la DUQUESA, y el CAMARERO con algunos criados, con sus toallas, como que acaban de darles de cenar
CAMARERO: ¡Sillas, hola! DUQUESA: El trasnochar moderado no condeno, aunque digan que el cenar tarde es malo. DUQUE: Aquello es bueno que se suele acostumbrar. La costumbre es poderosa cuando a la larga la emplea cuerpo o alma, en cualquier cosa, y tanto que hasta una fea hace parecer hermosa. DUQUESA: ¿Qué es de Camila? CAMARERO: Ya viene.
Sale CAMILA
DUQUESA: Salíos fuera. DUQUE: (¿Qué ha de ser Aparte lo que mi mujer previene, con llamar esta mujer que tan sin alma me tiene?) DUQUESA: ¿Camila? CAMILA: Señora mía. DUQUE: Aquí, aquí puedes sentarte. DUQUESA: Levanta. DUQUE: (¡Ay, luz de mi día!) Aparte DUQUESA: Tu padre quiere casarte... DUQUE: (¡Ay, muerte de mi alegría!) Aparte DUQUESA: ...y de ti quiere saber si te ofende o si te agrada en esto. CAMILA: Siendo mujer, hija suya, y tu crïada, ¿qué tengo de responder, o qué voluntad tendré, sin la vuestra? DUQUESA: Dices bien. DUQUE: (Muero de pena. ¿Qué haré?) Aparte DUQUESA: ¿No me preguntas con quién? CAMILA: Yo, señora, ¿para qué? Si es que manda vuestra alteza, y mi padre, para mí eso basta. DUQUE: (¡Qué extrañeza!) Aparte DUQUESA: Pueden competir en ti el valor y la belleza. CAMILA: (Ya sé que Lotario es, Aparte a quien con el alma adoro.) DUQUESA: Vence en quilates al oro tu virtud. CAMILA: Beso tus pies. DUQUESA: Yo la estimo. DUQUE: (Y yo la lloro.) Aparte DUQUESA: Y el duque, en esta ocasión, ha de hacer, por amor mío, lucida su estimación. CAMILA: No menos que eso confio de su alteza. DUQUE: Y con razón. (¡Ay de mí! ¿Qué haré?) Aparte Yo quiero hacer que conozca el mundo que es tu prima, pues me fundo, ya que no he sido el primero, en ver si seré el segundo. Daréla cien mil ducados y este diamante, en señal de que serán bien pagados. CAMILA: En tu pecho liberal están bien asegurados. Dame los pies. DUQUESA: Dame a mí la mano. DUQUE: Bueno es que ignores que he de besártela a ti. De tus joyas, las mejores puedes darle. DUQUESA: Harélo así. DUQUE: Toma agora esta cadena con esta cruz de diamantes. CAMILA: (Para aprisionarme es buena. Aparte Con dádivas semejantes pide remedio a su pena, pero no le ha de tener porque pesa más mi honor.) DUQUESA: ¡Qué buena para mujer es Camila! ¡Con qué honor, con qué gusto lo ha de ser! DUQUE: ¡Con qué contento marido logrará su pensamiento! CAMILA: Para estarme agradecido, cuando no esté muy contento, sé que estará muy servido, porque es mi valor, en quien fío, después de los cielos. DUQUESA: Eso creo yo, y también que el no apretarle con celos consiste en servirle bien. DUQUE: Bien consejos sabéis dar, pero vos, duquesa amada, mal los supistes tomar. DUQUESA: De mis celos engañada aprendo a desengañar. Tú, que mi escarmiento ves, si quieres vivir en paz ni los pidas ni los des, que es apetito de agraz que obliga a llorar después.
Finge dormirse la DUQUESA
DUQUE: Buena lición te ha leído la duquesa. CAMILA: Y de los cielos en su boca ha parecido. DUQUE: Mas ¿cómo, hablando de celos, tan sin ellos se ha dormido? CAMILA: Sueño ha sido bien extraño. DUQUE: ¿Dormís vos, duquesa mía? Ella duerme, o yo me engaño. DUQUESA: (De mis sospechas querría Aparte dar alcance al desengaño.) DUQUE: Pues ella cierra los ojos, ábrelos tú, para ser menos fiera a mis enojos. CAMILA: Señor. DUQUESA: (Ciega quiero ver Aparte lo ciego de tus antojos.) CAMILA: ¿Qué nueva ocasión he dado? ¿No está siempre mi decoro contrapuesto a tu cuidado? DUQUE: Mi bien, gasta mi tesoro, señora, emplea mi estado, si con hacerlo remedio la vida, que he de acabar si a ser tuyo no me animo. CAMILA: ¿Con oro quieres comprar lo que con el alma estimo? ¿Tan poco estimas mi honor? Por ello te aborreciera, cuando te tuviera amor. DUQUE: Quedo. Mi duquesa fuera quien lo tratara. DUQUESA: (¡Ah, traidor!) Aparte CAMILA: Si es que apoyas tus cuidados en que por dote me diste tus joyas y tus ducados, diversamente entendiste mis pensamientos. DUQUESA: (¡Qué honrados!) CAMILA: Toma, y verás hoy que tan en su punto están, que del oro que te doy nunca he sido piedra imán, y piedra de toque soy. DUQUE: Camila, señora, paso, ya conozco tu valor, pero ¿qué haré, si me abraso en tus ojos y en tu amor? Montes subo y mares paso. Loco estoy. Dame siquiera la mano, y un alma tente si almas estimas. Espera. CAMILA: Para esto solamente verás cómo soy ligera.
Levántase y retírase CAMILA
¡Duque! DUQUE: ¡Camila! CAMILA: Señor, advierta tu ciego antojo que mi sangre tiene honor, y que es antiguo despojo de nobleza. DUQUE: Es ciego, Amor. Ciegos están mis enojos, ciega la noche, mi bien, y, por lograr mis antojos, hasta mi mujer también tiene cerrados los ojos. CAMILA: Abriréselos. DUQUE: ¡Desvía! CAMILA: ¡Mi señora! DUQUE: ¡Cosa brava! DUQUESA: ¿Qué hay, Camila? CAMILA: ¿Qué tenía vuestra alteza, que soñaba? DUQUESA: La pesadilla sería. CAMILA: ¡Jesús, qué extraña amargura de congoja y aflicción! DUQUESA: Fue el despertarme cordura. DUQUE: (¡Que pudo tal discreción Aparte juntarse a tal hermosura!) DUQUESA: Dormiré de aquí adelante con más cuidado que agora. DUQUE: (Esta mujer es diamante.) Aparte DUQUESA: Ven, Camila. CAMIIA Voy, señora. DUQUESA: ¡Cómo es ciego el que es amante! DUQUE: ¿Qué decís, que no os entiendo? (Muriendo voy.) Aparte CAMILA: (Voy temblando.) Aparte DUQUESA: Que de vos voy conociendo que estáis más ciego velando que yo lo estuve durmiendo. Tú eres honrada mujer. CAMILA: Tus pies beso. DUQUE: (Blanda cama Aparte me espera, pues he de arder en desdenes de mi dama y en celos de mi mujer.)
Vanse. Salen ANSELMO y dos CRIADOS
ANSELMO: Avisa a Lotario. ¿Vas? CRIADO 1: Sí, señor. ANSELMO: ¿Cómo no vuelas?
Vase el CRIADO 1
Quita, quita estas espuelas. CRIADO 2: ¿Y las botas? ANSELMO: Dejalás, y veré misa primero, pues tenemos, como ves, cerca la iglesia, y después ver a mi Lotario quiero. Prevénganme otro vestido, mudaréme. CRIADO 2: ¿Y no es mejor descansar? Mira, señor, qué de postas has corrido. ANSELMO: Pues no estoy, por vida mía, muy cansado. CRIADO 2: Cosa es brava. ANSELMO: ¿No ves que no me cansaba pensando a lo que venía? Y así corriendo y pensando que a Lotario iba sirviendo, como venía corriendo quisiera venir volando, porque esta correspondencia le debo de muchos modos. CRIADO 2: Con razón os llaman todos amigos por excelencia. ANSELMO: Merece bien esos nombres nuestro extremo de amistad.
Sale CULEBRO, español
CULEBRO: ¡Oh infame necesidad, a qué obligas a los hombres! Cuando ofendes, cuando enfadas, bien dicen que en ti no hay ley. Mas--¡cuerpo de Dios!--si el rey no paga las cuchilladas y las paga un florentín, un pobre español, ¿qué hará, puesto que en Italia está como en la tierra un delfin? ANSELMO: ¿Cómo no tocan a misa? CRIADO 2: Pues hartas suelen decir. ANSELMO: Ve. Cuando quieran salir a decirla, ven y avisa. CULEBRO: (¿Qué es aquesto? ¿Si es aquél Aparte a quien viene el sobreescrito? ¡Bravo talle!, ¡gran delito! Calle, casa, iglesia, y él de camino... Él es, sin duda. ¡Qué gala!, ¡qué buena cara!) ANSELMO: (A mirarme se repara. Aparte De mil colores se muda ¿Qué puede este hombre querer?) CULEBRO: (Solos estamos los dos. Aparte Lástima es darle, por Dios, pero en efeto ha de ser. Mas a extraños sentimientos obligará ver partida tal cara.) ANSELMO: (No vi en mi vida Aparte tan notables movimientos.) Gentil hombre, ¿qué queréis? ¿Qué os detiene? ¿Qué os repara? CULEBRO: Vengo a cortaros la cara, mas pienso que no queréis. ANSELMO: Si vos me lo aconsejáis podrá ser que yo lo quiera. CULEBRO: Disparate grande fuera. ANSELMO: Bonísimo humor gastáis. ¿Quién sois? ¿Qué buena ventura de esta suerte os ha traído? CULEBRO: Luego, ¿no habéis conocido por la pinta esta figura? ANSELMO: No sé de vos qué presuma, porque en la cuenta no caigo. CULEBRO: ¿Pues, no basta el ver que traigo poco pelo y mucha pluma para ver que soy soldado español, y que así estoy en Italia, donde soy bien venido y mal pagado? ANSELMO: Pues bien, ¿de mí qué queréis? Que os serviré es cosa clara. CULEBRO: La mitad de vuestra cara, por lo menos, me debéis. Mirad qué puede valer y dádmelo de contado. ANSELMO: Donaire tiene el soldado. CULEBRO: Vuestro al menos lo he de ser, y oídme que no os engaño, que a ofenderos he venido. ANSELMO: Pues ¿sin haber ofendido yo a ninguno?... ¡Caso extraño! CULEBRO: A mí me llaman Culebro, y tengo, naturalmente, el discurso impertinente y casquivano el celebro. Y así, en diez años de Flandes, hice con gallardo efeto cosas que en otro sujeto parecer pudieran grandes, mas sucedióme después, por bien pequeña ocasion, que di a uno un bofetón, herí a siete y maté a tres. Salíme imitando el viento, fuíme a Palermo, y allí, en cuerpo de guardia di con esta daga al sargento. Pasé a Nápoles, y en él, al cabo de siete dias, por no sé qué niñerías, requisitos de cuartel, molí a palos a un soldado. Embarquéme, y de hambre muerto, en Liorna tomé puerto, y así en Florencia he llegado. Y no viendo en mi pobreza forma alguna de que diesen materia por quien subieran vapores a la cabeza, vi un gentilhombre garbato, que así los llamáis aquí, miróme, llegóse a mí, y después de hablarme un rato indiferentes razones, con astucia y gentileza halló puerta a mi pobreza para darla a sus traiciones. Díjome que me daría chento escuti en plata pura, porque hiciese una abertura en vuestra cara. ANSELMO: ¿En la mía? CULEBRO: ¿No sois Anselmo? ANSELMO: ¿Esto pasa? Mi nombre negar no quiero. CULEBRO: Y en esta calle, y frontero de una iglesia, vuestra casa. Estas señas imagino que me ha dado. ANSELMO: Y son las mías. CULEBRO: Y que dentro de dos días llegarías de camino. Con ello llegué a esta calle para hacer lo que ofrecí, y, piadoso, cuando vi vuestra cara y vuestro talle, por Dios que me parecía, cuando el daros intentaba, que con la una mano os daba y con la otra os defendía. En fin, no pude emplear ejecución tan rüín, hicísteme sangre al fin, y no os la pude sacar. Y así, como os pareciese cosa justa, imaginaba que pues el otro me daba cien ducados porque os diese, que me deis vos la mitad para que deje de daros; que no es poco el ahorraros los cincuenta. ANSELMO: Así es verdad, y vos habéis procedido como piadoso y discreto, y así yo, no sólo aceto tan provechoso partido, pero si él os daba en plata los cien ducados, en oro os los doy. Tomad. CULEBRO: Adoro quien tan bien procede y trata. ANSELMO: Y otros ducientos aquí os ofrezco en un papel, si volvéis a hacer en él lo que él quiso hacer en mí. CULEBRO: ¿Pues a un hombre tan honrado obligáis con interés a esas cosas? ANSELMO: Digo que es el español extremado. CULEBRO: Tú, pues riendo te estás, poco debes saber qué es tomar por no tener, o tomar por tener más. Por un ducado, sin nada, haré cualquier cosa vil, y con ciento, por cien mil, no daré una cuchillada. Que tomar, cuando venía tan sin blanca a esta ciudad, fue entonces necesidad, y agora vicio sería. Mas si por tu gentileza quieres que al mundo trabuque, ¡voto a Cristo que al gran duque le cortaré la cabeza! ANSELMO: Tu donaire y tu valor tanto me obliga a estimarte, que en mi casa has de quedarte, si es que gustas. CULEBRO: Sí, señor. ANSELMO: Pero dime, por tu vida, pues son míos tus cuidados, ¿quién te daba cien ducados porque me dieses la herida? CULEBRO: ¡Por Dios que se me olvidaba! Díjome que te dijese, quien mandó que te la diese, que Lotario te la daba. ANSELMO: ¿Quién? CULEBRO: Lotario. ANSELMO: ¿Quién? CULEBRO: Lotario, Lotario mil veces digo. ANSELMO: ¿Que mi contrario es mi amigo? ¿Que mi amigo es mi contrario? ¡Válgame Dios! ¿Y qué haré? ¡Válgame el cielo! ¿En qué he dado? ¿Lotario de mí agraviado? ¿Lotario de mí ofendido? ¡Válgame, válgame Dios! ¿Quién tal vio? ¿Quién tal pensara? ¿Cortar me quiere la cara? ¿Si piensa que tengo dos? CULEBRO: Señor, ¿qué es esto? ¿A quién digo? ¿Qué tienes? ANSELMO: ¡Ay, cielo santo! Pero, ¿en esto dudo tanto? Español, soldado, amigo, toma, empuña dos espadas. Lotario, pues tú lo quieres, dame, da donde quisieres una y muchas cuchilladas. No tienes en qué dudar, podrásle después decir que las quise recibir porque él me las quiso dar. CULEBRO: Por Dios, donoso presente para tal correspondencia. ANSELMO: ¡Que tanto puede el ausencia, que no es amigo el ausente! Mas--¡ay Dios! ¿Yo soy honrado? ¿Yo soy su amigo? ¿Yo he sido quien de su espada he temido y en su amistad he dudado? Con el primer movimiento pude temer y dudar, pero en dándole lugar el discurso, el pensamiento Ya considero, ya sé que no te han dicho verdad, y que ofendo su amistad si pongo en duda su fe. Español, Lotario es hombre que no le iguala ninguno. Tú te engañaste o alguno se ha valido de su nombre, para hacer esta traición. CULEBRO: Eso todo puede ser, mas para hacértelo ver no nos faltará ocasión. ¿Quién viene? ANSELMO: No sé quién sea, pero el gran duque será, que en esta iglesia querrá ver misa. Sí, ya se apea. CULEBRO: De hermosura y de valor viene bien acompañado. ANSELMO: A esta puerta y a este lado podremos verlo mejor.
Salen LOTARIO y TORCATO delante, luego acompañamiento, el DUQUE y DUQUESA, CAMILA, dama, y LEONELA, su criada
TORCATO: ¿Que Anselmo ha venido? LOTARIO: Y yo muero por verle y hablarle. Iremos luego a buscarle. TORCATO: (Si el español lo encontró, Aparte yo aseguro que lo emprenda, dándole mis señas luz.)
CULEBRO habla a un lado con ANSELMO
CULEBRO: Quien te enviaba la cruz y me fio la encomienda es el uno de los dos. ANSELMO: ¿Cuáles dices? ¿Dónde están? CULEBRO: Los que delanteros van. ANSELMO: ¿Cuál de ellos? ¡Válgame Dios! CULEBRO: Aquel del izquierdo lado. ANSELMO: Eso sí, que estuve muerto. El otro es Lotario. CULEBRO: ¿Cierto? ¿Luego yo he sido engañado? ¡Pues por vida! ANSELMO: Calla agora. DUQUE: De esta iglesia la portada es digna de ser mirada. DUQUESA: ¿No es muy bella? CAMILA: Sí, señora. ANSELMO: Y este cielo puede ser de la tierra admiración. LOTARIO: Bellos ojos. TORCATO: Bellos son. ANSELMO: ¿Si es ángel o si es mujer? LOTARIO: ¿No es Camila muy hermosa? ANSELMO: ¡Jesús, qué extraña hermosura! DUQUE: Es notable arquitectura. DUQUESA: ¿No es muy extraña? CAMILA: Es famosa. (¡Ay, Lotario de mi alma!) Aparte LOTARIO: (¡Ay, Camila de mi vida!) Aparte CULEBRO: ¡Ce! TORCATO: ¡Amigo! CULEBRO: Ven. TORCATO: ¡Brava herida!
Vanse todos, sino ANSELMO
ANSELMO: ¿Quién me deja en esta calma? Fuego es éste, rayo ha sido, y puedo haberlo pensado en que tan presto ha llegado, y en que del cielo ha venido. ¡Oh mujer! ¡Oh bellos ojos! ¡Oh ángel de nieve pura! ¡Oh soberana hermosura! ¡Oh celestiales despojos! ¿Qué hechizo es éste, qué encanto que me tiene ciego y loco? ¿Y cómo en tiempo tan poco puede un hombre querer tanto? Mas quiero volverla a ver.
Sale LOTARIO de la iglesia
LOTARIO: ¿Adónde con tanto brío? ANSELMO: Sólo tú, Lotario mío, me pudieras detener. LOTARIO: Mil abrazos te prevengo. ANSELMO: Mil gracias doy a mi suerte. LOTARIO: ¿Cómo vienes? ANSELMO: Vengo a verte, que es decir que bueno vengo. ¡Qué hambre traigo de hablarte! LOTARIO: Yo la tengo de servirte, con mil cosas que decirte más despacio en otra parte. Mas dime, ¿qué te llevaba agora con tanta prisa? ANSELMO: En este templo a ver misa entraba...pero no entraba sino a ver...Pues que contigo nunca he tenido secreto, escucha un extraño efeto. LOTARIO: Ya te escucho, di. ANSELMO: Ya digo. Entre aquellas damas bellas que la duquesa traía, una vi que al alma mía pudo parecerle, entre ellas, como entre estrellas la luna. LOTARIO: ¿La que junto a la duquesa iba? ANSELMO: Sí. LOTARIO: (Camila es ésa.) Aparte ANSELMO: Y yo sospecho... LOTARIO: (¡Ay, Fortuna!) Aparte ANSELMO: ...que en aquel punto reinaba algún planeta que en mí pudo tanto, que me vi ciego y loco. LOTARIO: ¡Cosa brava! ANSELMO: Sentí gloria en los antojos con quien me entretuve al verla, y quedé muerto, al perderla, no del alma, de los ojos. Y entraba ciego y perdido a verla, cuando saliste, y con que te vi y me viste, que era el gusto pretendido, estoy tal, que yo me espanto de ver, con mi ciego ardor, que un disparate de amor en tan poco pueda tanto. LOTARIO: ¡Yo soy muerto! ANSELMO: ¿Qué ocasión te ha ofendido y te ha obligado? ¿Qué tienes? LOTARIO: Hanse parado las alas del corazón, y quiéroselas cortar, pues son de poco provecho. ANSELMO: Pues estando yo en tu pecho ¿se pueden ellas parar? LOTARIO: Hanse parado por ti, cansadas de estar batiendo. ¡Ay, Anselmo! ANSELMO: No te entiendo. Habla más claro. Di, di. LOTARIO: Como por tu dama hermosa te vi, ardiendo, quedar frío, y tu corazón y el mío es todo una misma cosa, sentí, como era razón, las penas con que te hallas, y queriendo remediallas, cubrióseme el corazón, topando en inconvenientes que ya tu amistad venció. ANSELMO: ¿Cómo? LOTARIO: Escucha... (Y quede yo Aparte con el alma entre los dientes.) ¿Supiste de quién estás enamorado? ¿Esa dama conoces? ANSELMO: Sé que en su llama vivo ardiendo y no sé más. LOTARIO: Deuda de los duques es, y es Colona su apellido, de Nápoles ha venido habrá tres años y un mes. (Yo lo tengo bien contado, Aparte ¡ay de mí!) ANSELMO: ¿Qué te ha perdido? ¿Qué es esto? LOTARIO: Un vaguido ha sido que en la cabeza me ha dado. ANSELMO: Quédese, quédese aquesto agora. LOTARIO: No, amigo, no, porque para hacerlo yo me importa el pensarlo presto. Digo, Anselmo, que esta dama es de tan grande valor, que ha llegado a ser mayor que su hermosura su fama. Es en el mundo un retrato de la misma castidad, un sol de la honestidad y un ejemplo del recato. Es un valor que enriquece, es un divino respeto, es un cielo, es, en efeto, mujer que no lo parece. ANSELMO: Bueno está, no digas más, que tanto más me enamoras, y es perderme. LOTARIO: (En lo que ignoras Aparte está la gloria en que das.) ANSELMO: ¿Cómo podré merecella si ella es tal, amigo, hermano? LOTARIO: Si tú gustas, de mi mano quiero casarte con ella. ¿No fiarás, sin temor, que te la dé mi amistad, que iguale a tu calidad y que diga con tu honor? ANSELMO: ¿En qué dudas? Bueno fuera que eso de ti no fïara, pues cuando no me agradara por tu gusto la quisiera. LOTARIO: Pues en tu casa me aguarda confïado... (Muerto estoy.) Aparte ANSELMO: ¿Qué me dices? LOTARIO: Ve. ANSELMO: Ya voy.
Vase ANSELMO
LOTARIO: ¿Qué me anima y me acobarda? ¡Ay, amistad y amor! Visible estrago, fogoso brío, movimiento lerdo, que me encoge dudando en lo que acuerdo y me anima pensando en lo que pago. En no perder a Anselmo, ¡qué bien hago! Y en perder a Camila, ¡qué bien pierdo! ¡Extraña competencia! Loco y cuerdo, mil quimeras fabrico y mil deshago. Pero perdona, Amor, si me enemisto contigo, porque venza, aunque me pese, la amistad que en mi pecho se acrisola. Que bien podrá sin mengua, quien se ha visto tantas veces rendido al interese rendirse a la amistad una sola. ¿No es éste Ascanio y es quien iba a hablar? ¡Estoy mortal! Cuando es para hacerme mal todo se concierta bien.
Sale ASCANIO, padre de CAMILA
ASCANIO: ¿No es Lotario? Todo el día te busco para abrazarte como hijo. LOTARIO: Por pagarte merced que no merecía, te quiero. Escucha a este lado. (¡Ay, Camila!) Aparte ASCANIO: ¿Qué has tenido? Todo el color has perdido, las lágrimas te han saltado. LOTARIO: ¿Conoces a Anselmo? ASCANIO: Sí. ¿Quién no conoce su nombre? LOTARIO: ¿Y sabes...sabes que es hombre... ASCANIO: ¿Túrbaste? LOTARIO: Perdona. ASCANIO: Di. LOTARIO: ...que me iguala en calidad y me aventaja en riqueza? Pues su trato y gentileza ¿quién lo ignora? ASCANIO: Así es verdad. LOTARIO: Pues ése ha de ser esposo de Camila. (Cruel sentencia.) Aparte ASCANIO: No hay hombre en toda Florencia tan rico y tan poderoso, ni aun en Italia hay ninguno más rico y más principal. Dicha es grande. LOTARIO: Siendo tal, poco te seré importuno. ASCANIO: Por su esposa te prometo a mi Camila. LOTARIO: Alto, pues. (¡Ah, poderoso interés, Aparte y qué presto hiciste efeto!) ASCANIO: Mas ¿cómo se ha de tratar? LOTARIO:: Como estaba concertado: a que sea el desposado le llevaré en mi lugar. ASCANIO: Dices bien, por vida mía; que aun Camila no ha querido saber quién era el marido. LOTARIO: (Es porque ya lo sabía.) Aparte ASCANIO: Pues adiós, prevénle luego, mientras que a prevenir voy a los duques. LOTARIO: Muerto estoy, ardo helado y miro ciego. ¡Ay, Camila! Tú dirás que he sido amante traidor, mas perdona, que el amor de mi amigo pudo más.
Vanse. Salen el DUQUE y su CAMARERO
CAMARERO: Casada podrás tener la que hasta ahora no has tenido. DUQUE: Y eso ¿cómo ha de ser? CAMARERO: Con los celos del marido se granjea la mujer. Haz que los tenga de ti su marido, y atropella su decoro, y fía de mí, que el pedírselos a ella será interceder por ti. DUQUE: Daráselos mi cuidado a su esposo, y serán celos los mayores que se han dado, daré quejas a los cielos y a ella todo mi estado, o a mí me daré veneno por no ofender a los dos.
Salen la DUQUESA y ASCANIO
DUQUESA: Para una infanta era bueno tal casamiento. ASCANIO: De Dios ha venido cuanto ordeno. DUQUESA: Duque, apercebíos a honrar a Camila, a quien agora, su padre quiere casar. DUQUE: (¡Ay del alma que la adora!) Aparte En todo os he de agradar, y merece su nobleza cuantos favores le ofrece vuestra mano. ASCANIO: Vuestra alteza con mercedes favorece. DUQUE: (¡Ay, soberana belleza!) Aparte
Sale CAMILA
CAMILA: (Ya llegó el dichoso día, Aparte y punto, de ser mi esposo Lotario, que es alma mía. Bien dicen que no es dichoso sino quien sufre y porfia.) Vuestras altezas me den la bendición y las manos. DUQUE: Camila, levanta. DUQUESA: Ten. ASCANIO: Y los cielos soberanos mil bendiciones te den. CAMILA: Y a ti te guarden los cielos. DUQUE: (Para sufrir tal mudanza...) Aparte DUQUESA: (Para no vivir con duelos...) Aparte DUQUE: (...bueno es tener esperanza.) Aparte DUQUESA: (...no es malo quedar sin celos.) Aparte
Salen LOTARIO Y ANSELMO, galanes
ANSELMO: (¡Que tal gloria he de alcanzar!) Aparte LOTARIO: (¡Que tal bien he de perder!) Aparte ANSELMO: (¡Que a tal gusto he de llegar!) Aparte Si los puedo merecer, pies y manos me han de dar Vuestras altezas. DUQUESA: Alzad. DUQUE: ¡Oh, Anselmo! No estéis ansí, lo que os estimo, estimad. ANSELMO: Dádmelos vos. ASCANIO: Vos de mí estos abrazos tomad. CAMILA: (¡Que a tan gran ventura llego!) Aparte LOTARIO: (¡Que nunca llega mi muerte!) Aparte ANSELMO: (Todo es gloria.) Aparte LOTARIO: (Todo es fuego. Aparte Ella me mira y no advierte que la estoy mirando ciego.) DUQUESA: Con mi licencia podéis darle a Camila la mano. ANSELMO: Tus pies beso. LOTARIO: (Ojos, ¿qué véis?) Aparte ANSELMO: Por ver lo que en ella gano, estimo que me la deis. CAMILA: (¿Qué es esto, amante traidor? Aparte
Duda CAMILA
¿Qué he de hacer?... Mas yo nací honrada.) ASCANIO: ¡Hija! CAMILA: Señor, ya la doy. (¡Ay, santo honor, Aparte milagros hacéis en mí!)
Danse las manos
LOTARIO: Vengo a darte el parabién, agora que te has casado, ¿sabes, Anselmo, con quién? ANSELMO: Con mujer que tú me has dado, que eso basta. LOTARIO: Dices bien, pues que por mujer te di la misma que yo quería, que en el punto que la vi en tu pecho, no fue mía sino tuya. ANSELMO: ¿Qué te oí? Lotario... ¡No me dijeras con qué mujer me casaba! LOTARIO: ¿Cómo, Anselmo, la tuvieras? Porque tú no la quisieras, viendo que yo la esperaba, y como te vi perdido, procuré verte excusado del dolor que yo he sentido. Llega a tu cielo adorado, goza tu bien pretendido, pues te puedo asegurar que a darte una mujer vengo que mil mundos puede honrar, de quien sólo un "Padre tengo" he merecido escuchar. ANSELMO: Ya, Lotario, estoy vencido de tu amistad. DUQUE: ¿Quién creyera lo que agora ha sucedido? DUQUESA: Amistad tan verdadera no se ha visto ni se ha oído.
Sale TORCATO herido en la cabeza y CULEBRO tras él
TORCATO: ¡Justicia! CULEBRO: Espera, traidor. TORCATO: Líbreme Dios de tus manos. DUQUE: ¿Qué es esto? TORCATO: Duque, señor CULEBRO: Por vida del Redemptor de los cautivos cristianos que... ANSELMO: ¡Tente! Pues en palacio del duque, ¿qué te obligó? CULEBRO: Esas cosas miro yo sin cólera y con espacio. DUQUE: ¿Eres loco? CULEBRO: Loco,no. Perdóneme vuestra alteza, que si éste no desvïara la cara, con tal presteza, cuando le tiré a la cara y le acerté a la cabeza, no entrara yo como entré, ciego de cólera aquí, para enmendar lo que erré. TORCATO: ¡Señor, justicia! ¡Ay de mí, que me ha muerto! DUQUE: Bien a fe. Prendedlo, prendedlo y puedes mandarle ahorcar. CULEBRO: Yo estoy bueno entre cuatro paredes. ANSELMO: Pues con tantas causas hoy puedo pretender mercedes, suplícote que me des el preso, que yo le fío, y espero darle después disculpa a su desvarío. DUQUE: Sea así. ANSELMO: Beso tus pies. CULEBRO: De pensar en el cordel, casi al pescuezo le siento. CAMILA: (Casamiento tan crüel, Aparte que el principio fue sangriento, ¿qué fines se esperan dél?) ANSELMO: (Mil veces dichoso he sido.) Aparte LOTARIO: (Mil veces soy desdichado.) Aparte DUQUE: (Agora estoy más perdido.) Aparte CAMILA: (¡Ay honra! ¿A qué has obligado?) Aparte LOTARIO: (¡Ay amistad! ¿Qué has podido?) Aparte

FIN DEL ACTO PRIMERO

El curioso impertinente, Jornada II

 


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 26 Jun 2002