Salen don FERNANDO, don JUAN y TOMILLO FERNANDO: Si para satisfaceros a mi crédito importara dar al peligro la vida, arrojar al riesgo el alma, no dudéis, don Juan, lo hiciera. ¿Yo a Estela? Mi propia espada me mate si... JUAN: Don Fernando, paso. Mil veces mal haya quien malquistó tantas dichas, dando a tantos males causa. Yo os creo; mas --¡vive Dios!-- que no sé que en Flandes haya hombre que sepa mi historia. FERNANDO: En mi valor fuera infamia, cuanto más en mi afición que se precia muy de hidalga y amante vuestra. JUAN: Es agravio, después de desengañada la mía, satisfacerme. ¡Por Dios, que me sangra a pausas la pena de no saber quién tan descompuesto habla de mis cosas! ¡Yo estoy loco! ¡Qué de penas, miedos y ansias me afligen! FERNANDO: Estela viene. Salen ESTELA y LISARDA JUAN: Inquieta la espera el alma; no le digáis nada vos. FERNANDO: Estela hermosa, Lisarda bella, hoy amanece tarde, pues juntas el sol y el alba venís. LISARDA: Hipérbole nueva. JUAN: No es nueva, pues siempre abrasa el sol de Estela, y da luz vuestro rostro, aurora clara. ESTELA: Señor don Juan, bueno está. ¿Tantas veces obligada a valor y a cortesías queréis que esté? JUAN: Mi desgracia jamás acierta a agradaros, pues siempre esquiva e ingrata me castigáis. ESTELA: No, don Juan, ingrata no, descuidada puedo haber sido en serviros. JUAN: Vuestros descuidos me matan. ESTELA: Siempre soy vuestra, don Juan; y quiera Dios que yo valga para serviros. Veréis cuán agradecida paga mi voluntad vuestro afecto. JUAN: Don Fernando, ¡gran mudanza! FERNANDO: ¿Ves cómo estás engañado? (Hoy mis intentos acaban.) Aparte JUAN: Decidme --¡por vida vuestra!-- una verdad. ESTELA: Preguntadla. JUAN: ¿Diréisla? ESTELA: Sí, ¡por mi vida! JUAN: ¿Quién os dijo que en España serví, enamoré y gocé a doña Leonor, la dama de Sevilla? ESTELA: ¿Quién? Vos mismo. JUAN: ¿Yo? ¿Cuándo? ESTELA: ¡Agora! ¿No acaba de despertar vuestra lengua desengaño en mi ignorancia? JUAN: Y antes, ¿quién? ESTELA: Nadie, a fe mía. JUAN: Pues ¿cómo tan enojada me hablasteis en el terrero la otra noche? ESTELA: ¿Oyes, Lisarda? Don Juan dice que le hablé. LISARDA: Bien claro está que se engaña. JUAN: ¿Cómo engaño? ¿No dijisteis que una dama sevillana fue trofeo de mi amor? ESTELA: Don Juan, para burla basta, que no lo sé hasta agora, no --¡por quien soy!-- ni palabra os hablé de esto en mi vida en terrero ni en ventana. JUAN: (¡Vive el cielo, que estoy loco! Aparte Sin duda Estela me ama y quiere disimular por don Fernando y Lisarda; porque negar que me dijo verdades tan declaradas, no carece de misterio. ¡Ea, amor! ¡Al arma, al arma! Pensamientos amorosos, volvamos a la batalla, pues está animando Estela vuestras dulces esperanzas. Yo quiero disimular.) Perdonad, que me burlaba para entretener el tiempo. FERNANDO: La burla ha sido extremada, mas pienso que contra vos. LISARDA: ¿Era, don Juan, vuestra dama muy hermosa? Porque tienen las sevillanas gran fama. JUAN: Todo fue burla, ¡por Dios! ESTELA: Si acaso quedó burlada, burla sería, don Juan. JUAN: ¡No, a fe! (¿Quién imaginara Aparte este suceso? Oh, amor! ¿Qué es esto que por mí pasa? Ya me favorece Estela, ya me despide, y se agravia de que la pretenda, ya me obliga y me desengaña, ya niega el favorecerme, ya se muestra afable y grata; y yo, incontrastable roca al furor de sus mudanzas, mar que siempre crece en olas, no me canso en adorarla.) FERNANDO: Sabe el cielo cuánto estimo que favorecéis mi causa por lo que quiero a don Juan. (Este equívoco declara Aparte amor a la bella Estela.) Y así os pido, a quien hablara por sí mismo, que le honréis. (¡Oh amistad, y cuánto allanas!) Aparte ESTELA: Yo hablaré con vos después. Don Juan, tened con las damas más firme correspondencia. JUAN: Injustamente me agravia vuestro desdén, bella Estela. ESTELA: Leonor fue la agraviada. JUAN: (No quiero dar a entender Aparte que la entiendo, pues se cansa de verme Estela.) Fernando, vamos. FERNANDO: Venid. ¡Qué enojada la tenéis! Adiós, señoras. ESTELA: Adiós. [Vanse don FERNANDO y don JUAN] ¿Hay más sazonada quimera? LISARDA: ¿Qué es esto, prima? ESTELA: No sé --por tu vida!-- aguarda. Curiosidad de mujer es ésta. A Tomillo llama que él nos dirá la verdad. LISARDA: Dices bien. Tomillo... TOMILLO: ¿Mandas en qué te pueda servir? ESTELA: Si una verdad me declaras aqueste bolsillo es tuyo. TOMILLO: [(Mi verdad vale tal paga.)] Aparte Ea, pregunta. ESTELA: ¿Quién fue, dime, una Leonor que hablaba don Juan en Sevilla? TOMILLO: ¿Quién? ¡Ah, sí! ¡Ah, sí! No me acordaba. Norilla la cantonera, que vivía en Cantarranas de resellar cuartos falsos. ¿No dices a cuya casa iba don Juan? ESTELA: Sí, será. TOMILLO: (¡Qué dulcemente se engaña!) Aparte ESTELA: ¨Qué mujer era? TOMILLO: No era mujer, sino una fantasma. ancha de frente y angosta de sienes, cejiencorvada. ESTELA: El parabién del empleo pienso darle. LISARDA: [¡Vaya,] vaya! ¿Y la quería? TOMILLO: No sé; sólo sé que se alababa ella de ser su respeto. ESTELA: ¿Hay tal hombre? TOMILLO: ¿Esto te espanta? ¿No sabes que le parece hermosa quien sea dama? ESTELA: Dices bien. Éste es Leonardo. TOMILLO: ([Se] la he dado por su carta.) Aparte Sale doña LEONOR [vestida de hombre. Vase TOMILLO] LEONOR: Preguntéle a mi cuidado, Estela hermosa, por mí, y respondióme que en ti me pudiera haber hallado. Dudó la dicha, el temor venció, al temor la humildad. Alentóse la verdad y aseguróme el amor. Busquéme en ti, y declaré en mi dicha el silogismo, pues no hallándome en mí mismo en tus ojos me hallé. ESTELA: Haberte, Leonardo, hallado en mis ojos, imagino que no acredita desino de tu desvelo el cuidado; y no parezcan antojos, pues viene a estar de mi parte, por mi afecto, el retratarte siempre mi amor en mis ojos; que claro está que mayor fineza viniera a ser que en ti me pudieras ver por transformación de amor, que sin mí hallarte en mí, pues con eso me apercibes que sin mis memorias vives, pues no me hallas en ti; que en consecuencia notoria, que si me quisieras bien, como estás en mí, también estuviera en tu memoria. LEONOR: Aunque más tu lengua intime esa engañosa opinión, no tiene el amante acción que en lo que ama no se anime; si amor de veras inflama un pecho, alienta y respira transformado en lo que mira, animado en lo que ama. Yo, aunque sé que estás en mí, en fe de mi amor, no creo, si en tus ojos no me veo, que merezco estar en ti. ESTELA: En fin, no te hallas sin verme. LEONOR: Como no está el merecer de mi parte, sé querer, pero no satisfacerme. ESTELA: ¿Y es amor desconfïar? LISARDA: Es, al menos, discreción. LEONOR: No hay en mí satisfacción de que me puedas amar si mis partes considero. ESTELA: ¡Injusta desconfïanza! Alentad más la esperanza en los méritos. Yo quiero salir al campo esta tarde. Sigue la carroza. LEONOR: Ajusto a tu obediencia mi gusto. ESTELA: Pues queda adiós. Va[n]se [ESTELA y LISARDA] LEONOR: Él te guarde. En males tan declarados, en daños tan descubiertos, los peligros hallo ciertos, los remedios ignorados. No sé por dónde --¡ay de mí!-- acabar. Amor intenta la tragedia de mi afrenta. Sale don JUAN JUAN: (Sí, estaba Leonardo aquí. Aparte Parece que le hall¢ la fuerza de mi deseo.) LEONOR: (¡Que ha de tener otro empleo, Aparte y yo burlada! ¡Eso no! ¡Primero pienso morir!) JUAN: Señor don Leonardo... LEONOR: Amigo... (¡Pluguiera a Dios que lo fueras! Aparte Mas eres hombre.) ¿En qué os sirvo? JUAN: Favorecerme podréis; mas escuchaD: yo he venido, como a noble, a suplicaros como a quien sois, a pediros... LEONOR: (¡Ah, falso!) Aparte ¿Cómo a muy vuestro no decís, siendo el camino más cierto para mandarme? JUAN: Conózcoos por señor mío, y, concluyendo argumentos, quiero de una vez decirlo, pues Estela me animó. La Condesa... LEONOR: ¡Buen principio! Ea, pasad adelante. JUAN: La condesa Estela, digo, o ya por su gusto o ya porque dio forzoso indicio mi valor en la ocasión que ya sabéis, de mis bríos, puso los ojos en mí. En mujer no fue delito. Vióse obligada, bastó, porque el común descuido de las mujeres, comienza por afecto agradecido. Dio ocasión a mis desvelos, dio causa a mis desatinos, aliento a mis esperanzas, acogida a mis suspiros; de suerte que me juzgué dueño feliz --¡qué delirio!-- de su belleza y su estado. De España a este tiempo mismo vinisteis, siendo a sus ojos vuestra gallardía hechizo, que suspendió de mis dichas los amorosos principios. A los semblantes de Estela, Argos velador he sido, sacando de cierta ciencia, que sus mudables indicios acreditan que me estima. Y así, Leonardo, os suplico, si algo os obliga mi ruego, por lo que debe a sí mismo quien es noble como vos, que deis a mi pena alivio, dejando su pretensión, pues anterior habéis visto la mía, y con tanta fuerza de heroicos empeños míos. Haced por mí esta fineza, porque nos rotule el siglo, si por generoso a vos a mí por agradecido. LEONOR: (¡Ah, ingrato, mal caballero!) Aparte ¡Bien corresponde tu estilo a quien eres! Vuestras penas, señor don Juan, habéis dicho con tal afecto, tal ansia que quisiera --¡por Dios vivo! (poder sacaros el alma) Aparte dar a su cuidado alivio. Confieso que la Condesa una y mil veces me ha dicho que ha de ser mía, y que soy el dueño de su albedrío a quien amorosa ofrece por víctima y sacrificio sus acciones; mas ¿qué importa, si diferentes motivos si firmes obligaciones, si lazos de amor altivos me tienen rendida el alma? Que otra vez quisiera, digo, por hacer algo por vos como quien soy, por serviros y daros gusto, querer a Estela y haberle sido muy amante, muy fïel; mas creed que en nada os sirvo, pues mis dulces pensamientos me tienen tan divertido que en ellos está mi gloria; y así, don Juan, imagino que nada haga por vos. JUAN: ¿Es posible que ha podido tan poco con vos Estela? LEONOR: Si no basta a persuadiros mi verdad, este retrato diga si es objeto digno de mis finezas. (Agora, Aparte ingrato, llega el castigo de tanto aborrecimiento.) JUAN: ¡Válgame el cielo! ¿Qué miro? LEONOR: Mirad si esa perfección, aquese garbo, ese aliño, ese donaire, ese agrado... JUAN: ¡Perdiendo estoy el jüicio! LEONOR: ...merecen que yo le olvide por Estela. JUAN: (Basilisco Aparte mortal ha sido a mis ojos. Parece que en él he visto la cabeza de Medusa, que en piedra me ha convertido, que me ha quitado la vida.) LEONOR: (De conveniencias y arbitrios Aparte debe de tratar.) Parece que estáis suspenso. JUAN: Imagino que vi otra vez esta dama --¡ah cielos!-- y que fue mío este retrato. (Rindióse Aparte esta vez a los peligros de la verdad la razón.) LEONOR: Advertid que le he traído de España, y que es de una dama a quien deben mis sentidos la gloria de un dulce empeño y a cuyas dichas, si vivo, sucederán de Himeneo los lazos alternativos para cuya ejecución a Bruselas he venido pues no he de poder casarme si primero no castigo con un rigor un agravio, con una muerte un delito. JUAN: (¿Qué es esto que por mí pasa? Aparte ¨Es posible que he tenido valor para oír mi afrenta? ¿Cómo de una vez no rindo a la infamia los discursos, la vida a los desperdicios del honor? Leonor fue fácil; y a los números lascivos de infame, ¿tanta lealtad, fe tan pura ha reducido? Mas fue con nombre de esposo. Aquí de vosotros mismos, celos, que ya la disculpo. Yo sólo el culpado he sido. Yo la dejé. Yo fui ingrato. ¿Qué he de hacer en el abismo de tan grandes confusiones?) Don Leonardo... LEONOR: (A partido Aparte quiere darse ya este aleve.) ¿Qué decís? JUAN: (No sé qué digo Aparte que me abraso en rabia y celos, que estoy en un laberinto donde nos es posible hallar, si no es con mi muerte, el hilo pues Leonor no fue Ariadna.) Con este retrato he visto mi muerte. LEONOR: (¡Ah, bárbaro, ingrato, Aparte tan ciego, tan divertido estás que no me conoces! ¿Hay más loco desatino que el original no mira y el retrato ha conocido? ¿Tal le tienen sus engaños?) JUAN: (Mal mis pesares resisto.) Aparte ¿Qué empeños de amor debéis a esta dama? LEONOR: He merecido sus brazos y sus favores; a vuestro entender remito lo demás. JUAN: (¡Agora es tiempo, Aparte locuras y desvaríos! ¡Agora, penas, agora no quede lugar vacío en el alma! Apoderaos de potencias y sentidos. Leonor fue común desdicha. Rompa mi silencio a gritos el respeto.) Esa mujer ese monstruo, ese prodigio de facilidad fue mía. Dejéla y aborrecido pueden más celos que amor. Ya la adoro. Ya me rindo al rapaz arquero alado; pero ni aun hallo camino matándoos para vivir, pues la ofensa que me hizo siempre vivirá en mis odios. ¿Quién imaginara el limpio honor de Leonor manchado? LEONOR: (Declaróse este testigo Aparte aunque en mi contra en mi abono. Todo lo que sabe ha dicho; mas apretemos la cuerda.) ¿De suerte que mi enemigo sois vos, don Juan? JUAN: Sí, Leonardo. LEONOR: ¡Que jamás Leonor me dijo vuestro nombre! Quizá fue porque el ilustre apellido de Córdoba no quedase en lo ingrato oscurecido. Sólo dijo que en Bruselas os hallaría, y que aviso tendría en sus mismas cartas del nombre. Ya le he tenido de vos, y es buena ocasión para mataros. Sale don FERNANDO FERNANDO: (¡Mi primo Aparte y don Juan de pesadumbre!) JUAN: ¡Don Fernando! LEONOR: ¿Si habrá oído lo que habl bamos? JUAN: No sé; sépalo el mundo. LEONOR: Yo digo que os podré matar, don Juan, si no hacéis punto fijo en guardar aqueste punto. JUAN: Jamás a esos puntos sigo cuando me enojo, Leonardo. LEONOR: Yo tampoco cuando riño porque el valor me gobierna, no del arte los caprichos, ángulos rectos o curvos; mas a don Luis he visto de Narváez, el famoso... FERNANDO: (Los ojos y los oídos Aparte se engañan.) JUAN: Leonardo, ¿de qué habláis? LEONOR: Del ejercicio de las armas. FERNANDO: ¿Cómo estáis, don Juan, tan descolorido? JUAN: En tratando de reñir, no puedo más, a honor mío. Leonardo, vedme. Yéndose [don JUAN] LEONOR: Sí, haré, que he de seguir los principios de vuestra doctrina. (¡Ah, cielos!) Aparte JUAN: (¡Que luego Fernando vino Aparte en esta ocasión!) LEONOR: (¡Que en esta Aparte ocasión haya venido mi hermano! ¡Infelice soy!) JUAN: A los jardines de Armindo me voy esta tarde un rato. Venid, si queréis, conmigo, llevarán espadas negras. LEONOR: Iré con gusto excesivo. JUAN: ¿Quedáisos, Fernando? FERNANDO: Sí. JUAN: Pues adiós. Lo dicho, dicho, don Leonardo. LEONOR: Claro está. [Vase don JUAN] FERNANDO: ¿Fuése? LEONOR: Sí. FERNANDO: Estela me dijo, no obstante, que la pretende el príncipe Ludovico de Pinoy, y que a don Juan debe estar agradecido. Sospecho que sólo a ti inclina el desdén esquivo de su condición, de suerte... LEONOR: No prosigas. FERNANDO: No prosigo, pues ya lo entiendes, Leonardo. A favor tan conocido, ¿qué le puedes responder si no desdeñoso, tibio? (Sabe el cielo cuánto siento, Aparte cuando de adorarla vivo que me haga su tercero.) LEONOR: Pues, Fernando, si he tenido acción al amor de Estela, desde luego me desisto de su pretensión. FERNANDO: ¿Estás loco? LEONOR: No tengo jüicio. (Deseando estoy que llegue Aparte la tarde.) FERNANDO: De tus desinios quiero que me hagas dueño. LEONOR: Aún no es tiempo. (Divertirlo Aparte quiero con algún engaño.) Ven conmigo. FERNANDO: Voy contigo. Vanse [don FERNANDO y doña LEONOR], y sale TOMILLO TOMILLO: Después que bebí de aquel negro chocolate, o mixto de varias cosas que Flora me brindó, estoy aturdido, los ojos no puedo abrir. Sale FLORA FLORA: Siguiendo vengo a Tomillo por si ha obrado el chocolate. TOMILLO: Doy al diablo lo que miro si lo veo; aquí me acuesto un rato. ¡Qué bien mullido está el suelo! No parece Échase sino que aposta se hizo para quebrarme los huesos. Esto es hecho. No he podido sustentar la competencia; sueño, a tus fuerzas me rindo. Duerme FLORA: Como una piedra ha quedado. Lindamente ha obrado el pisto; pero vamos al expolio en nombre de San Cirilo. Vale sacando de las faltriqueras Comienzo. Ésta es bigotera. Tendrá cuatrocientos siglos. Según parece éste es lienzo. ¡Qué blanco, qué limpio, ostenta sucias rüinas de tabaco y romadizo! Ésta es taba. ¡Gran reliquia de mártir trae consigo este menguado! Ésta es baraja. Devoto libro de fray Luis de Granada de oraciones y ejercicios. El bolsillo no parece y de hallarle desconfío, que en tan ilustres despojos ni le hallo ni le miro. ¿Qué es aquesto? Tabaquera de cuerno. ¡Qué hermoso aliño, parto, al fin, de su cosecha, honor de su frontispicio! Hombres, --¡que aquesto os dé gusto!-- yo conozco cierto amigo que se sorbió entre el tabaco el polvo de dos ladrillos. Doyle vuelta a este otro lado. Haré segundo escrutinio. Vuélvele ¡Cómo pesa el picarón! ¡San Onofre, San Patricio, que no despierte! Éstas son marañas de seda e hilo, y el cigarro del tabaco, que no se le escapa vicio a este sucio. Éste, sin duda, es el precioso bolsillo, a quien mis miedos consagro y mis cuidados dedico. ¡Jesús, cuántos trapos tiene! Va contando capas Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho. Es imposible contar; mas --¡oh dulce archivo de escudos y de esperanza!-- con reverencia te miro. Sácale Depositario dichoso de aquel metal atractivo que a tantos Midas y Cresos puede ocasionar delitos, al corazón te traslado, metal generoso y rico, y voy antes que despierte, y esas alhajas remito a su cuidado el guardarlas cuando olvide el parasismo. Vase FLORA y sale RIBETE RIBETE: Leonor anda alborotada sin decirme la ocasión; ni escucha con atención ni tiene sosiego en nada. Hame ocultado que va aquesta tarde a un jardín con don Juan, no sé a qué fin. ¡Válgame Dios! ¿Qué será? Sus pasos seguir pretendo, que no puedo presumir bien de aquesto. TOMILLO: Tal dormir... Un año ha que estoy durmiendo y no puedo despertar. Vuélvome de este otro lado. RIBETE: Este pobrete ha tomado algún lobo. TOMILLO: No hay que hablar. RIBETE: ¡Ah, Tomillo! ¿Duermes? TOMILLO: No. RIBETE: ¿Pues qué? ¿Sueñas? TOMILLO: No, tampoco. Si duermo pregunta el loco cuando ya me despertó. RIBETE: ¿Son aquestas baratijas tuyas? Levántase TOMILLO TOMILLO: No sé. ¿Qué es aquesto? Mi bolso! Turbado busca RIBETE: ¿Donde le has puesto? TOMILLO: No sé. RIBETE: Aguarda. No te aflijas. Busquémosle. TOMILLO: ¿Qué es buscar? Quitádome ha de cuidado el que tan bien le ha buscado pues no le supe guardar. ¡Ay, bolso del alma mía! RIBETE: Hazle una prosopopeya. TOMILLO: "Mira, Nero de Tarpeya, a Roma cómo se ardía." ¿Partamos, quieres, Ribete, hermanablemente? RIBETE: ¿Qué? ¡Voto a Cristo que le dé! Mas déjole por pobrete. ¿No me conoces? TOMILLO: Ya estoy al cabo. ¡Ay, escudos míos! RIBETE: Por no hacer dos desvaríos con este triste, me voy, y porque no le suceda a Leonor algún disgusto. Vase RIBETE TOMILLO: Flora me ha dado este susto. Esta vez, vengada queda. Vase [TOMILLO] y sale don JUAN JUAN: El tropel de mis desvelos me trae confuso y loco, que el discurso enfrena poco si pican muchos los celos. No es posible hallar medio mi desdicha en tanta pena. Mi ingratitud me condena, y el morir sólo es remedio. Pues morir, honor, morir, que la ocasión os advierte que vale una honrada muerte más que un infame vivir. Bien se arguye mi cuidado. --¡Ay, honor!-- pues no reposo, desesperado y celoso. Sale doña LEONOR LEONOR: Perdóname si he tardado, que me ha detenido Estela mandándome que la siga. JUAN: No me da su amor fatiga cuando mi honor me desvela. Yo os he llamado, Leonardo, para mataros muriendo. LEONOR: Don Juan, lo mismo pretendo. [Sale] RIBETE a la puerta RIBETE: ¡Grandes requiebros! ¿Qué aguardo? No he temido en vano. Apriesa a llamar su hermano voy, que está con Estela hoy. Leonor, se acaba tu empresa. Vase [RIBETE] LEONOR: Hoy, don Juan, se ha de acabar toda mi infamia --¡por Dios!-- porque matándoos a vos libre me podré casar con quien deseo. JUAN: Esa dicha bien os podrá suceder, mas no a mí, que vengo a ser el todo de la desdicha. De suerte que, aunque mi espada llegue primero, no importa, pues aunque muráis, no acorta en mí esta afrenta pesada, este infame deshonor; porque no es razón que pase por tal infamia y me case habiendo sido Leonor fácil, después de ser mía, con vos. Y si me matáis, con ella viuda os casáis. Mirad si dicha sería vuestra; mas no ha de quedar esta vez de aquesa suerte. Yo os tengo de dar la muerte; procuradme vos matar; porque muriendo los dos como ambas vidas se acabe un tormento en mí tan grave, en bien tan dichoso en vos. LEONOR: Don Juan, mataros deseo, no morir, cuando imagino de aquel objeto divino ser el venturoso empleo. Acortemos de razones, que en afrentas declaradas mejor hablan las espadas. ...................... Sacan las espadas y salen don FERNANDO y [el príncipe] LUDOVICO FERNANDO: [Eso es lo que voy diciendo.] En este instante me avisa Ribete, que a toda prisa venga, Príncipe, y riñendo están don Juan y Leonardo. ¿Qué es esto? LUDOVICO: Pues, caballeros, ¿amigos y los aceros desnudos? FERNANDO: Si un punto tardo sucede... JUAN: ¿Fuera posible? (¡Nada me sucede bien! Aparte ¡Ah, ingrata Fortuna! ¿A quién, sino a mí, lance terrible?) FERNANDO: ¿Fue aquesto probar las armas? ¿Venir a ejercer fue aquesto las espadas negras? ¿Son estos los ángulos rectos de don Luis de Narváez y el entretener el tiempo en su loable ejercicio? Don Juan, ¿con mi primo mesmo reñís? ¿Ésta es la amistad? JUAN: (¡En qué de afrentas me has puesto, Aparte Leonor!) FERNANDO: No hay más atención a que es mi sangre, mi deudo, a que es de mi propia casta, ya que soy amigo vuestro. ¿Tan grande ha sido el agravio, que para satisfacerlo no basta el ser yo quien soy? Vos, primo, ¿cómo tan necio buscáis los peligros, cómo os mostráis tan poco cuerdo? LEONOR: Yo hago lo que me toca. Sin razón le estás diciendo oprobios a mi justicia. FERNANDO: Decidme, pues, el suceso. LEONOR: Don Juan lo dirá mejor. JUAN: (¿Cómo declararme puedo, Aparte agraviado en las afrentas y convencido en los riesgos?) FERNANDO: ¿Qué es esto? ¿No respondéis? JUAN: (¡Que esto permitan los cielos!) Aparte Diga Leonardo la causa. (De pesar estoy muriendo.) Aparte LEONOR: Pues gustas de que publique de tus mudables excesos el número, Ludovico y Fernando, estad atentos: Pues ya te hizo don Juan --¡oh, primo!-- de los secretos de su amor y su mudanza, como me dijiste, [luego] que se vino, y lo demás sucedido, y en efecto, que sirvió a Estela, que aleve intentó su casamiento, óyeme y sabrás lo más importante a nuestro cuento. Doña Leonor de Ribera, tu hermana, hermoso objeto del vulgo y las pretensiones de infinitos caballeros, fue, --no sé cómo lo diga-- FERNANDO: Acaba, Leonardo, presto. JUAN: Espera, espera, Leonardo. (Todo me ha cubierto un hielo. Aparte ¡Si es hermana de Fernando! ¿Hay más confuso tormento?) LEONOR: Digo, pues, que fue tu hermana doña Leonor, de los yerros de don Juan causa. JUAN: (Acabó Aparte de echar la Fortuna el resto a mis desdichas.) FERNANDO: Prosigue, prosigue, que estoy temiendo que para oírte me falte el juicio y el sufrimiento. (¡Ah, mal caballero, ingrato, Aparte bien pagabas mis deseos casándote con Estela!) LEONOR: Palabra de casamiento le dio don Juan, ya lo sabes, disculpa que culpa ha hecho la inocencia en las mujeres; mas dejóla, ingrato, a tiempo que yo la amaba, Fernando, con tan notables efectos, que el alma dudó tal vez respiraciones y alientos en el pecho, y animaba la vida en el dulce incendio de la beldad de Leonor corrida en los escarmientos de la traición de don Juan. Y obligándome primero con juramentos --que amando todos hacen juramentos-- me declaró de su historia el lastimoso suceso con más perlas que palabras; mas yo, amante verdadero, la prometí de vengar su agravio, y dando al silencio con la muerte de don Juan la ley forzosa del duelo, ser su esposo y lo he de ser, don Fernando, si no muero a manos de mi enemigo. A Flandes vine, sabiendo que estaba en Bruselas. Soy noble, honor sólo profeso. Ved si es forzoso que vengue este agravio, pues soy dueño de él y de Leonor también. JUAN: No lo serás. ¡Vive el cielo! FERNANDO: ¿Hay mayores confusiones? ¡Hoy la vida y honor pierdo! ¡Ah, hermana fácil! Don Juan, mal pagaste de mi pecho las finezas. JUAN: (De corrido Aparte a mirarle no me atrevo.) A saber que era tu hermana... FERNANDO: ¿Qué hicieras? No hallo medio en tanto mal, Ludovico. LEONOR: Yo la adoro. JUAN: Yo la quiero. LEONOR: (¡Qué gusto!) Aparte JUAN: (¡Qué pesadumbre!) Aparte LEONOR: (¡Qué satisfacción!) Aparte JUAN: (Qué celos!) Aparte Yo no me puedo casar con doña Leonor, es cierto, aunque muera Leonardo; antes moriré primero. ¡Ah, si hubiera sido honrada! FERNANDO: ¡Qué laberinto tan ciego! Dice bien don Juan, bien dice, pues si casarla pretendo con Leonardo, ¿cómo puede, vivo don Juan? Esto es hecho. Todos hemos de matarnos. Yo no hallo otro remedio. LUDOVICO: Ni yo le miro --¡por Dios!-- Y ése es bárbaro y sangriento. LEONOR: En efecto, si Leonor no rompiera el lazo estrecho de tu amor, y si no hubiera admitido mis empeños, ¿la quisieras? JUAN: La adorara. LEONOR: Pues a Leonor verás presto, y quizá de tus engaños podrás quedar satisfecho. JUAN: ¿Dónde está? LEONOR: En Bruselas. JUAN: ¿Cómo? LEONOR: Esperad aquí un momento.Vase doña LEONOR y salen ESTELA, LISARDA, FLORA, RIBETE, TOMILLO ESTELA: ¿Don Leonardo con don Juan de disgusto? RIBETE: Así lo entiendo. TOMILLO: ¡Ay, mi bolso y mis escudos! LISARDA: No está Leonardo con ellos. ESTELA: Señores, ¿qué ha sucedido? FERNANDO: No sé qué os diga, no puedo hablar. LISARDA: Ludovico, escucha. LUDOVICO: (De ver a Estela me ofendo, Aparte después que oí a mis oídos tan desairados desprecios.) ¿Qué decís, Lisarda hermosa? LISARDA: Don Leonardo, ¿qué se ha hecho? ¿Dónde está? LUDOVICO: Escuchad aparte. FERNANDO: (¡Qué mal prevenidos riesgos! Aparte Hoy he de quedar sin vida o ha de quedar satisfecho mi deshonor. ¡Ay, hermana, el jüicio estoy perdiendo!) TOMILLO: Flora, vamos a la parte. FLORA: ¿A qué parte, majadero? TOMILLO: Ribete... RIBETE: ¿Qué es lo que dice? TOMILLO: Digo que soy un jumento. RIBETE: ¿Dónde está Leonor? ¡Que se haya metido en tales empeños! Sale doña LEONOR, dama bizarra LEONOR: Hermano, Príncipe, esposo, yo os perdono el mal concepto que habéis hecho de mi amor, si basta satisfaceros haber venido constante y resuelta... RIBETE: ¿Qué es aquesto? LEONOR: Desde España hasta Flandes, y haberme arrojado al riesgo de matarme tantas veces; la primera, en el terrero retirando a Ludovico y a mi propio esposo hiriendo, y hoy, cuando guardó a Palacio mi valor justo respeto, y deslumbrando a mi hermano, fingir pude engaños nuevos, y ahora, arrojada y valiente, por mi casto honor volviendo, salí a quitarle la vida y lo hiciera --¡vive el cielo!-- a no verle arrepentido, que tanto puede en un pecho valor, agravio y mujer. Leonardo fui, mas ya vuelvo a ser Leonor. ¿Me querrás? JUAN: Te adoraré. RIBETE: Los enredos de Leonor tuvieron fin. FERNANDO: Confuso, hermana, y suspenso me ha tenido tanto bien. LUDOVICO: ¿Hay más dichoso suceso? ESTELA: ¿Leonardo? ¿Así me engañabas? LEONOR: Fue fuerza, Estela. ESTELA: Quedemos hermanas, Leonor hermosa. Fernando, ¿de esposo y dueño me das la mano? FERNANDO; Estas dichas causó Leonor. Yo soy vuestro. LUDOVICO: Ganar quiero tu belleza, Lisarda hermosa. Pues pierdo a Estela, dame tu mano. LISARDA: La mano y el alma ofrezco. RIBETE: Flora, de tres para tres han sido los casamientos. Tú quedas para los dos y entrambos te dejaremos, para que te coman lobos, borrica de muchos dueños... ESTELA: Yo te la doy, y seis mil escudos. RIBETE: Digo que acepto por los escudos, pues bien los ha menester el necio que se casa de paciencia. TOMILLO: Sólo yo todo lo pierdo; Flora, bolsillo y escudos. LEONOR: Aquí, senado discreto, valor, agravio y mujer acaban. Pídeos su dueño, por mujer y por humilde, que perdonéis sus defectos.
Texto electrónico por Vern G. Williamsen
y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
Actualización más reciente: 26 Jun 2002